jueves, junio 30, 2016

El amor cainita de Podemos

Decía aquella canción eso de “se nos rompió el amor de tanto usarlo” y muchas veces, cuando eso sucede, el amor roto esconde odios, celos, envidias y males profundos. El mismo corazón fragmentado es usado, con sus bordes afilados, para herir a quien hasta hace muy poco era la persona más importante. Vemos comportamientos de este tipo, odiosos, todos los días en los medios de comunicación, muchas veces con consecuencias indeseables. Toda historia amorosa puede  contener un reverso de terror, pasiones ambas extremas que, demasiadas veces, se tocan. Huyan ante una situación así, es lo más aconsejable.

Podemos planteó su campaña electoral como un ejercicio de amor. Más allá de las acusaciones de cursilería que les han caído durante las pasadas semanas, esa imagen de corazones rosas trataba sobre todo de ablandar la imagen de un grupo político basado en la dureza de su líder y en un mensaje, marxista extremista, que no tiene nada de cariñoso, y sí mucho de dictatorial y severo. Los corazones buscaban eso que se dice muchas veces de vestir al lobo con piel de cordero, y en parte casi lo consiguen, aunque de vez en cuando a Iglesias y los suyos se les iba la mano y sacaban las esencias de lo que son, unos comunistas de la muy vieja escuela. Pensaba Iglesias que este disimulo, postureo que dicen los modernos, les iba a permitir conseguir voto más allá de sus extremos, de las zonas propias, y extenderse al centro moderado, que afortunadamente es el que quita y pone gobiernos (consejo, huyan en la vida de los extremos). Trataba de hacerse transversal y las encuestas, las malditas encuestas, le daban la razón. Llegó el día de las elecciones y el fiasco se asentó en la sede de Podemos. El resultado electoral es excelente, 71 escaños, pero viniendo de los 69 de la vez pasada y con la aspiración de asaltar los cielos la sensación de la dirigencia del partido es que es número primo de escaños les dejaba como un ídem. Y a partir de ahí, se rompió el amor, y como en toda formación política, llegó la hora de empezar a usar los cuchillos, para saludar con ellos de la manera más efusiva posible a los que, hasta hace unas horas, eran tus queridos compañeros de partido, convertidos de repente en los más peligrosos enemigos de la formación. Esto se da en todos los partidos, muy habitualmente, y sólo se evita cuando se mantienen en el poder, pero la diferencia de Podemos respecto al resto no es ya sólo el contraste entre la amorosa imagen (falsa) vendida y la real que se esconde bajos sus siglas, ni el hecho de que un “nuevo” partido se amolde tan rápidamente a las costumbres de los viejos. No, la diferencia fundamental es el desparpajo con el que los dirigentes de Podemos exhiben su ramalazo autoritario y leninista a la hora de amenazar a los demás. Esas declaraciones de Echenique en las que afirma que hay que cortar las malas hierbas son la expresión más clara de lo profesionales que son estos señores a la hora de llevar a cabo sus purgas, sus descartes, sus defenestraciones. En los tiempos, para ellos adorados, del PCUS, bajo el reinado de Lenin o Stalin, a los que sin duda tanto admiran, el concepto de purga fue refinado y elevado al más alto grado de la perfección como herramienta de gestión política. Generaciones enteras de dirigentes, cuadros y estructuras del partido eran laminadas, y en ese caso eso significaba su exterminio, en virtud de la escasa fidelidad que, según el líder supremo, mostraban al proyecto y, sobre todo, a su persona. La más mínima duda era causa de fusilamiento o confinación en un gulag, sin que se tenga muy claro cuál de las dos alternativas era la peor. Así el partido y, sobre todo, sus líderes, no contaban con oposición alguna y las órdenes que emanaban desde la cúpula eran seguidas a rajatabla por todo el mundo. La dictadura perfecta.

Ahora mismo Iglesias, Errejó, Echenique y el resto de líderes de Podemos andan enfrentados en una guerra interna, reitero que muy habitual en toda formación política tras unos malos resultados, pero que muestra a las claras el concepto de democracia interna (y externa) que anida en la mente de estos señores. Este artículo de Nacho Cardero en El Confidencial es impagable al respecto sobre cómo y con qué saña se atacan unos a otros. Es curioso, la tecnología avanza, ahora los insultos se viralizan vía redes sociales, pero la sensación de que algunos viven en los años treinta del siglo pasado, o aún más atrás, resulta demoledora. En fin, que el amor de Podemos fue flor de un día. De esa rosa marchita ya sólo quedan espinas afiladas.

miércoles, junio 29, 2016

El terrorismo golpea con saña a Turquía

Al parecer han sido tres los terroristas suicidas que, en un ejercicio muy similar al que tuvo lugar hace pocos meses en el aeropuerto de Bruselas, han causado la muerte y destrucción en el principal aeródromo de Estambul, el aeropuerto internacional Ataturk, uno de los más transitados del mundo con más de sesenta millones de pasajeros al año. Un ataque coordinado, con ráfagas de disparos sobre las personas que se encontraban en la terminal, junto con la detonación de los cinturones explosivos que portaban los terroristas. El balance, a esta hora, alcanza los 36 muertos y cientos de heridos. Desolador.

No es el primer gran atentado que sufre Turquís. Es más, la cadencia de masacres terroristas que padece este país desde hace meses es, sencillamente, insoportable. Apenas ha transcurrido medio año desde el salvaje atentado que tuvo lugar en Ankara, junto a la estación central de trenes, con más de un centenar de víctimas y, desde entonces, casi cada mes, una nueva explosión o ataque sacuden al país, causando decenas de muertos en cada ocasión, desestabilizando a una sociedad ya bastante enfrentada, y dando alas de paso a Erdogan para imponer con más saña si cabe la dureza de su régimen, que ya es una autocracia en todos los sentidos, y que se encamina peligrosamente hacia una dictadura. Dos son las fuentes de este terrorismo, una la clásica, el conflicto con los kurdos, reavivado por Erdogan hace un par de años con ataques desde territorio turco contra las bases kurdas que, pásmense, sirven a su vez para que esa población pueda atacar al DAESH en la guerra siria. El frágil proceso de paz que se vivía en el país en el frente turco saltó por los aires y varias facciones armadas anunciaron su vuelta a las acciones terroristas, habiéndose atribuido algunas de las acaecidas en el país en estos meses. El otro origen terrorista, que es el que puede estar detrás de la matanza de esta noche en el aeropuerto, es el propio DAESH, el islamismo radical con el que Turquía mantiene una ambigua y muy peligrosa relación de amor odio. Ankara ataca a DAESH en la guerra de Siria, pero con escasa convicción, y a la vez son muchas las fuentes, no sólo las de los enfadados rusos, que señalan la colaboración de las autoridades turcas con los islamistas radicales en los negocios que estos últimos realizan con el petróleo que, de contrabando, venden para financiarse. Desde Ankara parece verse la guerra de Siria como una oportunidad para, si no aumentar las fronteras, sí ampliar la zona de influencia turca a territorios anteriormente sirios, que antaño fueron parte de un imperio otomano que parece obnubilar al “neosultán” Erdogan. Por obligaciones internacionales (Turquía pertenece a la OTAN) Ankara colabora en los ataques contra DAESH, pero es obvio que tiene intereses cruzados sobre el terreno, y eso hace muy difícil saber cuál es su posición real sobre lo que allí pasa. Es innegable en todo caso que DAESH ha atacado en ocasiones anteriores el territorio turco, porque colaborará con ellos pero no perdona el más mínimo golpe militar, y lo que ha sucedido esta noche, por la forma de llevarlo a cabo y por la relevancia mediática del objetivo, es un acto terrorista marca de la casa islamista, por así llamarlo. El golpe, cruel y cruento, supone de paso la puntilla al moribundo turismo turco, ya golpeado por anteriores atentados en el centro turístico de Estambul, destroza por completo una de las fuentes de financiación del país y de parte de sus habitantes, y lo condena a una mayor pobreza, caldo perfecto para el cultivo de extremistas y, también, populismos dictatoriales. Erdogan bien que lo sabe.

Una derivada interesante, e inquietante de este atentado. Su modus operandi ha sido muy similar al de Bruselas, como antes comentaba, y vuelve a poner de manifiesto que el terrorismo ha aprendido a causar enormes daños en las instalaciones y servicio aéreo, con las repercusiones económicas y sociales que ello tiene, sin que las medidas de seguridad del acceso a los aviones puedan hacer nada, dado que el ataque se produce antes de las mismas, en la zona de acceso libre de las terminales. La falla de seguridad, enorme y de casi imposible solución, muestra que la carrera armamentística contra el terrorismo no cesa y en ella los malos aprenden mucho, y muy rápido. Desastrosa noticia desde todos los puntos posibles.

martes, junio 28, 2016

Ganó Rajoy, y se pinchó la burbuja de Podemos

Ríos caudalosos, de los que braman tras las lluvias, son los vertidos en forma de tinta tras los comicios del 26J, una época del año tan calurosa que provoca estiaje en los cauces y sequedad en el aire. La victoria de Rajoy es lo más relevante de lo sucedido, y pese a que la formación de gobierno vuelve a ser algo muy complicado, la legitimidad que tiene ahora el PP para intentarlo es mucho mayor que la que poseía hace meses. En ese sentido, el panorama se ha aclarado bastante. No se confíen, porque los números no cuadran del todo, pero el resultado ha generado un claro ganador y unos cuantos perdedores.

Quiero centrarme hoy en el papel de Podemos, y en lo mucho que ha logrado, y lo muy lejos que se ha quedado de lo que aspiraba. Podemos, desde el principio, tuvo la inteligencia de detectar una brecha que se agrandaba, la de la desigualdad, y a la que nadie hacía caso. Sumidos en sus batallas políticas de salón, ni el PP ni el PSOE vieron que parte de la sociedad se iba quedando atrás gracias a una crisis devastadora que nadie vie ni tampoco pudo solucionar. Sin paliativos, esas heridas escocían, y Podemos fue muy listo a la hora de apropiárselas. Su discurso político, sin embargo, es contraproducente. Basado en unas ideas trasnochadas que ya fracasaron en las estepas rusas e islas del Caribe, su mesianismo absoluto, centrado en la figura de su líder absoluto, atrajo a un montón de votantes y, con un discurso radicalizado, extremista, demagógico y simplista (sí, verán que no me gustan demasiado) logró un espectacular resultado en los comicios de diciembre, 71 escaños. Tremendo. Tercera fuerza parlamentaria. Un éxito arrollador. Desde esa posición Iglesias y sus siervos, que así es como los trata, podían haber sido muy hábiles para lograr un acuerdo de gobierno con un PSOE debilitado que seguía siendo segunda fuerza política, pero siguieron una estrategia muy extraña si uno no ha leído historia, pero clásica si se conocen los movimientos estalinistas. La vanguardia, encarnada por Iglesias y los suyos, debía hacerse con todo el poder, y el resto, fuera el PSOE o lo que fuese, debía ser eliminado. En las no negociaciones de primavera vimos a un Podemos convertido en el rey de la altanería, del desprecio a los teóricos socios ideológico, a una formación convertida en mera máquina de ansiar poder, sillones, cargos, ministerios y demás palancas de gobierno para hacer su revolución. En un tiempo récord Podemos olvidó a los necesitados a los que tanto mencionaba, demostrando, por si quedaban dudas, de hasta qué punto manipulaba su desgracia en beneficio propio. La convocatoria de elecciones fue vista por Iglesias y los suyos como la oportunidad del “sorpasso”, de la dominación de la izquierda, del acceso al poder real. Su campaña, mediáticamente brillante, lograba que el foco estuviera siempre en ellos, en sus ocurrencias, en sus guiños, ideas y mensajes. Muchísima televisión, transformismo político, asociación (destrucción) de Izquierda Unida en un proyecto más amplio, confluencia de todo lo posible en torno al líder que ya hablaba de cómo repartir una Moncloa que tenía al alcance de la mano… Podemos vendió la idea de que estaba en una carrera de poder con el PP, que eran ellos o Rajoy, y casi todo el mundo compró ese discurso. Iglesias se travestía de lo que fuera para arañar votos y engañaba a quien fuese para lograrlo, y muchos compraban su discurso. Hasta las 21 horas del 26J Podemos era imparable.


Y curioso, como si fuese heredero de las consecuencias de una primera burbuja, la inmobiliaria, que tras reventar nos llevó hasta aquí, a esa hora del 26J la burbuja de Podemos reventó. Sus uniones, “sorpassos” y demás tretas mediáticas se convirtieron en polvo y repitió resultado, 71, q  ue son muchísimos escaños, pero nada frente al ansiado cielo conquistado que el Rey Iglesias iba a presidir. Ahora Podemos analiza qué es lo que ha pasado, pero como toda formación estalinista que se precie, las conclusiones de su estudio serán lo que su líder, que nunca yerra, decida. Y así las declaraciones de ayer de Pablo Echenique, que afirmaban que la sociedad ya les acabará dando la victoria que es suya, reafirman esta postura. “El pueblo de Podemos” aún no ama a su líder como es debido, el pueblo es imperfecto. Iglesias y los suyos ya lo moldearan…

viernes, junio 24, 2016

La desolación tras la victoria del Brexit

Hablaba ayer de que, fueran cuales fuesen los resultados del referéndum del Brexit, mucho del daño causado ya era difícilmente reparable. Las encuestas nocturnas señalaban una victoria de la permanencia, y ese era el bálsamo sobre el que el tiempo debiera actuar para restañar esas heridas, tanto dentro como fuera del Reino Unido. Al levantarme por la mañana y comprobar que todo ha sido un espejismo, que el Brexit ha triunfado y que la salida del Reino Unido de la UE va a ser real, la sensación que me embarga es de pura desolación, de pura tristeza, de pura pena.

De tanto intentarlo, al final tenía que suceder. Desde hace ya un par de años las elecciones y demás votaciones que se realizan en Europa tienen al populismo como uno de sus principales argumentos, y las fuerzas que lo enarbolan suben y suben en medio del descontento general. Por los pelos no se hicieron hace apenas un par de meses con la presidencia de Austria, pero esa fue la señal de que tarde o temprano lograrían una victoria. Esta noche lo han conseguido. Las fuerzas más radicales del partido conservador, sumadas al xenófobo populismo del UKIP han logrado inocular el atávico e irracional miedo al otro, al de fuera, al extranjero, al emigrante, a todo aquello que se encuentre más allá del canal. Su campaña ha vencido al argumento del miedo económico y de la internacionalización. Reino Unido, uno de los países más globalizados del mundo, poseedor de la lengua franca internacional, la mayor plaza financiera del globo, ha votado desconectarse del continente al que pertenece, ampliar el canal de la mancha y cerrarse al mundo. Un país rico y poderoso que opta por el miedo y el empobrecimiento. Es una decisión de lo más absurda, irracional, ilógica, que sólo va a causar perjuicios a los británicos, pero desde luego también al resto del mundo. La UE se enfrenta hoy al peor de sus desafíos, el de la desanexión de sus miembros, el del asalto del populismo nacionalista a los electorados de otras naciones que puedan exigir también realizar referéndums para saber si quieren o no pertenecer al club. En una época de globalización en la que el poder se concentra en inmensas naciones lejanas, en las que ciudades chinas de nombres desconocidos poseen más población que muchas naciones europeas y unos PIBs que no dejan de crecer, la UE, la menos mala de las soluciones que hemos encontrado para que Europa no se mate en guerras civiles y pueda compartir de alguna manera la prosperidad que genera, sale hoy herida, gravemente herida, por una consulta que genera enormes incertidumbres económicas, políticas y sociales. Si la integridad de la Unión se ha resquebrajado, la del propio Reino Unido amenaza con hacerlo, con una Escocia o Gibraltar que pueden volar por su cuenta y hacer que esa nación deje de llamarse Reino y permanezca Unida. La convulsión sobre los ciudadanos británicos residentes en la Unión será ahora mismo total. Piensen en los miles y miles que viven en nuestras costas, que pasarán de facto de ser ciudadanos comunitarios a extranjeros. Dejarán de poder votar en las elecciones municipales de los pueblos en los que viven, no está claro como podrán disponer de acceso a servicios básicos como sanidad, y legalmente ahora mismo se encuentran en un limbo a la espera de que las negociaciones de salida con la UE fructifiquen en un acuerdo que, sospecho, será muy duro para ellos. Pensemos en los miles de españoles que trabajan y residen en Londres y otras ciudades británicas. Si los acuerdos prefijados con la UE ya les dejaban en una posición social débil, ¿qué sucederá con ellos a partir de hoy?

Hoy será un día de marasmo financiero, de desplome de la libra, de convulsión económica y susto en los mercados, y el probable punto de origen de una crisis económica europea. Pero siendo esto grave, lo peor es lo que supone para el sueño europeo el que uno de sus principales miembros decida abandonar. Lo peor es lo que representa para Europa, para la ilusión de un continente que trata de huir de su aciago destino y de una historia de destrucción que, tras décadas de paz y prosperidad, vuelve a asomar en forma de histeria, nacionalismo y miedo. Parte de la UE ha ardido en la británica hoguera de San Juan de esta noche.


Subo a Elorrio este fin de semana y me cojo el lunes festivo. No olviden votar, descansen y sean muy felices.

jueves, junio 23, 2016

El día del referéndum del Brexit

Todo acaba llegando. Por encima del cutre nivel de nuestra campaña electoral, sus grabaciones, desmentidos y promesas huecas, hoy es el día en el que el Reino Unido se la juega, y nos la juega, en una peligrosa consulta de resultado incierto y trascendente. Las urnas abren desde las 7:00 hasta las 22:00, 8:00 a 23: en el (erróneo) horario español, y los resultados debieran saberse a lo largo de la madrugada, o primeras horas de la mañana del viernes, más tarde cuanto más ajustado esté todo. Más de cuarenta millones de personas se han inscrito para votar, record absoluto en este tipo de consultas, y en su decisión de acudir a votar y su elección está parte de nuestro futuro.

Si puedo, mañana analizaré el resultado y las consecuencias para la UE, pero hoy quiero centrarme en las consecuencias de todo esto para el propio Reino Unido, y da un poco igual saber si saldrá que permanecen en la UE (ojalá) o que se salen (espero que no). La campaña, amarga y cruel, ya ha fracturado a la sociedad británica en dos mitades irreconciliables que ven de manera diametralmente opuesta el papel de su país en el mundo y cómo debe ser en el futuro. Las zonas rurales, partidarias de la salida, frente a las urbanas, sobre todo el gigantesco Londres, que quieren seguir en la Unión. Los jóvenes, que ven Europa como su área natural de trabajo y vida, frente a los jubilados, que recelan del exterior y ven en la Unión un peligro para las pensiones. Los trabajadores de menor cualificación, votantes clásicos de la izquierda, que recelan de los inmigrantes y que asocian la UE a una fuente de problemas y una puerta abierta a la inmigración que puede quitarles su trabajo, frente a los profesionales liberales y de grandes empresas, que observan las ventajas de un mercado más amplio y las oportunidades que ofrece…. Podríamos seguir durante horas viendo como en cada estrato social del Reino Unido se ha creado una brecha, mayor o menor, pero significativa, entre los que apoyan la permanencia y los que reclaman la salida. Esa brecha es muy abrupta, parece que irreconciliable en algunos casos, en el seno de los dos grandes partidos. El conservador vive una guerra civil declarara entre un Cameron suicida que se juega su carrera en la permanencia y un Jonson desatado que ve como la oportunidad de hacerse primer ministro se cruza con la “independencia” de su país de Bruselas. En el partido laborista la grieta es más sutil, pero no menos profunda, entre las aspiraciones de muchos de sus líderes de seguir en la Unión y el desencanto con Europa de la mayor parte de su base de votantes, reflejado en la anodina campaña de su líder, Corbin, un extremista que pide votar sí a la Unión con la boca pequeña después de haberse pasado años criticando con fiereza todo lo que provenía de Bruselas, calificándolo de mandatos de un capitalismo internacional desatado, en el uso de una trasnochada retórica extremista de izquierdas que, pena, ondea ahora mismo con la misma fuerza en la campaña española. Y sobre todos estos problemas y divisiones se erige la figura de Farage, del UKIP y de todo ese conglomerado de formaciones populistas, xenófobas, tramposas y vociferantes que, subidas a lomos del discurso antiinmigrante, han aprovechado esta campaña para sacar músculo y mostrar, causando sorpresa y miedo en todos aquellos que no militan en su barbarie. Farage, desatado, y Jhonson, como una especie de imitador de mejores formas pero de igual sucio fondo, han sacado lo peor de la política británica, y europea, su más sucio nacionalismo, y lo han aupado a lo más alto de la campaña. Su táctica, sucia y clásica, sigue funcionando muchas décadas después de que sus “maestros” lograran en los años treinta hacerse con el poder continental. Este es sin duda, uno de los peores frutos de este referéndum y, me temo, el más duradero y difícil de gestionar.

Y no lo califico como el peor de los frutos porque no podemos olvidar a Jo Cox. Esa diputada laborista asesinada por un perturbado, extremista nacionalista, es la imagen de la modernidad, la moderación, las nuevas ideas y personas, que son atacadas por los retrógrados, los carcas, los que sueñan con arcadias perdidas que nunca existieron, y que ven la violencia como su única forma de implantar su sueño colectivo, envuelto en banderas patrióticas que tanto sirven para ser puestas ondeadas al viento como para ser usadas para amordazar a los ciudadanos. Sea cual sea el resultado, el Reino Unido sale tocado, y desunido, de este envite, y los costes de la consulta, de todo tipo, tardarán mucho en ser digeridos, tanto allí como en el resto de una expectante, temerosa y hoy, muy preocupada, Europa.

miércoles, junio 22, 2016

Disfrutando de la huelga de metro

Codazos, empujones, palabras malsonantes, algunas en tono elevado, muchas por lo bajo, rumiándolas para uno mismo, andenes repletos de personas que llevan ahí varios minutos, y que se juntan con nuevas oleadas de ansiosos viajeros que llegan con la misma cara de mala uva con la que están los que ya ocupaban el espacio disponible, puertas que se quieren cerrar pero que, como si de tolvas que cargan grano se tratase, seccionan la amalgama de personas que ante ellas se agolpan, formando una protuberancia que, con el pitido de aviso, se ve seccionada. Las pinzas arrancan a un buen puñado de viajeros, que se quedan en el andén.

Otra vez, huelga de metro. En una ciudad como Madrid, de estas enormes en las que la vista sólo te permite intuir una de sus porciones, donde los espacios son infinitos y caminar por ella desde uno de sus extremos al otro se escapa del concepto de paseo para llegar al de heroico deporte, el metro es como las venas y arterias que permiten, a los que no tenemos coche, poder ir de un lugar a otro. Visitar un lugar implica hacerse la pregunta, en alto o mentalmente, de cuál es la parada de metro más cercana. Cuando el servicio se interrumpe por causas ajenas a metro, o propias, se crea una perturbación, un problema no previsto, una situación en la que, de no estar afectada alguna de las paradas o líneas que uno utiliza, la solidaridad aflora porque se va el miedo a ser afectado. En las huelgas el metro, que tanta ayuda da, se convierte en una trampa, en un lugar feo, donde afloran algunas de las peores conductas de la masa, donde las carreras, tropezones, el yo primero y demás actitudes egoístas imperan por doquier, empezando por la de los huelguistas, que reclaman unos derechos que, sean justos o no, requieren para su reivindicación el secuestro de los que más les necesitamos y menos les podemos molestar, sus usuarios. En días de calor como esta semana, bajar al túnel, que empieza a estar recalentado, correr por sus pasillos y salir a la calle vomitado por una marabunta de atrapados viajeros supone un esfuerzo doble, una presión literalmente asfixiante y una manera muy higiénica de llegar al trabajo, en la más acogedora de las compañías posibles, más que nada porque, sea deseada o no, uno se ha sentido abrazado, tocado, aprisionado y apretujado por ciudadanos que estábamos pasando por ese mismo lugar e instante. Imagino a señoras embarazadas, turistas, cargados, personas mayores, escayolados, colectivos que, en general, y sin problema alguno, ven cada día como un reto más difícil que el del resto dado que tienen que cargar con sus dolores y problemas. Personas para las que estar de pie puede suponer un problema, un daño. En el último tramo de mi viaje de hoy iba junto a mi una chica muy guapa, embarazada de pocos meses, que todo el tiempo se llevaba las dos manos a la barriga para cubrirse y protegerla, de manera instintiva, de los apretujones que recibía por todos lados. Era imposible cubrirla de alguna manera, dado que todos estábamos recubiertos unos con otros. Sólo a las salidas se trataba de organizar la cosa para que los que empujaban desde atrás tuvieran cuidado, pero intentar no es conseguir.


Quizás les de la risa, pero una de las cosas que más echo de menos de los tiempos de la burbuja económica son las frecuencias del metro. En aquellos años de bonanza en los que todo el mundo parecía estar forrado (era verdad, lo parecía, no lo estaba) yo seguía usando el metro, como ahora, y los trenes tenían unas frecuencias de paso fantásticas, que no han vuelto a existir. Con el desplome se redujeron muchísimo, y con la recuperación no han aumentado. Más allá de las huelgas no ha vuelto a ser aquel metro que no volaba, como decían los anuncios, pero que sí despegaba con fuerza. En días de huelga como los de hoy, el metro se convierte en algo feo, y para alguien como yo, a quién le gusta como medio de transporte, el resultado es triste.

martes, junio 21, 2016

Fútbol, sexo e impunidad

Seguro que titulando así rompo mi registro de lectores diarios y este artículo tiene éxito en la red… o no, que diría el otro. Uno de los argumentos de los populista de Podemos en su campaña electoral ha sido la lucha contra los privilegios de la casta, “los de arriba” que dicen ellos (y que aspiran a ser en cuanto toquen poder de verdad) y se ha identificado a banqueros, miembros de la familia real y cargos políticos como los representantes genuinos de esa élite corrupta que es la causante de la crisis que vivimos. Argumento muy fácil de vender, que posee parte de verdad pero que, desde luego ni es mayoritaria ni lo explica todo. Pero se vende.

Y uno de sus fallos, no el menor, es que la casta de privilegiados de este país no empieza por esas figuras antes mencionadas, sino por otras, que sí son intocables. Los jugadores de fútbol. En otros países también sucede, por lo que no es este un mal exclusivamente nuestro, pero me da la sensación de que aquí es exagerado. El futbolista en España es Dios sobre todas las cosas. Su actitud, su valor y valía son infinitas, haga lo que haga, desde el momento que se viste unos “colores” que son sentidos como propios por una tribu, que lo eleva al estatus de tótem supremo, intocable. Hay dos casos recientes, aún sin conclusión, que demuestran hasta qué punto la “crispada” sociedad no castiga los delitos de los futbolistas. Uno es el de la evasión fiscal de Leo Messi. Acusado y juzgado por un delito de evasión de impuestos que deja pequeño a varios de los casos de corrupción que cada día llenan nuestras portadas, Messi ha sido recibido en sus llegadas a los juzgados entre aplausos y admiraciones de los congregados. Ni pitos, ni insultos ni abucheos. La táctica de defensa del jugador ha sido la de hacerse un “infante”, aludiendo las mismas excusas que esgrimió Cristina de Borbón en el caso Noos (lo llevamos, que diría Carlos Alsina). Si a aquella le llovieron críticas de todo tipo, merecidas, por excusarse en algo tan burdo, nadie ha osado levantar la voz contra el argentino porque “confiaba en su papá”. Es más, muchos han defendido su inocencia en el más puro sentido del término, de ingenuo. Resultado, la fiscalía, que solicitó un autógrafo del jugador, desea pactas con la familia un apaño para pagar una multa y eludir así el castigo penal. Y Messi vuelve a ser vitoreado por aquellos a los que, defraudando impuestos, ha robado. Y todos felices. Otro caso, más turbio, es el que implica al portero David De Gea y a otros jugadores en una trama de prostitución por la que está acusado Torbe, uno de los reyes mundiales del porno por internet, un personaje que de ser norteamericano tendría película propia muy al estilo de “El lobo de Wall Street”. Las acusaciones que pesan sobre el portero y otros jugadores pasan por la contratación de menores para servicios sexuales y la presencia de mujeres que estaban ilegalmente, o retenidas en contra de su voluntad. Es un asunto feo, que se basa en las declaraciones de una testigo protegida, que cuadra bastante con la pérfida y siniestra trayectoria de Torbe, acusado en no pocas ocasiones de trata de menores, y que está aún en una fase muy preliminar de la instrucción, por lo que es lógico que se esgrima la presunción de inocencia sobre De Gea y el resto de presuntos acusados.

¿Cuál es el matiz? Que dicha presunción de inocencia en España ya sólo rige para futbolistas. Si a usted o a mi o a cualquier otra persona, y no digamos si es cargo público, se le acusa de tener relaciones con una trama pornográfica como esa, su imagen es despellejada en los medios y en una semana es un cadáver político, o quizás de otro tipo en función de la respuesta de su pareja en ese momento. Los medios, las asociaciones feministas.. todos se han callado a toda velocidad para defender a un jugador de fútbol, demostrando que una infanta de España, por mucho rango que tenga sobre el papel, puede (y debe) ser condenada por la comisión de un delito, si lo ha cometido, mientras que un futbolista jamás será procesado haga lo que haga. Y es que la "casta" de verdad, en este país, juega en un césped y gira en torno a un balón

lunes, junio 20, 2016

Encuestas electorales

Hoy es el último día para poder publicar encuestas electorales en España. Ahí tienen otra de las absurdas consecuencias de la falta de consenso político entre las formaciones nacionales, que impide que normas como la ley electoral no puedan ser reformadas no ya en cuestiones de fondo como la circunscripción o el sistema de reparto, sino en fruslerías como la legalidad de publicar sondeos. Es triste. Gracias a esto, la tienda de frutas andorrana se va a forrar, y a partir de mañana empezaremos a ver noticias del tipo “las naranjas bajan” o “las berenjenas se mantienen” y todos jugaremos al engaño de que no sabemos de qué se habla. Sí, no tiene sentido alguno.

Acatando la ley electoral y exprimiendo la de mercado, ayer se publicaron un montón de encuestas en la prensa que, con sus más y sus menos, pintan un panorama que no difiere en exceso de lo que ya teníamos tras los resultados del 20D. El PP gana las elecciones, con un rango de votos similar o superior al cosechado entonces, pero con una asignación de escaños que tiende a bajar ligeramente. Rajoy ha encontrado su techo y suelo electoral, muy comprimidos ambos, y no logra una victoria que le permita gobernar. Su situación es tan incómoda como lo era en enero. Ciudadanos también se estanca. Las horquillas le sitúan nuevamente en el entorno de los cuarenta diputados y, otra vez, su suma con el PP se queda lejos de los 176 de la mayoría absoluta. Pocas novedades por ese lado. En el otro lado del espectro político la cosa cambia bastante, para quedarse en agregado más o menos igual. Todos los sondeos admiten que Podemos supera ampliamente al PSOE, tanto en votos como en escaños. La sucia campaña de Iglesias recibe premio en las urnas, lo que da mucho que pensar, y el desnortado PSOE ve como su suelo de noventa escaños en diciembre se convierte en un imposible techo. La suma de ambas formaciones se acerca, por poco, a la mayoría absoluta si cogemos las horquillas más favorables para cada uno de los partidos y encuestas, y se queda como estaba en diciembre si no apuramos los extremos. Visto así, en conjunto, el panorama numérico es tan inmanejable como lo era hace seis meses. Ninguna de las formaciones alcanza un resultado que le permita dominar la cámara y ninguna de las coaliciones posibles, salvo la grande PP PSOE, permite una mayoría absoluta estable. El apoyo de las formaciones nacionalistas numéricamente puede hacer que la suma PSOE Podemos logra controlar el Congreso, pero esa expresión, “la suma PSOE Podemos” es una construcción gramatical que no responde mucho a la realidad. Si siendo tercero Iglesias se atribuía el derecho a una vicepresidencia y al control de un hipotético gobierno de coalición, siendo segundo lo mínimo que pedirá será el control de la flota imperial y la sumisión de todos los sistemas estelares a su egregia persona. Un PSOE vapuleado, humillado, hundido en sus resultados y desarbolado en sus cuadros se vería ante la tesitura de rendirse a las huestes de Podemos, y aceptar su asesinato, o suicidarse en forma de abstención para que gobernase un débil y magullado PP. Las alternativas que se manejan desde Ferraz, las mismas que hace seis meses, son nefastas para su formación, y la situación de debilidad desde donde se deciden es creciente. Ya no es sólo la cabeza de Sánchez la que peligra sobremanera, no, es el conjunto del partido el que se asoma al abismo, quizás sin que sean conscientes de ello. Y eso es lo peor.

¿Y los ciudadanos? ¿Y los votantes? Entre cabreados y pasmados. Con un resultado parecido al anterior tampoco es descabellado que la conclusión sea también similar, y nos veamos abocados a nuevas elecciones si de estas no sacamos una alternativa de gobierno. Como a mi ya me parece que este domingo vamos a escenificar un fracaso colectivo, por no haber sido capaces de llegar a un acuerdo de gobierno tras el 20D, todo lo que suponga dilatar los plazos y mantener al situación de bloqueo me parecerá un mero ejercicio de masoquismo que ahondará el descrédito de la política, el hartazgo general y la sensación de tomadura de pelo. Eso no lo preguntaba ayer ninguno de los medios, ni lo hará la andorrana tienda de frutas. Pero saben ustedes muy bien que esa indignación, muy justificada, existe.

viernes, junio 17, 2016

El asesinato de la diputada británica Jo Cox

Cada vez tengo menos certezas, más dudas, menos soportes en mi vida, pero aún me quedan unas pocas. Una de ellas es que ninguna idea justifica el asesinato. Matar en nombre de una idea sólo supone matar, y de paso destruir esa idea. Hartos estamos todos del fanatismo y sus letales consecuencias. Vestido de integrismo religioso, nacionalismo o proyectos utópicos, sus principales ideologías, supedita al individuo a un fin social, al logro de una idea, de una aspiración. Y elimina a aquellos que no crean en ella o supongan un estorbo. El que mata en nombre de una idea sólo puede ser denominado como asesino. Sin excusa y justificación alguna.

La joven sangre de Jo Cox, desparramada junto a su cuerpo sobre el asfalto de una localidad de Yorkshire, es la última que es vertida en ese nauseabundo altar del fanatismo. Cox fue asesinada ayer, de manera violenta y cruel puede que por un perturbado, aún no está claro, en un incidente que tuvo lugar a la salida de un acto en una biblioteca pública. Afirman algunos testigos que el autor, el asesino, grito “Reino Unido primero” uno de los lemas de los partidarios del Brexit, antes de que disparase sobre la diputada laborista. La campaña del referéndum sobre la permanencia o no en la UE fue rápidamente suspendida al conocerse un hecho así, y es en el marco de esta campaña, y en el encono de las posturas que está generando en la sociedad británica, donde se produjo el cruel suceso de ayer. Cox, que deja marido y dos niños muy pequeños Hace dos días se produjo la llamada “batalla del Támesis”, una escena absurda, patética y deprimente, en la que un grupo de embarcaciones movilizadas por los partidarios del Brexit navegaban por el río exhibiendo propaganda a favor de la salida. Frente a ellas se reunió otro grupo de barcazas, que gritaban consigna a favor de la permanencia en la UE, y unos y otros comenzaron a lanzarse insultos, improperios y alguna lata de cerveza. Si Haendel, creador de la música acuática, hubiera visto eso se volvía a la tumba apesadumbrado. Cox, que vivía en una barcaza amarrada en las orillas del río, participó junto a su marido e hijos en esta escena de difícil descripción y aún más imposible comprensión. Aquí pueden verle a ella y toda su familia, en una pequeña lancha neumática, sujetando la bandera del IN, con los críos, salvavidas puesto, en la proa de la embarcación. Su último acto de campaña en este venenoso referéndum fue el de navegar por el río en el que vivía para defender que, como en las aguas, las fronteras no existen y que crearlas, reforzarlas, elevarlas, es sólo un producto de la mente, a veces cerrada y hostil, de los humanos. Pero me daría igual si ayer, en vez de Cox, el asesinado hubiera sido un representante de los grupos que votan por el “Leave” por marcharse de la UE. Todos tenemos ideas políticas, a veces acertadas, a veces no, en ocasiones lógicas, otras obtusas, como somos en la vida real. Pero esas ideas nunca pueden estar por encima de ninguno de los individuos que, para qué engañarnos, somos los creadores de las mismas. Sin ser humano, sin persona, no hay idea posible. Si el asesinado hubiera sido poseedor de ideas contrarias, hoy Cox estaría tan conmocionada como lo está el Reino Unido y, con ellos, la UE, que ve como un representante político de sus ciudadanos acaba su carrera en la democracia tendida en el suelo, en un charco de sangre, con una sábana camino de cubrir su cuerpo, en una escena que nos recuerda a los años del terrorismo etarra o norirlandés, a la época de las Brigadas Rojas italianas, a tantos y tantos momentos del pasado que creíamos superados pero que, como las pesadillas, siempre vuelven.

Sea cual sea la causa final que haya motivado el asesinato de Cox, y el papel que la perturbada personalidad de su asesino haya jugado en ello, el referéndum del Brexit ya ha provocado pérdidas irreparables, destrozos y desgarros en la sociedad británica y en el conjunto de la UE. Y sobre todo, deja a un viudo joven y a dos críos, que hace un par de días no sabían si jugaban o no sobre las aguas caudalosas del inmenso río de su ciudad, pero que tenían a su madre y padre al lado. Ayer por la tarde la perdieron para siempre, y probablemente nunca entiendan el por qué. Eso es lo más cruel de todo, lo que ninguna consulta ni refrendo ni dirigente político jamás podrá darles respuesta.

jueves, junio 16, 2016

El Brexit también pasa por Gibraltar

Esa amenaza llamada Brexit, que hace pocos meses era el sueño perdido de algún funcionario y ahora mismo es una pesadilla que no deja dormir a nadie puede, en caso de materializarse, alterar situaciones legales e históricas que llevan enquistadas desde tiempos inmemoriales. No sólo la integridad del Reino Unido, que pudiera dejar de serlo, y su relación con la vecina Irlanda, que sería un país UE con el que tendría frontera física. Gibraltar, ese grano en el pie de Europa que es territorio británico, también se vería afectado, quizás no tanto en lo político, pero sí en lo económico, que para los llanitos es lo más importante.

Hoy, por primera vez desde finales de los años sesenta, un primer ministro de Reino Unido vista la roca, apenas un par de horas, para hacer campaña por la permanencia. Cameron no se juega nada ahí, los apenas treinta mil votos de los residentes en Gibraltar, casi todos ellos unionistas con la UE, no decantarán el resultado, pero es muy probable que utilice Gibraltar como otro de los argumentos en la campaña contra el no, contra la salida. Quedaría efectista ante los electores británicos una imagen de esta noche en la que Cameron, con la roca de fondo, les contase que una salida de la UE pondría en peligro la soberanía británica de uno de los enclaves más importantes y estratégicos de los que poseen, tanto por la posición que ocupa en el mapa como por el peso financiero de su negocio, que actúa de facto como un paraíso fiscal enclavado dentro del territorio de la Unión. La salida el Reino Unido, más allá de las nostalgias sentimentales, quizás podría traer de nuevo el cierre de la verja desde Algeciras y el declive de esa plaza financiera que es Gibraltar. Sin las conexiones legales que le permiten actuar dentro de la UE, su atractivo decaería con fuerza y se podría enfrentar a una situación de decadencia muy peligrosa para su supervivencia futura. En lo político, y sólo en el caso de salida de Reino Unido, los llanitos se enfrentarían a un dilema, para ellos, irresoluble. Seguir siendo británicos (puede que en el futuro sólo ingleses) y ver cómo su economía se deshace o lanzarse a ser acogidos al paraguas de España, vía cosoberanía o directamente negociando un tratado de adhesión al Reino de España que les permita, nuevamente, integrarse en el territorio de la Unión, y de paso formar parte de la zona euro. ¿Puede ser que del resultado del referéndum del jueves la cuestión gibraltareña se aclare de una vez por todas? Pues hay posibilidades de que así sea, por increíble que parezca. La reivindicación de la españolidad de Gibraltar, lógica por historia, geografía y, si me apuran, ética económica, se ha topado siempre con el orgullo de un país, Reino Unido, que sigue actuando en muchos aspectos como si fuera una potencia imperial cuando hace mucho, casi ya un siglo, que dejó de serlo en la práctica. El escaso peso de España en los foros internacionales y en las instituciones de todo tipo ha permitido que este anacronismo se enquiste y siga ahí siglos después. Sería divertido que, de resolverse, todo se deba al tiro en el pie que se darían los británicos a sí mismos si en la votación gana la salida. Mantendrían su orgullo intacto. “Nadie nos lo quitó, lo perdimos nosotros solos” podrían usar como argumento en el futuro.


Lo cierto es que queda una semana para que el 23 ese referéndum tenga lugar y la preocupación crece a medida que los sondeos, con los que siempre hay que ser cuidadoso, llevan ya varios días dados la vuelta y señalando una victoria de los partidarios de salir por un margen de unos cinco siete puntos. Aunque sabemos que no sería lo mismo, me da igual el margen del resultado final siempre que salga un sí a la permanencia. En el caso del no, ahí sí sería cierto que a todos nos daría igual el margen. En las casas de apuestas, termómetro muy fiable en aquel país, sigue ganando la permanencia por un margen de entorno al 60% a 40%, pero crecen las dudas y los nervios en todas partes. Que la anécdota de Gibraltar no nos evite ver la dimensión, potencialmente devastadora, del problema.

miércoles, junio 15, 2016

El absurdo del bono alemán a 10 años en negativo

Desde el verano de 2008, en el que todo reventó, nada ha sido como nos lo habían contado. Para los que estudiamos económicas y nos gusta ese mundo, ha sido demoledor. Muchas de las cosas de las que nos examinaron en la facultad se han revelado no ya como falsas, sino tremendamente equivocadas de raíz. Supuestos básicos que daban sentido a los modelos se han ido cayendo uno tras otro a medida que una crisis que no podía suceder adquiría cada vez unas proporciones más majestuosas. No se qué se estudiará en las aulas por las que pasé en los noventa, o en otras similares. Si los planes de estudio no han cambiado, de poco sirve estar ahora en esos pupitres.

Ayer el bono alemán a diez años, la referencia de la deuda en Europa, el “bund”, sobre el que se calculan las primas de riesgo del resto de países del continente (la diferencia de lo que pagan de más los otros respecto a él) cotizó por primera vez en negativo. Un absurdo, algo imposible, pero que ayer sucedió. Así de simple. Como si para la física la ley de la gravedad se suspendiera y las cosas empezasen a flotar. ¿Por qué pasó esto? Es complicado de explicar, aunque la lógica, perversa, es sencilla. Un bono es un título de lo que se denomina renta fija (el nombre ya parece engaños, y eso lía aún más). Un título que le dice al portador que si deposita 100 euros en él el estado, en este caso alemán, le pagará un x% fijado de interés anual sobre el valor nominal, fijado  seguro, y al cabo de 10 años recuperará el 100 capital invertido. Es un producto serios, solvente, aburrido y objeto clásico de inversión por parte de ahorradores conservadores de medio mundo que no quieren locuras en bolsa y valoran mucho la tranquilidad de sus sueños. Dice la lógica que, cuando más serio es el emisor del bono, menos interés tiene que ofrecer para que la gente confíe en él y le preste dinero. Quien más fiable es, más fácil lo obtendrá y menso tendrá que pagar por ello. Una vez emitido el bono, y comprado, en lo que se llama mercado primario o de emisión, el bono cotiza en el llamado mercado secundario. Compradores de muchos bonos, por ejemplo fondos de inversión, pueden querer sacar un margen con ellos. Supongamos que ahora se descubre que los Mercedes alemanes tienen un motor de cartón y todos se paran a la vez, con lo que la solidez de Alemania se va a la porra. Usted, dueño del bono, ni se entera porque tiene un título quieto, pero si quisiera venderlo ahora ese título tiene más riesgo de ser cobrado, por lo que el comprador no lo valorará al precio de emisión, sino a algo menos. Recuerde que pagó 100 euros por él, así que ahora a los mejor lo puede vender por 100 euros menos algo, pongamos que lo vende por 90. Como el interés que renta el bono es el mismo, rentará más sobre 100 que sobre 90 El precio del bono ha bajado y su cotización subido (esto ya no parece tan fijo) y si el bono se cobra al final, el que lo ha comprado a 90 gana más dinero que usted, que lo compró a 100. Esto es lo que pasa con la deuda española o cualquier otra periférica, cotiza por debajo de su valor nominal (muy por debajo en el caso griego) y renta más, más cuanto mayor es el riesgo de impago. El supuesto inverso es posible. Como el bono alemán es un activo tan seguro, ante una situación de riesgo usted puede decidir demandarlo para buscar refugio, y el precio del bono empieza a subir, pongamos a 105. Como el rendimiento sigue siendo el mismo que a 100, usted ganara un porcentaje menor comprando a 105 que el que lo compró a 100. El precio del bono sube y su rendimiento baja.

¿Qué quiere decir que el bono cotiza en negativo? Que usted paga por el más de lo que cuesta el nominal y el interés que le proporciona. Que usted va a PERDER dinero con la compra del bono. Y que Alemania va a GANAR dinero endeudándose a diez años. Ese es el absurdo. ¿Y por qué sucede esto? Si el bono es un refugio, la única explicación es que usted compra a pérdidas porque cree que la alternativa es aún peor, mayor pérdida, tanto en bolsa como en otros mercados, porque tiene miedo a lo que pueda pasar con el Brexit o con los tipos de interés en EEUU o los datos de la economía china, o lo que sea que se comente en ese momento. Se puede llegar a explicar la existencia de intereses negativos en el “bund” pero hasta ayer no los vimos nunca, nunca jamás, lo que nos dice mucho de los absurdos, complejos y peligrosos momentos económicos que vivimos.

martes, junio 14, 2016

Aceptable debate a cuatro

Lo reconozco, me senté a verlo sin mucha ilusión. Con tiempo, ausencia de palomitas, portátil encendido para ir viendo por twitter lo que se comentaba, radio y televisión encendidas para seguir algunos comentarios, y expectativas bajas, me enfrentaba al debate de ayer casi más como una obligación profesional que como algo para el deleite. Quizás por eso, por las bajas expectativas, acabé el mismo con una cierta sensación de disfrute. No, no extasiado, ni mucho menos, hasta ahí podía llegar mi enajenación, pero si a gusto por lo que había oído y por unas intervenciones que, en general, fueron aceptables. No hubo insultos ni broncas. Algo es algo.

Rajoy, el nuevo en este formato, y es que en algo se es siempre nuevo, a cualquier edad, se defendió bien. Volvieron a tener razón aquellos que critican a sus asesores por encerrarle, porque es un hombre que en la distancia corta y la conversación gana mucho. Ese retraimiento, forzado o no, ha destruido su imagen para gran parte del país, destrucción que ya nunca podrá revertir. En la parte económica pudo exhibir los dos últimos años de crecimiento para tratar de ocultar el rescate bancario y los dos primeros años de desastre financiero. Evitó que la descontrolada deuda pública le salpicase y, en este tramo, actuó como padre paternalista del resto. No pudo, sin embargo, sobrevivir a la corrupción, su baldón inexcusable, y en este punto usó la vieja táctica del “y tú más” que ya está condenada al fracaso. No ganó del debate, pero desde luego no lo perdió. Sánchez jugaba el papel más difícil de todos, en medio de la nada, como un tercero en discordia, y falló en reclamar en exceso la oportunidad perdida de la pasada negociación (sólo le faltaba sacarla como comodín en una pancarta y colgarla en el escenario) pero creo que logró sobrevivir y plantar cara tanto a Rajoy, a quién criticó pero sin el error de la pérdida de formas, como a Iglesias, al que sacó de sus casillas de vez en cuando, y le hizo parecer por momentos como un Gollum murmurante. Su parroquia estará satisfecha y, en el estado en el que está el PSOE, eso ya es decir mucho. Iglesias fue, a mi entender, el que peor lo hizo. Buen fajador, peligroso contrincante, no encontró el tono adecuado entre el demagogo mitinero y el socialdemócrata reconvertido (adivinen cuál es el cierto) y por momentos se le vio apagado y un poco fuera de sitio. En contraste con el anterior debate a cuatro, donde se hizo con él en ciertos momentos, en este ofreció una imagen más floja de la que nos tiene acostumbrados y dudo incluso que los suyos salieran muy satisfechos del estudio. Rivera, en cambio, y viniendo de un anterior debate a cuatro donde rindió por debajo de lo esperado, despuntó mucho. Hubo un momento, en los fragores de la corrupción, en el que se hizo el amo de la situación, mostró una solidez apabullante y, por momentos, moderaba una mesa en la que era el protagonista absoluto. Ofreció una imagen presidenciable, controló sus nervios y gestos y, pese a que cometió errores, todos lo hacen (ojalá fuéramos la cuarta economía del mundo, en vez de serlo de Europa), salió del debate mucho más fortalecido de como entró. Si habría que asignar un ganador, con todo lo complejo y subjetivo que ello supone en un enfrentamiento a tantas bandas, creo que fue él.


No quiero terminar esta pequeña crónica (para Ana Madalena Bach, jejeje) sin referirme a los tres periodistas. Piqueras, Valles y Blanco hicieron un buen papel y, a la hora de las preguntas, hay que destacar especialmente a los dos últimos, que supieron ser incisivos, agudos y sin caer en el protagonismo excesivo. Y una enorme queja por el horario. El programa acabó a las 00:30 de la noche, mostrando lo que importa la conciliación en España a nuestros líderes (nada). No puede ser que, entre retrasos y demás, el debate comenzara muy pasadas las 22 horas de la noche. ¿Nadie trabaja por la mañana en España? Por favor, si hay otro encuentro similar, esperemos que dentro de algunos años, que empiece a las 21 y, como tarde, acabe a las 23.

lunes, junio 13, 2016

El horror de Bataclan se repite en Orlando

Y miren que había temas para comentar hoy, como el de la presunción de inocencia que todo el mundo pide, y respeta, para los jugadores de fútbol, pero nadie cumple cuando se trata de otro presunto delito y sospechoso, o el debate económico a cuatro que tuvo lugar ayer noche, de nivel medio, pero interesante en todo caso, y a buen seguro mucho más valioso que el que hoy llevarán a cabo los líderes de los partidos políticos. Pero cuando la sinrazón en forma de tragedia se cruza en la actualidad lo desplaza todo, y eso sucedió en la noche del sábado al domingo en Orlando, una ciudad de Florida asociada a Disney y a la diversión.

Aún se desconocen muchos detalles de lo que ha pasado y, sobre todo, del por qué. El asesinato de unas cincuenta personas en un club gay de Orlando a manos de un único hombre es ya, de por sí, lo suficientemente horrendo como para que todos nos echemos las manos a la cabeza, en señal de susto y de incomprensión. En el club Pulse, donde se desarrollaba una fiesta latina, entró en un momento dado Omar Siddique Mateen, que es el nombre completo de la última celebridad de la infamia asesina, armado hasta los dientes con pistolas y un rifle de asalto de potencia devastadora, que puede ser adquirido legalmente en las tiendas en EEUU por un precio más modesto que el de una buena bicicleta. Omar se puso a disparar contra la multitud, salió del local, se encontró a un vigilante jurado, al que disparó, volvió a entrar, siguió disparando y se atrincheró con rehenes en el baño de un local que, para entonces, ya era un escenario de guerra. La policía y los cuerpos de élite llegaron hasta las inmediaciones del escenario del crimen y, tras horas de forcejeos, intentos de negociación y espera, se produjo un asalto al establecimiento en el que Omar fue abatido, ejecutado, por los cuerpos especiales. La noticia llegó poco a poco a lo largo de la mañana en España y para la hora de comer eran veinte las víctimas, en lo que parecía más un ataque homófobo que otra cosa. A medida que la tarde avanzaba todo iba a peor. El número de víctimas crecía sin parar, y se alcanzó ese medio centenar que ahora exhiben las portadas de medio mundo, se empezaron a conocer los detalles de la vida de Omar, un sujeto que maltrataba a su mujer y que era una pieza en varios sentidos, las investigaciones que el FBI realizó sobre su persona hace algunos años por posibles vinculaciones islamistas, que finalmente no llegaron a ninguna parte, la llamada que hizo Omar, antes de su ataque, jurando lealtad al estado islámico, y la posterior reivindicación hecha por una agencia de noticias afín a DAESH del horrendo suceso. Una evolución de los acontecimientos que ha ido mutando lo sucedido de grave ataque interno a atentado terrorista internacional. Lo cierto es que, por la forma del ataque y por sus consecuencias, estamos ante un acto de terrorismo puro, sean cuales sean las causas y motivaciones últimas de lo sucedido. Es un ataque en toda regla contra la comunidad gay y, por tanto, contra todos nosotros, porque cualquier ataque sobre cualquier persona lo es sobre todas las demás. El padre de Omar, entrevistado por los medios, cree que es la homofobia el motivo último del ataque, y no el componente islamista, quizás porque, dentro del horror que pueda sentir en su interior, se aferra a la última esperanza de que su hijo no se hubiera alistado a ese infame grupo de asesinos, que son de lo peor que puebla ahora mismo el planeta.

Queda mucho por investigar, y está por ver si no estamos ante un cuelgue de medalla por parte de DAESH de un acto en el que no ha participado, pero en todo caso la dimensión de la noticia es enorme. Es el mayor ataque terrorista en suelo norteamericano desde el 11S, una carnicería inmisericorde, en este caso, sobre los gays, que con razón hoy se levantarán más asustados y recelosos, y vuelve a poner sobre la mesa, por si alguien lo había olvidado, el tremendo asunto de la venta de armas en EEUU, venta que permitió que Omar se hiciera legalmente con el fusil con el que cometió su matanza. Y todo en una precampaña electoral y muy agitada y populista gracias a un Trump desatado. Horrenda noticia en muy mal momento.

viernes, junio 10, 2016

Oooooootra campaña electoral

Si conservo un par de lectores, huirán al ver el título de hoy. Y es que el hastío ante la nueva convocatoria electoral es tan mayúsculo como las posibilidades de que algo realmente cambie respecto a las elecciones del pasado 20 de Diciembre. La encuesta que hizo pública ayer el CIS vuelve a mostrar una fragmentación muy alta, con un trasvase de votos del PSOE a Podemos que altera el orden que hasta ahora era el lógico en la política española, pero deja bastante estables los bloques de izquierda y derecha. Si el resultado es el que mostró el sondeo hecho público ayer, volveríamos a un escenario de pactos entre fuerzas que se odian.

Y viendo un poco, también ayer, el debate a cuatro entre las representantes de las formaciones políticas, organizado por Antena3, obtenía una misma sensación de bucle infinito, y melancólico, tomando prestada la expresión a Jon Juaristi, su creador. Cada una de ellas repetía argumentarios propios de su formación, excluía a las demás de los posibles acuerdos y se erigía en portadora de una verdad que la sociedad no ve. Si me apuran, y vi poco del programa por lo que tampoco mi testimonio es muy fiable, fue Inés Arrimadas la más sensata de las presentes, pero ya tras las elecciones pasadas vimos que la sensatez de Ciudadanos fue premiada con un alto número de congresistas, pero insuficientes para ser decisivos ni para formar gobierno ni para tirarlo. En la tierra de nadie, Ciudadanos poco puede hacer. La sensación que me dio el debate, y la campaña en la que llevamos ya varias semanas, es la de intentar polarizar el voto para que sean el PP y Podemos los beneficiarios de ese extremismo, especialmente la formación morada. Podemos posee el mensaje más tóxico, falaz, retórico y vacío de todos los que se presentan a estas elecciones, pero es, con mucho, el más hábil a la hora de venderlo, el más capaz creando un envoltorio mediático que lo soporte y lo haga llegar a todo el mundo, sea votante suyo o no. Sus creadores de campaña son excelentes y, si yo estuviera en cualquier otro partido, les ficharía con el mismo descaro con el que, por ejemplo, han copiado el programa de IKEA, saltándose toda normativa de derechos de autor y de propiedad intelectual. Frente a ellos se sitúa un PSOE lánguido, con un líder que posee muy buena imagen, pero falta de decisión, que sigue coqueteando con un Iglesias sin ser consciente de que el de la coleta usará su pelo para estrangularle en cuanto pueda, y con un mensaje que se mueve, también, en una tierra de nadie. Estas son, en potencia, las elecciones más peligrosas de la democracia para el PSOE, y si queda tercero como dicen los sondeos, nadie tendrá piedad con ellos, empezando por Podemos, que si siempre les ha despreciado, ahora les destruirá del todo. Y el PP, a lo suyo. A lomos de una campaña algo más fresca, con un Rajoy impasible, y apelando al voto útil y seguro, no hay sondeo que lo eleve de unos numerosos, pero muy insuficientes, ciento veinte tantos diputados, lo que le impediría formar un gobierno de coalición con unos Ciudadanos estancados en la cuarentena. Le digo a todo el mundo que un PP que hubiera relevado a Rajoy como candidato y puesto a Soraya despegaría, podría acercarse a los 150 160, dado que se libraría del lastre de la corrupción, que ha ahuyentado a muchos de sus votantes, pero Rajoy sigue anclado en su teoría del aguante y, como Pedro Sánchez, sólo piensa en el mismo, y no en su partido (y desde luego nada en el país).

Con estos mimbres, en dos semanas, tres días después del referéndum del Brexit, volveremos a las urnas y asistiremos a una nueva noche electoral, donde es probable que, ante los medios, todos se proclamen ganadores, después de haber fracasado, todos, de manera estrepitosa, tras los comicios de diciembre. Ayer me llegó el justificante del voto por correo, así que, sospecho, será hoy mismo cuando lo ejerza. Con desgana, con nula ilusión, como una obligación democrática, como un deber forzado, pero votaré. Les animo a ustedes a que lo hagan, aunque es verdad que tras lo sucedido hace seis meses los ánimos del votante están por los suelos. En fin, suerte para los sufridores que aguantaremos la campaña, y a ver qué acaba pasando.

jueves, junio 09, 2016

Un exoesqueleto para Álvaro

Si vivimos en la, potencialmente, mejor época de la historia (y así lo creo) es debido, sobre todo, a que la ciencia y la tecnología, siempre tan unidas, empiezan a ser capaces de dar soluciones a problemas que jamás, a lo largo de la historia, habían sido abordados ni planteados. En el campo de la medicina los paralíticos de diversos grados, ciegos y demás personas que sufren de graves e incapacitantes enfermedades empiezan no ya sólo a soñar, sino a percibir como cercana, una solución tecnológica a sus males. Y eso que antes llamábamos milagro empieza a verse como una cercana, próxima, realidad.

Álvaro es un pequeño niño que ayer recibió el que quizás sea el juguete con el que más ha soñado en su vida. Padece atrofia muscular espinal (AME), una enfermedad de la que apenas se nada, pero que incapacita la movilidad y postra a los que la padecen en sillas de ruedas, y los convierte en personas dependientes. Álvaro, a sus cinco años quería andar y correr, como su hermano, dos años mayor, pero aún no había podido hacerlo. Hasta ayer. Ayer recibió su juguete, y se lo “puso”. Ese juguete no es un disfraz de superhéroe, pero es lo más parecido a un traje dotado de superpoderes. Se trata de un exoesqueleto fabricado por el CSIC que permite que Álvaro se mantenga en pie y pueda andar. Sujeto al cuerpo por multitud de arneses, controlado por un potente ordenador que Álvaro puede manejar, el exoesqueleto consta de un montón de piezas de aluminio, articuladas, que replican la estructura, talla y movimientos de las piernas de su usuario. Motorizado en todas sus articulaciones, ejerce la fuerza que las piernas de Álvaro no son capaces de hacer por su enfermedad y las mueve, llevando con ello el cuerpo. La idea del exoesqueleto, tan antigua como los cangrejos y el resto de animales que, al contrario que nosotros, lucen sus piezas en el exterior de su cuerpo, se planteó como reto tecnológico hace ya muchos años, con vistas tanto para casos como el de Álvaro como para su uso comercial como una forma alternativa de trabajo mecánico. Imagínense que, llevando una estructura similar que replica nuestro cuerpo, y que manejamos con nuestra mente, podemos levantar grandes y pesadas cargas sin que nuestros huesos sufran lo más mínimo. Trabajos mecánicos, de la construcción o de otras muchas áreas se verían notablemente simplificados y humanizados, siendo liberadas las personas que en ellos desempeñan su labor de una muy pesada carga, liberación literal. Pero esa excelente idea se ha topado con numerosos problemas prácticos, y no sólo, pero también, financieros. La replicación de los movimientos humanos no es tan sencilla como parece, y su control menos aún. Se han necesitado muchos años de estudio de biomecánica para poder construir estructuras que repliquen movimientos de manera natural, sin tirones ni otros efectos negativos, y tanto el software como la capacidad de procesamiento han tenido que mejorar mucho para que el ordenador que controla estos dispositivos sea capaz de hacerlo con soltura, suavidad y respuesta ágil en cada momento. Pero parece que el momento ha llegado. Álvaro es, en cierto modo, un pionero, porque tras el vendrán otros muchos, no sólo discapacitados, piensen ustedes en la cantidad de personas mayores que adolecen de movilidad reducida y que una estructura de este tipo puede cambiar sus vidas, moviéndolas literalmente. En unos años es probable que veamos estructuras de este tipo en la calle y nuestras casas.

Por eso, por el esfuerzo tecnológico que suponen estos avances, y por la inmensa, inimaginable para los que no padecemos (a día de hoy) de discapacidades físicas de ningún tipo, la concesión del Premio Princesa de Asturias a Hugh Herr, una de las principales autoridades (y beneficiados) en el diseño de prótesis biomecánicas, es un pleno acierto. En pocas ocasiones se ve tan clara la vinculación entre la más alta tecnología y las enormes ventajas en calidad de vida que de ella se deducen. Herr como visionario, Álvaro como pionero, forman parte de las generaciones que gracias a su talento, imaginación y empeño, pueden ser capaces de poner fin a muchos de los males que, desde siempre, nos han atenazado. Todos los aplausos del mundo para ellos.

miércoles, junio 08, 2016

Brexit o Bremain

Ayer por la noche, el canal 24 horas dedicó un programa especial de su “noche” a la cuestión, importantísima, del referéndum convocado en Reino Unido para el 23 de junio, tres días antes de nuestras segundas elecciones, sobre la permanencia o salida del país de la UE. El “Brexit” es la expresión que se usa para definir ese riesgo de salida de Britania del club europeo, y ese riesgo es creciente, ya que lo que parecía desde un principio una jugada arriesgada por parte de un Cameron al que le encantan los referéndums en el vilo (Escocia por los pelos) cada día que pasa se va enmarañando y ofreciendo un resultado, según las encuestas, más ajustado. Y por momento, partidario de dicha salida.

La situación del Reino Unido en la UE siempre ha sido muy particular. Poseedor de una economía fuerte, globalizada, socio privilegiado de los EEUU, con los que comparte idioma e historia, siempre ha estado practicando a un doble juego de permanencia y abandono, queriendo incorporarse a la carta, quedándose con las ventajas de la Unión pero tratando de aportar lo mínimo. A lo largo de los años esta postura ha causado muchos recelos entre el resto de miembros del club, pero la potencia económica británica, su papel en el mundo, y el recuerdo histórico de su papel en la II Guerra Mundial apaciguaban los ánimos. La entrada en circulación del Euro supuso el segundo gran paso de retirada de Londres del club de Bruselas (el primero fue el llamado cheque británico de la época Tatcher, por el que se desvinculaba de la política agracia común) y la instauración de una curiosa competencia económica, dado que la City sigue siendo el principal operador financiero del mundo, pero no usa los euros que mueve en cantidades astronómicas. Las propias tensiones en el seno del partido conservador, existentes en esta materia desde hace décadas, provocaron que Cameron, que es un sujeto al que le gusta mucho jugar a apuestas arriesgadas, presentase la propuesta de referéndum como uno de sus compromisos de la pasada campaña electoral, que le llevó a una inesperada mayoría absoluta. Muchos pensaban que esa propuesta sería de boquilla, pero Cameron no se achantó y convocó el año pasado una cita que llega en un par de semanas y que tiene a todo el mundo nervioso. Simplificando al extremo, y siendo por tanto inexacto, el país se ha dividido entre los antieuropeos, que encarnan las esencias patrióticas, los miedos al inmigrante, las personas de mayor edad, el inglés más puro y el populismo de brocha gorda. Boris Johnson, ex alcalde de Londres, aspirante a suceder a Cameron al frente de los conservadores, y Nigel Faragge, líder del extremista UKIP son sus principales adalides. Por los proeuropeos se movilizan las generaciones más jóvenes, urbanas, acostumbradas a empleos volátiles e inseguros, residentes en entornos donde ellos mismos han sido inmigrantes, el gran Londres, Escocia y todo lo que es menos inglés. Cameron, por la cuenta que le trae, encarna este bando, secundado por todos los organismos oficiales y líderes políticos no británicos (cierto, Trump apoya la salida, pero no quiero calificarlo como líder político). La campaña se ha polarizado sobre todo en torno al tema de la inmigración, no tanto la economía, y se apela a un voto de salida como manera de controlar unas fronteras que los populistas ven rotas y necesitadas de rearme. La campaña a favor de la permanencia también usa el miedo, a las consecuencias de la salida, y resulta por tanto poco atractiva para muchos votantes.

Más allá de las consecuencias económicas que para los británicos y resto de europeos (y mundo global) tendría un voto a favor del Brexit, las consecuencias políticas serían devastadoras. En un momento en el que la UE atraviesa una crisis existencial, en la que sólo quedan como opciones o avanzar decididamente hacia la integración o retroceder hacia la nada, la salida británica, además de descomponer el propio Reino Unido, abriría una caja de pandora de posibles consultas nacionales y regionales sobre la UE y otro tipo de estatus políticos que serían un duro golpe al proyecto europeo. Como dijo ayer el ministro Margallo, o los europeos luchamos por defender Europa, o los antieuropeos, que bien que luchan por deshacerla, ganarán.

martes, junio 07, 2016

Obama nos visita en Julio

Ayer se confirmó que, dentro de la gira de despedida de la presidencia de Obama, y enmarcada en el viaje a Europa cuyo principal destino es la cumbre de la OTAN en Polonia, el presidente de EEUU visitará España del 6 al 9 de Julio, pasando por las ciudades de Sevilla, puesto el ojo en la base conjunta de Rota, y Madrid. Ayer, al conocerse la noticia, circulaba el chascarrillo de si Obama iba a aprovechar las fechas para pasarse por Pamplona y conocer los San Fermines, lo cual dice ya bastante de nuestra (nula) seriedad. La contestación de circunstancias que dio el portavoz de la Casa Blanca ante esa pregunta escondía, seguro, algo de vergüenza ajena.

Es esta la primera visita a España de un presidente norteamericano desde hace quince años, quince, que se dice rápido. Tras el desplante de las banderas de ZP y el desaguisado de Irak quedó claro que George W Bush no iba a volver a visitarnos nunca, cosa que los primeros años del mandato de Zapatero fue exhibido como un valor en sí mismo y los últimos como un baldón. La llegada de Obama al poder (recuerden, madre mía, la conjunción planetaria de Pajín) se vio como la oportunidad del deshielo, pero no ha sucedido tal cosa. La administración norteamericana ha logrado alguno de sus principales objetivos en España, sobre todo el de la titularidad y uso estratégico de las bases, caso de especial importancia el de Rota, pero sabe que España es, en general, un socio poco fiable, disperso, y de una opinión ante los asuntos estratégicos tan volátil como débil. El antiamericanismo está muy impreso en gran parte de la ideología española, pese a que el ciudadano de a pie lleve una vida que refleja por completo las aspiraciones y estéticas del imperio norteamericano, y eso es conocido en Washington y el resto de capitales. España como sociedad se ha desentendido por completo de las cuestiones exteriores y, como mucho, sólo les presta atención si es capaz de sacar tajada de ellas, pero rehúye compromisos y decisiones que le puedan suponer costes de cualquier tipo, bien sean políticos, económicos o sociales. No hace falta irse al otro lado del Atlántico para comprobarlo. Con motivo de los crueles atentados que sufrió París en Noviembre, vimos una procesión de políticos y líderes que visitaron algunos de los escenarios de la masacre y honraron allí a las víctimas y condenaron a sus asesinos. Inmersos como estábamos en una campaña electoral, que ya vimos para lo que sirvió, ningún dirigente español se asomó por el bulevar Voltaire, no vaya a ser que fuera visto por los potenciales electores como un acto que nos significase ante el terrorismo y aumentase nuestro grado de amenaza (que ya es grande, tanto como el del resto de naciones occidentales). Es decir, se actuó como siempre lo hacemos en política internacional. Con desgana, con visión de muy corto plazo, con un cálculo pacato de qué es lo que gano y lo que pierdo si hago algo, sin importarnos mucho la opinión que nuestros socios puedan tener de nuestros actos y, en el fondo, dando la impresión de que lo que sucede fuera de nuestras fronteras ni nos va ni nos viene, cuando nunca ha sido así, y menos aún en estos tiempos globalizados en los que al alcance de un dedo tenemos casi todo el planeta. Nuestra visión, quizás fruto de un miedo sociológico al exterior y del peso de cuarenta años de encierre cuartelero bajo un franquismo que renegaba de todo lo ajeno, es muy perjudicial para nosotros mismos, y debemos cambiarla ya. Las empresas españolas han empezado a hacerlo, forzadas por la crisis del mercado patrio, y exportan sin complejos y con ratios sobre la economía local que son muy meritorios. El resto del país y, desde luego, los políticos, debieran (también en esto) aprender de ellas.

Cuando Obama nos visite, tras las ahora mismo inciertas elecciones del 26J, se encontrará con un presidente en funciones, Rajoy, que llevará seis meses en ese estado y que, quizás, sepa si seguirá en el puesto o no. Habrá colas para hacerse una foto con el presidente de EEUU, por parte de críticos y admiradores, que no regatearan esfuerzos, y seguro que asistimos a escenas de papanatismo y provincianismo extremo para que todos puedan salir lo más cerca posible del aura Obama en la imagen de la posteridad. Y seguro que en esos momentos el presidente negro piensa, y se reafirma, en la escasa seriedad que este “socio” le ha mostrado en sus años de mandato. A ver cómo nos comportamos con él (o la) siguiente.

lunes, junio 06, 2016

Suiza vota en contra de la renta básica

Cuatro cosas encantan a los suizos, según el mundo de los tópicos que a todos nos pretende describir. Relojes, referéndums, chocolate (el de comer) y pasta (la de no comer). Ayer juntaron varias de ellas en una votación muy interesante, en la que la mayoría de los que acudieron a las urnas dijeron no a la propuesta de una renta básica universal, con el argumento, muy lógico, de que su importe no es precisamente el chocolate del loro para las cuentas de un país que está bañado en ellas. Así, el reloj de los que piden la llegada de esta medida se quedó parado ayer en la puntual y precisa confederación helvética.

La idea de una renta básica garantizada, de un ingreso que el estado proporcione a cada ciudadano por el mero hecho de ser residente, de existir, es una idea que ha sido esgrimida habitualmente por formaciones de izquierda extrema, en el caso español Podemos, y que nunca ha sido puesta en práctica en ningún país del mundo. Sus defensores argumentan que es la extensión natural del estado de bienestar y que, siendo necesario reformar algunas cosas, podría ser llevada a cabo, y supondría la medida más efectiva para luchar contra la desigualdad de ingresos, que es uno de los problemas más acuciantes que existe en nuestras sociedades. La idea de implantar una medida de este tipo con naciones, como la española, cuya deuda pública llega al 100% del PIB y no se espera que baje mucho en el futuro se me antoja poco menos que absurda. Sin embargo hay economistas serios que dicen que el primer paso para esa renta básica puede darse, precisamente, en Europa, si finalmente el BCE adopta esa política denominada “helicóptero”. Hasta ahora el bueno de Draghi ha insuflado un montón de dinero en mercados secundarios, comprando bonos y deudas, con el objeto de dinamizar la economía y generar algo de inflación. Los resultados son, como mínimo, discutibles, y no son pocos los que afirman que más efectivo sería ingresar X euros en las cuentas de cada uno de los ciudadanos europeos. En vez de meter dinero indirectamente, hagámoslo directamente. La teoría toma su nombre de una imagen en la que la autoridad monetaria, desde un helicóptero, arroja billetes para estimular la demanda. Si el BCE llega a hacer esto, y no es broma, no lo descarten, cada uno de nosotros, todos, veríamos como nuestros ingresos crecen en la cantidad que el BCE nos ingrese, y eso se parece tanto a la idea de Renta Básica que asombra. ¿Puede llegar a suceder algo así? Sí, no es disparatado, pero de pasar sería algo puntual, un hecho inusual, no repetido en el tiempo, mientras que el concepto de renta básica se asocia a un ingreso permanente en el tiempo, de periodicidad fijada. Algunos de los teóricos que la propugnan ven que puede ser posible a cambio de reducir otras prestaciones del estado de bienestar, para mantener así la caja quieta y cambiar una asistencia pública por un ingreso en cuenta, de tal manera que sea el ciudadano quien decida a qué fin quiere dedicar esa renta. Esas propuestas pueden generar resultados netos adversos, dado que, por ejemplo, mucha gente se gastaría su “cheque sanitario” en cosas no relacionadas con la salud y, al ponerse enfermos y tener que pagar directamente por ese servicio, pudieran carecer de fondo y, pongamos, morirse junto a su nuevo televisor de infinitas pulgadas. Por ello, esta idea, aún verde, y sus variantes, requieren mucho estudio, análisis y, sobre todo, nada de demagogia barata.

Una vía por la cual la renta básica puede llegar, muy futurista pero cada vez más cercana, es por la de la tecnología. Empieza a cundir el temor de que la robotización y la inteligencia artificial destruyan nuestros empleos y, con ellos, nuestras formas de obtener ingresos, y esa renta básica sería la manera de lograr que una población, cada vez más ociosa, pudiera ingresar dinero sin recurrir a trabajos que, inteligencias creadas por nosotros, desarrollen de una manera mucho más eficiente. ¿Acabará sucediendo algo así? No lo se, pero dado que el futuro es desconocido, no descarte a priori nada. A ver si un día puedo hablarles de ese mundo de robots que, dicen, está ya aquí.

viernes, junio 03, 2016

Francia, entre barricadas incendiarias e inundaciones

Si ustedes visitan hoy París podrán ver algo muy especial, casi único, aunque suponga chafarle uno de sus principales planes turísticos. El nivel del Sena es tan alto que, por precaución, y para salvarlo que se encuentra sito en sótanos profundos, dos de los grandes museos de la ciudad, el Louvre y el Orsay cierran sus puertas, hecho que no sucede desde hace un siglo, riada arriba riada abajo. La ciudad, junto con todo centro Europa, lleva días sometida a un intenso temporal de lluvias y fuertes tormentas que está causando estragos, sobre todo en la vecina Alemania, donde ya se contabilizan unos diez muertos.

Tormenta real y figurada la que se abate sobre una Francia sometida a un constante estado de convulsión desde hace unos meses, y que no parece cesar. Implantado el estado de excepción en el país tras los salvajes atentados de noviembre, esta primavera gala ha estado marcada por las protestas en la calle contra la reforma laboral del primer ministro Valls, que ha soliviantado a toda la izquierda del país y, junto con ella, a los estudiantes y a los empleados de los grandes consorcios públicos y empresas, los más privilegiados en lo que hace a las condiciones laborales. El debate que se plantea ahora en Francia es el que se vive en España desde hace mucho tiempo, y para el que no se ha encontrado una solución concreta y acertada para todos. Es imposible crear empleo en una situación de máxima protección al trabajador, ya que eso sólo garantiza que el empresario sea reticente a contratar. Ese tipo de legislaciones genera una dualidad en el mercado de trabajo, contrapesando a un grupo de privilegiados, que poseen enormes derechos, y que son los que se manifiestan en la calle contra las reformas, frente a otro grupo, también muy numeroso, que tiene una situación mucho más precaria y que suele ser el factor de ajuste en los casos de despido. Mi opinión en este aspecto siempre ha estado basada en dos pilares, desregulación contractual entre empresario y empleado y sólido paquete de asistencia social que cubra al que se encuentra en desempleo en un momento dado. En todo caso, este es un debate complicado y sujeto a muchos matices y particularidades. Y en Francia, como suele ser habitual por allí, ha degenerado en un escenario muy serio de violencia social, con agresiones a la policía, disturbios, algaradas de todo tipo y paros salvajes en sectores estratégicos que han puesto al gobierno de Valls, y por derivada al Presidente Hollande, más que contra las cuerdas. Desabastecimiento en las gasolineras, caos en los transportes, denuncias de la policía contra manifestantes que, convertidos en meros violentos, se han dedicado al destrozo y el salvajismo contra todo lo que encontraban a su paso, paralización parcial de una economía que no crece mucho… Francia lleva más de un mes en los titulares de la prensa y medios de comunicación con unas imágenes muy propias de la “kale borroka” que, y esto hay que repetirlo tantas veces como sea necesario, apenas se han dado en España durante los años de mayor intensidad de la crisis (mucho mayor que la Francesa) e intensa movilización social. El civismo que “la salvaje” España muestra a la hora de manifestarse ante cualquier motivo contrasta con las formas desatadas con las que se desarrolla una manifestación de lo que sea en la “civilizada” Francia, donde los piquetes violentos parecen tan frecuentes como los bares en las calles españolas. Ya lo vimos hace un tiempo en manifestaciones no económicas, como las que hubo contra la ley del matrimonio homosexual, pacíficas en España, muy muy violentas en la Francia que presume ser el país del amor, pero que a la mínima se lanza a la guerra interna.

En fin, todo este desmadre se produce a las puertas del inicio, en una semana, de un acontecimiento, llamado deportivo, que hará que todos los ojos de Europa se centren en el hexágono. Y a muy finales de junio principios de julio comenzará el Tour. Acontecimientos de masas que sin duda aumentarán la preocupación de unas desbordadas autoridades que ven como el “Sena” de su población les empieza a sobrepasar. EEUU ha emitido un aviso sobre el riesgo de atentados terroristas en Europa en esta coyuntura, pero tras lo sucedido en noviembre lo cierto es que da igual que haya muchos o pocos eventos masivos para que los islamistas actúen. En definitiva, tiempos convulsos para una Francia que no encuentra su camino, cosa que no le pasa al agua, que sólo sabe descender y siempre lo logra, inunde o no.

jueves, junio 02, 2016

Se acaba la selectividad

Ayer, en Asturias, comenzaron los exámenes de la prueba de selectividad, la última que tendrá lugar en España con el formato actual. A partir del año que viene, se supone, será sustituida por una reválida de Bachillerato que, más o menos, servirá para lo mismo, pero que dada la inestabilidad política, los deseos de muchos grupos políticos de derogar la LOMCE, que recoge esa prueba, y lo incierto del futuro, es difícil saber qué es lo que acabará pasando. Para que luego echemos toda la culpa a los alumnos, que su parte tienen, de la desastrosa formación que poseen.

Mi recuerdo de la selectividad es malo, muy malo. Dos días de pesadilla a mediados o finales de Junio de 1990 que fueron una tortura en todos los sentidos. Era un estudiante del montón. Metía horas, trabajaba, pero dotado como estoy de un procesador normalito, mis notas eran de lo más común, y así fue también en la etapa universitaria. Aprobé todas las asignaturas de COU, con holgura las de la especialidad, salvado por la campana mis dolores de muelas de idiomas (inglés y euskera, calle de la amargura esquina travesía de los dolores) y me puse a estudiar para la famosa “sele” que era el único objetivo que llenaba el año del COU. Yo vivía en Elorrio, el Instituto estaba en Durango, a 9 kilómetros, y nos llevaban a la Selectividad a Lejona, al campus central de la Universidad del País Vasco, a algo más de cuarenta kilómetros, un lugar remoto, desconocido, inmenso, un complejo de edificios enclavados en lo alto de una montaña, lejos de todo (así se hacían los campus en el franquismo, para evitar manifestaciones estudiantiles urbanas). En definitiva, un lugar extraño en el que nos sentíamos completamente perdidos, de unas dimensiones inabarcables, para los pringados de pueblo como yo, en las que nos perdimos más de una vez y a punto estuvimos de llegar tarde a algunos exámenes porque no había manera de encontrar las aulas, numeradas de una manera compleja y totalmente obtusa para nuestras entendederas, en medio de aquel inmenso laberinto de pasillos opresivos y ambiente carcelario. Y súmenle a ello, obviamente, la tensión de unos exámenes en los que uno se jugaba gran parte de su futuro, de sus aspiraciones universitarias, que en aquel momento eran sobre todo dudas, porque no tenía claro qué es lo que quería hacer. Apenas sabía que lo que me gustaba, arquitectura, era imposible por notas y logística, y que otras carreras estaban descartadas por su dificultad (no me veía capaz de afrontar Ingenieros) o su coste (la privada de Deusto) por lo que las alternativas se reducían un poco y las posibilidades de, sacando una mala nota, meterme en problemas, crecían. Los exámenes se desarrollaban a lo largo de dos días, siendo el primero el de las asignaturas obligatorias y el segundo el de las especialidades. Me encontraba más cómodo en estas segundas, pero mucho más agotado cuando me tuve que enfrentar a ellas. Supongo que en la noche que transcurrió en medio de esas dos jornadas no dormí demasiado, ya empezaba a ser algo insomne por entonces, pero la verdad es que no lo recuerdo. Si tengo la imagen de dos días de mucho calor, de campas abarrotadas de estudiantes nerviosos, porque muchos institutos de la provincia éramos los que teníamos Lejona como destino, y en todos nosotros las mismas caras de sorpresa, nervio y desubicación. Las cafeterías al mediodía eran la viva imagen del caos, de colas ansiosas de chicos y chicas llenos de prisas, apuntes y comentarios sobre los exámenes hechos y los que quedaban… todo era un mar de nervios.

Acabaron las dos jornadas, y me viene a la imagen que llovía en Elorrio cuando llegué tras el segundo día de pruebas, pero no hagan mucho caso a mi memoria. Al cabo de varios días, no se cuántos, teníamos que ir al Instituto a recoger la nota de las pruebas, y sí recuerdo ese (ahora pequeño, entonces eterno) viaje como una pesadilla absoluta, con mucho miedo y temor sobre lo que un sobre podría determinar sobre mi futuro. Aprobé la Selectividad con una nota media de 6,12, lo que haciendo el cómputo con la de BUP y COU me otorgó el 6,44 que medía mi valía académica de cara a afrontar otro reto que se abría ante mi, la Universidad. Abracé como un loco al secretario que me dio ese 6,12, sólo por el hecho de haber aprobado. De esa escena, que casi todo el mundo dijo que fue ridícula, sí que me acuerdo.

miércoles, junio 01, 2016

Una tarde en un fondo de inversión

Ayer por la tarde, aprovechando la invitación que me pasó uno de mis jefes, que no podía acudir, asistí al encuentro anual que uno de los principales fondos de inversión españoles organiza con sus partícipes, aquellos que les han confiado el dinero para que se lo gestionen. En un teatro de Madrid, de amplio aforo, lleno y con un púbico que era, en su mayor parte, masculino y de edad media alta, asistí a algo parecido a un misa laica, en la que los creyentes acuden a ver a su pastor, sacerdote o oficiante, llenos de fe en que sea el intermediario entre sus ahorros y las ganancias, que todos prometen cual paraíso celestial.

El acto, sobrio, profesional, con notable despliegue de medios audiovisuales, estaba presidido por la sapiencia y la seriedad que los gestores del fondo mostraban, en todo momento, como rectores de su conducta. Tras una breve presentación con contenido económico a cargo de Carlos Rodríguez Braun, los tres responsables de la inversión que comparecían ante los asistentes explicaron, a grandes rasgos, el comportamiento de la inversión colectiva el pasado ejercicio y lo que llevamos de 2016, y dedicaron la mayor parte del acto a detallar cuáles son los sectores y empresas en los que han depositado su confianza y, desde luego, el ahorro de los que en el recinto se encontraban. Deduje que la imagen que querían transmitir es la de que la inversión en renta variable siempre es rentable a largo plazo, que las fluctuaciones del momento no deben preocuparnos si tenemos ese largo plazo siempre en mente, y que su equipo de analistas se encargan de ver cuáles son las empresas que, con esta vista prolongada en el tiempo, van a generar valor y, cotizando ahora a precios atractivos, son una oportunidad de inversión obvia. Vamos, comprar bueno, bonito y barato, como siempre, sólo que dicho de una manera bastante alambicada y técnica. El objetivo de todo fondo es el de batir el mercado, es decir, seleccionar una cartera propia que se comporte mejor que la de los índices de mercado, y todos desean hacerlo, solo que obviamente es imposible, dado que todas las carteras, o combinaciones de valores, no pueden hallarse por encima de la media de la cotización de esos valores. Algunas estarán por encima y otras por debajo. El acto de ayer buscaba, sobre todo, o esa impresión me dio, transmitir confianza al inversor que presta su dinero al equipo gestor, vendiendo por ello una imagen de seriedad y honestidad por encima de todo. En el fondo, si me apuran, más allá de la parafernalia, un acto como el de ayer no difiere demasiado de esa típica reunión de jubilados en un hotel convocados por una empresa que les regala algo y les oferta una serie de productos para que los compren. En el caso de los fondos de inversión el producto que se vende es “ilusión”, “esperanza” o cualquier otro término similar que se asocie al intangible de los beneficios derivados de algo tan volátil, complejo e imposible de predecir como la bolsa. Si recuerdan la película de Margin Call, muy recomendable, hay una escena en la que el dueño de la empresa, soberbio Jeremy Irons, le cuenta al analista que ha descubierto el problema de la empresa (y del mercado) que su trabajo, en la cúspide, no es otro que intentar saber por dónde sopla el viento, cuáles son las sensaciones de mercado, y con ellas poder determinar qué comprar, cuánto y cuando. Ayer, ante sus inversores, aparecieron los que, como veletas, tratan de adivinar por dónde sopla ahora el viento que puede llevar en volandas sus ahorros, mantenerlos en una calma chicha o, por el contrario, someterlos a la más cruel tormenta imaginable.

Recomendaciones prácticas. Hay tantos fondos de inversión como uno pueda imaginarse, gestionados por gestoras privadas, como el caso de ayer, o por entidades financieras como bancos, aseguradoras y demás. Poseen perfiles de riesgo de lo más diverso, confeccionan cestas de valores tan variadas como uno pueda imaginar o desear y poseen comisiones que, también, oscilan en un amplio rango (nunca se olviden de ellas) Como en todo, hay productos que funcionan muy bien, otros mal y otros que ni sí ni no, y cada ejercicio es distinto, pero recuerden que es una manera de jugar, agregada y más profesional, en un mundo en el que el futuro no existe, se escribe al segundo y nadie, nadie, nadie, se lo puede garantizar.