jueves, diciembre 22, 2016

2016, el año en el que nos equivocamos


Se acaba 2016, hoy subo a Elorrio de vacaciones navideñas y, si no hay novedades, volveré a Madrid la tarde del martes 3 de Enero, por lo que el primer artículo de 2017 será el del miércoles 4. Hora de hacer un apresurado e incompleto balance de un año en el que, lo fundamental quizás sea que nada ha salido como era de esperar, que las sorpresas han estado en todas las citas importantes del calendario y, fruto de las mismas, las expectativas de 2017 son complicadas y, para muchos, oscuras. Se ha hecho plena realidad la tesis que defiende Philip Tetlock en su libro “El juicio político de los expertos” donde demuestra que saber de un tema no es sinónimo de acertar el futuro de lo que en esa materia sucederá.
 
En un contexto de recuperación económica más intensa de lo previsto, primer desvío y en este caso positivo, los principales acontecimientos de este año han sido la persistencia del fenómeno terrorista islamista, que en Europa ha golpeado con fiereza a Bélgica, Francia y Alemania, siendo este hecho quizás el único que, triste, era esperable y se ha dado. Ha sido el año del fracaso de las encuestas y del ascenso del populismo al poder, con los hitos del Brexit en Junio y la elección de Donald Trump en Noviembre, elecciones que abren las puertas de la incertidumbre y el miedo en todo el mundo. El rechazo del plebiscito a la primera versión del acuerdo de paz de Colombia supuso el colmo del desprestigio para los politólogos y encuestadores, que ahora son tratados como vulgares economistas. La guerra de Siria ha continuado sin cesar a lo largo de su sexto año, y en estas navidades asistimos a la caída de Alepo bajo el control del ejército sirio, habría que decir ruso, y al relato de infinitas atrocidades cometidas por todas las partes sobre una población civil que, en esa ciudad y en todas las del país, malvive esperando la muerte y recordando a los millones que pudieron huir a tiempo. Otro frente de guerra que se desarrolla en Siria es la lucha contra los islamistas de DAESH, que pierden terreno, y se encuentran ahora cercados en su bastión de Mosul y capital de Raqqa, pero que aún son capaces de extender sus tentáculos de terror por todo el mundo. Han sido incontables los atentados islamistas que se han perpetrado en países como Egipto, Pakistán, Afganistán, Siria, o Turquía, con un balance de muertos y heridos que horripila, pero que están lejos, física y emocionalmente, y por ello no alcanzan la presencia que merecen en las portadas de nuestros medios. Turquía ha sido otro de los escenarios de la actualidad este año, escenario de convulsión, golpe de estado, con dudas sobre su autoría cierta, involución dictatorial, cadenas de atentados sin parar y degeneración social y económica en un país que, hace pocos años, era un ejemplo para el mundo musulmán de cómo poder conciliar fe, apertura social y desarrollo económico. Este año ha sido nefasto para el país, con la sensación permanente de caída en el vacío en todos los sentidos. Para la UE Turquía se ha convertido en un socio estratégico de primer orden gracias al acuerdo sobre los refugiados, y la inestabilidad y radicalidad del gobierno de Ankara es, ya, uno de los frentes abiertos más graves a los que se enfrenta una, cada vez más debilitada, UE. HA sido el año de los hombres “fuertes” con Putin a la cabeza, en el que hemos perdido grados de libertad pública y democrática, en el que China ha seguido creciendo y en el que nuestras vidas, cada vez más, se virtualizan para acabar en manos de nuestro Smartphone, que nos sirve para todo y, también, nos esclaviza hasta en los parques, haciéndonos buscar muñecos de Pokemon sin fijarnos para nada ni en la belleza de los árboles ni en la de las personas que nos rodean. Cada vez más, somos un “homo pantallas” si me permiten la aberración lingüística.
 
Y en España… sorpresa total para hacer un bucle que nos lleva a la casilla de salida. Hace un año, el 20D, tuvimos las elecciones que acabaron, para mucho tiempo, con las mayorías absolutas. Fracasaron nuestros políticos, fracasamos como sociedad, y volvimos a votar en Junio, con un resultado no muy distinto, pero lo suficiente como para lograr un mínimo de pactos que ha permitido arrancar una legislatura en la que Rjoy, superviviente, sigue mandando, y el resto de partidos penan con crisis propias, de mayor o menor entidad. Lo más sorprendente de todo es que, visto lo visto, España es ahora mismo uno de los países más estables de nuestro entorno. ¡¡Quién nos lo iba a decir!!
 
Disfruten mucho de las fiestas, descansen, vean a los suyos y tengan una feliz Navidad y entrada en el año. Mis mejores deseos para 2017

miércoles, diciembre 21, 2016

Recomendaciones de libros 2016



Recomendaciones de lectura para este loco y sorprendente año 2016. Recordad que no son los editados en el ejercicio, sino lo que me han parecido los leídos a lo largo del mismo. Esta vez el número de ensayos ha superado al de novelas, así que en la selección de estos últimos he tenido que ser muy selectivo. Recordad que, salvo el “ganador”, el orden del resto de libros reseñados no indica una mayor o mejor calidad.

Dicen los medios que las ventas de libros en papel repuntan ligeramente en medio de la vorágine digital. Pese a ser mi caso el del amante del libro en papel, no soy dogmático en este punto. Sea cual sea el formato, posición, contexto, compañía, formato, edición, letra, lo importante es leer y sumergirse en esos mundos, inventados o no, que a través de las letras entran en nuestra vida, para quedarse para siempre.

Mejor libro de ficción. Patria, de Fernando Aramburu, Editorial Tusquets, 648 páginas
* Nada crece a la luz de la luna, de Torborg Nendreass, editorial Errata Naturae, 272 páginas
* Tú no eres como otras madres, de Angelika Schrobsdorff, editorial Errata Naturae, 592 páginas
* El balcón en invierno, de Luis Landero, editorial Tusquets, 256 páginas
* El lenguaje de las fuentes, de Gustavo Martín Garzo, editorial Booket, 144 páginas
* Nos vemos allá arriba, de Pierre Lemaitre, editorial Salamandra, 448 páginas
* Hombres sin mujeres, de Haruki Murakami, editorial Tusquets, 272 páginas
* El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura, editorial Tusquets, 768 páginas
* Conspiración, de Robert Harris, editorial DeBolsillo, 480 páginas
* Revival, de Stephen King, editorial Punto de Lectura, 416 páginas
* Arenas movedizas, de Henning Mankell, editorial Tusquets, 384 páginas


Mejor libro de no ficción. La invención de la naturaleza, de Andrea Wulf, editorial Taurus, 584 páginas
* Superinteligencia, de Nick Bostrom, editorial Tell, 322 páginas
* La España vacía, de Sergio del Molino, editorial Turner, 296, páginas
* Instrumental, de James Rhodes, editorial Blackie Books, 288páginas
* SPQR, de Mary Beard, editorial Crítica, 664 páginas
* El valor de actuar, de Ben Bernanke, editorial Península, 704 páginas
* Mr Smith y el paraíso, de George Von Wallwitz, editorial Acantilado, 240 páginas
* Ante todo no hagas daño, de Henry Marsh, editorial Salamandra, 352 páginas
* Sapiens, de animales a dioses, de Yuval Noah Harari, editorial Debate, 496 páginas
* Ébola ,de David Quammen, editorial Debate, 272 páginas
* El espejo de un hombre, de Stephen Greenblatt, editorial Debolsillo, 544 páginas
* Orígenes: El Universo, la vida y los humanos, de Jose María Bermúdez de Castro, Carlos Briones y Alberto Fernández, editorial Crítica, 520 páginas
* La violación de Nanking, de Iris Chang, editorial capitán Swing, 326 páginas

El terrorismo y los buitres


A la misma hora que en Madrid, cuando aquí es aún noche cerrada, debe estar amaneciendo en Berlín, dos días después del atentado que ha sacudido a la ciudad, y sin ninguna pista clara, que se sepa, sobre el paradero del autor del mismo. La liberación, ayer, del único sospechoso que estaba detenido, que finalmente no tenía relación con el ataque, ha dejado bastante en evidencia a la policía germana y con el miedo en el cuerpo a los habitantes de la capital y, en general, el resto del pañis, dado que la sospecha de que un asesino anda suelto a cuatro días de la Navidad resulta, cuanto menos, inquietante. Ojalá den con él a la mayor brevedad posible.

 

El título del artículo de hoy no es original mío, lo he tomado prestado del editorial del periódico francés Le Monde, y describe muy bien, en cinco escuetas palabras, lo que pasó ayer, en medio de la conmoción y el dolor que todos sentíamos por la matanza de Berlín….. ¿todos? No, todos no. Una serie de personajes, representantes políticos, alianza de partidos y siglas se frotaba las manos sobre los aún calientes restos humanos que se situaban a los pies de la iglesia memorial del Káiser Wilhelm. Alternativa por Alemania, el UKIP, Le Pen, los extremistas holandeses y austriacos, y toda la constelación de formaciones satélites de similar corte e ideología, por llamarla de alguna manera, apenas tardaron minutos para explotar para su beneficio la tragedia, para lanzarse a las redes sociales y calumniar a Angela Merkel, mostrando su imagen teñida de sangre, para acusar a todos los que no son los suyos de ser colaboradores con el terror y, también, culpables de su existencia, y a cargar sin piedad contra los que ellos consideran diferentes, acusándoles de complicidad con la barbarie y toda clase de males que su presencia ha traído a las virginales tierras europeas. A algunos de esos políticos, aunque no debiéramos llamarlos así, se les abrieron las puertas del cielo electoral por cada hueso que era quebrado y cada alma extinguida sobre las aceras de Berlín, y nada esperaron para vejarlas del todo, para abusar de su recuerdo y aprovecharse de los cadáveres. Para los que vivimos en España, esas actitudes no nos son extrañas. Recuerdan demasiado a la utilización de las víctimas de ETA que realizaba Batasauna y todo su entorno, a la manipulación de los sentimientos, al traslado de la carga de la culpa que los socios de los terroristas hacían ante cada asesinato. “Algo habrá hecho”, “no debía estar ahí”, “todas las violencias tienen culpa” y muchas otras soflamas, basuras, eran arrojadas a la memoria de la víctima, familiares y amigos, y durante muchos años, se quedaban ahí, sin que nadie las combatiera, calando en parte de la sociedad que, amedrentada, cómplice y cobarde, asimilaba ese discurso y acababa haciéndolo propio. Lean Patria de Fernando Aramburu para saber cómo se vivía esa cárcel moral que daba cobijo al terror armado. Sólo la revuelta de unos valientes se atrevió a levantarse, a alzar su voz, en silencio, con pancartas blancas, con lazos azules, con gestos por la paz, y tras muchos años en soledad llegó el pacto político contra el terror, la solidaridad de las fuerzas sociales frente a la barbarie, y la construcción de un discurso ideológico que dejara claro quiénes eran las víctimas y quienes los verdugos, discurso que, por cierto, ahora algunos quieren empezar a deshacer, porque les incomoda. Frente al terrorismo yiahdista nos falta un discurso colectivo de oposición, de actuación común, que distinga a los musulmanes de los asesinos, como aquel grito que resonaba a finales de los noventa de “vascos sí, ETA no”, Y frente a nosotros, el asesino actúa sin freno alguno y, horror, existe un frente unido, compacto y coherente que ofrece la peor de las respuestas posibles, para sacar partido y hacerse con el poder. La situación es, se vea como se vea, desoladora.

 

El memorial del Kaíser Wilhelm de Berlín consiste en mantener en pie los restos de la gran iglesia que se erigía en esa zona, que como toda la ciudad, quedó arrasada tras la Segunda Guerra Mundial. Esa torre, llamada con cariño “la muela cariada”, nos recuerda en qué se convirtió Europa, y parte del mundo, cuando el fanatismo, la sinrazón, y el nacionalismo se hicieron con las riendas del poder, cuando en mundo de ayer que relataba Zweig con maestría se derrumbó bajo el yugo del miedo y del odio. Esas ruinas son una señal que nos dice lo que pasó, y puede volver a pasar, si caemos en los errores que creíamos, ingenuamente, superados. Hoy todos somos Alemania y Merkel nuestra presidenta, pero hay que actuar para que mañana no se hagan con el poder los que amenazan con destruir lo que hemos creado.

 
A ver si esta tarde puedo colgar un artículo con la lista de recomendaciones de libros de 2016

martes, diciembre 20, 2016

Pesadilla terrorista antes de Navidad


Ayer fue una de esas tardes, de las que ha habido alguna ya a lo largo del año, en las que los acontecimientos se aceleran y, como queriéndose usurpar unos a otros, se suceden en forma de violencia, sangre y muerte a lo largo de varias ciudades, dejando siempre la sospecha, a falta de evidencias, de que su concatenación no es casual, de que se han llamado unos a otros, de que quizás las manos que los han ejecutado obedecían órdendes provenientes de un mismo y sombrío lugar, de una mente asesina y fanática que se regodea en el miedo que produce a los demás. No se si es así, quizás sea otorgarle una dimensión adicional a hechos que no la necesitan, pero lo parece.
 
Por la tarde, de manera fría y profesional, un policía turco asesinó, delante de todo el mundo que estaba presente, al embajador ruso en Turquía, que se encontraba en una galería de arte de Ankara inaugurando una exposición. Así, de buenas a primeras. El tirador, vestido de traje elegante y de porte enjuto, espera. En la escena se ve como el embajador, igualmente trajeado pero mucho más orondo, se dirige desde un atril a un supuesto pequeño grupo de personas, con algunos cuadros en el fondo de la blanca sala, creo que son fotografías. En ese momento el ponente parece golpeado por el retumbar de unas explosiones, que resultan ser disparos, se ve como el dolor cubre su rostro mientras las balas le atraviesan, y cae en esa misma sala, en la que la cámara nos muestra ahora al asesino, el policía, que levanta su arma, alza el otro brazo realizando gestos de amenaza y empieza a gritar consignas sobre Alepo y la venganza que, por lo allí sucedido, ha actuado contra el embajador. Poco más se ve, y se sabe. Las agencias informan con posterior que el tirador ha sido abatido, eufemismo al que se recurre mucho y que resulta totalmente absurdo tras ver la violencia de la escena antes relatada. Turquí contabiliza un nuevo atentado y la tensión regional en la zona se dispara ante la muerte del representante de la cada vez más poderosa Rusia. Sin tiempo para digerir algo así, en medio de la vorágine, salta la noticia de un accidente o ataque en Berlín, de un camión que se ha estrellado contra algunos de los puestos del mercadillo navideño que, en este caso, se sitúa junto al centro histórico de lo que en su día fue el Berlín occidental, al pie de los restos de la iglesia del káiser Wilhelm. Al oír la noticia y empezar a ver las imágenes a todos nos asalta el recuerdo del 14 de Julio, el paseo de Niza y el maldito camión, que en su alocada y asesina carrera acabó con la vida de decenas de personas, en un acto yihadista de un sadismo, letalidad y sencillez tan absurdas como aplastantes. El balance de muertos, unidad o par, asciende de golpe a nueve, con una cincuentena de heridos, y deja esa zona de Berlín sumida en el silencio que generan las ambulancias y la oscuridad de las luces policiales. Toda la actividad se suspende, el miedo al atentado largamente anunciado en el país corre por cada uno de los alemanes y las televisiones y medios de todo el mundo tratan de informar de lo sucedido en medio del hermetismo que, frente al caos informativo que acciones similares ha generado en Francia o Bélgica, las autoridades alemanas logran imponer. Algunos detalles son confusos, es detenido el presunto conductor del camión en el cercano y céntrico parque del Tiergaten, y en la cabina del vehículo está el cuerpo de un acompañante, polaco, de la misma nacionalidad que las placas y registros del camión. Se sospecha de un robo y secuestro del convoy, que partió de Polonia a primera hora de la tarde rumbo a Alemania, pero las certezas son escasas. Llega la hora de ir a la cama y lo único que se sabe es que, en dos puntos de Europa, el terror ha actuado, y que no será su último golpe.
 
A esta hora de la mañana la situación en Berlín sigue siendo confusa, el camión sigue aún en el lugar en el que acabó su trágico recorrido, y aunque todas las pistas parecen señalar una acción premeditada, la policía no habla aun claramente de atentado. El balance de muertos ha subido a doce, sin que se sepan los nombres y nacionalidades de ninguno de ellos, y el cerco informativo sigue siendo efectivo. Es de esperar que la policía informa a lo largo del día y, tras el trabajo realizado, lo haga contando en detalle lo sucedido y el origen exacto de la acción que, sea el que sea, ha teñido de luto la capital alemana y a media Europa, y a cuatro días de la Navidad, nos ha vuelto a recordar que el terrorismo, que tanta muerte y horror ha causado en este 2016, sigue ahí, esperándonos.

lunes, diciembre 19, 2016

Putin y Trump, ganadores de 2016


Se acaba el tiempo y, si no hay sorpresas, no las descarten, me quedan cuatro artículos para terminar el año, así que toca ir haciendo resumen y balance. Hoy quiero fijarme en la actualidad internacional, que ya saben que me gusta e interesa mucho. La realidad, fuera de nuestras fronteras, cada vez es más volátil y difícil de analizar, porque las certezas que hubo en el pasado, fueran correctas o no, se deshacen a medida que la realidad se transforma. Nunca imaginé que fueran precisamente Reino Unido y EEUU, los baluartes de eso que llamamos occidente, los países más pragmáticos y amantes del negocio, que fueran ellos los primeros en caer en el error populista, pero así ha sido. Y eso nos afectará a todos.
 
Putin es, a mi entender, el ganador del año. Las imágenes que vemos estos días de la destrucción de Alepo y su caída bajo el régimen de Asad no son sino la última manifestación de su política de tierra quemada, de su audaz y carente de complejos uso de la fuerza en un mundo que camina hacia una multipolaridad compleja y peligrosa. Putin ha dejado claro desde un principio que es un líder fuerte, que la oposición en Rusia no existe, que él es el gobierno, y que la opinión pública carece de valor bajo un régimen policial en el que los derechos y libertades están restringidos y, hasta cierto punto, consentidos, siempre que no se discuta la autoridad que emana de su poder. No es exactamente un dictador, pero está más cerca de ese concepto que de cualquier otro. Para afianzar su poder ha recurrido a la vieja estrategia del enemigo exterior, de reafirmar la voluntad del pueblo ruso a través de la confrontación con aquellos que disputan su imagen e influencia. En 2014 vimos como pegaba un primer zarpazo en el este de Europa, en una Ucrania desgajad de su extremo oriental, donde aún se vive una guerra larvada que, aunque no salga en los medios, causa muertos y heridos. La anexión de Crimea, porque él lo valía, fue otra señal de que los complejos no estaban en su manual de instrucciones. Y a lo largo de este año, su intervención militar en Siria, las maniobras de sus aviones hasta puntos de la costa atlántica europea (osados son, que pasaron cerca del Bilbao) o el oscuro papel de sus servicios secretos en cada una de las filtraciones que ha sufrido la campaña electoral norteamericana y en los colapsos y ataques cibernéticos, más intensos y frecuentes que nunca en este año, han hecho que muchos ojos mirasen a Moscú en busca de responsabilidades, que nunca han sido admitidas ni reconocidas, pero que en el rostro de Putin se percibían en forma de indisimulada sonrisa ante cada pregunta de los ingenuos periodistas occidentales, cada vez más asustados. Son ya dos grandes países en el mundo, Rusia y China, los que lanzan el mensaje, algo solapado, pero muy claro, de que el liderazgo fuerte, la figura del hombre dirigente, y la opresión de las libertades son lo mejor para el pueblo, que no necesita democracia alguna. Bajo esta manera de actuar el uso de la fuerza, militar y de cualquier otro tipo, se legitima por sí misma, y los intereses de la nación, usurpada en la práctica y gestionada como una finca privada por parte del líder y su camarilla, están por encima de todo lo demás. Frente a este discurso, que obviamente es falso y dictatorial, se encuentran las dubitativas y desnortadas democracias, en las que la población cada vez ve con más recelo el sistema político y siente que ni colma sus aspiraciones de derechos ni le otorga el bienestar económico prometido. La respuesta del “hombre duro” que traiga la tranquilidad y prosperidad, ese mensaje que emana del Kremlin, se manifiesta en partidos populistas de variado signo, pero igual y retrógrada ideología. Y las sospechas de que Putin los ampara a todos ellos son tan intensas como preocupantes.
 
Fíjense que Trump cumple con todos esos requisitos y bases ideológicas a las que antes me refería, si es que a un sujeto como Trump se le puede catalogar ideológicamente de alguna manera. Su idea de América primero, su concepto del poder como algo patrimonial, propio de su familia y amigos, su mezcla entre negocios privados y presupuesto público, su discurso soez, populista, retrógrado, duro y vociferante. Con formas ruidosas y abruptas, Trump encarna el estilo Putin en la sociedad norteamericana del espectáculo, y no resulta extraño que ambos personajes se admiren mutuamente, dado que son muy similares. Ambos buscan su poder personal, su enriquecimiento y, en el fondo, les da igual la nación que rigen, siempre que resulte rentable para sus intereses. En sus manos estaremos a lo largo de 2017.

viernes, diciembre 16, 2016

Pablo Escobar y la blanca Navidad


La primera ley del marketing es llamar la atención, distinguirse entre el medio del ruido que, como marabunta, nos bombardea para atraer nuestra atención. Toda campaña busca diferenciarse, romper, hacerse especial, con el objetivo final de vender más, pero con el propósito, nunca ocultado, de que se hable de ella y que el consumidor retenga el producto y mensaje, compre al final o no. Lograr esa retentiva es, quizás, el mayor de los éxitos posibles para un publicista. Es un arte y negocio muy complejo, en el que muchas veces se rompen barreras y límites para lograr una victoria. A veces se acierta, otras no.
 
Uno de los edificios de la Puerta del Sol, sometido a restauración perpetua de su pared, tiene una lona publicitaria en estas navidades en la que figura un único señor, el actor que encarna a Pablo Escobar en la serie “Narcos” de la plataforma NetFlix. Esta plataforma norteamericana, aterrizada recientemente en España, es una de las grandes productoras de series del momento y, junto con otras empresas similares como AMC o HBO lidera las audiencias y críticas de los productos que produce y distribuye. En ese cartel publicitario la imagen de Escobar, su busto, ocupa más o menos toda la mitad izquierda, en una escena de poca luz pero que permite distinguir perfectamente al personaje, y en el lado derecho de la imagen se puede ver el texto principal del anuncio, un “Oh, Blanca Navidad” que ofrece todos los significados y matices que uno pueda imaginar. Escobar es para las generaciones actuales un desconocido, pero en los ochenta llegó a ser el rey de la cocaína en el mundo, lo que le permitía ser, de facto, una de las personas más poderosas y ricas del mundo. Avispado para los negocios, carente de escrúpulos y ávido de riquezas y poder, creo que fue Escobar el primero en crear una de esas estructuras de cártel, o agrupación de intereses entre narcotraficantes, para controlar el mercado de la oferta de droga, tener el poder de poner los precios y garantizarse unos beneficios cada vez mayores. No se cortó Escobar en lo más mínimo a la hora de recurrir a la violencia, que en sus manos alcanzó cotas nunca vistas en su Colombia natal y, en general, en todo el continente americano, si nos referimos al mundo de las drogas. Logró crear un estado paralelo al colombiano, dotado de un poderoso ejército ante el que las tropas militares de Bogotá, las que no eran sobornadas, poco podían hacer. Durante sus años, las muertes directamente causadas por sus deseos y las indirectamente producidas por el veneno que distribuía se pueden contar por millares. Es Escobar uno de los mayores asesinos de las últimas décadas, un personaje odioso y repugnante, que inauguró una forma de actuar que hoy en día se encuentra plenamente asentada en naciones como Méjico, donde cada uno de los cárteles (Sinaloa, Caballero Templarios, etc) actúa de una manera igualmente despiadada y sanguinaria. El chapo Guzmán, vuelto a encarcelar tras su espectacular fuga, es una viva imagen de lo que fue Escobar, aunque carente del estilo y aura de triunfo que emanaba el “jefe” colombiano. Su muerte, aún no del todo aclarada, no derrumbó su imperio, pero permitió a otros hacerse con parte de él, y las cosas ya nunca fueron lo mismo para la camarilla que, con una fidelidad digna de encomio, le seguía a todas partes. Es Escobar un reflejo de su época, un forjador de la misma y, sobre todo, uno de sus más nauseabundos representantes. Un asesino de masas que no dudaba en ejecutar a quien osara no ya hacerle sombra en sus negocios, no, sino simplemente eclipsar parte de su brillo y poder. Él era el Rey de la coca, él y nadie más.
 
En esa valla publicitaria Netflix trivializa los devastadores efectos sobre la salud que genera la cocaína, que no es sino un veneno de mierda que lo único que provoca en la destrucción de la persona y de su entorno. Y también ensalza la imagen de un asesino otorgándole una cualidad irónica, divertida, que para muchos le convertirá en alguien atractivo, quizás admirable, en todo caso muy alejado del personaje real, nefasto, que fue. No he visto la serie, por lo que no puedo opinar sobre hasta qué punto ella refleja una imagen real del narcotraficante o la distorsiona en un sentido heroico. Creo que la campaña publicitaria es errónea, y me parece de mal gusto, aunque reconozco que, a la hora de que lograr que se hable de ella, el triunfo alcanzado es total.

jueves, diciembre 15, 2016

La FED sube tipos al inicio de la era Trump


Pocas sorpresas tras la reunión de la FED de ayer en Washington. Se descontaba una subida de tipos, y es la que se produjo, la primera en bastantes años. Yellen mandó un mensaje a los mercados en el que el principal contenido era el de una senda de futuras subidas a lo largo de 2017 si la economía mantiene el vigor que sigue mostrando y la inflación se acerca, como parece, a ese dígito perseguido del 2%. Lo que no dejó nada claro, en una de las grandes preguntas de su comparecencia, es si va a seguir al cargo cuando Trump sea presidente, si va a renunciar por voluntad propia o si sabe si hay algún candidato que se pasee por la torre dorada que aspira a su puesto.
 
Y es que poco a poco vamos conociendo las caras del nuevo equipo que se hará con las riendas del poder en Washington a partir del 20 de enero, fecha de la proclamación de Trump. En este caso sí que hay sorpresas, sobre todo porque todo lo que sucede desde la elección del magnate como presidente resulta sorprendente. Su gabinete y equipo de asesores está compuesto, sobre todo, de ricos hombres de negocios, generales del ejército y su más íntimo círculo familiar. Resulta absurdo, incoherente y hasta cierto punto un sarcasmo mayúsculo que el candidato que engañó a los votantes desempleados de la América industrial para que le votasen otorgue sus cargos a señores poseedores de patrimonios que se cuentan por “billions” en EEUU, miles de millones a este lado del charco. Algunos de esos votantes frustrados se sentirán ahora engañados al ver quiénes son los designados por su “humilde salvador” para limpiar la “ciénaga” de Washington. Sospechará ese obrero industrial de, pongamos Pensilvania, que toda esa tropa de gerifaltes que son nominados a altos cargos cada día van a ser los encargados de drenar de todo el pantano de la capital no para sanearlo, sino para quedárselo del todo. Muchos de ellos ya detentaban un enorme poder con anterioridad desde puestos de responsabilidad empresarial, y tenían numerosos conflictos abiertos con el gobierno respecto a asuntos que afectaban a sus negocios. Ahora son esos mismos los que se hacen directamente con el gobierno, por lo que es previsible que muchos de esos conflictos, litigios y demás problemas desaparezcan al ausentarse una de las partes reclamantes, al haber sido abducida por la otra. Lo que parece bastante claro es que Trump quiere gobernar, no se va a limitar a jugar al golf y a firmar fotos y aparecer en actos de corte más o menos protocolaria. Tiene intenciones de ejercer realmente el cargo al que ha logrado llegar, y eso casi da más miedo que la imagen de un césar dedicado todo el día a escuchar liras, comer uvas y holgazanear. A golpe de tweet Trump organiza cada día una bronca con aliados y extraños, emite opiniones sobre temas de una gran complejidad y fractura acuerdos y consensos que llevan décadas convertidos en pilares de la estabilidad global. Cierto es que resulta incómodo vivir permanentemente con avisperos junto a la ventana, pero pegarles una patada de golpe quizás no sea el mejor de los remedios para solucionar el problema. La imagen conciliadora que ofreció tras su discurso de aceptación va convirtiéndose poco a poco en una imagen presidencial, revestida de poder, al que todos acuden como moscas a la miel, pero que deja traslucir el comportamiento brusco, caótico y bastante descerebrado de un personaje que aún no parece ser consciente del papel que va a tener en el mundo, y de su potencial influencia, en todos los sentidos posibles. Frente a su figura, la de la diminuta Yellen parece una caricatura, como un recuerdo de cómo fueron las cosas de la capital antes de la victoria de Trump.
 
Quizás tema Yellen que su cese, que muchos dan por seguro, lo ejerza Trump a golpe de cuatro palabras tuiteadas, y que su sucesor sea otro de esos personajes de la gran riqueza, aunque tampoco sería de extrañar que se nombre a otro militar para el cargo. Total, ya hay un montón de seleccionados para otros desempeños… o quizás, dentro de su línea de no distinguir la política de la familia, y de no tener intención alguna de separarla, Trump nombre a su hija Ivanka como nueva responsable de la FED. Seguro que la ve capacitada, y no considera que haya conflicto de interés alguno en ese nombramiento, ni en ningún otro de los que hasta ahora ha proclamado. Pobre Yellen, seguro que nunca imaginó algo similar para el probable final de su mandato.

miércoles, diciembre 14, 2016

La caída de Alepo, el Stalingrado sirio


2016 agoniza, y este año sorprendente también lo ha sido, por sexta vez consecutiva, el de la guerra de Siria, el que probablemente es el conflicto armado más violento, cruel y complejo de los que ahora mismo se desarrollan en el mundo. Seis años de salvajismo entre todas las partes imaginables en los que la entrada de las tropas rusas en apoyo de Al Asad, hace más de un año, empiezan a decantar la batalla a favor de las tropas del régimen. Alepo ha sido, durante cuatro años (párense a pensarlo un instante, cuatro largos años) frente de batalla, de bombardeos y asesinatos. Sus calles, convertidas en ruinas, han pasado de un bando a otro mientras en ambos se moría a discreción.
 
Ayer Alepo cayó. Cayó para el bando de Asad. Los últimos bastiones de la resistencia antigubernamental dejaron sus posiciones en la ciudad vieja y el este de la urbe, reducidas las zonas bajo su control apenas a unas pocas manzanas derruidas y miserables. Durante muchísimo tiempo hemos estado viendo escenas de guerra urbana, bombardeos, hospitales desangrados, rescate de cuerpos aplastados por forjados y otras muchas imágenes por el estilo, y la mayor parte provenían de ese Alepo que, hace apenas cinco años, era la segunda ciudad en población de Siria, con algo más de dos millones de habitantes, y la capital económica del país. Hoy de esa ciudad, de su riquísimo patrimonio histórico, de su fortaleza comercial y de muchos de sus habitantes no queda nada. Nada. Los que no pudieron huir cuando los combates llegaron a la puerta de sus casas se quedaron encerrados en ellas, sometidos bien al régimen de Asad o a los rebeldes, ambos llenos de fanatismo y odio mutuo y con ganas de revancha. El tercer grupo de población, el que no quería la guerra, el mayoritario en todos los conflictos, quedó recluido en la zona en la que tuvo la desgracia de caer, y allí han subsistido algunos y muerto la mayoría. Los escombros de Alepo son, en cierto modo, un camposanto improvisado, un cementerio en el que, bajo cada pedazo de hormigón y montaña de cascotes se esconden cuerpos, abandonados en muchos casos, que nadie reclamará nunca ni querrá enterrar. Años de guerra urbana de una ferocidad no vista desde los tiempos de Stalingrado, en los que el decorado invernal de la ahora ciudad rusa fue sustituido por el amarillo desértico, y los copos de nieve por la fina y amarilla arena. Pero las mismas escenas de desesperación y agonía que se vivieron durante el año largo de asedio nazi al centro industrial soviético se han repetido a lo largo de estos últimos años en torno a las mezquitas, barrios y calles de Alepo. No pudimos ver en los años cuarenta ese asedio retransmitido por televisión, tenemos crónicas del mismo, fotos, e imágenes dispersas. Testimonios de testigos que contaban las atrocidades y relataban la desesperación con la crudeza y seriedad con que lo hace el que la ha vivido en primera persona. Sí hemos podido visto ver en nuestras casas el asedio de Alepo, los bombardeos, escuchar los impactos de los barriles bombas, ver los hongos crecientes en el horizonte que significaban otro edificio demolido y nuevas vidas perdidas. Escuchar el tableteo de las armas automáticas, empuñadas por a saber qué facción, oír a testigos que, ahora por internet, cuentan idénticas pesadillas a las que escribían en cartas los que se hacinaban a las orillas del helado Volga. Hemos podido ser testigos de la guerra. Nada hemos hecho para detenerla y reducir sus estragos. Sólo la hemos contemplado y, cuando nos cansaban, veíamos otra cosa.
 
Se dice que hoy muchos civiles atrapados en la zona rebelde serán escoltados por fuerzas gubernamentales y sacados de manera segura de aquel infierno. Muchos de ellos saben lo que de falso hay en esos mensajes, y son conscientes de que serán asesinados por los leales al régimen tras permanecer tanto tiempo bajo las filas enemigas. Cuando esas vidas sean cortadas, otras respirarán aliviadas, las de los civiles que, refugiados en la zona gubernamental, sabían que ese sería su mismo destino en el caso de que la batalla urbana la hubiese ganado la facción rebelde. Nada hicieron unos y otros por merecer el destino que les aguarda, por salvarse o ser asesinados. Unos podrán contar su experiencia, otros no. Eso es la guerra.

martes, diciembre 13, 2016

Cambiar los horarios requiere cambiar mentalidades


Resulta hasta cierto punto chistoso, aunque no tenga mucha gracia, que el gobierno proponga que se estudie la racionalización de los horarios y medidas para mejorar la conciliación justo después de la absurda e improductiva semana margarita que hemos vivido, punto culminante del absurdo calendario laboral, festivo y social que rige este país. Para evitar los problemas y derrumbes de productividad que supuso la semana pasada bastaba un simple Real Decreto, que se cargara una de las fiestas o la pasase a otro día. No se hizo y a nadie le preocupó lo más mínimo. Si recuerdan, hace cinco años, con la llegada del PP al gobierno, también se habló de la idea de suprimir o concentrar los puentes. Pues toma absurdo acueducto.
 
Creo que nadie discute que los horarios en España son irracionales, que el reloj está desajustado respecto al meridiano solar que nos corresponde, que no tiene sentido partir la jornada para estar dos o tres horas comiendo, que permanecer en la oficina hasta las tantas de la noche es inútil, que el presentismo de muchos empleados no es sino una manera de hacer la pelota al jefe, que los horarios televisivos son desquiciantes, que la correlación entre el calendario escolar y el laboral no existe, que las aperturas comerciales de bancos y tiendas se parecen lo mismo que yo a un modelo, que el reparto de tiempos entre trabajo, descanso y ocio no es nada lógico, que la conciliación es imposible y las posibilidades de cuidar a los hijos son casi nulas…. Y así podríamos seguir hablando durante horas de absurdas costumbres, heredadas de décadas pasadas, fruto en algunos casos de errores y otros de necesidades del momento, que hoy en día persisten entre nosotros y que suponen un enorme lastre, tanto para la productividad de nuestros negocios como para nuestro desarrollo personal. Es decir, la regulación de horarios que vivimos no sólo es mala para la economía, sino también para la salud física y emocional de las personas. Y este que les habla lo hace desde una cómoda posición de espectador, dado que el hecho de vivir sólo y sin hijos me permite librarme de muchos de los inconvenientes relatados, pero cualquiera que tenga una vida compartida con otras personas, que quiera tener una familia o ya esté en ello sufrirá día a día situaciones absurdas que parecen diseñadas para impedirle hacerle las cosas. Al poco de empezar este debate, en cualquier barra de bar o foro de Twitter, enseguida surgen los acérrimos defensores de las “costumbres” y los que opinan que cambiar esto es como cambiar el fondo de las personas y resulta inútil. Y desde esas posiciones de no al principio y “requetenó” al final sólo se puede acabar la discusión en medio de una profunda melancolía. Las costumbres y tradiciones, todas ellas, se hacen por repetición y persistencia en el tiempo, pero deben ser evaluadas y decidir si se mantienen o no. Sería absurdo seguir empeñados en una tradición milenaria, que normalmente tiene pocas décadas de antigüedad, si todos estamos de acuerdo en que sólo genera problemas e inconvenientes. Algunas empresas, me quiere sonar el caso de Iberdrola, empezaron hace pocos años a implantar jornadas continuas, o con un corto descanso al mediodía, que permitían dejar la oficina a eso de las 17, más o menos. Y los resultados de esas medidas han sido que la productividad ha aumentado y los empleados están más satisfechos, y ambos factores se retroalimentan. Pero son pocas y nadan contra la corriente, lo que les supone un gran esfuerzo organizativo y de costes. ¿Por qué, de manera seria y coordinada, no seguimos todos su ejemplo?
 
No es lo mismo, pero el caso del consumo de tabaco en espacios cerrados es un caso de cómo una costumbre muy arraigada en nuestra sociedad puede cambiar en poco tiempo si nos ponemos serios y a ello. Todo sabemos que fumar es malo, y que tragar el humo expulsado por otro es una violación a la libertad y un atentado a la salud. ¿Recuerdan las protestas cuando se puso en marcha la ley antitabaco? ¿Las quejas del sector del ocio? ¿No veo hoy los bares vacíos, salvo de humo, ni los restaurantes desiertos. Desde luego la única manera de que no consigamos cambiar nuestros horarios es no intentarlo. Veremos a ver lo que le dura a este gobierno el impulso “conciliador” pero tenemos que empezar a hacer algo muy en serio sobre este asunto, y ya.

lunes, diciembre 12, 2016

Domingo sangriento. El Cairo, Estambul, Palmira…


Fue el de ayer un día de esos que no es que te amarguen el espíritu navideño, no. Es que directamente te hacen perder la fe en la humanidad. En varias ciudades africanas se sucedieron accidentes, tales como derrumbes de iglesias y choques de tráfico que causaron más de un centenar de muertos, fruto todos ellos de la fatalidad y, también, las carencias locales, tanto de medios como de supervisión. Pero las grandes desgracias, las producidas por el hombre, que son evitables, llegaron en forma de salvajes atentados terroristas en dos ciudades que, tristemente, se están acostumbrando a ello. El Cairo y Estambul.
 
En El Cairo un bombazo en el interior de una iglesia anexa a la catedral cristiana copta mató a más de veinte personas, la mayor parte de ellas mujeres, que se encontraban en el interior del templo a la espera de que empezase la misa. Los coptos han sido atacados frecuentemente en los últimos años, tanto en la época de dominio de los Hermanos Musulmanes, que los acosaban por fanatismo religioso, como tras la llegada al poder del general Al Sisi. El apoyo copto a ese golpe de estado, para tratar de quitarse a los Hermanos Musulmanes de encima, se ha traducido en hostigamiento por parte de facciones violentas musulmanas que han atentado frecuentemente contra sus posesiones y comunidad, pero nunca hasta ahora se había atacado un templo, y menos con fieles en su interior. Es una agresión bárbara, infame y muestra hasta qué punto el sectarismo religioso ha calado en una parte no menor de la sociedad egipcia. Hace unos días se produjo otro atentado en la ciudad, en este caso contra policías, cerca de algunos recintos turísticos. La economía local está devastada y esa ruina es el caldo de cultivo más efectivo para que surjan mártires. La otra ciudad atacada, Estambul, cuenta el paso del tiempo por el transcurrido entre atentado y atentado, algunos de ellos producidos por el malnacido Estado Islámico DAESH, otros por las guerrillas kurdas. Parece que el del sábado por la noche fue de estas últimas. Un coche bomba dirigido contra el equipo de seguridad policial que hacía guardia en torno al estadio de fútbol del Besiktas, tras haber tenido lugar allí un partido, y un suicida que llama la atención de la policía en un parque de la ciudad fueron los métodos empleados, con el sangriento balance, algo provisional, de treinta y ocho muertos, la inmensa mayoría policías, y más de un centenar de heridos, muchos de ellos muy graves. Es este el mayor atentado en la ciudad desde el fallido golpe de estado de julio, pero no es el más grave del año, marca que ostenta el asalto islamista al aeropuerto internacional Ataturk al inicio del verano, y junto a otros, sucedidos en lugares turísticos al poco de empezar este año, supone el golpe de gracia al turismo en el país y, de esta manera, a la economía turca, que como la egipcia, aunque en menor grado, tiene en las divisas de los visitantes una de sus principales fuentes de ingresos. El balance para Turquía de este 2016 que ya se acaba es desolador. Inestabilidad, recrudecimiento de la guerra en Siria, atentados por doquier, golpe fallido y, tras él, autoritarismo sin freno de un Erdogan que va camino de ser un dictadort… la deriva en la que ha entrado el país es muy grave y peligrosa, tanto para sus pobres habitantes como para las naciones vecinas y aliadas, entre las que nos encontramos nosotros, tanto por los acuerdos firmados vía UE (no olvidar el tema de los refugiados) como por nuestra común presencia en la OTAN. Así, al acabar el año, Turquía se convierte en un nuevo y serio foco de problemas.
 
Como las desgracias no llegan solas, ayer los malditos integrantes de DAESH consiguieron reconquistar la ciudad de Palmira, que hace apenas unos meses fue liberada (cuidado con estas palabras en el contexto de la guerra siria) por parte de tropas rusas y combatientes de Al Asad. Seguro que recuerdan el concierto propaganda que organizó Valery Gergiev en el antiguo teatro romano, para festejar la liberación y, sobre todo, alabar a Putin por encima de todas las criaturas. Hoy nuevamente las ruinas están en peligro al ser propiedad de los fanáticos y, a buen seguro, tratarán de destruir aún más antes de que vuelvan a ser expulsados. Lo dicho, un Domingo de horror.

viernes, diciembre 09, 2016

Nadia, o el vacío


La actualidad que vivimos y comentamos en el día a día puede verse desde múltiples perspectivas, no sólo ideológicas, y eso hace que no haya noticias puras, en el sentido de buenas o malas. Todo suele ser gris y, en general, aunque en algunos casos hay acuerdos sobre si un hecho es negativo, por ejemplo un atentado terrorista, en la mayor parte de los casos cada situación genera ganadores y perdedores, y eso condiciona el juicio. Por ello debemos ser cautos al analizar y no dejarnos llevar por los impulsos. Sin embargo, en la noticia que quiero comentar hoy, no soy capaz de encontrar una vertiente positiva, una faceta “blanca” que pueda diluir la negrura en la que el caso de Nadia se ha convertido.
 
Nadia, como niña enferma que es, de nada es culpable, pese a que sea su nombre el que sirva para denominar una trama que, si llega a ser mayor y comprender, le hará sentirse aún peor de lo que ya padece en su día a día. Lo que era una historia de solidaridad, de unos padres abnegados por la enfermedad rara de su hija, de un hombre enfermo que no se cuidaba para dar a su hija cada céntimo y segundo en la búsqueda de una solución, de un tratamiento, de un especialista, se ha convertido en una inmensa estafa de un embaucador, que ha recaudado cientos de miles de euros gracias al altruismo público, que llenó platós de televisión de lágrimas reales gracias a su congoja impostada y que ha convertido al patio púbico que es internet en un vertedero de asombro, angustia e indignación al saber que todos fuimos manipulados, de una manera más o menos intensa, por un profesional del engaño que, en esta era de la llamada postverdad (hasta para no decir “mentira” usamos eufemismos) se ha revelado como un avezado profesional. El detonante de este caso fue un artículo publicado por El Mundo en el que se narraba, hace pocas semanas, la odisea de este abnegado padre por su hija. Lo leí una tarde en una cafetería y me impactó, aunque he de decir que la parte referida a la búsqueda en las cuevas de Afganistán de un especialista médico me parecía más sacada de un mal guion de telefilme que de la cruda realidad. Tras ese artículo algunos blogueros de internet empezaron a encontrar cosas “raras” en la historia, asuntos que no cuadraban, fechas y detalles médicos incorrectos, y en pocos días se empezó a derrumbar la historia de Nadia. El descubrimiento de que gran parte de lo que ahí se contaba, imposible aún saber si todo, era falso, empezó a demoler las conciencias de los que habían llorado por Nadia y sus padres, y a preguntarse qué habían hecho estos con el dinero que, vía donaciones, habían entregado a la cuenta corriente que, siempre, siempre, siempre, acompañaba la presencia del padre de la niña en cada artículo o presencia televisiva. El caso Nadia se convirtió, al poco, en el caso de El Mundo y, por extensión, de los medios de comunicación, de aquellos que fueron engañados y de los que corrieron al calor de la emotividad de la historia para hacerse con unas migajas de audiencia, de los medios que, en la despiadada carrera por la audiencia y el último euro que les permita sobrevivir, no testaron el relato, dieron credibilidad a todo y no se molestaron en ver si era cierto o no, quizás porque ante un asunto así es de mal gusto mostrarse dudoso o porque, como cada vez es más frecuente, no hay tiempo para pararse a pensar, juntar pruebas, contrastar, determinar hasta donde llega la verdad y actuar en consecuencia. El caso Nadia arrastró a los medios por el valle de la solidaridad mediática y ha acabado de enfangarlos en el de la estafa.
 
Esta historia da para mucho, pero en ella sólo se contabilizan perdedores. Los que más, a mi entender, son los familiares de niños que padecen enfermedades, que no estafan, que siguen solos en el mundo, y que han visto como un desalmado ha creado una cortina de sospecha y recelo ante cualquier otro caso de “niño desvalido que necesita ayuda” que ahora será visto con malos ojos por parte del ya estafado espectador, que recuerda que una vez donó y era mentira. Para esos padres e hijos, el caso Nadia es devastador. Y quien más pierde, sin duda, es la propia Nadia. Zarandeada, usada, vendida como reclamo de feria, incapaz de entender nada, enferma o no, su vida ya es una real pesadilla de la que no se cómo saldrá, pero que ella aún no es capaz ni de imaginar. Pobre Nadia.

miércoles, diciembre 07, 2016

Trabajé el lunes, ayer no, hoy sí, mañana no, el viernes sí


El otro día escuché a una amiga mía utilizar la expresión de “semana margarita” para definir el absurdo que se produce en España estos días, en los que la coincidencia del calendario y nuestra desidia han generado el mayor de los caos posibles entre laborables y festivos. Una secuencia de días alternos de fiesta y trabajo que destroza calendarios, productividades y planificaciones, genera molestias en los centros de trabajo y hace que, apenas a dos semanas de Navidad, haya quien se puede coger medio mes de diciembre sin tener que sentarse en ninguna cena familiar. Sí, los hay, los hay.
 
Cuando el PP llegó al gobierno en 2011 llevaba muchas promesas en su cartera, que tardó muy poco en incumplirlas. Una de ellas era la de la reorganización de los festivos, la supresión de puentes y el traslado de los días feriados a los lunes, para evitar caídas en la productividad. Poco se habló de aquel asunto y se dejó orillado por la urgencia de otros temas más graves y la polémica que se empezó a barruntar al respecto. Cinco años después de aquellas elecciones, tras un montón de comicios, pocas cosas han cambiado, dado que el PP sigue gobernado e incumpliendo promesas, y nada se dice de los puentes y los festivos. Choca este tema de la organización del calendario con dos problemas, aparentemente rocosos, que no lo son tanto. Uno es la tendencia humana a no trabajar, y el gran negocio que supone para el ocio personal el poder coger libranzas, legales o no, más allá de los días regulados, y se dice que eso en España es sagrado. Hay voces que afirman que puede Rajoy triplicar los impuestos y todavía conseguirá votos, pero que como se cargue unos puentes las hordas se lanzarán contra él y le descuartizarán incluso antes de no volver a votarle. El otro obstáculo es el de la costumbre, palabra que se utiliza cada vez que queremos mantener algo quieto aún a sabiendas de que no tiene sentido de que siga ahí. Hacemos cosas por costumbre, festejamos costumbres y las hacemos de manera acostumbrada, porque antaño se hizo así, aunque antaño sean apenas unas décadas. Y la costumbre es algo que tiene que estar sujeto a la razón, y por ello habrá costumbres que permanezcan, sean útiles y tengan sentido, y otras que deben abolirse y dejarse orilladas en la cuneta de la historia. Si recuerdan había una frase hace años que, referida a festividades religiosas, proclamaba que “hay tres jueves que relucen como el Sol, Jueves Santo, Corpus Christi y Ascensión”. De esas tres fiestas, sólo la de la Semana Santa se mantiene en vigor en la fecha citada, y el resto se han convertido en Domingos, salvo cuando son rescatadas por motivo de ajuste de calendario. Es decir, las fiestas se pueden mover, no son fijas, y el criterio religioso o tradicional no puede servir para que todas ellas se mantengan de manera extraña en el calendario, de tal manera que se puedan producir locuras como las de esta semana, que son completamente absurdas, cuestan dinero y nos enseñan hasta qué punto los calendarios y horarios laborales de este país no tienen sentido alguno y deben reestructurarse del todo.
 
Mi propuesta sería la de mezclar un poco la tradición nuestra con la norteamericana. Algunas de las fiestas pueden mantenerse en su fecha numérica, caigan el día que caigan, como Jueves Santo, Viernes Santo, Navidad, Año Nuevo, Reyes, 1 de Mayo y 12 de Octubre, pero el resto debieran pasarse al lunes, por ejemplo el siguiente al de la festividad que se trate, e impedir que se produzca la existencia del puente. Se pueden incluso fijar varios lunes al año que permitan distribuir esas fechas a lo largo de los trimestres de una manera más racional y proporcionada, para evitar meses medio festivos como diciembre y trimestres eternos como el que viene tras reyes. Es una idea, pero puede haber miles más. Lo que no puede ser es que sigamos como hasta ahora.

lunes, diciembre 05, 2016

La UE salva Austria pero pierde a Italia


Qué poco dura la alegría en la casa europea, y menos aún en este aciago 2016. Al poco de cerrar las urnas presidenciales en Austria, con una velocidad casi española, en contraste con el desastroso sistema de gestión electoral que ha demostrado tener el país, se supo la victoria clara del candidato izquierdista y de consenso VanDer Welle frente al de la extrema derecha, Hofer, por lo que la presidencia del país, cargo institucional, con muy poco poder, pero sí mucha representación, no caería en manos de los extremistas. Suspiro de alivio en todo el continente y, por primera vez en este año maldito, victoria de la cordura frente al populismo.
 
Pero Austria era el entrante del gran plato de la noche, el referéndum italiano, en el que más que la reforma constitucional propuesta se encontraba en juego la posición del gobierno de Renzi, que se la había jugado a esta carta, quizás cuando pensaba que iba a ganar y que la lógica vencería en otros comicios continentales e internacionales. Con el paso de las fechas y las repetidas encuestas que pronosticaban una victoria del No la situación de Renzi se iba haciendo cada vez más complicada, y a la vez, crecían las sonrisas en los partidos extremistas como la Liga Norte o el movimiento Cinco Estrellas, por no hablar de un Berlusconi que ha aprovechado esta campaña para volver a aparecer frente a la opinión pública tras varios meses de retiro, presuntamente por motivos de salud. Había confianza en algunos analistas, más bien deseo, de que esta vez también las encuestas fallaran y la victoria fuese para un sorpresivo Sí, no tanto por el contenido de la reforma en sí, farragosa y con muchas aristas, sino por el voto de confianza y de estabilidad que esto supondría. Pero al final los sondeos no se han equivocado, parece que sólo lo hacen cuando pronostican sosiego y lógica, y el No ha ganado ampliamente, tanto por diferencia de votos como por regiones en las que se ha acudido a la consulta. Derrota clara de la propuesta de Renzi, que puede verse sin disimulos como una derrota suya. ¿Qué hacer entonces? Anoche, pasadas las doce, estaba anunciada una comparecencia de Renzi para evaluar los resultados y dar respuestas, y se rumoreaba su posible renuncia. Ese rumor se ha confirmado, y el ambicioso Renzi entrega la toalla y dimite. Sus tres años de gobierno han estado marcados desde el principio por la conjura palaciega que, en su partido, descabalgo a Enrico Letta, un personaje mucho más interesante de lo que parece, y le llevó a Renzi, hasta entonces alcalde de Florencia, al gobierno de la nación. Joven, osado, moderno y directo, Renzi encarnaba una imagen no habitual de la política italiana, que nos ha habituado a jerarcas de avanzadas edades y escenas promiscuas. Su porte ejecutivo y velocidad eran señales de una modernidad que, sin embargo, nacía con el pecado original de no haber sido nunca elegido por voto popular. Era este referéndum la primera oportunidad para los italianos de votar la figura de Renzi y sus políticas, y el resultado ha sido nefasto para ambos. Los extremos se han coaligado para derrumbarle y, rememorando a los restos del foro, su legado político yace en ruinas en las proximidades del Tíber.
 
¿Y ahora qué? ¿Cuántas veces nos hemos hecho esta pregunta a lo largo del año? Tantas como ausencia de respuestas hemos obtenido. Más allá de las inestabilidades financieras que tendrán lugar hoy y en próximas fechas, la caída del gobierno italiano deja al tercer país en importancia de la UE sumido en un marasmo, con una más que probable convocatoria electoral en 2017, que se unirá a las previstas citas de Francia y Alemania. Esto se traduce, sobre todo, en parálisis comunitaria, en indecisión, en retrasos, en falta de impulso para tomar decisiones, en medio de una tormenta política y social que no cesa. El No de Italia es, en parte, un No a la UE, una UE que este año ha recibido demasiados golpes como para permanecer ilesa. La gravedad de sus heridas crece.

viernes, diciembre 02, 2016

Subidón del precio del petróleo


La noticia de hoy no es de las buenas, ni para el bolsillo del ciudadano ni para nuestra economía en general. Parece que, por fin, un acuerdo de recorte de producción del petróleo por parte de los países de la OPEP y otros productores es visto por el mercado como una posibilidad cierta. Hasta ahora ha habido varios anuncios de este tipo pero todos se han quedado en nada. Esta vez parece que va en serio y el precio del barril lo ha notado, con una subida que a lo largo de esta semana se acerca al 20%. La referencia europea, Brent, llega a los 50$ y la americana, West Texas, casi a los 54. Hace poco más de un año los precios estaba en el entorno de los 25 dólares.
 
Para un país como España, que importa todo el petróleo que consume, la bajada de su precio es un alivio y su subida un perjuicio, con pocos matices. Ya saben que la traslación de los precios del barril al surtidor es muy especial, dándose el llamado efecto cohete, de subida muy rápida del litro de gasolina cuando sube el barril, y el efecto pluma, de descenso muy lento de los precios del consumidor cuando el barril se desploma, pero cierto es que durante los últimos tiempos hemos tenido combustibles baratos, con el gasóleo por debajo del euro el litro en muchas estaciones, y las gasolinas poco por encima de esa redonda cifra. La subida del crudo que estamos viendo, unida al fortalecimiento del dólar, provocará que a no mucho tardar vean ustedes incrementos de precios en las estaciones de servicio y, con ello, costes nuevos en su vida familiar. Es verdad que el mercado del petróleo está cambiando mucho, tanto por la oferta como por la demanda. Por la oferta, nuevos yacimientos y tecnologías como las del fracking han revolucionado la producción y, probablemente, sean capaces de poner un tope máximo al precio del barril que impida que alcance valores del entorno de, pongamos, 100 dólares, vistos hace apenas seis o siete años. A bajos precios esos nuevos recursos son deficitarios, pero a partir de los 50 60 dólares muchos alcanzan lo que se llama el “break even” o umbral de rentabilidad, a partir del que su explotación genera beneficios, y se suman a la oferta global, presionando a la baja al precio. Por el lado de la demanda, existe una enorme cantidad de la misma que a día de hoy es cautiva, pensemos en el parque móvil, pero en este punto la irrupción de la movilidad eléctrica y las restricciones anticontaminación pueden provocar que, si no hemos llegado, estemos cerca del punto histórico de mayor consumo de petróleo como combustible. Es casi seguro que en los países desarrollados veamos como poco a poco las cantidades de petróleo destinadas a la movilidad van decayendo a medida que se implantan vehículos y redes de carga eléctricas. Ese proceso será, no se engañen, lento y progresivo, pero es más que probable que no se detenga y, por tanto, presione a la baja a la demanda. Para un señor que posee un coche eléctrico, o un híbrido enchufable, el precio de la gasolina deja de ser, poco a poco, una variable importante en su economía familiar. El petróleo seguirá siendo fundamental en otras industrias, como la química, donde es mucho más difícil poder reemplazarlo, pero en la movilidad, creo que estamos en su momento álgido, y empieza a verse la cuesta abajo del mismo.
 
En todo caso, a corto plazo, esta subida del petróleo es mala para España. Equivale a una dura subida de impuestos para el consumidor (a la que hay que sumar la que anuncie hoy el gobierno) y generará inflación de costes al aumentar los precios de toda la cadena de logística y valor asociada. Inflación de la de peor tipo. Durante este par de años que llevamos la bajada del petróleo, junto con la política ultraexpansiva del BCE y el disparo del turismo han sido los llamados “vientos de cola” que han impulsado con fuerza la recuperación de nuestra economía. Tiene pinta de que uno de los vientos se convierte, poco a poco, en contraria turbulencia. A ver cuáles son los efectos finales y qué tendencia coge el precio del barril en los próximos meses. Ojalá no suba mucho más.

jueves, diciembre 01, 2016

Merecido Premio Cervantes para Eduardo Mendoza


Dice la costumbre, no escrita, que el premio Cervantes se otorga de manera alterna a escritores españoles y latinoamericanos, tratando de hermanar ambas orillas en galardones, dado que ya lo están en lengua. Tras la concesión del año pasado a Leonardo Padura, del que nada había leído y 2016 me ha dado la oportunidad de enmendar en parte ese error, ayer se conoció que el galardonado de este año es Eduardo Mendoza, escritor barcelonés actualmente afincado en Londres, autor de una extensa obra literaria, más pequeña en su vertiente de teatro y poesía. Me encanta que se lo hayan dado, porque se lo merece, y mucho.
 
Dos factores juegan en contra para el reconocimiento de Mendoza como el gran escritor que es por parte de la sesuda crítica y la intelectualidad. Uno es el hecho de que es un superventas. Sus novelas se venden como churros, y seguro que es uno de los autores más leídos en España, tanto por el hecho de que algunas de ellas estén recomendadas como obras escolares como porque su público no distingue de edades ni clases sociales. Es un autor famoso y con una obra muy famosa. El otro factor, aún más grave si cabe, es que en su obra el humor es uno de los protagonistas más importantes, y ya saben que el humor es visto por la crítica como un arte menor, como algo que rebaja la calidad de una obra, sea literaria, cinematográfica o de cualquier otro tipo. Y son precisamente estas dos características, especialmente la segunda, las que le hacen ser merecedor de un premio que parece diseñado tanto para él como para sus personajes. El humor de Mendoza es fino, sutil, inteligente, corrosivo y lleno de matices. En muchas de sus obras sirve como certero bisturí para desentrañar una sociedad que es mucho más compleja y retorcida de lo que los medios y la imagen nos quiere hacer ver. Su Barcelona cosmopolita mantiene un lumpen escondido que aflora en sus escritos sin que haga falta rasgar mucho la superficie, y en su galería de personajes, todos ellos geniales, ninguno imposible, encuentra uno retratos que coinciden plenamente con personas que cada uno conocemos en nuestro día a día. Mendoza es, en este sentido, un retratista social tan agudo como lo fue Galdós, pero que baña en humor la crudeza del paisanaje que contempla. Como le comenté a un jefe del trabajo hace una semana, hablando de los libros de Juan Marsé, “Mendoza es como Marsé pero con gracia”. Y qué apropiado que esa obra reciba un premio denominado Cervantes, autor de novelas en las que el humor tiene tanto protagonismo. En el fondo El Quijote no es sino una novela de humor, la primera de las novelas y la primera de las divertidas, en la que caricaturas de personajes famosos e identificables en su época viven aventuras imposibles y escenas que si a nosotros nos producen sonrisa en su tiempo debieron provocar carcajadas y escándalo a pares. Un caballero iluminado que se enfrenta a gigantes imaginarios y que es ridiculizado por nobles a los que finalmente demuestra su valía es muy parecido a ese detective de Mendoza, que pasa temporadas en el psiquiátrico, y que cuando sale de vez en cuando resuelve misterios cerca de tocadores de señoras y lugares tan inapropiados para el hampa. Sus tácticas de investigación son tan disparatadas como impropio es Rocinante para cabalgar, pero ambos consiguen llegar a sus objetivos y, lo que es más importante, al corazón del lector, al que arrebatan y, también, hacen reír de una manera, sana, jovial y despreocupada.
 
No se si el jurado del premio habrá pensado en ello, pero esta concesión a Eduardo Mendoza es, quizás, el mejor acto posible para celebrar el 400 aniversario de la muerte del genial Cervantes, que se ha cumplido en este 2016, y que ha tenido unos fastos bastante cutrosos en comparación a los que ha podido disfrutar su coetáneo Shakespare, que ha visto como medio mundo se volcaba en celebrarle mientras que aquí vivíamos de sainete electoral, desgobierno y ausencia de festejos, presupuesto y convicción para eventos literarios. Quizás todo haya sido una jugada, desde el más allá, del genial Miguel, que ha escrito el capítulo de este año como una parodia de la celebración literaria y que, para rematarlo, ha puesto la guinda de Eduardo premiado para que las historia, como mandan los cánones, acabe con el aplauso del público.