Este enero, que acaba mañana, está siendo bastante desgraciado en lo que hace a la aviación civil. Hasta ahora llevábamos dos graves incidentes con un balance de muchos muertos. Recordarán el avión que se estrelló en Kazajistán en una maniobra de aterrizaje de emergencia, en el que murieron 38 personas, y que al parecer fue derribado por sistemas militares rusos, que lo confundieron con elementos hostiles controlados desde Ucrania. Eso no fue un accidente. En Corea del Sur también vimos un avión destruido, en este caso al aterrizar sin tren y estrellarse contra la valla del final de la pista. Eso sí fue un accidente.
Y esta noche se ha producido lo que parece ser un desgraciado accidente en Washington. Un avión comercial procedente de Kansas, sin que conste que Dorothy fuera en él, se ha estrellado contra un helicóptero militar que estaba de maniobras de mientras realizaba la fase final de aproximación y toma de tierra en el aeropuerto nacional Reagan, el que está prácticamente en medio de la conurbación de la ciudad, aunque al estar en la orilla occidental del Potomac pertenezca al estado de Virginia y no a WDC. Algo más de sesenta personas, entre pasajero y tripulación, ocupaban la aeronave civil y tres creo que eran los militares que viajaban en el helicóptero. Tras el impacto, las naves han estallado y sus restos han caído en el cauce del cercano Potomac, que en estas épocas se encuentra a una temperatura extremadamente baja, cerca de los cero grados, por lo que es bastante probable que si hubiera habido supervivientes del impacto aéreo y la posterior caída sobre las aguas ya estén más que congelados. Parece que ya se han recuperado algunos cuerpos de las víctimas y es probable que a lo largo del día el recuento de fallecidos se equipare con el del total de los que se han visto involucrados en la desgracia. El Reagan es uno de los dos aeropuertos que sirven a WDC. Muy pegado a la urbe, como les comentaba, se destina principalmente a vuelos nacionales, mientras que el Dulles, bastante lejano a la ciudad, es el hub de vuelos internacionales. El tráfico aéreo sobre WDC es muy intenso tanto por la proximidad del propio aeropuerto Reagan como por todo el conjunto de aeronaves privadas y militares que operan en la zona, una de las más densas, ricas y activas del mundo. Lo que ha pasado es algo de muy baja probabilidad, pero no nula, dado el nivel de tráfico de la zona, pero que en todo caso requiere una investigación muy seria porque se ha producido un fallo en la coordinación de los vuelos de ambas aeronaves y los sistemas encargados de control y seguimiento no han impedido un choque como el que se ha producido. A priori, suponiendo que la trayectoria del avión comercial fuera la correcta, lo más fácil de suponer es que se ha producido un error por parte del piloto del helicóptero, que se ha introducido en el pasillo de aterrizaje del aeropuerto, cuando no debía estar allí bajo ningún concepto. Los registros de la torre de control del aeropuerto y las conversaciones que haya de las dos aeronaves con todos los involucrados en su seguimiento van a ser claves para averiguar qué es lo que ha fallado y permitido que dos trayectorias que deben ser excluyentes coincidan. Es probable que los radares de proximidad de los vuelos hayan podido indicar a los pilotos de una emergencia por la cercanía muta, pero que eso se haya producido con apenas segundos de margen y sin posibilidad para ninguno de ellos de alterar la maniobra para poder evitar la colisión. Aún es muy pronto para poder determinar las casusas, pero sí que, frente a lo que sucedió con el avión azerbaiyano, sí nos encontramos ante un accidente aéreo, como lo sucedido en el caso surcoreano. Acaba de manera nefasta el mes para el sector, con un balance muy grave.
Ahora, durante varios días, en WDC se va a proceder a ese macabro ritual que rodea a todo este tipo de desgracias colectivas, en el que los familiares de las numerosas víctimas se empiezan a congregar en el lugar desde el que se gestiona la tragedia y se enfrentan a un dolor total e imprevisto, lleno de incógnitas y preguntas, que no podrán ser contestadas en un corto plazo. Las compañías aéreas, en este caso American Airlines, y las autoridades deben afrontar la gestión del dolor y ofrecer a los allegados todo el apoyo posible ante un hecho que, ya, irremediablemente, alterará sus vidas para siempre, porque las que se han perdido no volverán.
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