martes, abril 30, 2024

Teatro barato

Todavía tengo algunas dudas para describir lo que hemos contemplado durante estos últimos días en la política española, una situación totalmente anómala en la que el presidente del gobierno se ha encargado de sembrar la incertidumbre absoluta en una situación que, para algunos es tacticismo, para otros una estrategia calculada, para unos pocos el reflejo de un sentimiento real y, para mi, sobre todo, una enorme payasada que, como todo lo que sucede en la política desde hace ya muchos años, supone pérdida de tiempo, de esfuerzos, de voluntad, de ganas y de interés en lo que hace referencia a ella. Degradación.

Salió Sánchez al pórtico de acceso a la Moncloa, se hizo la víctima, calificó de masivas la presencia de unos pocos militantes socialistas el sábado en la sede madrileña y se dijo a sí mismo que seguía y que luchará por la democracia, en una aparición vacía, lastimosa, llena de odio larvado a todos los que no sean el mismo y su ego. No hay mucho más que comentar sobre lo de ayer, porque de todos los escenarios que se llegaron a plantear, y que una posible dimisión como la que se presumía abría, nada se anunció. Ni cuestión de confianza ni nada de nada. Ya les puse por escrito el viernes, al día siguiente de conocerse el extraño anuncio, que por mi desde luego que Sánchez tiene que dimitir, pero que dudaba mucho que lo hiciera, y los hechos, por una vez, me han dado la razón. Durante estos días hemos visto como lo que antaño fuera un partido, el socialista, ya no es sino una corte de aduladores de un líder que actúa con despotismo absoluto en esa entidad, que decide de manera cesarista el futuro, quizás el suyo, desde luego el de los que le rodean, con unas formas en las que sólo su voluntad existe. El exhibicionismo de peloteo por parte de todos aquellos cuya nómina depende de la voluntad del líder ha sido obsceno, cutre, propio de una teleserie barata, con unas interpretaciones rayanas en el patetismo. Se notaba que, dependientes hasta el extremo de la voluntad del líder, todo su futuro estaba en el aire si éste dejaba de serlo. Les va la nómina, las hipotecas, los favores comprados y muchos otros castillos edificados en el aire sobre las bases de un poder que ejercen por atribución del Dios que, caprichoso, decidió darse un largo fin de semana. En todas las organizaciones existe un culto al líder, un grupo de pelotas que buscan medrar a costa de dorar la píldora al que manda para que les cubra de favores, y en la política este tipo de adhesiones “inquebrantables” que son ”eternas” duran lo que el poder en manos del que lo ostenta, y como se ejercen de cara a la opinión pública resultan tan descarnadas e imposibles de disimular. Para algunos exégetas quedará el analizar gestos y frases de estos cinco días. Para mi, no es otra cosa que una payasada lo que hemos vivido, un ejercicio táctico de prietas las filas de cara a las elecciones catalanas y europeas, pero vestido de reflexión personal en una secuencia de días que han teatralizado la vida pública de una manera infantil. Han proliferado los insultos en las redes, malditas, de una caterva de forofos del presidente y contrarios a los que nada diferenciaba de las aficiones exaltadas de esos que pegan patadas al balón y roban a manos llenas. El proceso de conversión de la política en un asunto de fanáticos psudofutboleros se ha acrecentado este fin de semana de la mano del ególatra supremo, que habrá disfrutado en casa como un enano de los desvelos de una parte de la sociedad, muy pequeña, ni siquiera de todos los militantes de lo que fuera el PSOE. Su calificación ayer de movilizaciones “masivas” lo que han sido unas concentraciones realmente escasas de apenas doce mil en Ferraz el pasado sábado son una muestra de la realidad paralela en la que vive el hábil superviviente de Moncloa, un personaje que no piensa para nada en gobernar, sólo en seguir y mantenerse por encima de todo. En cada una de sus piruetas cree Sánchez que hace historia. En parte es verdad, pocas veces se puede caer en ridículos históricos como el de estos cinco días.

Afortunadamente, la inmensa mayoría de la sociedad española hace tiempo que ha desconectado de estas payasadas, tristemente ha dejado de ver a la política como una vía de solución de sus problemas, y se dedica a vivir el día a día ajena a los bodrios que los que mandan les sueltan. Los precios, la vivienda, el trabajo, los hijos, las redes sociales, el euríbor, la salud… los frentes que de verdad importan son los que centran las preocupaciones de casi todo el mundo, mientras que la burbuja política, y los medios que de ella viven y alimentan, cada vez están más lejos del interés. De hecho, cada vez se ven con más desprecio. Malo, pero así es.

Cojo un par de días de ocio, lo que sumados a los festivos nacionales y locales hará que no nos leamos hasta dentro de una semana, el martes 7. Pásenlo muy bien.

lunes, abril 29, 2024

Caos en los campus de EEUU

Es interesante comprobar como la atención mediática global ha preferido centrarse en la guerra de Gaza frente a la de Ucrania, lo que sin duda perjudica a los valerosos ciudadanos y soldados de Kiev, que ven su apoyo reducido. Lo que pasa en el conflicto Israel Palestina es un enquistado tema en las noticias desde hace décadas y la implicación global de potencias en él siempre le ha dado una trascendencia especial, todo ello unido, claro, al enfrentamiento religioso que está, también, en el fondo del asunto. Como actor clave, EEUU aparece siempre vinculado a todo lo que sucede allí, sea el causante, beneficiario o, simplemente, aliado de uno de los contendientes.

Los infames ataques de Hamas del 7 de octubre del año pasado pusieron la solidaridad y el apoyo de todo el mundo en la sociedad israelí. La guerra posterior y la manera en la que las IDF desarrollan los combates ha cambiado el signo de la balanza, y la solidaridad internacional ahora está claramente del bando palestino. Unas atrocidades no exculpan otras, y uno puede sentir legítimo horror por ambas, pero ya saben lo que es el tiempo presente, sectarismo hasta el extremo. En EEUU la sociedad, tradicionalmente pro Israel, ha ido virando a lo largo de estos meses a golpe de imagen de combate y de palestinos masacrados y, especialmente las generaciones jóvenes, no tienen ninguna duda de a quién apoyan en esta guerra. Eso se traslada en expectativas de voto menguadas para un partido demócrata que no puede permitirse perder sufragio alguno, y de ahí la postura cada vez más incómoda de Biden y su administración con Netranyahu. Pero la cosa no se ha quedado ahí. De las manifestaciones callejeras día sí y día también se ha pasado a las concentraciones en los campus universitarios, en un movimiento que recuerda, estéticamente, a las imágenes que nos enseñan los documentales de finales de los sesenta, cuando la oposición popular a la guerra de Vietnam no hacía más que crecer. Estas acampadas, que llenan los céspedes de los collegues y demás instalaciones universitarias, se dicen regir por la petición de paz, y es probable que entre sus integrantes haya muchos que tengan ese sincero deseo, pero no son pocos los que, de entre los concentrados, han lanzado proclamas claramente pro Hamas, que ni mucho menos quiere decir que sean pro palestinas. Los estudiantes judíos de las universidades, que allí son bastantes, se sienten acosados por lo que en las concentraciones se grita y se han producido algunos incidentes. Muchos de los benefactores, que son los que pagan el coste de mantener en pie esas instituciones educativas, son de origen judío, y se muestran cada vez más contrarios a renovar sus aportaciones, lo que pone en un brete la supervivencia futura de algunas de las universidades. Equipos rectores, profesorado, todo el personal de esos centros se encuentra dividido en torno a lo que pasa en ellos y, en general, la postura es de incomodidad, se apoye a Israel, a Palestina o se denuncien los horrores cometidos por ambos. Miles de empleos de alta responsabilidad, altísimo sueldo y poder no pequeño pueden ponerse en riesgo si la imagen de las universidades comienza a deteriorarse y los flujos financieros que las alimentan se frenan. Como pueden ver, las autoridades académicas tienen un señor problema. Por ahora tratan de nadar y guardar la ropa, defendiendo la libertad de expresión de sus alumnos y profesores, lo que ampara las protestas, y pidiendo que no se cometan excesos, ni actos de violencia ni apologías del terrorismo, buscando cortar los discursos pro Hamas, pero una cosa son los deseos y otra lo que se ve, con más de un campus en el que la policía ha tenido que entrar para desalojar a grupos de manifestantes combativos. La situación es seria, porque allí las universidades son enormes empresas con unas cifras financieras de gestión apabullantes y un impagable prestigio social. En España la universidad no pinta nada, pero allí es una de las claves de bóveda de la vida comunitaria.

Para tratar de salir del paso, varios campus están decretando, dado que llegamos al tramo final del curso lectivo, la vuelta a las clases virtuales y el fin de la presencialidad hasta después del verano, lo que es una manera de reducir notablemente el número de alumnos que están en el campus y los problemas, y una manera de mandar el problema al futuro, patada adelante, confiando en que en septiembre la situación en Gaza se haya tranquilizado, pero no hay garantías de que eso sea así y, a las puertas de las elecciones de noviembre, es fácil presuponer un inicio de curso movido. Desde luego es seguro que la bronca seguirá estos días.

viernes, abril 26, 2024

Civil War, la película

El fin de semana pasado vi Civil War, película del director británico Alex Garland. Precedida de buenos comentarios, acudí a la sala con ganas de que me gustase y expectativas elevadas. Eso es peligroso, en casi todos los aspectos de la vida, pero en este caso no supuso problema alguno, porque el producto que me encontré superó, en prácticamente todos los aspectos, lo que me esperaba. Enclavada en un tiempo equivalente al nuestro, pero en una realidad alternativa, nos presenta a unos EEUU sumidos en una guerra civil en la que Texas y California, junto con parte de Florida, se han alzado contra un presidente que, en su tercer mandato, vive atrincherado en la Casa Blanca.

La acción se desarrolla en la costa este del país, tras lo que parece ser un tiempo largo de combates, en el que la sociedad que conocemos ya ha sucumbido en gran parte y la violencia armada, organizada o simplemente gansteril, se ha adueñado del paisaje. No queda nada claro cuáles son las motivaciones de los contendientes ni las ideologías que los respaldan, siendo en este sentido una guerra abstracta, en la que los bandos no generan empatía a un espectador que es lanzado a una moderna visión del infierno con el decorado de la opulencia norteamericana. En los barrios de extrarradio donde habitualmente se desarrollan tramas de comedia o vida de cualquiera de las series que conocemos a miles se vive una situación bastante afgana, de anarquía, de violencia. Los protagonistas de la historia no son los combatientes, sino un grupo de fotoperiodistas, dos veteranos, uno ya jubilado que persiste en su profesión y una muy joven que admira a los que al género se dedican y se cuela en el grupo. En su viaje de Nueva York a Washington, para tratar de cubrir el posible asalto de las tropas rebeldes a la capital, se suceden episodios en las carreteras secundarias que deben tomar al estar destruidas, o tomadas, gran parte de las autovías del país. Los periodistas buscan la noticia por encima de todo, la foto y se juegan la vida, en ocasiones de manera absurda, para lograrla, sin que les parezca importar demasiado lo que ocurre a su alrededor, o, desde luego, menos de lo que vale para ellos una instantánea. La sensación que da el filme no es, ni mucho menos, de idealización de la profesión de reportero, y el personaje principal, excelentemente encarnado por Kirsten Dunst, ofrece sin cesar el agotamiento de haber vivido demasiada crueldad, demasiado horror sin sentido, repetido una y otra vez a lo largo de su carrera en naciones que ella consideraba lejanas a su mundo. El contemplar esa realidad en los escenarios de su vida, de su nación, la destruye por dentro, y tiene el espectador la sensación de que la película también trata de la descomposición del personaje, de una vocación que se va corroyendo por una realidad que la supera con creces. En algunos de esos episodios el grupo de protagonistas es sometido a choque brutales con una realidad para la que no están preparados, y por momentos se les ve como meros peleles, superados por los acontecimientos. El muy veterano de entre ellos parece ser el único consciente desde un principio del desastre en el que viven, y de lo poco que sus vidas valen allí. Hay una escena en una granja, donde se ven obligados a parar por cuestiones que no adelantaré, que el director enfoca desde el más puro terror, donde todos serán sometidos a un examen vital. Quizás sea el momento más duro de toda la película, el que más te clava en el asiento y, curiosamente, está dominado por el silencio de un idílico entorno campestre, un paisaje de hierba y flores que encandila. Las voces de los protagonistas y de quienes están en la granja son las únicas que se oyen, pero el terror puro, de una manera que recuerda a cómo Stephen King va elevando el diapasón en sus relatos, se hace por completo con la escena y se desata de una manera imprevista y desoladora. Desde ese momento ya nada será igual para los componentes de la expedición y, me atrevo a decir, para el espectador.

Con escenas de cine bélico de enorme intensidad, la producción de la obra es excelente y el uso del sonido en la misma resulta perturbador. Pocas veces se han escuchado en una película los disparos como en esta ocasión, detonaciones sueltas o ráfagas que te penetran y llenan de dolor. Apenas hay momentos de relajo en la trama y la tensión se mantiene hasta el final. El uso de la violencia es explícito y sin remilgos, por lo que es recomendable acudir a verla a sabiendas de que, como pasaba en obras memorables como “Salvar al soldado Ryan” o “Hijos de los hombres” la pantalla nos va a golpear sin contemplaciones. Es una excelente película, recomendable en todos los sentidos. Y muy perturbadora por la realidad, factible, que plantea.

jueves, abril 25, 2024

Debiera, pero no creo que dimita

Hay un montón de cosas interesantes sobre las que debiera escribir, pero se ve que el circo en el que lleva metido demasiado tiempo la política española reclama su cuota de protagonismo, y Sánchez, el gran prestidigitador, vuelve a lograr sorprender a propios y extraños con sus decisiones. Es innegable su capacidad para lanzar órdagos y tomar decisiones anómalas, imprevisibles. La carta de ayer, con una presunta dimisión en diferido es una de las gordas a lo largo de su trayectoria, y deja demasiadas preguntas en el aire para las que nadie, yo menos, tiene respuestas.

Sánchez debiera dimitir, sí, pero no por presuntas investigaciones judiciales sobre su entorno, que ya veremos si se sustancian en algo o no. De eso se encargan los juzgados y sus enrevesados y lentos procedimientos. Debiera irse por haber engañado a todo el país y decir que nunca aprobaría una amnistía a los sediciosos del Procés que ha impulsado por el mero hecho de seguir en el poder. Ese es el mayor de los engaños políticos que ha llevado a cabo. La corrupción que pueda rodear su gobierno, las ramificaciones de casos como el de Koldo Ábalos y demás son cuestiones convencionales dentro de la política de este país, donde la ausencia de corruptelas sólo es segura en la ausencia del poder. En su carta Sánchez se muestra como el perseguido, el herido, el acusado injustamente, y proclama la necesidad de ser querido por el pueblo frente a las horda que le persiguen, al conspiración que lucha contra él, cosa que no deja de ser una excusa bastante cutre una vez que en la trayectoria política española todos los partidos han tenido casos de corrupción, con juicios y condenas que han llevado a dirigentes del PP, PSOE, PNV, CiU y lo que usted desee a prisión con condenas relacionadas con la malversación, fraude y todas las figuras asociadas a la corrupción. Ahora, que empiezan unas investigaciones en el entorno de la familia del presidente, que pueden concluir en algo o no, se muestra herido el prócer y redacta un escrito de escaso nivel literario en el que el populismo se destila en cada uno de sus párrafos. Me resulta del todo absurda la idea de que se sienta acosado por algo, el que lleva situado muy por encima de todos los demás desde hace años y se encarga de dictaminar qué comportamientos son los que se pueden considerar democráticos y cuáles no. El fangal en el que se ha convertido la política española es responsabilidad de todos sus miembros y, por nivel de importancia, desde el que más manda al que menos, por lo que las excusas propuestas por Sánchez para darse los cinco días de reflexión resultan difíciles de tragar, y hacen pensar a casi todo el mundo que estamos ante otra cosa. ¿Una pirueta de doble salto mortal para movilizar a los suyos? ¿Un golpe de efecto para, en el inicio de la campaña catalana, logra acaparar todos los focos y quitárselos a Puigemont para que su partido logre un resultado suficiente para sus intereses? ¿Un “prietas las filas” para que las elecciones catalanas y europeas no sean un calvario que suponga el fin efectivo del gobierno? Supongo que desde ayer por la tarde todo el mundo se hace preguntas de este tipo, a decenas, sin encontrar una respuesta, y que muchos dan por sentado que, detrás de este extraño arrebato, hay una táctica calculada, porque si uno quiere dimitir dimite, si no quiere hacerlo no lo hace (como bien demostró el impresentable de Rubiales hace un tiempo) pero no realiza un ejercicio de disuasión dilatada en el tiempo dejando que las especulaciones se disparen en todos los sentidos. Además de anómalo, es una manera de que las teorías conspirativas, Pegasus mediante y demás, se crezcan en el sucio mundo de las redes sociales, a las que habrá que prestar poco caso hasta que se acabe el plazo dictado por Sánchez, ya que ayer por la noche no eran sino un campo de batalla entre rendidos admiradores del mártir presidencial y sus opuestos. Una charca llena de depredadores. Algunos de ellos incluso se hacen llamar periodistas.

Mi apuesta es que, al 99%, Sánchez no dimite, que está montado un espectáculo para recibir un baño de masas de lo que considera el votante progresista (que destrucción de sentido la que ha sufrido ese término) y así movilizarlo para que vote unificado en las catalanas y europeas, que es lo que puede garantizarle una cierta estabilidad más allá del verano. Lo cierto es que ahora todo el mundo está sorprendido, alguno se hace el listo haciendo creer ahora que vio detalles ayer que ni él ni nadie vislumbró, y todos estamos a la expectativa. Como destructor de tramas y creador de giros de guion Sánchez no tiene precio. Netflix debiera contratarle si, ya lo dudo, se va.

miércoles, abril 24, 2024

Equilibro entre Israel e Irán

El viernes pasado se produjo una salva de disparos por parte de Israel para responder al ataque que Teherán ejecutó la noche del sábado 13 sobre territorio israelí. Fueron pocos cohetes y quizás algún dron. La acción tuvo tres objetivos principales. Uno, el de responder y no dar sensación de debilidad, dos, respetar los deseos de los aliados de Jerusalén de que la cosa no se descontrole y, sobre todo, tercero, decirle a Irán que su territorio no es invulnerable, y que tienen capacidad de golpear en cualquier momento no sólo a lugares poblados, sino aquellos de elevado interés. El que la respuesta no fuera sobre Teherán no fue nada casual.

Como bien dijo Ignacio Camacho en su columna del domingo, esto no se ha acabado, y lo que se ha iniciado es una nueva partida de ajedrez entre ambas naciones con un movimiento de apertura en la que se mueven los peones u otras piezas de escaso valor, como en las partidas clásicas. Los dos países han roto el tabú de atacarse mutuamente, desde sus propios gobiernos, y contra el territorio nacional del otro, pasando de una situación estancada de ataques vía proxy de Irán y de acciones encubierta de Israel. De momento la cosa no ha ido a más y la sensación de guerra cercana mutua se ha enfriado, cosa que es de agradecer, pero ni mucho menos los problemas se han diluido, sino todo lo contrario. En lo que hace a lanzamientos y salvas, hay un cierto equilibrio entre los contendientes, por el tema que comentaba la semana pasada respecto al coste de la defensa israelí y la posibilidad de un barato lanzamiento masivo por parte de Irán, pero lo que trasciende en el fondo es que la rivalidad ya es total y no hay freno. Les comentaba antes que no era casualidad que, mientras Irán hubiera lanzado ataques tanto contra bases como ciudades israelíes, Israel ha disparado poco sobre Isfahán, bella ciudad del suroeste del país, lejos de la capital. En su entorno está Nathan, que es donde se encuentra el complejo nuclear iraní, donde el régimen desarrolla su programa de enriquecimiento de uranio. El mensaje de Netanhayu a los líderes iraníes ha sido claro. Sabemos que, si buscáis la bomba, lo hacéis ahí, y que llegado el caso somos capaces de atacar las instalaciones y arrasarlas. La bomba es el gran escalón estratégico que separa las capacidades de ambas naciones. Israel la tiene, aunque nunca lo haya hecho oficial, e Irán la busca, aunque siempre haya vendido que sus instalaciones tienen por objeto la creación de combustible para reactores civiles. El acuerdo internacional que se suscribió al final de la presidencia de Obama buscaba ralentizar el programa iraní a cambio de incentivos económicos y de levantar muchas de las sanciones que pesan sobre el régimen, todo para lograr que la nación chií no se uniera al club nuclear, pero la decisión unilateral de Trump de romper aquel pacto lo hizo descarrilar y, pese a que aún no está derogado de manera oficial, en la práctica no rige. La lección que los ayatolás han podido extraer con el paso del tiempo es que el acceso al club de los poseedores de la bomba te otorga un plus de respetabilidad internacional, asociado al miedo que da que tengas, de verdad, el arma de destrucción masiva. Corea del Norte es el ejemplo perfecto de esta regla, y desde que el régimen de Pyongyang hizo la prueba y mostró su capacidad Kim se ha transformado en un señor al que el mundo hace caso. Es un peligro global, da miedo, y el miedo da respetabilidad. Irán sabe que si logra hacerse con la bomba, si la prueba y, de esta manera, anuncia al mundo que la tiene, elevará su estatus internacional de paria a estado con el que el resto querrán sentarse a hablar, y eliminará parte de la ventaja estratégica que ahora mismo le lleva Israel. En el contexto actual, de hostilidades abiertas, la tentación iraní para acelerar su programa y conseguir la bomba se ha incrementado notablemente.

Cierto, tener una bomba es una cosa e integrarla en una cabeza de un vector de lanzamiento otra. Corea del Norte ya ha conseguido todo el proceso, pero hacer una primera versión y detonarla en una prueba es lo básico, y nos llevaría a un escenario desconocido, mucho más peligroso. Israel siempre ha dicho que no consentirá que Irán lo logue, y que actuará de acuerdo con otros o por iniciativa propia para ello. Si posee información de que el proceso se acerca a su conclusión no dudará en atacar Nathan o lo que sea para impedirlo, y eso sí que sería una declaración de guerra abierta. El tablero está puesto, los peones han avanzado y la partida continúa. El juego serio no ha hecho nada más que empezar.

martes, abril 23, 2024

Libros y la estafa de la autoayuda

Hoy es 23 de abril, el día del libro, una jornada de descuentos en las librerías y de celebración del mutuo placer de leer y recomendar. Las rosas de Sant Jordi, bella costumbre catalana, estarán por todas partes y autores y lectores compartirán ideas sobre los textos que han sostenido juntos, unos creándolos y otros dándole vida. En el paraninfo de la Universidad de Alcalá recibirá el premio Cervantes Luís García Montero, a quien he leído menos de lo debido. Es un bonito día para los que amamos los libros, que tratamos de extenderlo a lo largo de todo el año. Los aniversarios sirven de recordatorio, pero son inútiles como islas en el mar del tiempo.

Pero, ay, tampoco podemos ser ingenuos. No todo lo que se publica es maravilloso. El libro es un formato ideal que perdura desde hace siglos y lo que le queda, pero lo que en él se escribe puede tener mayor o menor valor, o ser incluso contraproducente. Por ejemplo, de un tiempo a esta parte la sección de las librerías que más crece es esa que se ha bautizado como Autoayuda o Crecimiento personal, o cosas por el estilo. No se si por moda o porque realmente ahora sucede más, pero es casi imposible pasar por la entrevista de alguien conocido que no confiese que ha acudido a terapia, que ha necesitado tratamiento psicológico o algo por el estilo. De la estigmatización del sufrimiento mental y emocional hemos pasado a un cierto alardeo del mismo, cosa que sucede con todos los fenómenos sociales, hasta que se banalizan por completo y, pasada la resaca, suele quedar lo realmente valioso de ellos. Pues bien, subidos a esta moda se han disparado los títulos que tratan de ayudar a aquellos que lo necesitan, o al menos así se venden. Personajes que se hacen llamar doctores, expertos en psicología, conferenciantes de prestigio y una fauna de lo más diversa llena muestrarios con volúmenes no muy grandes pero nada baratos sobre los trescientos catorce consejos para llevar una vida mejor, la manera más adecuada de ser uno mismo, las vías para conocerte y llegar a los demás, las proteínas que en forma de persona servirán para construirte y un montón de lemas por el estilo, a cada uno más vacío y pomposo, que no hacen sino girar y girar en torno al concepto de “si crees, puedes” lema de una peligrosidad enorme, porque hace creer a quien se ha convencido del mismo que la vida no es sino el resultado de lo que tu pienses de ella y de cómo la afrontes, cosa que es completamente falsa. Si, como suele suceder, la vida te pega varios palos y muchas de las cosas que deseas no las logras, aunque creas mucho en ello, el corolario del lema es que no has creído lo suficiente y, por tanto, la culpa de lo que te pasa es tuya. Eso te hunde aún más en un pozo depresivo, pero nada, ahí aparecerán una nueva hornada de publicaciones que te dirán que la culpa es tuya, pero que debes de creer aún con más fuerza, y levantarte, porque el mundo está hecho para ti, y los demás son tuyos, y si te autoconvences de verdad de verdad de la buena vas a salir del hoyo y triunfar en todo lo que te propongas. Y así una y otra vez, un bucle constante de mentiras destinadas a personas que han sido golpeadas por las circunstancias de la vida. Como todos hemos sufrido porrazos de más o menos importancia, porque eso es vivir, el comprador potencial de estos libros de autoayuda es todo el mundo, lo que es fantástico. No estamos ante una literatura de género que a unos gusta, pero a otros no. A todos se nos han muerto allegados, hemos tenido crisis en el trabajo, desastres en las relaciones de pareja, sueños frustrados, etc, y todos tenemos heridas en nuestro interior causadas por lo que nos ha sucedido, o lo que hemos presenciado en nuestro entorno. Así, el potencial comprador es el mundo entero, y claro, entre tantos no serán pocos los necesitados de ayuda que acudirán ahí a la búsqueda de un remedio, como lo harán ante cualquier opción donde crean que puedan encontrarlo. Ya lo siento, pero esos libros son una estafa que no va a ayudar a nadie.

Bueno, a alguien sí, al autor y editor, porque se van a quedar con algo del dinero del sufrido comprador, que va a seguir tan mal como antes, pero con unos cuantos euros de menos en el bolsillo. No hay recetas mágicas para afrontar la vida, como tampoco para hacerse millonario ni para seducir ni nada de nada. Quien eso vende es un poco más listo que la media, eso es verdad, sabe detectar las carencias de los que les rodean y encuentra la manera de, a través de ellas, hacer negocio. Es un engaño, sí, pero que no deja de repetirse. Sinceramente, cada vez que veo una montaña de libros de ese tipo me dan ganas de denunciarlos. No compren nada de eso.

lunes, abril 22, 2024

Bildu casi gana, el PNV resiste

Lo primero, visto el resultado, es que de entre lo malo y lo peor que podía haber pasado, nos hemos quedado con lo malo. La resistencia del PNV es asombrosa, y tras cuatro décadas ganando elecciones autonómicas, vuelve a hacerlo, por la mínima, en el agregado de votos, pero en un empate a escaños que le deja con un sabor agridulce. Pese a ello, con la expectativa de una derrota que muchos vendían, y con el conocimiento de que, por ahora, mantendrá el Gobierno Vasco, su euforia de ayer por la noche está justificada. El feudo nacionalista sigue en pie, aunque asediado como nunca. Han sobrevivido y el poder seguirá en sus manos.

El resultado de Bildu es excelente, sin paliativos, y para este que les escribe, una noticia desoladora. Segundo en votos en el agregado de la Comunidad, a poco más de veinte mil de los peneuvistas, es la primera fuerza en Guipúzcoa, en todo, y por primera vez en la historia, gana en votos en Álava, donde empata en escaños con el PNV. El resultado alavés da para todo tipo de análisis e interpretaciones, y se convierte en un misterio en sí mismo. Los de Otegui han sacado oro de cada voto y lo han rentabilizado en escaños mejor que el PNV, que tiene en Vizcaya a su alma y la cosecha de sufragios necesaria para mantenerse como la formación más votada. En el duelo generacional es muy probable que Bildu haya ganado de calle a los jeltzles, siendo el voto nacionalista mucho mayor en edad, y eso le otorga a Otegui y compañía la opción de ser, en las próximas elecciones, los más votados. Nada de su infame comportamiento sobre la cuestión terrorista y el desprecio a las víctimas ha sido penalizado por un electorado amnésico, que olvida el pasado y desprecia sus lecciones a una velocidad que genera escalofríos. No hay consuelo moral para las víctimas de una época, que fueron asesinadas y despreciadas por todos, y que hoy son olvidadas por casi todos, y ven como el que fuera brazo político de aquellos que les mataron está a un paso de ser la principal formación electoral de su tierra. El mensaje ético y moral que se traduce de estos resultados es, simplemente, horrible, para llorar y no dejar de hacerlo. El resto de partidos, a la sombra, se reparten los restos. El PSE saca dos diputados más y se lleva algo de lo que fuera Pablemos, y puede darse por satisfecho. Mantendrá en principio la coalición con los nacionalistas y la correlación de fuerzas le dará algo más de peso en ellas. Además, la presencia de un Bildu en igualdad de escaños hace que el PNV sea consciente, aunque no lo reflejara ayer, de su debilidad parlamentaria. El PP sube un escaño, y supera sus anteriores resultados, los peores, y venderá como un éxito lo logrado, pero la verdad es que el botín es escaso. Además, no ha conseguido que Vox desaparezca, dado que han mantenido el escaño de Álava, por lo que los populares van a seguir siendo una fuerza accesoria y sin capacidad de decisión alguna. Sólo un cambio de fuerzas a nivel nacional le daría el revulsivo necesario para ganar peso en el País Vasco, pero eso, de momento, no se dará a corto plazo. Los grandes perdedores de la noche son el espacio a la izquierda del PSOE, donde se presentaban por separado Pablemos y Sumar. Los representantes de la familia del ex líder supremo han sacado cero escaños y los de la marca de Yolanda Díaz uno. Partían de los seis que tenía Elkarrekin Podemos, por lo que no hay que ser muy espabilado para comprobar que lo cosechado es una profunda derrota. El escaño de consolación lo han logrado por Álava, donde es mucho más barato en votos que en el resto de provincias. Ellos y Vox se han visto beneficiados por este aspecto y, aunque psicológicamente no han desaparecido, han conseguido escasamente cinco mil votos cada uno de ellos, superando por poco el 3,5% de todos los depositados. La coalición de Yolanda Díaz naufraga en cada elección que se realiza y sus expectativas nacionales son, cada vez, peores. Sobre la secta de Iglesias y familia, poco más que añadir. Su desaparición es una excelente noticia.

Decía antes que, por ahora, el PNV mantendrá el poder porque el PSE le apoyará, pero saben los “jeltzales” que no pueden descartar un escenario como el de Pamplona, una traición ordenada desde Moncloa, que otorgue a Bildu el poder con un apoyo del PSOE, total o parcial. A corto plazo ese movimiento no se va a dar, pero la idea de que pueda suceder, visto lo visto, está en la mente de todos, también en la del PNV, y eso le obligará a ser cauto. Es probable que la continuidad del gobierno vasco se mantenga durante un tiempo, pero todo está sujeto a la volatilidad extrema de lo que sucede en la política nacional, donde el resultado de las catalanas de dentro de tres semanas determinará muchas cosas. Salvado por la campana, el PNV suspira de alivio, pero con el susto ya instalado en el cuerpo.