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viernes, septiembre 06, 2024

Un piñazo en Mercadona

Si ha habido alguna historia divertida, en este verano de infamias gubernamentales y actualidad internacional desatada, es la de las piñas y el Mercadona. Creo que empezó como una broma en un poadcast o en una cuenta de una red social de una red social de un grupo de humoristas, pero por cosas de la viralidad, el verano y, claro está, la necesidad, se ha convertido en uno de los temas de conversación más recurridos en cafés del trabajo y de cualquier otro entorno. Esta semana la BBC lo trataba en un artículo en el que el “pinnapple-gate” se mencionaba como causa de revolución en los supermercados más frecuentados de España. Como ven, la broma tiene recorrido.

Lo de ligar en el supermercado es algo que, sin duda, algunos intentarán, sea cual sea el producto que lleven y la hora a la que vayan. Cuando uno quiere y necesita cualquier oportunidad es buena para intentar echar las redes, aunque sospeche que sólo va a conseguir arrastrarlas por el fondo. A priori este que les escribe cumple todas las condiciones necesarias para ser objeto de la broma. Soltero, sin compromiso, acudo a los supermercados de la cadena normalmente en el intervalo horario en el que los colgados podemos, de 19 a 20 horas, tras salir del trabajo. A partir de ahí incumplo algunos parámetros, porque llevo un carro extraño, en el sentido de los productos que cojo, no muy acordes a la idea del soltero habitual. No cargo ni cervezas ni patatas fritas, aunque no hace falta ser un lince para darse cuenta de que vivo solo al ver lo que voy depositando en la cinta de la caja para ser cobrado. ¿Me fijo en algunas de las clientas mientras hago la compra? Sí, claro, como lo hacemos casi todos los chicos, los desparejados desde luego, en casi todos los ámbitos de la vida, pero ya casi por una costumbre, no por plantearme nada, y menos por imaginarme una historia con ribetes pasionales al lado de los congelados, como medio para aliviar calores súbitos. Se puede uno hacer ideas sobre las personas que van solas y sus pedidos, y deducir, eso suele ser relativamente sencillo, si tienen hijos o no, pero a partir de ahí probablemente cualquier intento de inferencia sobre sus vidas esté condenado al fracaso. No descarto que haya alguno que viva con su pareja gracias a un encuentro casual en el pasillo de droguería, o que de ser atendido frecuentemente por una cajera haya acabado pidiendo algo más que la cuenta y los vales de descuento, pero mi experiencia en la compra no tiene nada de sentimental, ni momentos memorables en los que he sentido que el choque de un carrito era una señal de flecha cupido portada por cuatro ruedas. No, no ha habido nada de eso. Quizás la noticia se pudiera complementar de manera adecuada con algún reportaje en el que, en efecto, se muestra alguna pareja nacida del último pan de molde que quedaba en la estantería y que fue requerido por ambos, suponiendo así el inicio de su vida en común, que rememoran cada vez que untan rebanadas y las saborean. O de otros que eran pioneros en eso que ahora se llama poliamor, que se apuntaban al dos por uno mucho antes de que alguno quisiera ponerlo de moda, y que empezaban con las conservas para acabar manteniendo la estabilidad de su relación hogareña y la que surgía entre lata y lata, abiertas todas ellas con algo de desenfreno y poco cuidado. Cada pasillo del super puede llegar a contar historias mucho más sugerentes que las relacionadas con la estudiada disposición de los objetos y con voces bastante más melosas e incitantes que esa que, cada cierto tiempo, llama a no se quién para que limpie el pasillo cuatro o acuda a su caja. Acudir a caja como metáfora de llegar a donde se consigue alcanzar lo deseado, a cubrir la necesidad, a ser atendido en el cariño.

En parte, también, esta historia de la piña muestra que estamos necesitados de amor, que la soledad en la que vivimos crece, que las parejas en nuestro entorno se rompen cada vez con mayor frecuencia y que no está nada claro que el dominio de las aplicaciones de ligue hayan conseguido cubrir el agujero sentimental en el que viven muchos. Por mi parte, no lo duden, he hecho en el super lo mismo que fuera de él, nada en este aspecto, y obviamente nada he conseguido, pero a ver si sale alguien que cuenta cómo conoció a su mujer, u hombre, mientras trataba de hacer la fastidiosa lista de la compra. Sería una buena historia, seguro.

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