Ayer se publicaron los avances de PMI de agosto del conjunto de la zona euro y los correspondientes a Alemania y Francia. Los PMI, siglas inglesas, hacen referencia a una encuesta que se hace a gestores de compra de las empresas de sector industrial y de servicios, y sirven como indicador adelantado de por dónde camina la economía. Si una empresa ve que sus ventas van bien preverá producir más en los próximos meses y aumentará el consumo de stocks para su proceso productivo, y si ve que las cosas no van bien frenará gastos y preverá reducir los abastecimientos. Un índice 50 indica estabilidad, por encima expansión, por debajo contracción.
Para el sector manufacturero, el resultado que ha salido para la zona Euro es de 45,8 idéntico dato al registrado en julio. Sigue, por tanto, en terreno contractivo. Lo que señala este valor es que, para el conjunto de la zona euro, las empresas industriales están atravesando una situación delicada, con ventas decrecientes y sensación de que el mercado no se recupera. El valor del índice está condicionado, obviamente, al desempeño de las grandes economías de la región, y aquí el papel de Francia y Alemania es lo relevante. Y los datos en esos países son flojos. En Francia se pudo ver una débil recuperación en julio, que muchos achacaron al efecto de los juegos olímpicos parisinos, pero luego, como las burbujas del champán, que tan rápido suben como bajan, la situación ha vuelto a ser del color gris como pintaba antes de la llegada de los luminosos cinco anillos. En Alemania la cosa es peor. Allí este índice sigue bajando desde hace meses, y se sitúa ahora en el 40,5, muy alejado de ese 50 que señala ausencia de tendencia. Esto no hace sino repetir el diagnóstico que todo el mundo señala sobre los problemas que arrastra la industria alemana, y con ella toda su economía. En la UE, con este panorama industrial, es muy difícil que se alcancen tasas de crecimiento significativas. Los PMI de servicios muestran más fortaleza, con índices que superan el 50 en la mayor parte de naciones, algo coherente con la época del año con mayor movimiento turístico, pero no tiene pinta de que sean capaces de contrarrestar un enfriamiento que no deja de acentuarse en la locomotora de la UE y que, poco a poco, se extiende por toda la región. La persistencia de problemas ya conocidos, como el encarecimiento de la energía, la guerra de Ucrania o la creciente competencia del coche chino están golpeando a una industria alemana que se encuentra en plena angustia existencial, con la sensación de que el futuro se le puede estar negando, y sin tener muy claro cómo responder. En general, todo el sector de la automoción europea se ha metido en un brete de cuidado a cuenta de errores propios (lo de Stellantis y sus motores clama al cielo) y decisiones estratégicas de los gobiernos, especialmente referidas al cambio climático y los objetivos de descarbonización. La eficiencia de la mecánica de motor de combustión alemán no puede correr al ritmo al que en Europa se imponen reducciones de emisiones, mientras que en otras zonas del mundo no se sigue ese proceso acelerado de reducción. Ahora mismo, por todo un cúmulo de causas, gran parte de los tractores de la industria europea no son capaces de funcionar como antaño y la sensación es que el otoño invierno al que nos adentramos tendrá poco de metafórico en lo que a la economía de la UE se refiere. Afrontar estos problemas es una de las mayores urgencias que tenemos encima de la mesa pero, lamentablemente, el ciclo político no ayuda. La debilidad el gobierno alemán es notable, y si salva por la mínima una elección regional es a costa de la sangría de alguno de sus socios y la pujanza, siempre presente, de la extrema derecha. Y en Francia la situación no es mejor, con un nuevo gobierno débil y casi en minoría, con la asamblea en contra, la calle protestando y un presidente Macron que no logra que su mandato se enderece. Hace falta impulso y decisión para tomar medidas serias, y no veo, por ahora, nada que me haga pensar que se acaben adoptando.
En España el PMI de agosto no ha salido malo, 50,5 aunque sí disminuye respecto al 51 de julio. Nuestra industria sigue tirando algo más que la de nuestros poderosos vecinos, pero los vientos fríos que de allí llegan empiezan a notarse y el freno en la expansión es claro. Es el desatado sector servicios el que mantiene el tipo y permite que nuestras tasas de crecimiento sigan siendo significativamente más altas que en otras naciones de la UE. Mucha turismofobia, pero cada vez vivimos más de ese sector y nuestra dependencia empieza a ser preocupante. De todas maneras, será imposible mantener un ritmo de crecimiento como el actual (2,5% – 2,7% al año) su la UE se frena, dado que ahí están nuestros principales mercados. A ver qué es lo que pasa.
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