martes, julio 08, 2025

El matonismo trumpista de Óscar Puente

Qué remanso de paz son las formaciones políticas, qué entrañable reunión de amigos unidos por unos ideales que se escuchan y aprenden conjuntamente. Qué envidia. El que se graben las conversaciones de lo que son reuniones a puerta cerrada y se filtren al cabo de un par de días es muestra de la vileza a la que ha llegado una organización podrida en la que el odio es el dominante y sólo las migajas de poder que caen desde lo alto son capaces de mantener unidas unas siglas que hace tiempo que dejaron de significar lo que pretendían. Supongo que todas las ruinas son similares, pero es cierto que el estrépito de algunas al caer es bastante más llamativo.

De lo que hemos escuchado del comité federal del PSOE lo que más me llama la atención es cómo un sujeto como Óscar Puente puede seguir ahí, en posiciones de mando, y sobre todo, cómo el resto de los que le rodean son capaces de mantenerse a su lado, siendo la personalidad tóxica que muestra a cada paso que da y rebuzno que pronuncia. Puente es el típico matón de barrio, el chulo de la esquina que alardea de lo duro que es y que no duda en insultarte o pegarte una cuando menos te lo esperaras. Es ese personaje de instituto que abusaba de los que podía, porque siempre había alguno más débil, y que se creía superior a todos ellos. Una muestra de lo injusta que es la vida es que ese sujeto a llegado a Ministro y muchos de aquellos a los que ha maltratado, en todos los sentidos, ahora ocupan puestos profesionales de menor relevancia y, a buen seguro, mucha menor nómina. Puente es el típico jefe capullo que grita, que maltrata, que desprecia a los que no le siguen la corriente o le hacen la pelota, el sujeto que se deja llevar por las malas maneras, que no duda en cortar en las conversaciones, en amenazar, en elevar el tono de voz. En definitiva, Puente es un sujeto indeseable del que hay que permanecer lo más lejos posible si uno quiere mantenerse con un cierto grado de cordura. Un jefe de este tipo, o peor aún, convivir en pareja con alguien así, es la receta perfecta para el desastre profesional y personal. Ahora que las estanterías están llenas de libros de autoayuda barata sobre quererse, personas vitamina y demás, Puente es el típico ejemplo de personaje siniestro que chupa la energía y ganas de vivir de los que le rodean, que hace imposible las relaciones, que lo entiende todo como una lucha en la que él es el que debe prevalecer y el resto están condenados a callarse o a darle la razón de la manera más servil posible. Este tipo de personajes son capaces de medrar en las estructuras profesionales porque exprimen equipos, los destruyen, pero logran alcanzar algunos de los objetivos a los que se habían comprometido ante sus superiores, a costa de la salud de no pocos de los subordinados. Van ascendiendo y dejando cadáveres a su paso, y labrándose una cierta fama de eficientes a la vez que duros, en medio del silencio de los que han sido destruidos, el acojone general de los que les rodean en cada punto y el peloteo de unos pocos que ven que si se suben al carro del capullo van a poder medrar a la vez que él, ocultando sus propias incapacidades. El caso de Puente tiene algo de particular, porque este tipo de comportamientos repugnantes se producen habitualmente en la intimidad, en reuniones de trabajo que se convierten en comités inquisitoriales, en encuentros de despacho donde la amenaza, insultos y malas maneras son dominantes, pero no se llevan a la luz pública, no se suelen exhibir ante todo el mundo de una manera tan descarada. Sin embargo, quizás como una nueva muestra de la nueva era en la que vivimos, Puente ha decidido desde hace ya tiempo dejarse de medias tintas y usar el insulto y el tono matonista como un distintivo personal. Al menos no engaña, es tan indeseable como lo muestran sus formas. Que su jefe, un psicótico narcisista, lo mantenga, es una muestra más de lo que ha degenerado la política en general y ese partido en particular. Mi consejo es claro. Ante este tipo de sujetos, ante los Puente que se encuentren en la vida, mejor no enfrentarse a ellos. Huyan a la primera oportunidad, abandónenlos, déjenles lo más lejos posible de sus vidas. Son tan indeseables como incorregibles.

Lo cierto es que lo que les comentaba de la era en la que vivimos me ha hecho pensar que Puente es un perfecto exponente del trumpismo, en versión local. Trump presume de ser un tipo directo, de no ser diplomático. Insulta, abusa de su posición de poder, no guarda las formas, es mal educado, soez, patán, abusón, deslenguado, impresentable…. Si lo piensan, alguien como puente llegaría muy lejos en el gabinete de Trump, que a buen seguro vería al vallisoletano como una curiosa reencarnación latina de su estilo. El magnate naranja lo miraría con desprecio, dada su componente racista, pero, sin lugar a duda, con cariño. Reconocería en los ladridos de Óscar el mismo sonido que se le hace familiar cuando se escucha con arrobo.

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