Decisiones controvertidas como las de un tribunal brasileño, que ha decretado el cierre de X, la antigua Twitter, en el país, por no respetar mandatos legales sobre la responsabilidad de lo que en la red se cuenta, o la detención del responsable de Telegram en Francia, o los bulos suscitados a raíz de algunos graves sucesos acaecidos en verano, han vuelto a poner el foco en el papel de las redes sociales en la convivencia general, la actitud de los usuarios y la responsabilidad que las plataformas tienen sobre lo que en ellas se dice o cuelga, debate que es bastante complicado y que ofrece aristas para todos los gustos, justo lo que no tienen muchos de los usuarios de las redes.
Es obvio que estas redes se han convertido, en determinados momentos, en inmensos pozos de mierda de los que hay que huir como de la peste. La actitud de las personas es lo que determina que lo que ellas hagan genere resultados y cómo sean, y en las redes existen alicientes para que uno se comporte de manera desmadrada y haga cosas que en el mundo real no haría. El anonimato, que permite que aquellos que son perseguidos por causas políticas en sus naciones puedan expresarse, o que bien usado se convierte en una fuente de ingenio a veces insuperable, permite a mastuerzos con dedos en las manos vomitar basura e insultos a diestro y siniestro, amparados en una identidad que no tiene por qué ser la suya. El anonimato también es positivo si nos deja acceder a cosas que, con nuestra identidad, nos daría reparo o vergüenza, piense usted en las fantasías sexuales sin ir más lejos, pero nuevamente estimula el descontrol y el riesgo de que, como no se sabe quién soy, puedo hacer lo que me de la gana, sin respeto alguno a normas, convenciones o lo que sea. Otro gran problema de las redes es el propio diseño del algoritmo, que fomenta el ruido, porque el ruido genera interacción y tráfico, y eso es monetizable. En eso se nota que el algoritmo está diseñado por humanos que nos conocen. Cuando hay un accidente se arremolina gente a verlo, mientras que si no pasa nada el personal deambula por la calle sin más. Broncas, discusiones, insultos, siempre provocan que las personas se arremolinen y vean, y en redes sucede lo mismo. Eso fomenta que la visibilidad de las cuentas aumente si uno se comporta de manera grosera, soez, maleducada y faltona, en plan ministro Óscar Puente, mientras que el uso sosegado y amable de la red no recibe un premio de mayor visibilidad o tráfico. Como en todo, hay excepciones, pero es lo que sucede en la mayoría de los casos, y eso permite que esos comportamientos se alienten y exacerben. Sujetos faltones y basura los ha habido toda la vida, en el mundo real, pero sus zafiedades apenas pasaban de la esquina de la barra del bar en la que se apoyaban. Ahora esas personas, que también pueden llegar a ser ministro o tertuliano, tienen el mismo altavoz global que el resto de los ciudadanos, el filtro social que antes los confinaba a su nicho ya no existe. Es más, su comportamiento se ve recompensado, por lo que uno tiene la tentación de sumarse a las formas zafias si lo que quiere es obtener un éxito rápido en redes, y recordemos que, en el corto plazo, un éxito en redes es tener un alto número de interacciones, destacar. Todos estos comportamientos nauseabundos se ven fomentados especialmente en X, donde la interacción político social es mucho más elevada que en otras plataformas. En el caso de Instagram o Tik Tok, más enfocadas en el egocentrismo y la venta de una falsa realidad de éxito, los problemas son de otro tipo, y no precisamente menores, pero las situaciones de acoso e insulto sí son menos intensas. X es un lugar en el que la mentira y el insulto alcanza grandes dosis de relevancia porque gran parte de los personajes de la política global están en ella, y se nutre de la actualidad diaria mucho más que el otro tipo de redes. Cada una, aunque sirva para todo, tiene un nicho muy específico en el que se ha acabado especializando y posee ventajas y problemas que deben ser tratados de manera muy particular.
No tengo la solución a este problema. Lo único que se me ocurre es hacer lo que hago en el uso diario de mi cuenta en X, la red social que más utilizo. En ella estoy con mi nombre real, y como en la vida real, no insulto a la gente, no pongo zancadillas al paso de otros ni apedreo coches o escaparates. Como no me gusta la bronca, huyo cuando se produce y dejo de interaccionar con quienes son proclives a ella. Hago un uso intenso en recursos y tiempo, pero nada apasionado, y si un tema general se desmadra y se convierte en ponzoña, no se accede durante un tiempo y ya está. Cribo a seguidores y perfiles, y huyo de los que generan ruido, dogma y mentira. Como en la carretera, si se conduce con prudencia se minimizan las posibilidades de accidente.
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