Como verán, me he respondido a la pregunta de por qué escribir escribiendo, demostrado la irracionalidad, en esta ocasión en forma de cabezonería, que llevo en mi seno, y que aflora no pocas veces. El impacto que una tecnología como la de ChatGPT puede tener es enorme, pero resulta realmente difícil calibrarlo. Sólo el tiempo determina lo que acaba pasando con las novedades tecnológicas, algunas de ellas se prometen grandiosas y lo son, pero otras acaban en la irrelevancia. Cuando Steve Jobs presentó el Iphone pocos lo vieron como la pieza que alteraría todo nuestro mundo, social y económico, como así ha resultado ser. Quienes menos, los ejecutivos de Nokia, la que era entonces la mayor empresa de telefonía móvil del mundo.
Quien sí ha mostrado nerviosismo, o directamente alarma, ante las posibilidades de ChatGPT es Google. A finales de diciembre la compañía solicitó que sus fundadores, Sergey Bryn y Larry Page, que ostentan cargos de representación institucional pero no ejecutiva, volvieran a reunirse con desarrolladores y el equipo profundo para ver hasta qué punto esta IA les podía hacer la competencia a su buscador. Google no responde con contenidos, sino con enlaces que contienen la información que estamos buscando. Su algoritmo rastrea la red de una manera eficiente y con tino halla lo que deseamos, pero no crea contenidos. El negocio de Google, dada su eficiencia como buscador, está en la publicidad que se inserta en los resultados que obtenemos la humanidad entera que a él acudimos a buscar, porque “Google lo sabe todo.” Es ese inmaterial que ha calado en nuestras vidas, el hecho de crear un verbo para ello, googlear, lo que le da a la empresa su poder, representatividad y, desde luego, fortuna. Si ChatGPT deja de ser esta demo que ahora vemos para convertirse en un servidor con capacidad de soportar millones de accesos y se conecta a la red para “aprender” en tiempo real, la expresión de que “Google lo sabe todo” puede quedarse obsoleta, y pasar de ser una metáfora a la descripción de una realidad en la que ChatGPT sea quien, realmente, todo lo sepa, porque lo ha aprendido. Pasaríamos de un proceso de búsqueda de información a uno de creación de contenidos personalizados para cada uno, en cada momento, en función de lo que quisiéramos saber. No preguntaríamos a ChatGPT dónde hay información sobre, pongamos, un animal extraño cuyo nombre hemos visto y no nos suena de nada, no. Le diríamos que nos diga qué es ese animal, y que nos cuente cosas sobre él (esto, de hecho, ya es perfectamente posible) por lo que nos ahorraríamos el paso de acceder a la fuente suministrada por el buscador y comprobar si en ella se encuentra realmente la respuesta a lo que buscábamos. La posibilidad de que ChatGPT, o una IA de este tipo, se convierta en el oráculo global y desbanque a los buscadores es tan cierta como prometedora e inquietante, sobre todo para las empresas que viven de la búsqueda. Al mensaje de alarma que ha salido de las oficinas de Google se le ha sumado la noticia de los 10.000 millones de dólares que Microsoft ha decidido invertir en OpenAI, la empresa que ha desarrollado ChatGPT, que ya contaba con financiación de la empresa de Redmond pero que ahora se ha convertido en la potencial joya de la compañía. Frente a Google Microsoft siempre ha perdido en sus apuestas, tanto en la creación de navegadores (ay el Explorer) como en buscadores (Bing no es competencia para Google) y ha tenido la vista de saber expandir su negocio de software vía nube (Azure es, desde hace tiempo, su principal fuente de ingresos) pero el resquemor ante la empresa de Sergey y Larry permanece en los cuarteles del gigante del software. Y ahora, puede ser, quizás haya encontrado, de una manera no prevista, la manera de poder ganarles.
¿Va a ser esto así? No lo se. Google también tiene mucho dinero invertido en IA, en la empresa DeepMind, creadora de los software “Alpha” como el que derrotó al campeón del juego del go (Alphago) o el que logró encontrar todas las soluciones al problema del plegamiento de las proteínas (Alphafold) y la tecnología de estos sistemas es muy similar a la de ChatGPT, redes neuronales de capas profundas de enorme cantidad de componentes, entrenadas de manera masiva y con capacidad de autoaprendimiento al alterar las ponderaciones que determinan sus resultados. ¿Tendrá Googel un AlphaChat preparado para sacarlo a la luz? No es descartable. La competencia entre ambas empresas, y terceras, espoleará aún más los desarrollos en IA, veremos hasta dónde.
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