Páginas

lunes, febrero 27, 2017

Moonlight vence a La la land entre errores

En la era de la mal llamada postverdad sólo faltaba que los Oscar contribuyeran a la ceremonia de la confusión, y así ha sido. Escuchando desde la cama la retransmisión de RNE podíamos oír todos como, de la voz de Warren Beaty, salían claramente tres sílabas, las de La La Land, otorgándole el premio a la mejor película, tras haber cosechado el de director (el más joven de la historia) y actriz principal, pero luego ha venido el caos, porque Beaty ha leído el sobre equivocado, el del anterior premio, el de Emma Stone, y la película realmente ganadora ha sido Moonlight, tras una escena impropia de la organización de Hollywood.

Diciendo por adelantado que yo hubiera dado el Oscar a La Llegada, reconozco que tanto la película ganadora como la no son excelentes, en un año de una cosecha muy superior a la media de los últimos. No he visto Manchester frente al mar ni Fences, pero su otras dos nominadas, Figuras Ocultas y Comenchería, y también son de un altísimo nivel. En algunos medios de comunicación y opinadores se ha establecido algo así como una dicotomía entre La la land y Moonlight, de tal manera que el gusto por una excluye el de la otra, y creo que no es cierto. Son películas muy distintas, radicalmente opuestas en apariencia y forma, pero que realmente tampoco distan tanto una de otra. Cierto es que tras ver La la land uno sale feliz del cine, tras contemplar una historia completa, de principio y final apabullante, en la que no se alcanzan exactamente los sueños de los protagonistas pero que sí terminan por lograr algunas de sus aspiraciones, y entre medias, una historia de amor de ida y vuelta aderezada por una producción luminosa y llena de ritmo. Tras ver Moonlight uno sale desesperanzado del cine, dolido. La película muestra tres episodios de la vida de un chaval negro, que habita en un suburbio de Miami, cerca de un mar nada paradisíaco, en el que su homosexualidad será más determinante que el color de la piel. Conde destellos de redención en algunos de sus tramos, la realidad que muestra la película es la de una amarga Luz de Luna, bajo la que nada parece poder crecer, como narra la también dura y bella novela de Torborg Nedreaas. El protagonista carga contra el sino del lugar en el que le ha tocado vivir, de su familia, por llamarlo de alguna manera, y trata de escapar buscando un hogar alternativo, un amigo especial, pero apenas lo consigue. De una manera opuesta, también como en La la land, busca su sueño, que no está lleno de oropeles ni triunfo, sino que es una mera lucha por la supervivencia en un ambiente de hostilidad como resulta difícil imaginar. En su camino encuentra a algunas personas que le ayudan, y el las glorifica, pese a que nada tengan de santos ni benditos, y a otras que le hacen la vida imposible, hasta marcarle casi del todo y convertirle en una sombra muy parecida a lo que nunca deseó ser. Al final, como en La la land, se produce un encuentro entre dos de los personajes, que ven como sus vidas, transcurridos los años, han derivado hacia caminos que no imaginaron ni, en gran medida, fueron capaces de escoger. Pero ambos encuentran un momento para redimirse. No es una película fácil, ni por la forma en la que está narrada, ni por los silencios que a veces dicen tanto como incomodan, ni por ciertos trucos de cámara que, a mi al menos, me ponen algo nervioso, pero contiene belleza, resulta arriesgada, cuenta una historia compleja de una manera diferente, no resulta maniquea ni simplista en ninguno de sus temas de forma, como pudieran ser el racismo o la homofobia, y cuenta con unas grandes interpretaciones y un espectacular uso de la banda sonora. Frente a La la land, película que les recomiendo que vean porque es excelente y merece mucho la pena, Moonlight es pequeña, pero ambas son capaces de contar, de una manera soberbia, una buena historia. Y eso, y poco más, es lo que yo le pido a una película para que me guste.


Una reflexión sobre el error, que puede que sea lo más recordado de esta ceremonia (y de muchas otras que le han precedido). Más allá de las bromas virales que ahora mismo inundan las redes, el fallo muestra hasta qué punto nuestra era está tan llena de incertidumbres que, ni teniendo la respuesta somos capaces de estar seguros de ella. Un error lo tiene cualquiera, pero ante millones de espectadores de todo el mundo, los Oscar la han pifiado de una manera que, de suceder algo así en España, nos supondría el bochorno absoluto, el hazmerreír de medio planeta y, de propina, 100 puntos básicos de la prima de riesgo. Menuda munición le han proporcionado al insensato de Trump para criticarles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario