No parece haber fondo en el proceso de descomposición de la política en nuestro tiempo. Sí, quizás la veía antaño con ojos más ingenuos, pero es que entonces, creo, quedaban dirigentes que supeditaban sus actos a algo más que al interés propio, con vistas a construir algo para la sociedad a la que se decían deber, y a la que, es la verdad, todo debían. Ahora parece que no. Las organizaciones han sido tomadas por hordas sectarias adictas de notoriedad, amantes del griterío, de las bajas formas, de la pura cutrez, que usan las redes sociales para atizar a diestro y siniestro e imponen discursos basura de tal necedad que espantan a cualquiera con dos dedos de frente. Eso se da entre nosotros y fuera. No es consuelo, sólo epidemia.
Convenientemente camuflado por los medios controlados por Moncloa, ha tenido lugar estos días en la ERC catalana un escándalo de tintes psicóticos y despreciables, que muestra a lo que están llegando todos los partidos. Tras las catalanas de mayo, y ante cualquiera de las posibilidades que se den hasta el 25 de agosto, fecha límite para la constitución de un gobierno autonómico, gran parte de la responsabilidad de lo que ocurra está en manos de ERC, uno de los perdedores de la noche electoral. Sin embargo, si se inviste a Illa o se provoca una repetición será, en gran parte, por decisión de ese partido, que se denomina a sí mismo republicano y de izquierdas. Pues bien, los malos resultados y las distintas alternativas que tiene ante sí han abierto completamente la caja de los truenos y han estallado guerras cruzadas de todo tipo en el seno de la formación. Podía uno pensar que todo es un enfrentamiento entre soberanistas moderados, partidarios de pactar, y radicales, que buscan la repetición con una posible unión con Junts. En todo caso ambos sectarios y, desde luego, nada de izquierdas, pero no, la guerra interna es de un todos contra todos, y se ha manifestado en declaraciones, amenazas, plantes y escenas de desunión a varias bandas, con el colofón de una campaña despreciable, como les señalaba al principio, en la que varios carteles con las efigies de los hermanos Maragall aparecieron por Barcelona en paradas de autobús y paredes varias. En ellos el lema único, repetido varias veces, decía “Fuera el Alzheimer de Barcelona” en una clara alusión a la demencia que está acabando con la vida del ex alcalde de la ciudad Pascual, que fue del PSC, y de paso un insulto a su hermano Ernest, desde hace tiempo en ERC. La imagen de ambos hermanos llena la parte central baja de la composición, con el lema repetido de fondo en toda la imagen. No ha quedado claro qué sector de ERC está detrás de semejante estupidez, pero los rumores apuntaban a, entre otros, Sergi Sabrià, vice-consejero y mano derecha del aún presidente de la Generalitat en funciones Pere Aragonès. Sabrià ha negado varias veces tener relación alguna con semejante asunto, pero hace pocos días dimitió de su cargo, diciendo que lo hacía con la conciencia tranquila, en lo que para algunos fue una espantada, para otros una negación a lo San Pedro de la culpa tras esa campaña y para no pocos la escenificación de una víctima ejecutada en público fruto de la guerra total que hay en el partido. Es difícil saber si Sabrià, que ha ocupado un cargo relevante, y muy bien remunerado, está detrás de algo similar, pero lo más patético de todo esto es que alguien, en el interior del partido, el que sea, ha visto normal llevar a cabo semejante iniciativa, alguien ha escrito ese lema ruin, ha mandado hacer copias impresas y lo ha puesto por las calles de Barcelona. Alguien, seguramente con una nómina pagada por los impuestos de todos, ha dedicado tiempo, recursos e iniciativa en denigrar a una persona que tiene una demencia incurable que la va a matar y a su hermano. ¿Esto es política? Quizás así lo entiendan algunos en la era de twitter, pero no, es simplemente mierda, y quien, quienes hacen semejantes actos son eso mismo. Unos mierdas.
La peste del balón, las formas zafias y talibanas que reinan en eso que dicen que es deporte, se han instalado plenamente en la política, entre los que la ejercen y los que antaño fueron periodistas, hoy meros hinchas del partido de turno que les garantiza ingresos y puestos desde los que alardear de sus “meritos profesionales”. Obsesionados por el poder, y por usarlo para beneficiar a propios y a los que les puedan ayudar, los políticos se han convertido en una lacra para el desarrollo de la sociedad actual. El que cualquier otra alternativa a su existencia sea peor no sirve de consuelo ante el erial en el que nos encontramos. No se si vendrán tiempos mejores, lo dudo, pero no se puede vivir de la nostalgia.
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