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martes, enero 24, 2023

Que va a pasar en China este año

Esta semana es festivo en China, es su primera del año, tal y como se cuenta allí. En el formato lunar, comienza el ejercicio del conejo de agua, otro de esos animales curiosos con los que los chinos denominan a sus años. Se ha producido el mayor éxodo de población del mundo, que es cuando los chinos urbanos vuelven a los pueblos para reencontrarse con sus familias. Cientos de millones de personas se mueven por todo el país, atestan cualquier medio de transporte disponible y, tras tres años de restricciones, lo hacen completamente libres, llevando el covid a las zonas del país que, por ahora, estaban libres de infecciones.

2023 es, para China, una incógnita, y de cómo se comporte el país sabremos hasta qué punto el año es bueno o no para nosotros. Me explico. Dos son las grandes incógnitas; la evolución del Covid y el rendimiento económico del país tras el fin de las restricciones. De lo primero estamos ciegos gracias a la labor de censura del gobierno de Beijing, que ya recomendó a la OMS y a todos que no es bueno obsesionarse con el recuento de víctimas de la pandemia. Sólo le faltó al cínico portavoz gubernamental añadir que eso genera estrés y es malo para la salud. Las estimaciones elaboradas por entidades que se dedican a ello, véase esta de Airfinity, indican que el país debe estar atravesando lo más intenso del pico de contagio, y que la cima de la mortalidad se puede alcanzar a finales de esta semana en el entorno de los 36.000 fallecidos diarios, un número disparatado, pero que no lo es tanto si lo comparamos con los 1.411 millones de ciudadanos chinos. Sospecho que nunca sabremos a ciencia cierta cuántos fallecerán por esta maldita enfermedad allí, pero una vez que pase la ola y la mortalidad vaya cayendo, China es probable que de por finalizada la pandemia, y con ello instaure la vuelta a la normalidad en el país. El muerto al hoyo y el vivo al arroz tres delicias, por decirlo con tono oriental. Los millones de muertos, en su mayoría ancianos, eran una carga para el régimen de Beijing y entre sus jerarcas no se va a producir señal de pena alguna por haberse librado de un cierto exceso de población improductiva. Es lo que tienen las dictaduras, desprecian a todos, empezando por los propios. Tras esta limpia, le urge al régimen que la economía se levante a toda velocidad para volver a tasas de crecimiento elevadas que apacigüen los intentos de protesta por parte de la población, que pueden surgir si el régimen no es capaz de otorgar la prosperidad que promete a la población a la que somete a base de restringirle las libertades. Si China despega económicamente puede hacer que el mundo no caiga en una recesión global, volviendo a ser un motor de crecimiento, pero también un auge chino supondrá un elemento de tensión en mercados muy sensibles, como el energético. Petróleo y gas llevan un tiempo viendo como la demanda china estaba contenida debido al efecto de los confinamientos parciales de la política de covid zero. Una vuelta a la normalidad allí puede suponer un tirón de demanda a un mercado tensionado en el que el efecto de la guerra de Ucrania ni mucho menos se ha disparado. En Europa sobrevivimos al invierno gracias a nuestras importaciones de gas natural licuado porque, entre otras cosas, la demanda china de este tipo de gas lleva un par de años aletargada, pero como se recupere el suministro se nos puede encarecer, por lo existe un riesgo real de que asistamos a una segunda ronda de aumento de precios de las materias primas energéticas en el caso de que, pongamos, con la primavera, China se reanime. Esta es una de las grandes incertidumbres del año, dado que, además de los problemas del covid, la economía china tiene otros motivos de preocupación internos, siendo el pinchazo inmobiliario que vive todo el país uno de los más serios y difíciles de tratar. Seguramente aquí sí que estará el régimen de Beijing obseso para lograr que las deudas de promotoras, financieras y particulares no generen un problema mucho más grave.

La vuelta de China también puede suponer la reactivación de los flujos turísticos de aquel país hacia el resto del mundo, cosa que a la economía española le puede venir bien, y la aclaración de ciertas controversias globales en las que el gobierno chino es decisivo; su apoyo tácito a Rusia en la guerra de Ucrania, sus aspiraciones sobre Taiwán, su respuesta a los planes de inversión norteamericanos, que suponen un impulso proteccionista muy intenso, sus relaciones con una UE que cada vez ve más a Beijing como lo que es, un peligroso rival, que un socio fiable… el que China sea la segunda economía del mundo supone, sobre todo, que lo que allí pase nos afecta muy directamente, querámoslo o no.

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