viernes, octubre 31, 2014

Despegue abortado de AENA


Se ve que esta es la semana de los despegues catastróficos. Tras el desastre del cohete Antares del pasado martes 28, ayer se frustró otro lanzamiento, en este caso virtual, al paralizarse el proceso de la OPV de AENA, su salida a Bolsa. En este caso, como en el del cohete norteamericano, no hay heridos ni fallecidos, pero también como en ese sucesos, los daños materiales son inmensos, la reputación destrozada grande, y será bastante el tiempo necesario para que se disipe el humo y olor a chamusquina provocado por ese petardazo, término más adecuado para definir lo de AENA que lo del Antares.

Desde hace días se comentaba la lucha que existía dentro del gobierno al respecto de AENA, entre los ministros económicos y un Fomento deseoso de sacar ingresos extra. No sólo había bronca dentro del gobierno, sino en el partido, dada la presencia territorial de AENA y la más que probable renuncia a la gestión de algunos de los ruinosos aeropuertos creados para satisfacer a caciques locales que ahora languidecen en medio de las sombras con apenas pasajeros en sus terminales (de los que se han hecho y no funcionan mejor no hablar). Al final ha sido una excusa administrativa encontrada por el Ministerio de Economía la que ha hecho descarrilar la operación y obliga a meterla en un cajón, según algunas fuentes hasta la primavera del año que viene, según otras hasta nunca. Lo más seguro es que será el calendario electoral el que decida si finalmente la operación se lleva a cabo y si, como todo parece indicar, el PP sufre un drama en las municipales y autonómicas de Mayo, la operación puede quedarse para siempre encerrada y sin sentido alguno. Más allá de las causas de fondo que han originado este fracaso, que lo es, y de los gordos, la gran pregunta que me surge es cómo un gobierno se puede embarcar en esta aventura sin tener acuerdo en el seno de sí mismo sobre cómo llevarlo a cabo, y proceder a contactar con un montón de inversores, organismos, entidades financieras y demás agentes, que trabajan seriamente con otro montón de clientes, y que ven como el gobierno de España resulta ser uno de los más incompetentes de los que poseen. Las divisiones internas sobre cuánto y cuándo debía salir AENA a bolsa eran conocidas desde hace tiempo, y sobre cómo establecer una valoración de la misma, un plan de negocio viable y el diseño de un núcleo duro de accionistas. Todas estas cuestiones deben de estar muy pensadas antes de lanzarse a una piscina que, pudiendo ser placentera en aguas tibias, puede convertirse en dolorosa y mortal si no se está preparado para soportar el agua helada. Sospecho que ayer por la tarde el cabreo entre todas las entidades que se encontraban inmersas en este proceso sería monumental, tanto por la sensación de estafa que supone dar al traste de esta manera con un proyecto tan importante como por la poca seriedad con la que se han desarrollado los acontecimientos. Mucho se nos lleva la boca con el concepto de la Marca España, que sí es importante, pero cosas como esta son capaces de destrozar cualquier marca, insignia o prestigio que se pudiera tener. El ridículo alcanzado en este asunto es mayúsculo, y tras él, sospecho, asistiremos al ya clásico proceso de desvinculación de la idea. Ahora nadie estaría realmente pensando en hacer una OPV, todo sería una “toma de posición”, no habrá responsables por este fracaso, como no los hay por ningún otro, y nadie se irá a su casa para pagar los platos rotos.

Desde el Lunes de la operación púnica hasta el Jueves del AENA_NO España ha dado muestras a todo el mundo de ser un país poco fiable, gobernado por una estructura de poder que apenas es capaz de guarecerse a sí misma de las inclemencias y que muestra una cobardía, incapacidad y desidia digna de estudio. Poco a poco el gobierno de Rajoy empieza a parecerse demasiado al de ZP, que llegó a unos límites tan bajos que parecían imposibles de replicar, lo que me hace pensar que, dado que los gobiernos en el fondo reflejan la sociedad que rigen, los españoles nos lo tenemos que hacer mirar muy muy en lo profundo. Quizás una cita catártica en el Aeropuerto de Castellón fuera lo más recomendable para discernir qué diablos debemos hacer para salir de este agujero intelectual y moral en el que vivimos.

jueves, octubre 30, 2014

La FED retira el QE3


Sí, sí, lo admito, me ha quedado un título críptico y confuso, que sólo entenderán a la primera los que estén en asuntos económicos…. No, no, no, no se vayan!!!! Bueno, por si queda alguien ahí, les comento que ayer la FED, la Reserva Federal de EEUU, su banco central, en el marco de la reunión que desarrolla a lo largo de la semana, decidió retirar el programa de compra de bonos del tesoro norteamericano, que a un ritmo de entorno a los 80.000 millones de dólares al mes, se ha mantenido durante varios años en paquetes denominados QE, siglas de la expresión anglosajona “quantitative easing”.

Durante ese tiempo la política de los QE de la FED, inaugurada en un QE sin número, y prorrogada en los llamados QE2 y QE3, ha sido quizás la más expansiva de toda su historia, usando en este caso medidas no convencionales, dado que previamente a la implantación de estos programas de compra ya había rebajado los tipos de interés al nivel del 0%. En la práctica estas compras generan una especie de tipo de interés negativo de facto, y cuando se pusieron en marcha fueron vistas como una medida desesperada, arriesgada, valiente y de efectos desconocidos a la hora de ver si realmente eran capaces de estimular la renqueante economía norteamericana. Pasados los meses, años ya, desde que se empezaron a aplicar, se puede decir que la economía de EEUU navega a una aceptable velocidad de crucero, el mercado de trabajo crea empleos de manera sostenida y la crisis financiera es algo que empieza a verse sólo con los retrovisores. Sin embargo las cosas no son tan sencillas. Parece evidente que se ha producido un cambio de estructura en la economía del gigante, de tal manera que es cierto que se crean empleos en buen número, pero carentes de la calidad que era común antes del estallido de Lehman. Se ha producido así mismo una segmentación cada vez mayor de las rentas en el país, aumentando la desigualdad y estrechándose la franja de la poderosa clase media, que es la que dinamiza la economía, dependiente en cerca de un 70% s de su nivel de consumo. El mercado inmobiliario ha remontado en muchas ciudades, en algunas como Nueva York de manera asombrosa mediante la construcción de imposibles rascacielos de apartamentos de ultralujo, pero en otras la situación sigue siendo muy precaria, con precios que apenas se han movido en estos años y viviendas que, tras la burbuja, siguen vacías y deteriorándose. Muchos autores opinan que lo que ha sacado de la crisis a EEUU no ha sido la FED, sino el fracking, la inundación de petróleo que se produce ahora mismo dentro del país, y que ha causado un desplome en los precios de la energía, y por tanto de los costes, aumentando la competitividad de numerosas industrias, que se replantean la vuelta desde sus plantas asiáticas. Lo que parece tener poca discusión es el efecto de los QE en los mercados financieros, y es que la evolución del balance de la FED, que engorda paso a paso a medida que se producen las compras de los bonos presenta un paralelismo asombroso (o no) con la evolución de los índices de la bolsa norteamericana. ¿Han sido estos mercados los destinatarios últimos de esas inyecciones? ¿Ha cebado la FED con su política de sobreestímulos la compra desaforada de acciones y de otros activos, distorsionando la realidad de los precios en esos mercados? Son preguntas importantes que muchos expertos contestan con un sí bastante rotundo. Lo cierto es que cuando surgían rumores de que los QE se iban a retirar volvían los nervios a las bolsas, primas y demás variables, mostrando una sensibilidad extrema que, casi seguro, es sobre todo síntoma de dependencia.

Si esto es así, los QE han sido utilizados como muleta por los mercados para sostenerse tras el batacazo que vivieron tras la explosión burbujera, y su retirada nos podrá decir de manera clara si estas subidas que vivimos desde hace unos años en la bolsa, sobre todo la estadounidense, es una mera ilusión o un reflejo de una realidad que, corregida tras las heridas de la crisis, trata de abrirse paso. Sólo el tiempo lo dirá, a expensas de las miles de opiniones que, para todos los gustos, suscitan estas políticas y sus consecuencias, tumulto de voces que, me da la impresión, revelan que realmente tenemos muy poca idea de cuáles han sido los efectos ni las futuras consecuencias de los QE. A ver qué pasa a partir de ahora

miércoles, octubre 29, 2014

El Cohete Antares explota en su lanzamiento


En medio de la noche, los motores del cohete iluminan en la oscuridad y, con su encendido, comienza la fase de despegue. Poco a poco el aparato asciende abandonando la rampa de lanzamiento, mostrando una cola de llamas y humo. Sin embargo, a los seis escasos segundos de haber levantado del suelo, se ve una pequeña explosión cerca de los motores que, aumentando en tamaño, muestra llamas irregulares y provoca la detención del cohete en el aire. En llamas, el aparato comienza a caer y se estrella contra la rampa, generando una inmensa bola de fuego que lo ilumina y destruye todo.

La misión del Antares, cohete diseñado por la empresa privada Orbital Sciences, tenía como destino la Estación espacial Internacional. Sin tripulación a bordo, gracias a lo cual no se han producido víctimas, su carga útil constaba de provisiones variadas para la tripulación y el complejo de la estación y algunos experimentos científicos. Evidentemente no ha quedado nada de todo eso, y está por ver cuáles serán los daños de la plataforma de lanzamiento, que es de suponer que haya quedado muy destrozada por la virulencia de la explosión, enorme dado que apenas se había consumido una pequeña cantidad de todo el combustible que portaba el cohete. Actualmente en EEUU son dos las empresas privadas, la ya citada Orbital Sciences con los cohetes Antares y SpaceX, del genial Elion Munsk, con los Falcon, las que tienen los contratos de la NASA para el lanzamiento de cargas de aprovisionamiento y otro tipo de misiones rutinarias, todas ellas sin tripulación. La NASA posee la flota de cohetes Delta, usados para lanzar misiones de satélites pesados o de investigación interplanetaria (sondas camino de Marte, por ejemplo) pero a falta del desarrollo del llamado SLS o de la aprobación del modelo Falcon Heavy, el país no dispone de ningún lanzado que pueda poner seres humanos en el espacio. Para subir “arriba” sólo disponemos de los Soyuz rusos, que cargan un máximo de tres astronautas bien apretados en el interior de su robusta pero espartana cabina. Por ello es de suponer que este accidente va a sentar muy mal al negocio espacial norteamericano y va a crear nuevas dudas sobre sus capacidades, ya muy mermadas a ojos de la opinión pública tras la retirada del programa de los transbordadores. Realmente viajar al espacio sigue siendo algo muy peligroso. Puede parecer otra cosa, pero un cohete cualquiera posee una carga útil, con o sin tripulación, en la punta, en lo más alto de la estructura, que es la única parte que alcanza el espacio. El resto es combustible, de distintos tipos posibles, organizado en varias fases, que es quemado de una manera brutal, a un ritmo de varias toneladas por segundo, para generar el empuje necesario para escapar de la gravedad terrestre, para lo que se requiere alcanzar una velocidad de unos 11 kilómetros por segundo. En el fondo subirse a un cohete equivale más o menos a ponerse encima de una inmensa bomba que es detonada de manera controlada, por lo que uno puede imaginarse que los riesgos son enormes. La tensión a la que se ven sometidos los materiales, la mecánica y, de haberlos, la tripulación, es enorme, y por ello se requieren grandes inversiones en seguridad y en ingeniería de todo tipo, hasta poder desarrollar modelos fiables y que puedan soportar esas condiciones infernales. Sin embargo es obvio que no hay posibilidad de acertar siempre, puede haber errores y contratiempos y, en ocasiones, como ayer, accidentes. Los dos puntos más peligrosos de todo viaje espacial son siempre el despegue y, de existir, el aterrizaje. En ellos todo lo que pueda salir mal tiene capacidad de generar la catástrofe, y ayer así sucedió. Ahora habrá que investigar qué es lo que ha fallado y procurar que no vuelva a repetirse.

Hace un par de semanas leí el muy recomendable libro de “Guía de un astronauta para vivir en la Tierra” escrito por Chris Hadfield, comandante canadiense que lo fue de la Estación Espacial y que se hizo muy famoso por sus vídeos divulgativos y sus temas musicales a la guitarra, tocados allá en lo alto. En él Hadfield cuenta su vida y cómo logró llegar al espacio, y relata lo difícil, lo complejo que es conseguirlo, las miles de personas que dejan todo su tiempo y esfuerzo en alcanzar ese sueño y trabajan sin descanso para que todo vaya bien y ninguna desgracia suceda. Miles de horas y trabajo ardieron ayer en la costa de Virginia por un fallo técnico, uno de los millones que se evitan cada día pero que, esta vez, no pudo ser detectado a tiempo.

martes, octubre 28, 2014

España arde en corrupción y Rajoy, como Nerón, toca la lira


Es imposible seguir los casos de corrupción que asolan España a la velocidad a la que son descubiertos. Unos y otros se solapan y compiten, se pegan y aplastan en las portadas de los medios, cada cual más aparatoso, sucio, rastrero y caro, con personajes conocidos que no dejan de aumentar en cantidad y rango, y extienden sobre el país una inevitable sensación de podredumbre generalizada, de asfixiante bochorno ético, de puro asco ante lo que se contempla. Parce que se ha instalado una feria en la que el caso más grande tuviera premio, o se llevara honores. Es desolador.

El caso conocido ayer destroza gran parte de la estructura del PP en la Comunidad de Madrid, uno de sus feudos históricos, ha llevado a la cárcel a varios alcaldes de localidades relevantes, uno de ellos, el de Parla, del PSOE, y ha logrado la detención de Francisco Granados, hasta hace un par de años el segundo en el poder regional tras la absoluta Esperanza Aguirre, que ayer pidió perdón y expresó vergüenza, pero que no hizo lo que debía. Dimitir. En medio de este nivel de podredumbre las palabras de los dirigentes políticos suenan no sólo huecas, sino falsas. El PP, por su responsabilidad de gobierno, y el PSOE en segunda línea, corren el riesgo de ser barridos en las urnas por un populismo barato y fantasioso, encarnado en Podemos, que ve como estos casos le hacen la campaña de una manera casi automática. Y ante esta situación, ¿qué hacen los dirigentes de los partidos políticos señalados? Nada, en la práctica nada. Pedro Sánchez, que todavía no controla un PSOE deslavazado, ofrece imagen modernista, pero un discurso hueco y que apenas resulta creíble en medio de tanto ruido. ¿Y Rajoy? Ni eso. Parapetado en la Moncloa, reinando sobre él su clásica estrategia del avestruz, escondido esperando a que pase la tormenta y no le salpique, la cobardía que demuestra Rajoy ante los problemas reales empieza a ser patológica. Es cierto que su estrategia de actuación, que no ha variado un ápice en todas las décadas que lleva en política, le ha funcionado, le ha servido para escalar puestos y llegar al máximo de la carrera de un político en España, la presidencia del gobierno, pero su nula capacidad para mostrar empatía pública y una comunicación nefasta le han convertido en un personaje extraño, que se sitúa por encima del bien y del mal, que pretende pasar sin gobernar, que no quiere romper cosas en su partido para no herir sensibilidades históricas, y que no parece darse cuenta de que preside una formación política que se deshace como un castillo de arena ante los golpes de las olas judiciales. Y sobre todo, que preside un país. Que es el presidente de una nación asustada, alucinada, enfadada, indignada, en la que millones de personas se han visto obligadas a realizar sacrificios, algunos muy necesarios, otros pensados con los pies, y que contemplan como semana tras semana su esfuerzo es consumido, a un ritmo de cientos de millones de euros por caso corrupto, por personajes públicos que en muchos casos demandaban esos sacrificios y, en todos ellos, alardeaban de su ejemplar conducta. La situación empieza a estar fuera de todo control y, como se vio en el caso del Ébola, la estrategia cobardica de Rajoy sólo se vence cuando la marea está a punto de tragárselo. Día a día, gestión a gestión, la credibilidad del gobierno cae a pasos agigantados, y la estatura moral de quienes en él permanecen se ve empequeñecida por cada vez que, aferrados a un cumplimiento de la ley que proclaman como guía y norte, muestran una ejemplaridad negativa, en la que ni la ley ni la moral son guías de su actuación, sino meros estorbos en su propósito de mantenerse en el cargo.

Poco a poco este escenario empieza a parecerse cada vez más a los años que fueron de 1993 a 1996, con un PSOE en descomposición, con corruptelas diarias y un González que se deshacía en medio de la podredumbre. En aquellos años su orgullo le cegó y le condenó a la derrota y el oprobio. Ahora Rajoy, enfrentado a una situación que se le parece bastante, puede ser devorado por esas llamas que contempla, sereno, desde la casa del consejero Arriola que, junto a otros, le conducen al patíbulo. Deberá vencer su cobardía si quiere volver a ganarse parte del respeto y credibilidad que, en gran medida, ha perdido. Sino, su carrera estará finiquitada, y los populistas, que son aún más falsos y demagógicos, verán cómo se alfombra su camino hacia el poder. Y la sociedad española, por culpa de nuestra codicia e ignorancia, perderá nuevamente. Perderemos. Como siempre

lunes, octubre 27, 2014

El pequeño (gran) Nicolás


Comentó Carlos Santos el pasado Jueves, en la presentación del disco de Judith Jáuregui (que una vez oído puedo decirles que es magnífico) que su enfado ante la situación política y de mangancia del país era inmenso, acrecentado al ver que en siglos pasados los niños prodigio se dedicaban a la música y otras artes, y que ahora parece ser se dedican a la estafa, engaño y robo, en una clara alusión a ese personaje de vodevil al que se le denomina “pequeño Nicolás” y que con apenas veinte años ha logrado reunir en torno a sí a una corte de personajes ansiosos de lograr beneficios gracias a sus contactos. Menuda historia.

La historia de este Nicolás es, en el fondo, muy vieja. Arribistas y trepas encaramados en una absoluta falsedad los ha habido siempre. Listos como pocos, capaces de estudiar a fondo a sus víctimas y tentarles con aquello que más desean, medran entre poderosos o pobres, ricos o pensionistas, con el único fin de obtener poder, prestigio y un dinero que no es suyo. A medida que la información ha ido fluyendo más deprisa en nuestras sociedades este tipo de timos, que es lo que realmente son, han ido disminuyendo, pero no cesan. Hace unos años un italiano se hizo pasar por un aristócrata y pudo conocer a gran parte de la élite de Nueva York, logrando enamorar a la actriz Anne Hataway y desplumarla de todos sus ingresos poco antes de que fuera detenido cuando trataba de salir de EEUU. Lo único cierto de su historia era su nacionalidad. El amigo Nicolás ha demostrado ser un alumno aventajado de todos estos personajes y ha conseguido en pocos años una carrera realmente asombrosa. Rodeado de una masa de pillos, que es lo realmente significativo de esta historia, Nicolás logró engañarlos a todos para su propio beneficio. No se si fue fruto de una estrategia premeditada, o empezó un poco a la ligera y, asombrado por su éxito, decidió crecer como buen emprendedor, pero lo cierto es que desde no ser nadie hasta lograr dar la mano al Rey en la ceremonia de proclamación hay un largo trecho en el que un traspiés te puede costar caro. Lo más interesante de todo esto, más allá de la personalidad del chico, que ha demostrado ser un genio para el mal, es como gran parte de la sociedad en la que vivimos sólo se fija en las apariencias y se engaña continuamente para medrar. Imagino a multitud de personas de todo rango profesional, pero siempre bien posicionadas, que vieron en Nicolás la palanca para “ascender” en su estatus, en su representatividad social. Como en una recreación perfecta de “La escopeta Nacional” de ese genio llamado Berlanga a quien tanto echamos de menos, Nicolás ha demostrado que seguimos en gran parte inmersos en una trama muy similar a la que describía aquella película, de arribistas, timadores, estafadores, señuelos e intérpretes que crecen en posición y riqueza gracias a contactos, enchufes, amistades, compadreos e influencias. En ese caldo de cultivo es inevitable que surjan personajes como Nicolás, de hecho seguro que hay muchos más como él. En este caso el amigo “Nico” se pasó de frenada, quiso abarcar demasiado y, por ambición o imprudencia, perdió el control de su propia farsa, hasta que se estrelló contra los arrecifes de la realidad o, más probablemente, alguien demasiado poderoso (o listo) como para ser engañado. Siempre hay en la vida un rival contra el que no puedes, y Nicolás se lo encontró.

Para completar la historia y darle el toque de vodevil picante que encantaba a Berlanga, este fin de semana varios medios han entrevistado a la amiga “intima” de Nicolás, a la que apodan “la pechotes” lo que indica bastante sobre su coeficiente intelectual y anatomía. Esta joven, relaciones públicas (ejem) defiende con ahínco a su “Fran” y lo considera inocente y brillante. Lo primero es incierto, pero en lo segundo “pechotes” tiene razón y quizás un buen par de argumentos, porque lo cierto es que el personaje, que ha demostrado ser capaz de estafar a todo bicho viviente, sería una fiera de tenerlo controlado y trabajando al servicio de (nuestro) bien. Berlanga, Berlanga, lo que te estás perdiendo

viernes, octubre 24, 2014

La música de Judith y la fuerza de Jáuregui


Ayer, en la quinta de Mahler, una tienda que es sobre todo un proyecto de divulgación musical, un pequeño grupo de locos nos reunimos para asistir a la presentación de Aura, el nuevo disco de la pianista donostiarra Judith Jaúregui, el tercero de su ya dilatada carrera. Aura es el proyecto más personal de la pianista, en el que interpreta obras de Listz, Debussy o Monpou que han tenido un significado muy importante en su vida, y que en cierto modo es la manera que tiene la artista de mostrar lo más íntimo de sí ante el público. El trabajo representa, por tanto, un esfuerzo profesional pero, sobre todo, emocional.

En la presentación estuvo la intérprete acompañada por Rafaél Banús, uno de los locutores más veteranos de Radio Clásica y Carlos Santos, periodista radiofónico y dicharachero conductor de espacios, entrevistas y actos. No quiero hoy hablarles tanto del contenido del disco y de la música en sí, como del hecho de rebeldía que supuso celebrar un acto como el de ayer, y que tan bien glosó Santos en sus palabras. Uno al pensar en rebeldía se imagina a un grupo de agitadores quemando cosas y rompiendo escaparates, cunado eso es algo que se ha convertido en lo más chabacano y ausente de contenido del mundo. En un mundo tecnificado hasta el extremo, competitivo, amante del dinero, del prestigio social, de lo que supuestamente está de moda y de otras muchas cosas vacías, lanzarse a la aventura creativa grabar un disco, cosa que Judith ha hecho, es algo heroico, y más si tenemos en cuenta que en este caso, como en el anterior, ella ha sido la productora del mismo. Judith, que toca de manera delicada cuando la partitura lo requiere, y enérgica cuando debe, sospecho que sacado fuerzas y furias de su interior para vencer todos los obstáculos que se le hayan cruzado por el camino hasta poder ver el disco encajado en su libreto y expuesto en los escaparates de las escasas tiendas que aún venden discos. Ella, como muchos otros, bien por vocación o por necesidad, se ha visto en la tesitura de hacerse emprendedora, en su caso más meritoria por trabajar en un sector que, día a día, amenaza derribo. Si la cultura ha sido un mundo en el que por cada rutilante estrella millonaria había cientos de enanas marrones que subsistían día a día, la situación de estos últimos años de crisis y avance tecnológico ha supuesto un golpe tremendo a un mundo que se tambalea. La música, sobre todo, y la literatura empieza ahora, han visto como el soporte de sus productos se ha difuminado por completo, y con ello en demasiadas ocasiones, el precio que garantizaba algunos ingresos. Interpretar se ha convertido en una odisea en la que todo es perder dinero. La existencia de algunos patrocinios o festivales supone en muchos casos la excepción a una forma de trabajo que ve como sus rentas se evaporan. Ante esto sólo hay dos caminos. Desistir o Resistir. Muchos han abandonado porque no podían hacer frente a los gastos, y otros tratan de aguantar, con imaginación, con muchas ganas, renunciando a nóminas e ingresos con tal de poder hacer lo que les gusta y saben; tocar, escribir, recitar, interpretar…. Algunas apuestas culturales viven en un estado de incertidumbre financiera que resulta sencillamente increíble de imaginar, y de pensar hasta qué punto pueden ser sostenibles en el puro corto plazo. Judith representa un ejemplo de éxito, en el que el tesón, la entrega y el inmenso sacrificio (la cabezonería vasca de una Jáuregui, jeje) se han visto recompensados por un público fiel que valora unas interpretaciones de primera magnitud, pero junto a ella debemos recordar que otros muchos intérpretes y artistas quizás no puedan conseguirlo y acaben ganándose la vida de maneras que nunca imaginaron ni desearon. Ayer en cierto modo celebrábamos en la presentación un éxito, a sabiendas de que hay muchos fracasos.

Y, sin embargo, como recalcaba santos, una de las labores que los aficionados a la música, y a cualquier otra manifestación cultural debemos hacer, es el proselitismo, al divulgación, el conseguir que otras personas que viven ajenas a ese mundo, que le dan la espalda, se giren, le presten un segundo de atención y, quizás obrándose un milagro, descubran que la belleza que se encuentra entre las notas, las páginas y los textos sea capaz de hacerles soportar la mezquindad de una vida que, en su actualidad diaria, sólo nos proporciona motivos para la tristeza colectiva. Ayer éramos poquitos, pero seguro que si en cada concierto o nuevo libro hay un par de personas nuevas que se acercan a lo mejor una de ellas ve que aquello no es un rollo, sino que le gusta… y el milagro de la afición pueda surgir en su interior.

jueves, octubre 23, 2014

Lobos solitarios en Canadá


Canadá es un país que pocas veces sale en las noticias. Vasto, gigantesco, despoblado, civilizado y rico, constituye una de esas sociedades a las que casi todos aspiramos, en la que habrá problemas, como en todas, pero no lo parece. Un lugar en el que la naturaleza ha convertido cada paisaje en una forma salvaje de belleza y gigantismo, y en el nivel de vida parece haber alcanzado un punto a partir del cual pocas son las mejoras posibles, apenas retoques. El frío condiciona la existencia durante medio año y es visto como uno de los impedimentos para poder vivir con mayor calidad. Pues bien, en este paraíso ayer tuvo lugar una trágica escena que, por desgracia, conocemos bien en el resto del mundo.

Sigue habiendo confusión sobre lo que sucedió ayer en Otawa, capital administrativa del país. Al parecer fue un único individuo el que primero disparó a un militar que custodiaba el memorial a las víctimas de las guerras en las que ha participado el país, hiriéndolo de tal gravedad que moriría a las pocas horas. Tras ese asalto el sospechoso se dirigió a la sede del Parlamento, un enorme y precioso edificio de estilo británico, y disparó a diestro y siniestro, sin causar víctimas. La policía, desplegada a todo correr tras el primer incidente, lo abatió en la sede parlamentaria, no sin que antes se hubiera procedido al desalojo del Primer Ministro (Stephen Harper, cinco puntos para quien le conociera antes de ayer) y otros altos cargos del gobierno que por allí estaban. El atacante ha sido identificado como Michael Zehaf-Bibeau, canadiense, de 32 años, con antecedentes penales, convertido al islam, y ya registrado en una base preliminar de sujetos “peligrosos” en lo que hace a sus posibles vinculaciones con el yihadismo. Este es el segundo incidente de esta semana que implica la muerte de un militar en el país. El Martes se produjo un atropello por parte de un joven yihadistas a un par de militares en un pueblo del estado de Quebec, causando la muerte a uno de ellos. La noticia apenas alcanzó difusión internacional, y eso que tenía toda la pinta de ser un atentado, pero la forma de actuar del causante del atropello y, seguramente, una cierta incredulidad para asimilar un hecho así por parte de las autoridades y cuerpos de seguridad canadienses, ajenos desde siempre a todo lo que tenga que ver con terrorismo en su propio territorio, contribuyó a que la noticia se mantuviera con un perfil muy bajo. Lo de ayer, sin embargo, es ya un ataque terrorista en toda regla, y frente a las más altas instituciones del país, lo que ha provocado el incremento de la alarma terrorista en la propia Canada y, de rebote, en los EEUU y, sobre todo, ha dejado asombrada, y con el miedo en el cuerpo, a la sociedad canadiense. Y es que como antes señalaba Canadá ha visto atentados y actos terroristas siempre desde la distancia. Afortunadamente para ellos ni han sufrido violencia interna fruto de sus tensiones territoriales, que las han tenido, pero siempre encauzadas de manera no violenta, ni han sufrido ataques exteriores. Las víctimas canadienses se han producido en misiones internacionales, bien de la guerra contra el terrorismo librada durante una década en Irak y Afganistán o en algunas otras misiones de la ONU, en las que ese país siempre ha colaborado de manera muy intensa. La idea de que un terrorista, que ha vivido años inmersos en la sociedad canadiense, haya cogido un arma de asalto y se haya dedicado a disparar en el interior del Parlamento es como una pesadilla para esa sociedad, que sospecho, cuando sepa exactamente lo que haya pasado, sólo podrá hacerse una enorme pregunta de muy difícil respuesta. ¿Por qué?.

Frente a sociedades más discriminatorias y restrictivas, Canadá ha practicado desde siempre una política integradora con aquellos que han acudido a residir a su territorio. Profundamente democrática y liberal, simplificando las cosas, representa un modelo social de corte europeo en una economía liberal a la americana, tratando de conjugar lo mejor de ambos sistemas. Sin embargo los lobos solitarios, esos sujetos fanatizados por el yihadismo y que responden a la llamada de movilización del Estado Islámico, no distinguen entre naciones y formas de integración social. Para ellos todos son enemigos. Cuando empezaron los ataques occidentales contra los psicópatas del EI, Canadá fue uno de los países amenazados. Ayer tuvo lugar el primer golpe contra esa pacífica nación.

miércoles, octubre 22, 2014

La magia monetaria dispara las bolsas


Es curiosísimo comprobar cómo, a medida que la ciencia y tecnología conquistan nuevas cimas y se traducen en dispositivos cada vez más complejos y útiles, los humanos seguimos atados a supercherías propias de la época de los chamanes de las tribus antiguas, que miramos con soberbia superioridad pero que, en el fondo, son igual que nosotros. Si se derrumba la bolsa por temores a una tercera recesión en Europa aparece el rumor de que Mario Draghi va a comprar títulos de deuda pública soberana y corporativa y los mercados se dan la vuelta, subiendo más de un 2% como pasó ayer. Puro chamanismo.

Creo que cada vez es más claro que el complejo panorama económico en el que nos encontramos no tendrá salida efectiva si no planteamos tres líneas de actuación que, siendo las de siempre, son vistas con recelo. En Japón se llaman flechas, en occidente política, pero son lo mismo. La primera de ellas, la relajación monetaria, la inyección masiva de liquidez, es la única que se ha puesto en práctica a lo largo de estos años. Ha servido para cortar la hemorragia de los mercados, y situar los tipos de interés a tasas históricamente bajas en todo el mundo pero, como reverso, ha propiciado la aparición de burbujas, que son discutidas por algunos, en mercados como el de deuda soberana o incluso en los bursátiles, a donde se ha dirigido gran parte de esa abundante liquidez, que busca una rentabilidad que hoy en día muy pocos productos pueden ofrecer. El sobreuso de la política monetaria ha hecho que, ante cualquier problema, se tire de ella como vulgar bálsamo de fierabrás, y a corto plazo funciona, propiciando rebotes como el de ayer, pero sus efectos cada vez son menores y las distorsiones que genera, mayores. La segunda pata es la política fiscal, entendida en muchos lugares como austeridad, sinónimo para casi todos de recortes, pero que no tiene porqué ser así. En el caso de España una inteligente política fiscal implica obviamente reducir gastos, pero se pueden eliminar muchas estructuras superfluas sin afectar a los servicios sociales, y reducir impuestos (como las sangrantes cotizaciones sociales) que seguramente serían recuperados por un crecimiento derivado de las mayores contrataciones. El rediseño por completo de un IRPF que no funciona como es debido también es política fiscal, eso sí, de la compleja, y nadie quiere ponerlo en marcha. Se han realizado retoques estéticos pero no de fondo. Esta segunda flecha tampoco se ha utilizado en exceso en Japón ni en otros países, y tiene mucho margen de actuación. Y la tercera flecha, que es la de las reformas estructurales, sigue esperando en el baúl de los recuerdos a que alguien vaya a recuperarla. Cada una de las medidas es difícil de aplicar de menos a más, y genera efectos en el corto plazo (monetaria) medio (fiscal) y largo (estructural) por lo que para una agenda política clásica esta es la menos útil y atractiva. En España hemos realizado reformas estructurales necesarias, como la del mercado de trabajo, pero incompletas y aisladas, lo que ha generado efectos no deseados. Una flexibilización de la contratación como la vigente sin la figura del contrato único, que habría que implantarla ya, abarata costes y dinamiza la producción, sí, pero segmenta aún más el mercado entre fijos y temporales, y debilita a la larga la demanda agregada. Una reforma de este tipo, realizada de manera incompleta y aislada, puede ser contraproducente a largo plazo. Debe integrarse en un paquete muy amplio y con horizonte temporal alargado, mucho más desde luego que una simple legislatura. Quizás por eso no se aplican.

Japón y, en Europa, Francia, son buenos ejemplos de países necesitados de intensas reformas estructurales que, con matices distintos en cada uno de ellos, deben sacarles del atasco competitivo en el que se encuentran sumidos desde hace años. Imprimir billetes y las compras masivas de deuda del BoJ o el BCE pueden aliviar la fiebre de estos enfermos, pero sin esas reformas no se curarán. Realizar cambios es duro, las personas, como las sociedades, tienen costumbres e inercias, y se resisten, pero de no hacerlos el futuro económico (y demográfico) se presenta oscuro  y, potencialmente, mucho más doloroso. ¿Serán esos países, seremos todos, capaces de hacer frente a estos retos y reformas? Confío en que sí.

martes, octubre 21, 2014

La ejemplaridad de la hermana Paciencia


Hace unas semanas se publicaba una viñeta en un periódico en el que los personajes leían un periódico lleno de noticias sobre corrupción. Indignados ambos, le decía uno a otro “viendo toda esta panda de sinvergüenzas da ganas de robar hasta hartarse” y el otro le contestaba “sí, pero cuando vemos gente haciendo el bien ¿por qué no nos entran las mismas ganas de imitarles?”. No se si ere este el texto exacto que se enmarcaba en los bocadillos de la tira, pero sí el mensaje. Estamos llenos de ejemplos negativos que nos sumen en la desmoralización, nos hacen pensar que los que respetamos la ley somos gilipollas y que qué más da si la incumplimos o no, cuando todo el mundo lo hace.

Hay en estos días de sombras negras dos ejemplos que me parecen luminosos, para contrarrestar tanto mal, y que debieran servirnos de estímulo y guía en nuestra zozobra. Uno, al que casi nadie ha prestado atención, son los cuatro tarjeteros de Caja Madrid que no hicieron uso de la misma, que no robaron a su entidad, y que como llaneros solitarios vivían en medio de cuatreros que robaban reses y pastos comunales. Alguien debiera entrevistarles, sacar a la luz su historia, y el ayuntamiento de Madrid tendría que pensar en dedicarles algunas calles en su honor, porque pocos son los honrados, y menos los alabados. El otro ejemplo lo dio ayer la hermana Paciencia, en una rueda de prensa conmovedora que a muchos, me incluyo, nos produjo vergüenza ajena, por lo que ella decía y lo que suponía de interpelación, de golpe, de hachazo, a nuestra occidental, petulante, orgullosa y soberbia forma de entender la vida. Hace unos meses nadie conocía a la hermana Paciencia y, creo, dentro de unos meses todos la habrán vuelto a olvidar. Paciencia lleva años, muchos años, en África, trabajando con los más pobres de entre los más pobres. El Ébola le ha hecho famosa, pero durante todo este tiempo ha estado cuidando a enfermos que padecen males menos mediáticos, como el cólera, la malaria o la diarrea, que matan cada año a cientos de miles de personas en África. En medio de la soledad, sin que nadie se fijara en ella y los que a su lado trabajaban, Paciencia ha hecho honor a su nombre, racionando los medios ínfimos de los que disponía, fruto de la solidaridad de quienes donaban a su orden religiosa. Ellos, los misioneros, y los cooperantes de organizaciones como Médicos sin fronteras han sido los únicos, sí, los únicos, que han ayudado a estas personas, necesitadas de todo. Es demagogia, ya lo se, pero con lo que algún tarjetero de Madrid robaba en una noche loca Paciencia podría haber salvado a muchos. Quizás ella lo supiese, o no, da igual. La llegada de Ébola destruye todo el trabajo hospitalario desarrollado por Paciencia a lo largo de muchos años. El miedo se extiende, los enfermos huyen y el recelo se instala en la sociedad. Sólo quienes no pueden moverse, estuvieran infectados o no por el virus, permanecen en sus camas, y Paciencia con ellos. El virus no distingue entre pacientes y sanitarios, e infecta también a Paciencia y a otros misioneros españoles. La repatriación y muerte del primero de ellos hace que el Ëbola se convierta en noticia en España, que hasta ese momento apenas era poco más de un breve en los resúmenes a mitad del telediario o una columna dispersa en internacional en los periódicos. Paciencia sobrevive a la enfermedad gracias a sí misma y su constitución, no por tratamiento alguno, y se convierte en posible donante de suero inmune. Cuando el segundo misionero es repatriado se atisba la opción de que la sangre de Paciencia pueda salvarle, y es entonces cuando las autoridades se fijan en ellas y la traen a España, llegando tarde para poder ser efectiva su carga antiviral en el viejo y agotado cuerpo de Manuel García Viejo. El contagio de Teresa Romero, una de las cuidadoras de Manuel, dispara la alarma sobre el Ëbola y lo convierte en noticia universal. La enfermedad se contagia en occidente por primera vez y es entonces cuando nos empezamos a preocupar, no antes.

Casi es seguro que hoy, maravillosa noticia, se haga oficial la curación de Ébola de Teresa, en cuyo tratamiento ha jugado un papel muy importante la sangre de Paciencia. Ayer pudimos ver a la hermana ante los medios, nerviosa pero serena, alabando a todo el mundo y sin criticar los errores cometidos en la gestión de la crisis ni la tardanza en traerla a España. Y sobre todo, lanzando el mensaje de que es África quine necesita la ayuda, que es allí donde hay que invertir recursos para acabar con la enfermedad, no en controles en los aeropuertos. Su mensaje fue claro, sencillo y muy directo. ¿Le haremos caso? Me temo que una vez que pase la crisis todo se olvide, África vuelva a la nada informativa y nadie recuerde las luminosas palabras y obras de Paciencia. Ojalá me equivoque. Ojalá!!!

viernes, octubre 17, 2014

Derrumbe y destrucción de Rodrigo Rato


Rato lo fue todo en la España de los noventa y principios del dos mil. El ministro más poderoso de Aznar, el rector de la economía del país, brillante parlamentario de oratoria ligera, acerada y certera, muñidor de alianzas con la prensa y poderes que iban más allá de los del gobierno. Querido y deseado por todos, su alejamiento de la Moncloa, a la que hubiera llegado de ser candidato, y el nombramiento como Director del FMI supuso la cumbre de una carrera económica que no la había logra nunca español alguno. Desde su despacho de Washington Rato tenía muchísimo más poder e influencia que la se dispone en el gobierno de España. Era su cielo. Y desde ahí lleva tiempo cayendo en picado hasta los infiernos.

Muchos, casi todos, en aquellos años, alababan su figura, loaban sus decisiones y le seguían como una corte de convencidos. A aquellos a los que otorgó cargos se los ganó para siempre como fieles dispuestos a batirse el cobre por él, y las crónicas contaban que era un jefe exigente, pero que trabajaba mucho, y el país, a medida que crecía, entraba en el euro y se sentía fuerte, lo encumbraba como el hacedor del milagro. Cuando las tornas han cambiado pocos son los que recuerdan sus declaraciones de aquellos años, las matizan y tratan de darles la vuelta, en un ejercicio muy hispánico consistente en adular al poder, sea éste el que sea, independientemente de su signo y de quién lo encarne. Y yo debo confesar que soy de los que lo defendí durante años. Para mi era el Ministro perfecto, y cuando le nombran para el FMI me sentí hasta algo orgulloso, era como una especie de cuento en el que, por fin, un español veía reconocidos sus méritos y alcanzaba cotas de responsabilidad internacional por la valía de sus actos. Y como dije lo que dije no puedo negar ahora que lo dije. Así de fácil. Las dudas empezaron a surgir cuando abandonó el cargo en el FMI, en principio aludiendo razones personales, pero que a mi me parecieron escusas endebles y, sobre todo, poco concretas. Si no era por salud personal o de sus allegados, ¿qué podía obligarle a renunciar a ese cargo antes de finalizar su mandato, dando la imagen de espantada, de dejar a todos en la estacada? A partir de ahí Rato comienza un periplo en el mundo de la banca privada, con el objetivo manifiesto de ganar dinero. Sin ser un experto en la materia, pero con una sabrosa agenda de contactos, va ascendiendo en ese mundo, y acaba, en medio de mi sorpresa, en la presidencia de Caja Madrid, una entidad que no dejaba de estar en los papeles y mentideros en el centro de todos los rumores sobre su desastroso estado por el estallido de la burbuja, pero que era objeto de deseo por parte de los políticos a la hora de hacerse con su control (y ahora sabemos, tristemente, el porqué) El actual presidente de la comunidad de Madrid, Ignacio González, quiso presidirla, pero su jefa Esperanza Aguirre no le dejó, y el elegido acabó siendo Rato, en un juego de trileros desarrollado en la sede del PP. Los dos años de presidencia de la entidad, convertida posteriormente en Bankia y sacada a bolsa, son la crónica de un descalabro, de un desastre absoluto que a punto estuvo de llevarse por delante la economía de España en su conjunto, y con ella la del euro. En una carrera suicida hacia el abismo Rato lideró un ejército encaminado a la catástrofe, y fue apartado de la entidad en un fin de semana de conspiraciones en la sede del Ministerio de Economía, cuando la decisión era su cabeza o la de todos los españoles. Y pese a ello Rato nunca admitió fallos ni errores, que los hubo de dimensiones galácticas.

Ayer, el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu le impuso una fianza civil de tres millones de euros por los cargos no declarados de su tarjeta opaca, de la que hizo un gasto de cerca de 100.000 euros en dos años en vicios cutres, en medio de la orgía de despilfarro y robo que se estaba perpetrando por parte de casi todos los directivos de la entidad sobre un banco podrido hasta los huesos, robado por la mala gestión y al avaricia de quienes debían regir sus destinos. No se si Rato acabará en la cárcel, seguro que no, pero en mi opinión, debiera hacerlo, para purgar su infinita codicia y para expiar la decepción, la traición si me apuran, que ha causado a muchos de los que, a lo largo de los años, le defendimos.

Este fin de semana subo a Elorrio y me cojo el Lunes: Descansen y disfruten del previsto tiempo cuasiveraniego.

jueves, octubre 16, 2014

Juego de tronos petrolíferos


Condenadas profecías. Escribo ayer sobre la fragilidad económica y la sensación de que la economía real empieza a pararse cuando todavía no lograba arrancar del todo y el Ibex va y se cae un 3,52%, absolutamente en nada influenciado por esta columna que usted, yo y pocos más leemos (que club tan selecto, ¿verdad?) Bien, como ayer apuntaba, uno de los temas económicos de estos últimos meses es el precio del petróleo, que ha bajado más de un 20%, y no, no se ha notado apenas en la gasolinera. ¿Por qué sucede esto? Hay dos explicaciones económicas, más o menos directas, y una tercera apasionante que es de novela de George RR Martin.

Las económicas son, por orden de influencia directa, monetarias y de coyuntura. El dólar se ha revaluado en estas últimas semanas tras las medidas expansivas del BCE, y eso hace que los activos que cotizan en esa moneda, y el petróleo lo es, bajen de precio, tratando de lograr que el producto precio por cantidad permanezca estable. Cuando el dólar se devalúa, por el contrario, el precio de la materia prima suele aumentar. Esta es una causa directa. La otra causa, menos directa, es que dado que las expectativas de crecimiento económico se empiezan a enfriar cada vez más, la demanda prevista de petróleo también se relajará, y donde hace unos meses se veían consumos muy altos ahora esas cifras menguan, y cuando baja la demanda, baja el precio. A diferencia de la otra causa, esta es más difícil de medir en lo que hace al impacto, tanto en el cuándo lo hace como en cuánto afecta al precio final. Pero influye. Y vamos con la tercera, que tiene que ver con la mayor revolución que se ha producido en el mercado del petróleo en las últimas décadas. Sin que muchos le hagan caso, y gracias al fracking, la producción de petróleo en EEUU se ha disparado a lo largo de los últimos años, de tal manera que ya es el primer productor del mundo. Los campos de petróleo norteamericanos y ano son esas bombas sobre la llanura tejana, que siguen, ya exhaustas, sino las arenas bituminosas de Dakota del Norte, desde donde se bombean millones de barriles. EEUU es prácticamente ya independiente en lo que hace a consumo y ha empezado a exportar, lo que hace que el petróleo puesto en el mercado sea más, mucho más, del que había hace apenas una década, donde este cambio era inimaginable. Y cuanto más produzca EEUU menos dependerá de sus tradicionales socios del Golfo Pérsico, a los que tradicionalmente ha comprado millones de barriles e influencia. Esto también supone una revolución estratégica, ya que la monarquía Saudí ha sido, por mutuo interés, una parte indivisible del poder de Washington en la zona. EEUU le armaba y sostenía y desde Riad se alimentaba a los grandes coches del “American way of life”. Y este acuerdo se está rompiendo. EEUU ve como el islamismo wahabista ya no se esconde en la casa Saud y su influencia perniciosa en el sunismo crece sin parar, mientras que desde Riad se cree que el país ya tiene suficiente músculo como para independizarse del “amigo americano” y ser la potencia regional que, enfrentada al eterno enemigo Irán, controle la zona, que actualmente vive una guerra fratricida entre radicales sunitas, con el estado Islámico a la cabeza. Arabia Saudí y otros países de la zona como Kuwait, son capaces de producir petróleo a costes muy inferiores al de otros productores, por lo que pueden aguantar bajadas de precios y seguir ganando, algo menos, pero ganando. Sin embargo EEUU, que aún no ha amortizado las inversiones del fracking, y otras naciones como Venezuela o Rusia, necesitan precios altos, muy altos en los últimos casos, para que ese negocio les sea rentable.

Y por ello corre el rumor desde hace días que parte de esta bajada está provocada, dirigida desde las arenas del desierto para hacer daño a las nuevas técnicas de extracción, y otras que se quieren poner en marcha, y así eliminar competidores, como si de la competencia entre supermercado se tratase. No se si será cierto, pero a un precio de poco más de 80$ el fracking se acerca a una rentabilidad cero y, atención, en Moscú o Caracas las cuentas no salen, y pueden verse sumidos en la debacle presupuestaria más absoluta si los precios se mantienen así un cierto tiempo. ¿Guerra de precios para arruinar competidores? ¿Dumping estratégico? ¿zancadillas entre los barriles? Pudiera ser. Como dice McCoy en su artículo de ayer, guerra sucia, muy sucia la de este estratégico mercado.

miércoles, octubre 15, 2014

¿Vamos hacia la tercera caída económica?


La explosiva sucesión de noticias geopolíticas que ha caracterizado a este verano de 2014 ha logrado un hecho inaudito, y es que por primera vez desde hace años la economía abandone los titulares de apertura de prensa, radio y televisión. El Estado Islámico, Ucrania o el Ébola han copado portadas y dejado las cifras a un segundo lado. Esto ha otorgado a muchos la sensación de que el problema de las economías occidentales está resuelto, cuando no es así, ni mucho menos. En todo caso la inquietud ha disminuido pero, como si fuera una reacción envidiosa de las cifras al sentirse ninguneadas, se han vuelto a revolver y, tímidamente todavía, comienzan a reclamar un espacio en portada, aupadas en lo que puede ser la tercera recesión europea.

El verano ha sido, probablemente, el punto de inflexión. La publicación por la UE de las tasas de crecimiento del segundo trimestre de 2014 mostró una Europa convaleciente, en la que España era de los países que más crecía, con un 0,6% (no era el que más como alardeó el gobierno) y los pesos pesados no carburaban, con Alemania en tasas positivas muy discretas y Francia nuevamente estancada en un deprimente 0%. Las bolsas despidieron Agosto planas, pero tras unos primeros días de mes desastrosos, que encadenaron fuertes bajadas, que necesitaron tres semanas para ser compensadas, en lo que fue el primer movimiento brusco de bajada que se veía desde hacía meses. La rentabilidad de los títulos de deuda pública europeos sigue en mínimos históricos, en lo que cada vez parece más una vulgar burbuja en esos mercados de deuda, siendo ahora mismo una compra ruinosa, que en muchos casos exige pagar dinero al adquirirlos, dado que presentan rendimientos negativos a varios plazos, llegando a verse incluso un porcentaje negativo en el rendimiento de las letras españolas a tres meses, lo que para mi no tiene sentido alguno, digan lo que digan los expertos. Las tasas de inflación en la UE siguen estando bajo mínimos, con países como España que no están en deflación declarada pero muestran IPCs que así pueden llamarse, y otros como Grecia que no la oficializan para no asustar, pero que la padecen desde hace bastante tiempo. Podría decirse, viendo los datos, que la UE siegue estancada en un frío mar de niebla, del que no es capaz de salir. Sólo las comparecencias de Mario Draghi al frente del BCE han conseguido alegrar a inversores y analistas, pero como he repetido aquí muchas veces, el BCE es importantísimo, pero sólo no puede hacer nada. Sus políticas expansivas deben venir acompañadas de muchas otras que remen en la misma dirección, especialmente las fiscales y las estructurales, y de estas, sobre todo las últimas, nadie quiere saber nada. Por ello los efectos de los discursos de Draghi cada vez duran menos. Suponen festines bursátiles de un par de jornadas que vuelven a darse la vuelta en pocos días, y se olvidan. En un contexto internacional complejo, con China ofreciendo datos cada vez más mixtos que hacen dudar de si su teórica burbuja se encamina hacia el final o no y la FED norteamericana atrapada en la necesidad de recortar estímulos monetarios sin que eso afecte al crecimiento de EEUU, las materias primas han sido los primeros canarios de la mina que han anunciado una bajada del crecimiento, desplomándose, en parte por la revalorización del dólar, sí, pero mucho más que por un mero reflejo cambiario. Metales de uso industrial y el petróleo (que se merece un artículo él solito, a ver si puedo esta semana) llevan semanas cayendo como si anticiparan una contracción económica global, o al menos un frenazo en esa tan renombrada recuperación que, no sólo aquí, se vende en todo el mundo en base a unos datos reales que son buenos, pero parecen ser mucho más frágiles de lo esperado.

En el caso europeo, todo va a depender de lo que suceda con Francia y Alemania. Las previsiones que realizó ayer el gobierno Merkel sobre el crecimiento para 2014 y 2015 son mucho más cortas de lo estimado inicialmente. Alemania se frena, principalmente por la caída de sus exportaciones (eso indica que los mercados a los que vende compran menos, se están parando) y el conflicto ucraniano. Y Francia, atrapada en su marasmo político y existencial, no logra sacar adelante un plan de reformas que enderece su economía, mostrando unos niveles de déficit público que incumplen los compromisos ya pactados con Bruselas. Si esos dos países se paran, lo hará la UE en su conjunto y, claro, nosotros también. Así que el otoño comienza revuelto. Confiemos en que sea pasajero, pero preparémonos por si acaso para una tercera bajada.

martes, octubre 14, 2014

El poder de las palabras


Cuando, de pequeño, empecé a leer literatura fantástica, te encontrabas una y otra vez con momentos en los que determinadas palabras, usadas como conjuros, desataban fuerzas sobrenaturales que el protagonista utilizaba para el bien o el mal, según hubiera determinado su creador. Palabras que, o por su grafía, por cómo sonaban, o por cualquier otro motivo, invocaban fuerzas superiores y servían de vínculo entre los hombres y, digámoslo de una manera, los dioses. A veces, tras leer, jugando, uno imaginaba ser uno de esos personajes y utilizaba esas palabras, que no producían efecto real, pero sí en la emoción.

Con el paso de los años y los muchos libros, descubres que las palabras mágicas ya no son aquellas que uno invocaba en las tardes de juegos infantiles, y que la magia en sí misma, ya no tiene un componente sobrenatural y omnipresente, sino que es algo que pertenece en exclusiva al mundo de la imaginación. La relectura de alguna de esas novelas se realiza desde una posición mucho menos ingenua, pero siguen produciendo placer, porque están bien escritas, y tras muchos y muchos libros leídos empiezas a darte cuenta de que la magia, el poder, no se encuentra en unas palabras dada, en unas fórmulas o rituales, sino en la gracia que el autor ha tenido a la hora de escribir las historias. Ya no invocas unos términos, sino unos personajes y argumentos, que más o menos complejos, te han llegado hasta el fondo. Empiezas a comprobar que eso que llamamos literatura, que a veces se estudia como una mera sucesión cronológica de escuelas, autores y fechas, es sobre todo una colección de emociones, impresas, que llaman al corazón del lector. Diálogos, párrafos, páginas enteras se convierten en puertas mágicas que te emocionan, inquietan, alegran, sanan, divierten, y que incluso pueden llegar a cambiarte la vida. Y es entonces cuando descubres el enorme poder de las palabras, la gracia que pueden tener si son utilizadas de manera correcta, no sólo gramatical, que eso es sencillo, sino emocional. Cuando te encuentras con un maestro en el arte de juntar palabras, como diría Javier Gomá, lo descubres sin que ninguna profesora o estudio te lo avale, porque logra emocionarte. Es muy grande mi admiración hacia aquellos que, en un momento dado, se pusieron a escribir y lograron transmitir sus ideas, mensajes y sentimientos de una manera que no sólo puedan ser compartidos por otros a través de la lectura, sino también percibidos como propios mediante la emoción. Hay muchísimos autores que a lo largo de la historia lo han conseguido, muchos de ellos consagrados, seguro que muchos más desconocidos, y cuando uno abre un libro, o pulsa el botón de una pantalla, y se introduce entre los renglones practicando ese disfrute que llamamos leer, puede encontrarse con un texto que no le llame, que no le diga nada, o que sea rutinario, sin contenido. Pero a veces, muchas, pocas, pero sin duda siempre alguna, ese texto nos atrapa, nos llama, reconocemos en esas letras no el tipo, la composición, los verbos y adverbios, sino una voz clara, que nos habla a nosotros mismos, que nos cuenta algo que es nuestro. Ese desconocido autor, o famosísimo, qué más da, está contando algo que me ha pasado a mi, que lo noto como propio, que no es una mera confesión privada, sino una experiencia que puedo compartir, y entonces la magia de la infancia vuelve con toda su fuerza, la emoción del juego lo llena todo, la sensación de que el lector es el personaje y se involucra en la trama se convierte en una vida plena que suplanta a la que nos rodea allá donde estemos leyendo, y el poder de la palabra nos transforma. Ese es un momento único, que todo lector creo que ha sentido alguna vez en su vida, y que justifica para siempre el trabajo del escritor, que muchas veces ni puede saber cuándo y con quién se ha dado ese instante de comunión.

Ayer, unas palabras que leí en el funeral de Jose Domingo, mi, nuestro compañero de trabajo, escritas en este blog hace una semana, lograron que algunas personas, familiares y allegadas a él, se emocionaran, y así me lo transmitieron cuando acabó la ceremonia. Yo no sabía que responderles, salvo darles las gracias, pero creía ver en sus ojos, llenos de tristeza como los míos, una mínima luz, que si era fruto del torpe ejercicio que había compuesto, la consideraba como el mayor de los logros posibles, obtenidos con la peor de las causas. Nada podrá cubrir el vacío que él nos deja, pero parece que algunas palabras contribuyeron a un instante de consuelo. No hay pena más grande. No hay mayor gratitud posible.

lunes, octubre 13, 2014

El Louvre puede ser un infierno


Publicaba ayer un interesante artículo El País sobre los problemas de avalanchas y de exceso de visitantes en los museos, obviamente más en unos que en otros, y en la invasión de esa condenada manía del selfie, la autofoto de toda la vida, que genera escenas absurdas en las que cientos de personas se colocan de espaldas a la obra que han ido a visitar para fotografiarse con ella, logrando atestar una sala en la que la mayor parte del público no mira el objeto que, en teoría, le ha llevado hasta allí. El artículo venía ilustrado por una escena de la sala del Louvre en la que se expone la Mona Lisa, con decenas de visitantes levantando al unísono sus móviles y cámaras para inmortalizarla.

Hace unas semanas visité el Louvre, y vi esa misma escena en persona, en una sala enorme, casi del tamaño de una cancha de baloncesto, en la que pocos eran los cuadros expuestos, y donde todos los ojos sólo se fijaban en un lateral, completamente dedicado a la imagen del cuadro de Da Vinci, icónico como pocos y de escaso tamaño, rodeado de una turba que resultaba bastante más espectacular que la propia pintura. Allí lo asombroso no eran los cuadros, que eran casi imposibles de ver y de disfrutar, sino las dimensiones del espacio, la cantidad de gente que había y el ruido incesante de proveniente de las voces que todo lo llenaban. Pero todavía me quedaba por ver lo peor. Tras salir de esa sala me encaminé hacia otra ala del edificio y pasé por una majestuosa escalera en la que luce, recién restaurada, la escultura de la Victoria de Samotracia, sobre un pedestal de piedra en forma de navío. La figura impone mucho, y en el lugar en el que se encuentra aún más. Pero allí volvían a estar las avalanchas de turistas, mayoritariamente orientales, que trataban de acercarse lo máximo posible al pedestal de la estatua para sacarse la foto con ella. Conseguí rodear la marabunta en un momento de descuido general y ponerme en el lado en el que se encontraba la vigilante de la saña, es un decir. Una chica joven de veinte y pocos años, con una cara de tristeza inabarcable, que cada dos por tres daba palmadas y gritos para que los niños (y bastantes adultos) no trepasen por la estatua, pero que apenas se le podía oír en medio de un tumulto descontrolado. Más que su garganta allí hubiera sido necesario un silbato, porra y un refuerzo policial. En una de estas, asombrado como estaba de lo que veía, llegó una nueva excursión de japoneses, y se hicieron con el control del poco espacio que quedaba libre en aquella escalera. Llegaron hasta donde estaba yo y la vigilante, y los guías de la excursión obligaron a que nos retiráramos para poder explicar algo a su tropa de turistas desde la nueva zona conquistada. La vigilante se levantó y, antes de que pudiera pensar en nada, dos de los turistas cogieron su silla, la pegaron y la retiraron a una esquina, en medio de la cara de asombro e impotencia de ella, que parecía a punto de ponerse a llorar. Yo, que estaba a unos metros del lugar, en una posición similar a la de un viajero de la línea 10 de metro de Madrid en hora punta, tenía claro que ya no me encontraba en un museo, pero no era capaz de afirmar dónde me ubicaba. Parte de mi quería pegar unos buenos gritos, expulsar a la tropa nipona y restaurar la posición de control de la vigilante, pero la cobardía, el no saber francés y quién sabe cuántas excusas más me impidieron hacer nada. Cuando el grupo se fue la vigilante pudo volver a coger su silla y sentarse, escogiendo esta vez un segundo plano, casi buscando protección en las barandillas. Me acerqué a ella, traté de darle ánimos y le comenté que aquello, más que un museo, era una discoteca. Me miró con una cara de agobio que lo decía todo, y algo me comentó en francés, de lo que sólo pude sacar un concepto en claro en medio del ruido de la estancia. “Merde”.

El resto de mi visita, a salas llenas de joyas en las que había muy poca gente, estuvo ocupada por la imagen de esa pobre chica, que quizás era voluntaria, o no, que a buen seguro le gustaba el arte, y veía como el museo, que a buen seguro durante parte de su vida había sido un lugar de veneración y objeto de culto, se había convertido en su mayor pesadilla. Con esa cara grabada en todo momento apenas pude disfrutar del resto de mi visita, y al terminar, en el atrio bajo la pirámide que sirve para distribuir los flujos de visitantes, con miles de personas bajo mis pies, me hacía algunas de las preguntas que se formulan en el artículo citado, encontrando sólo respuestas que no me gustaban.

viernes, octubre 10, 2014

Tarjetas negras y demasiados culpables


Dice el gran Leopoldo Abadía, con toda la razón, que la crisis económica que vivimos es, sobre todo, el fruto de una grave crisis moral que se ha extendido por todos los ámbitos de la sociedad. Se tomarían en el pasado medidas legales, judiciales, políticas y económicas más o menos acertadas, algunas desde luego se han demostrado erróneas, pero es evidente que todas ellas se crearon y aplicaron en una sociedad que estaba enferma, y que iba a seguir febril hasta que algo la sacudiera. El caso que hemos conocido los pasados días del uso fraudulento de tarjetas de crédito por los miembros de la cúpula de CajaMadrid es un buen ejemplo de este triste estado de cosas.

No me interesa tanto quiénes fueron los que incurrieron en esa vergonzosa actitud, que la lista es demasiado larga, ni los importes, grandes cifras gastadas en banales suntuosidades como vino, caza, compras, viajes y demás, ni el hecho de que la cifra de lo sustraído, que se estima en cerca de quince millones de euros, se sumase a las pérdidas de una entidad que, quebrada y arruinada, tuvo que ser rescatada con el dinero europeo y el aval del estado, para evitar en última instancia la quiebra del sistema financiero español. No, eso no es lo más importante. Lo estudiará la justicia, espero que todos los implicados sean condenados a grandes penas de prisión, casi seguro que ninguno de ellos devolverá el dinero y en pocos meses saldrán a la calle por buen comportamiento. No, lo importante es la impunidad moral. Lo importante es que estas horribles conductas eran sabidas por todos, y no sólo por ellos. En los años de la burbuja, cuando el dinero llegaba fácilmente a todos los bolsillos, quien no quiso corromperse tuvo que resistir las mil y un tentaciones e insultos por parte de todos los que le rodeaban. La borrachera, la orgía de descontrol que reinó esos años generó engendros como los de las tarjetas negras, pero ese es sólo un ejemplo entre tantos. Y la culpa de que eso sucediera es de todos nosotros. Sí, no gustará esto, lo se, se me acusará de todo, pero es verdad. La culpa es nuestra, y está bien repartida, y frente a lo que se dice, soy de los que creen que repartir la culpa no la diluye, sólo incrementa el número de culpables. Obviamente los presuntos delincuentes que se sentaban en los sillones de caja Madrid, y que daban discursos morales en medios de comunicación, cobrando por ellos, son culpables, y espero que lo que antes he predicho no se cumpla y se hagan muy muy viejos entre rejas. Pero es que eso es sólo el principio. Todos los elementos que debían haber controlado aquello fallaron, tanto los sistemas de la Caja como los presuntos instrumentos externos que debían impedirlo. Las auditorías, nuevamente, se han rebelado como un instrumento absolutamente inútil, más allá de servir como fuente de financiación de grandes empresas de prestigio dudoso. Las inspecciones del Banco de España, teórico supervisor de la entidad, ni vieron este asunto, lo que sería muy malo, o lo vieron y no hicieron nada, lo que sería peor, pero en todo caso fracasaron estrepitosamente. Desde los órganos de gobierno de la caja, la Comunidad de Madrid (porque sí, las cajas eran bancos de titularidad pública, sí) creo que se puede extender la condena desde el más alto sillón del gobierno, al que no le auguro Esperanza alguna, a todos los que se encuentran debajo suyo, sea cual sea su color político. Y sindicatos, y grupos de presión, y cualquier otra organización que ustedes puedan imaginar que tuviera relación con la Caja. Durante esos años todas ellas se dedicaron a expoliarla. Y claro, al final quebró porque ya no había nada más que robar. De este desastre la culpa no es de la Merkel, ni del FMI, ni de la troika ni los mercados internacionales ni nada de eso. No, la culpa es nuestra.

Como en la lectura bíblica de Sodoma y Gomorra, aquí también hay inocentes. Cuatro de los 86 consejeros y directivos de la entidad no usaron las tarjetas. Cuatro inocentes en medio de una manada de lobos, que sin duda los trataron como inútiles y pringados hasta la extenuación. ¿Es ese porcentaje, un ridículo 4,65%, el valor de lo que representa la ética y al moral en nuestra sociedad? Como primera aproximación, sí. La lluvia que hoy cae con fuerza limpiará las calles de Madrid, pero no las conciencias ni las culpas de los que arruinaron su caja. Y recuerden, esto lo sabemos porque está intervenida y el FROB lo ha contado. En el resto de entidades involucradas en aquellos años pueden esperar, casi seguro, nuevas Sodomas.

jueves, octubre 09, 2014

El Ébola y los medios de comunicación


Desde todos los frentes, empezando por esta humilde y desconocida columna, se ha criticado con dureza la política de comunicación del gobierno en el caso del Ébola, que ha sido tan mala como en todo lo que ha tratado de explicar en estos tres años de gestión. Los remedios parecen sencillos pero, pese a ello, no se aplican. Claridad, profesionalidad, voz única, rigor, apartamiento de los cargos políticos de la primera línea del frente periodístico, y mucho sentido común, para tratar de calmar los ánimos en la medida de lo posible y no contribuir a exacerbarlos, cosa que logran los erráticos comportamientos de una ministra más que superada y el de un Consejero de Sanidad, el de Madrid, que se dedica a calentar en exceso un debate muy peligroso.

Pero, ¿y los medios de comunicación? ¿Cuál debe ser su papel en una crisis como esta? ¿cómo afrontarla desde el rigor y sin caer en exageraciones ni alarmismos? Es un tema muy difícil, empezando por que todos debemos asumir que de cuestiones técnicas complejas, como la epidemiología de este virus, sabemos lo poco que hemos leído pero no somos expertos en nada. Por ello, un primer paso es un acercamiento modesto, curioso e con ganas de hacer preguntas, sobre todo para saber, no para confirmar lo que se cree. El problema de los medios es que, en estos tiempos, su credibilidad se encuentra bajo mínimos en una sociedad que, en apariencia, pasa de ellos para formarse sus opiniones. La prensa sobrevive a duras penas en el marasmo tecnológico y se ha tenido que escorar políticamente para hacer la pelota a los lectores de su espectro ideológico más próximo para que, por caridad, vayan al quiosco a comprarla, y así una cabecera cualquiera mantiene apenas las ventas necesarias para sobrevivir mientras es repudiada por todos los que no siguen su línea editorial. La tentación partidista, que en España alcanza límites absurdos y ridículos, también está empezando a llegar al Ébola, y queda poco tiempo, me temo, para que este asunto derive en un enfrentamiento ideológico entre lo que se hace llamar izquierda y lo que se hace llamar derecha, por cuestiones tan pueriles sobre si la paciente avisó al médico de su situación o no cuando tenía poca fiebre, cuando lo realmente importante es salvarla. A esto se suma un aspecto del drama que no se puede eludir, aunque sea duro decirlo. Y es que, en el fondo, el Ébola nos da igual. Sólo nos ha preocupado, en España y resto de países occidentales, cuando ciudadanos nuestros han contraído la enfermedad, o cuando los hemos repatriado o hemos sentido que el riesgo se aproximaba. Desde que empezó el brote en África, allá por la primavera, han muerto ya casi cuatro mil personas, frente a las dos caídas en España y la que murió ayer en EEUU, para hacernos una dimensión de la tragedia. Como casi todo lo que sucede en África, nos da igual mientras no nos veamos afectados. Decenas de miles de personas mueren al año de malaria, una enfermedad transmitida por un mosquito que no puede sobrevivir en nuestros climas, lo que nos protege, inmuniza y hace que no haya incentivo para investigar la cura. Y hay muchos casos similares que muestran hasta qué punto nos da igual lo que allí pase. Desde hace meses algunos organismos internacionales piden, ruegan, para que occidente ponga dinero y recursos en África para frenar el brote de Ëbola, buscando el bien de aquellos países y, en última instancia, el egoísmo propio de los ricos para lograr su seguridad. ¿Respuesta? Prácticamente nula. Los medios lo saben, y hasta que estos episodios se han producido el Ébola no ha estado en la portada ni en titulares de ninguno de ellos. Porque no interesa. Porque no vende. Y por unos y otros, la noticia se pudría en columnas perdidas en medio de páginas olvidadas.

Hay excepciones, sí, y hay que resaltarlas. Carlos Alsina, en la Brújula de Onda Cero, lleva hablando de esto desde hace meses, entrevistando a personas que están en Äfrica, a médicos y expertos de centros de investigación, dedicando un tiempo precioso que, a buen seguro, le haya reportado pérdidas de audiencia, en un ejercicio suicida en un medio, la radio privada, que vive en exclusiva de la facturación publicitaria. Pero es un caso raro. Como muestra del absurdo, la cobertura prestada ayer al complejo caso del perro Excalibur ha sido superior a todo lo escrito sobre África desde que hace unos ocho meses se declarase el brote de la enfermedad. Asombroso, triste, pero cierto. Ese es el mundo en el que vivimos.

miércoles, octubre 08, 2014

Madrid, escenario de película de ciencia ficción por el Ébola


Esta semana y la que viene se graban en Sevilla y Osuna las escenas de la quinta temporada de la serie Juego de Tronos que recrean el sureño reino de Dorne. Si recuerdan hubo una avalancha de personas que quisieron sumarse al casting para participar en el rodaje y, aunque fueran indistinguibles, decir a sus conocidos que formaban parte de esa escena, ahí, en la esquina de la pantalla. Muchos acudieron y pocos fueron escogidos. Es de suponer que esto va a ser un revulsivo económico para las ciudades escogidas y un banderín de enganche en lo que hace a promoción turística. Bueno, todo muy bueno.

Y yo tengo la sensación de que, desde hace dos días, Madrid se ha convertido en un gigantesco plató en el que se graba una de esas películas de corte apocalíptico en el que todo empieza por una nimiedad y acaba generando el vacío y la desolación. Titulares de periódico que usan tipos de letra más grandes que mis dedos, cobertura televisiva completa, medios de todo el mundo desplazados con su ojo puesto aquí, ruedas de prensa sucesivas en las que, como nos suelen mostrar las películas desarrolladas en la Casa Blanca, los periodistas saltan como resortes para realizar preguntas de manera atropellada y a voz en grito, con un aire de histerismo palpable en la sala que no deja de crecer, comparecencias de altos cargos ante el Parlamento (no la alto cargo que debiera, que no está capacitada para ello, ni el presidente, que aún sigue mudo, como es su costumbre) en las que existe un rifirrafe político muy cainita, de gusto inequívocamente español, pero en las que pesa un aire de seriedad al que no estamos acostumbrados, cadenas de whatsapps y correos electrónicos en las que circulan chistes de gusto dudoso haciendo mofa de los protocolos de protección, de la incapacidad de la ministra o de las posibles consecuencias de una epidemia, debates tertulianos en los que, quienes hasta ayer se pegaban sobre cuestiones económicas de las que no tenían ni idea ahora se acusan mutuamente respecto a conceptos epidemiológicos, término enorme en lo que hace al uso de letras, que dudo mucho que esos tertulianos sean capaces de pronunciar de manera correcta y seguida (entenderlo seguro que no), conversaciones de cafetería, bar, restaurante y terraza, que hasta hoy el tiempo permitirá sacarlas, monopolizadas por el contagio, las posibilidades de que uno pueda aislarse de la enfermedad, los chistes fáciles sobre el no intercambio de fluidos para evitar riesgos (o sí, intercambio desenfrenado de eróticos fluidos si todo se va a acabar) los detalles del “protocolo de aislamiento” y demás aspectos del tema en medio de cafés, porras y pinchos variados, todos ellos llenos de microbios a los que somos inmunes y nada tememos. Madrid, toda la ciudad y los municipios del sur, viven en un extraño estado de angustia causado por el contagio de una persona por el virus del ébola y la posibilidad de que haya algún paciente más, todo envuelto en rumores, nerviosismo y declaraciones para todos los gustos, en las que debiera primar el sentido común, el rigor y el conocimiento, pero que no abundan precisamente frente al rumor, la sospecha, el “me han dicho que” y cuestiones similares que intranquilizan a todo el mundo. Se extiende el temor a una velocidad mucho mayor que la de cualquier contagio vírico y, ante él, tampoco existe vacuna conocida más allá de la divulgación y transparencia.

Para dar le el toque perfecto a la película, que siempre incluye cortes de un informativo visto por los angustiados protagonistas, la bolsa se derrumba, cayendo un 2% el Ibex y mucho más las empresas turísticas y relacionadas con los viajes por temor a contagios, los países de la UE empiezan a hablar de controles sanitarios en las fronteras, un perro se convierte en símbolo de contagio o esperanza y el guion del temor avanza imparable en medio de una sociedad asustada ante un problema que, siempre soy minoría en todo, es serio, pero no creo que tenga la capacidad para generar la alarma que está suponiendo. Pero bueno, lo que suceda en los próximos capítulos depende de los guionistas de esta peli que vivimos día a día.

martes, octubre 07, 2014

El miedo al Ébola se combate con información


La noticia saltó ayer por la tarde de manera progresiva. Primero una alerta roja en las cabeceras de las webs de noticias, que no suele ser síntoma de nada bueno. Luego la información del resultado de un primer análisis y la espera de un segundo, que tardó poco más de una hora en conocerse. Poco antes de las siete de la tarde ya se tenía confirmación de que en el hospital de Alcorcón, al sur de Madrid, tenía gripe y tosía la primera paciente de Ébola contagiada en un país occidental desde que se propagó el brote que ataca con saña en África occidental. España vuelve a ser la primera del mundo en algo, nada bueno, y nos convertimos en el foco global de la información.

No por eso precisamente, sino sobre para generar tranquilidad en la población ante un problema, serio, pero que no es tan grave como se cree, es necesario realizar una buena, excelente, política de comunicación. Ante la oscuridad, pongamos luz. La rueda de prensa que ofreció el Ministerio de Sanidad a eso de las 20:30, en la que comparecieron la ministra Ana Mato y algunos cargos del ministerio y de la consejería de sanidad madrileña fue un intento bienintencionado pero que fracasó en sus objetivos. Los comparecientes, nerviosos, desde todos los puntos de vista poco acostumbrados a la presión mediática (curios siendo cargos públicos) y conocedores de la gestión económica de la sanidad pero no expertos en epidemiología, sumaron la lógica escasez de datos de que se disponía en el momento con un cierto aturullamiento que contribuyó a que la comunicación no se produjera, y se convirtiera más bien en desinformación. Más allá del cachondeo con el que en Internet se tomó el asunto, que me parece frívolo hasta el extremo, el Ministerio, la consejería de Madrid y el resto de autoridades sanitarias de España debieran haber estado preparadas para que, en el juego macabro de probabilidades que es el Ébola, se pudiese recurrir a un equipo de expertos para comparecer, dado que hemos tenido numerosos casos de falsos positivos y alertas en distintos puntos de la geografía nacional, y quizás alguno de ellos hubiera podido llegar a ser un caso real. No sucedió, pero ahora ha pasado. Hay dos ejemplos muy buenos, sin irse fuera de España, sobre cómo gestionar estos asuntos. El primero, una crisis “corta” en el tiempo, fue el de la operación de la cadera infectada del Rey Juan Carlos I. Hubo una rueda de prensa que fue la primera de varias, en las que el personal de la casa del Rey introducía el tema pero éste era explicado y desarrollado por el doctor Cabanelas, (creo que se llamaba) el responsable de la operación. Así la información era técnica en todo momento y, más allá de las cualidades comunicativas del médico, que eran muchas, la sensación que se transmitía era de profesionalidad y rigor, hasta para explicar que en estos asuntos hay cosas que no se saben y que no tienen explicación, dado que, aunque no nos guste, la medicina no es una ciencia exacta. El otro caso, una crisis “larga”, como la que tenemos por delante, fue el de las vacas locas de principios de los dos mil. Tras múltiples meteduras de pata de la ministra Villalobos (los huesos y el caldo, que todavía se le recuerdan) se optó por dar todo el protagonismo a Juan José Badiola, experto en el asunto, que se convirtió en la voz de referencia sobre el tema, que respondía a todas las preguntas, que sabía lo que sabía y reconocía lo que no, y se hizo con el control de la situación en pocas semanas. Para el caso del Ébola es necesario encontrar en España un “Badiola” de referencia, o un grupo, que sea el que, con la periodicidad que la actualidad demande, comparezca, responda preguntas y explique todo lo que se sepa.

Las líneas de actuación desde este momento son claras. Primero tratar a la paciente, que es lo más urgente, y en paralelo, controlar a todas las personas con las que haya podido tener contacto físico una vez que ha desarrollado la enfermedad (que es cuando pudo contagiarlas, no antes) y descubrir qué ha fallado en el protocolo de aislamiento del segundo enfermo fallecido, Manuel García Viejo, muy probable foco de contaminación en este caso. Y divulgación, mucha divulgación, y expertos, muchos expertos. Y políticos y tertulianos, a ser posible, poco habladores, que en estos asuntos es mejor estar callado y parecer que no se sabe nada a hablar y dejar claro a todo el mundo que así es.

lunes, octubre 06, 2014

Seguirás pedaleando en el cielo (para José Domingo Martín Álvarez)


A José Domingo le gustaba escribir. Con una prosa sencilla, clara pero emotiva, rememoraba en sus textos los avatares de su familia, que a lo largo del pasado siglo y finales del XIX vivió multitud de episodios rocambolescos, algunos muy trágicos, pero que resumen muy bien la desventura de la clase media española, necesitada de buscarse la vida más allá de su tierra de origen. Logró componer varias novelas, e incluso publicó algunas de ellas gracias a algunos premios municipales que obtuvo. La mejor, la más cruda, la más tierna y emotiva, la que más le costó escribir en todos los sentidos, está sin publicar. Ojalá sea editada algún día en su memoria.

A José Domingo le gustaba el deporte. Y no sólo como espectador, que también, sino como practicante. Atado a una bici desde que le conocí, y con unas botas de monte siempre guardadas en su garaje, los kilómetros de las carreteras y las piedras del camino eran amigos suyos. Tanto en la sierra madrileña como en las tierras de Sanabria como a cualquier lugar donde fuera de excursión, gustaba de otear el horizonte, pensar en si se podía subir aquel risco o pedalear por aquella carretera empinada, y ahí se lanzaba, y el lunes nos lo contaba con la sincera emoción del principiante y el orgullo de quien ha logrado cubrir su reto.

A José Domingo le gustaba su pueblo, Sampil, y su comarca, Sanabria. Siempre que podía se escapaba para allá, donde encontraba descanso, pero no mucho, porque no paraba de trabajar con y para la gente del pueblo. Ayudaba en la limpieza de los ríos y montes, trataba de colaborar en la restauración de ermitas y otros monumentos que, en el mundo rural, son pasto de la naturaleza al menos síntoma de abandono, convirtiéndose en bucólicas, sí, pero inútiles estructura. Promocionaba su comarca con su voz clara y como administrador de las páginas de Facebook y otras redes sociales, y siempre había tiempo para, si le necesitaban, ir allí de viaje a ayudar.

A José Domingo le gustaban las estrellas. La astronomía era una de sus pasiones, Quizás nació en su infancia, donde pudo disfrutar de esas noches infinitamente estrelladas del páramo castellano, entonces mucho más oscuro que ahora, y la curiosidad le invadía cada vez que miraba a ese negro infinito lleno de puntos luminosos. Comentábamos noticias al respecto, efemérides futuras, como eclipses y otro tipo de avistamientos, compartíamos esa pasión y la frustración de ver cómo la ilusión por el espacio de décadas pasadas se había convertido en desidia y abandono por parte de muchos hoy en día. Él, que sí vio llegar a la Luna, soñó, como yo, con contemplar un viaje a Marte o un futuro espacial, que cada vez está más lejos.

Y podría seguir horas y horas hablando de las muchas cosas que le gustaban a José Domingo, además de su profesión, donde era un hombre competente, esforzado y servicial, que llenaban su vida y le animaban a jubilarse para dedicar por entero su tiempo a esas aficiones, pero al comentarlas todas debería, como en el caso de las anteriores, usar el tiempo verbal en pasado. Porque la muerte, siempre cruel, odiosa, e injusta como en pocas ocasiones, se lo llevó este sábado, antes de ayer, después de volver a casa tras un paseo en bici. Su vida se apagó en un momento de dolor que resuena de manera estruendosa en todos aquellos que le conocimos, y que deja a su familia, por la que se desvivía sin límite, sola y sin consuelo. Allá donde estés, disfruta de las vistas, acuérdate de nosotros, y no dejes nunca de dar pedales en la bici, quizás hecha de nubes, en la que vas montado a la conquista de nuevas cimas…

viernes, octubre 03, 2014

Palabras y música (para Marta Fernández)


Quizá uno de los destinos inevitables de los protocolos sea el de ser destruidos. He asistido a muchas presentaciones de libros, amenas unas, divulgativas otras, rutinarias a veces, emocionantes en ocasiones, pero reconozco que nunca había visto una puesta de largo tan surrealista, ecléctica y atrayente como la que viví ayer por la noche en la FNAC en el estreno público de “Te regalaré el mundo” el primer libro de la periodista Marta Fernández, presentadora de los informativos de mediodía de Cuatro y que, rompiendo también los tópicos, es cualquier cosa que uno pueda imaginarse excepto un busto parlante, que es lo que se suele asociar a esa profesión, tan difícil y poco valorada en ocasiones.

La presentación era muy tarde, a las 22 horas, y con la tienda cerrada. En el hall de la misma había algunas sillas y los protagonistas, a los que el público miraba, no eran una mesa con micrófonos ni un atril, sino un grupo de instrumentos de música antigua, presididos por un clave y una viola de gamba. Esto ya convertía el acto en algo extraño, y es que Marta ha mostrado en todo momento una pasión desbordada por las letras y la música, unas letras complejas, literarias, y una música, la barroca, que puede alcanzar grados de complejidad, emoción y belleza como no se han vuelto a lograr en toda la historia, tal y como yo al menos lo siento. La idea de combinar reflexiones sobre un libro y piezas sonoras me pareció desde un principio un acierto, pero también un riesgo. ¿Cómo llevarlo a cabo sin que una de las artes venza a la otra? ¿Qué pensará la editorial, que es la que sufraga el acto, al verse convertida en un invitado más en una fiesta en la que la organizadora y jefa suprema no es quien imprime, sino quien edita? Las respuestas llegarían en breve, y de la mano de Marta, que apareció frente al público y junto a los músicos con un aspecto arrebatador, porque para que negarnos, la mujer es de una belleza absoluta, imposible de describir con palabras certeras. Micrófono en mano, moviéndose por el improvisado escenario, creado a partir de un espacio vacío, sin tarima ni separación, y mostrando una soltura absoluta en lo que hace a movimientos, dicción y estilo, Marta nos agradeció la presencia a todos los que allí estábamos, y dijo que, obviamente, la música iba a tener un papel protagonista en un acto literario, sí, pero sobre todo dedicado a la creación, a la exaltación de las artes, esas fuentes de felicidad, de gozo y alimento, que nos llenan de verdad, y que a veces son una de las principales razones tanto para seguir vivos como para encontrar un sentido a la vida en un mundo que parece derrumbarse a nuestro alrededor. Los músicos, los intérpretes de los citados instrumentos más una violinista y un contratenor, aparecieron en escena y nos cantaron una preciosa pieza de Farinelli, que sonaba algo extraña interpretada en un recinto comercial moderno, pero no por ello menos plena y sentida. Tras su actuación, Marta contó algunas anécdotas sobre la creación del libro, su proceso de estructura, su disociación en dos personajes, la atractiva y famosa mediática de día y la recogida, escritora y soñadora de tarde, de cómo su estética se amolda a esas dos personalidades, indistintas para ella, asombrosamente compatibles para sus conocidos, y de cómo la literatura y la música son partes indivisibles de ella misma. La editora, del grupo Espasa Planeta, leyó un discurso en el que mostraba su orgullo por la obra publicada y la emoción por haberla descubierto, resaltando que el libro, que mezcla una trama histórica con el tiempo presente, y la realidad con cierta ficción autómata, es una obra diferente a muchas de las que se escriben hoy en día. Tras unas preguntas “amañadas” entre los amigos y conocidos que se encontraban en el público, y las palabras de algunos de los músicos, estos se pusieron nuevamente manos a la obra e interpretaron otra pieza del mismo estilo que puso un broche de oro a la sesión.

Con el acto acabado, vino el proceso tradicional de cola ante la autora y firmas, y ahí me puse. Puede intercambiar unas palabras con ella, pese a lo cohibido que me encontraba ante la presencia de alguien famoso y, por qué no negarlo, deslumbrante, pero puede agradecerle tanto el acto en sí como ese alegato a favor de leer y escuchar música que fue el hilo conductor de la noche. En cierto modo, ayer se celebró un acto sumamente transgresor en Madrid, en el que música que muchos tachan de aburrida y libros, a los que tantos desprecian, se maridaron en perfecta unión, y todo ello gracias a una mujer muy especial, una periodista, que no es, ni mucho menos, lo que pudiera parecer. Muchas gracias por ello.