Parece que hoy, por fin, el reticente canciller alemán Scholtz anunciará que su país va a ceder tanques Leopard al ejército ucraniano. Semanas de presión incesante por parte de un montón de países y los estragos diarios que realiza el despiadado ejército ruso en Ucrania han acabado por vencer las resistencias de un gobernante muy superado por la realidad a la que se enfrenta, y que ha conseguido enfadar tanto al resto de naciones aliadas como a parte de sus socios de gobierno. La sociedad alemana, muy dividida en este asunto, se muestra temerosa, y no asume el enorme fracaso estratégico que ha resultado ser su política hacia Rusia.
En la decisión de Scholtz parece haber pesado también el que EEUU haya anunciado que enviará algunas unidades de sus Abrams, en un movimiento que era negado por Washington desde hace semanas, y que está por ver si es realmente un anuncio efectivo o una medida de cara a la galería, cosmética, con el objeto de convencer al aliado alemán para luego concretarse en poca cosa. El traslado de las unidades norteamericanas hasta el frente ucraniano es bastante complicado, y el verlos operar allí puede ser algo digno de ser narrado si finalmente se produce. La gran pregunta es, ¿Van a cambiar el curso de la guerra este aporte de carros occidentales? Pues sí y no. Sí, porque evidentemente todo refuerzo es para bien, y la superioridad técnica de los vehículos occidentales sobre los rusos es más que conocida, así que es de esperar que en enfrentamientos en campo abierto el carro alemán gané al de origen soviético. Así mismo, si Ucrania pretende romper las líneas defensivas que Rusia ha fortificado en los frentes que controla sólo puede hacerlo con una ofensiva mecanizada en condiciones, y para ello la participación de los carros es decisiva. ¿Cuáles son los problemas? Varios, y no pequeños. El primero es el tiempo, porque va a transcurrir un tiempo no corto entre que los ucranianos aprenden a usar estos vehículos y les puedan llegar a sacar partido hasta que los lancen al frente del este, y ese tiempo es un margen que Rusia tiene, si es capaz de aprovecharlo, para intensificar ataques en donde considere conveniente. Ahora mismo la sensación de estancamiento con ligeros avances rusos parece ser la dominante. No creo que Ucrania pueda lanzar divisiones blindadas con estos nuevos vehículos de manera efectiva antes de la primavera avanzada, y eso nos pone varios meses por delante. El otro problema, más profundo y complicado, es el de la logística. Estos vehículos occidentales tienen incompatibilidades entre sí (los Leopard alemanes y Challenger británicos usan motores diésel, los Abram turbinas de gas) y, por supuesto, no comparten nada de la mecánica de las unidades T-XX rusas y ucranianas. Hasta ahora el principal suministrador de carros para Ucrania ha sido el necio ejército ruso, tanto con unidades operativas que eran abandonas como con vehículos parcialmente destruidos, pero que podían canibalizarse para obtener repuestos o munición que fuera útil para las unidades de Kiev. Si, pongamos, una oruga de un tanque ucraniano se rompía, los restos de un tanque ruso roto servían para desmontar piezas de sus orugas e insertarlas en la unidad ucraniana. Esto ya no es así en los vehículos occidentales. Si un Leopard se estropea los ucranianos no tienen piezas de repuesto para arreglarlo, deben suministrarlas en Alemania, y algo parecido pasa con la munición de disparo, tanto del cañón principal como de las ametralladoras auxiliares que portan estas unidades. Esto supone que el ejército ucraniano debe, en la práctica, crear dos líneas logísticas de suministro y mantenimiento para sus unidades acorazadas, realmente tres si hay Abrams sobre el terreno, que son diferentes de todos los demás, y eso complica notablemente las cosas, y ofrece un punto débil que los rusos, si tienen algo en la cabeza, pueden explotar con facilidad. La logística es clave en todo proceso, y más en el militar. De hecho, Rusia ha mostrado lo nefasta que es la suya y la oportunidad que ello ha suministrado a Kiev, y los ucranianos han demostrado ser bastante más efectivos, sacando ahí una ventaja profunda.
Por ello, la llegada de estos carros es una buena noticia para Kiev, algo que era obligado por parte de las naciones que estamos apoyando a la democracia ucraniana frente a la salvaje invasión rusa, pero como se lleva demostrando desde hace ya casi un año, lo que se venden como cartas ganadoras resultan ser más piezas dispuestas en un tablero en el que la sangría no cesa. Ojalá la efectividad de estos carros supla a los problemas de suministro y permitan arrasar las líneas rusas, brindo por ello, pero lo celebraré cuando se produzca, nunca antes. A esta horrenda guerra le quedan aún muchos capítulos, y no están escritos.
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