Vaya por donde resulta que los ricos y poderosos también lloran, como decía el primero de aquella serie de culebrones que asolaron nuestras pantallas en los noventa. Kirsten Dunst está ingresada por depresión. Pese a los rumores que achacaba su internamiento al consumo de alcohol y otras drogas, parece que la chica está deprimida, y es su angustia, y no la resaca o el “mono” lo que le ha llevado a ingresar en uno de esos centros para ricos y millonarios donde te curan justo lo suficiente para que vuelvas en breve y así poder ir sacándote los cuartos de la manera más profesional y efectiva posible. LA pregunta que ahora se hará mucha gentes es, y quién diablos es Kirsten Dunst?
Pues esta señorita, actriz de cine, que ha participado en muchas películas, se dio a conocer para el gran público gracias a Spiderman, donde interpretaba el papel de Mary Jane, la novia del héroe. Yo le vi antes en “Las vírgenes suicidas” película de Sofía Coppola anterior al pelotazo de “Lost intranslation”. En Spiderman 1 Dunst podía lucirse mucho, y así lo hizo. Me encandilaron las escenas del instituto, en donde, porque no decirlo, estaba muy en su papel de pibón, especialmente la entrada que hace al comedor, con sus botas y faldita contorneante, y resbala volando para ser recogida por un atribulado Peter Parker dotado de unos brazos y bandejas prodigiosos. Me pareció más erótica esa escena que la del beso de los dos en la lluvia, quizás demasiado clásica y previsible. Como puede uno suponerse la señorita Dunst es guapa, atractiva, llamativa, tiene mucho “encanto” personal y es rica hasta decir basta. Intuyo que mirarse en el espejo no puede causarle grandes disgustos, cosa que si nos ocurre a muchos mortales, y no sólo cuando a eso de las 6:50 inauguramos en el baño nuestra vida pública ante nosotros mismos. No creo que tenga problemas con el euríbor, porque a ella un 5,05% diario, 4,99% mensual no le va a encarecer su mansión ya pagada, ni la inflación del 4,7% le va a mermar posibilidades a la hora de adquirir unos vestidos carísimos o unas joyas esplendorosas, que ni se usan a la hora de calcular el IPC, y que de incluirse provocarían una bajada, porque ni los pedruscos de Tiffany suben sus precios como la merluza o el paquete de arroz. También es casi seguro que tendrá una larga lista de amantes cariñosos a su espera, algunos de ellos ansiando solamente algo de sexo rápido y sencillo, y otros queriéndola más o menos de verdad, y me apuesto lo que quiera el lector a que si llama a alguno de los muchos nombres masculinos (y alguno femenino) de su agenda del móvil todo se pondrán a disposición de la bella Kirsten si les propone una noche de juerga, o salir a tomar algo, o un mero desahogo físico para liberar estrés, hormonas y pasión acumulada. Siendo todo esto así, ¿por qué se deprime nuestra ya íntima amiga Kirsten?
¿Será porque todo eso no le llena? Quizás a descubierto que los que acuden a sus llamadas lo hacen, aparte de por su físico, por la cuenta corriente que lleva adjunta, inevitable fuente de moscones y parásitos sociales. O porque estar rodeada de opulencia, vanidad y egolatría le hacen ver aún más clara lo vacía que es su vida interior, o porque aunque lo niegue, no le gusta su imagen por la mañana después de una noche de excesos, alcohol, cocaína y otras cosas. Como no voy a poder preguntárselo me quedaré con la duda, pero viendo la foto del enlace que adjunto, y con la aparente seguridad que transmite en su mirada, no logro intuir el juguete roto, otro, que Hollywood ha fabricado con ella.
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