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jueves, julio 03, 2025

Fallo tras fallo tras fallo tras fallo

Todo sistema es susceptible de fallar, y cuanto más complejo e interconectado está, esa probabilidad crece. Tarde o temprano algo va a salir como no se espera y habrá problemas, y por eso los equipos de mantenimiento trabajan sin descanso revisando piezas, procedimientos, maquinarias y lo que sea para comprobar que cada una de las partes del sistema es lo más robusta posible. Eso, que no evita fallos, los hace mucho menos recurrentes, y aumenta la fiabilidad de todo el sistema, y con ello la calidad del servicio que presta y la seguridad de todos los que hacen uso de él.

Pues bien, la racha de fallos que llevamos en los transportes públicos de alta capacidad en España empieza a estar muy por encima de lo que indicaría cualquier curva de probabilidad razonable. El colapso de ayer en Barajas por un problema informático que afectó a los controles de seguridad fue el último de una secuencia que, como no, tuvo a principios de semana su recurrente episodio ferroviario en la línea Madrid Sevilla, con catenarias estropeadas y convoyes tirados en medio de la nada a cuarenta grados. Una anciana tuvo que ser evacuada de urgencia, y costó lo suyo, porque empezó a mostrar síntomas de gravedad, sin duda fruto del calor. Lo de que coger el AVE se haya convertido en una prueba de esfuerzo y algo parecido a la lotería negativa, con una pedrea de retrasos que, esa sí, está muy repartida, es algo que nos debiera escandalizar a todos, y que requiere explicaciones claras. Obviamente el ciudadano de a pie ya se ha empezado a dar cuenta que, desde el sujeto que ocupa la Moncloa hasta el energúmeno que cobra como ministro de fomento para insultar sin cesar desde su cuenta de X, hasta el último directivo colocado en la empresa pública de turno, nadie se hace responsable de nada de lo que pasa, las críticas de los miles de viajeros que, día sí y día también, sufren abandono en estaciones o descampados no sirven para nada y las hojas de reclamaciones deben tener como uso el convertirse en objetos reciclables una vez que han sido rellenadas. Los formularios webs de las empresas gestoras de las redes, sea ADIF o REDEIA o la que ustedes deseen, esconden de manera prodigiosa todo lo relacionado con las quejas y reclamaciones, y si usted logra acceder a ellas y rellenarlas sabe, con seguridad, que pulsar al botón de envío en esa web equivale al de borrado de los datos del formulario, porque su queja nunca será atendida. Ayer, sin ir más lejos, en el colapso de Barajas, fueron AENA, el gestor aeroportuario, el Ministerio de Interior, responsable de los controles de seguridad, y el Ministerio de Fomento, titular de la infraestructura, los que se cruzaron acusaciones mutuas sobre lo que había sucedido sin que ninguno asumiera parte alguna de la culpa. Lo que había pasado no era un hecho real, parecía decir cada uno de los entes involucrados, porque ellos lo habían hecho todo bien, y en todo caso sería responsabilidad de los demás. De los cientos de vuelos perdidos, de la frustración que se vivió ayer en el aeropuerto, de la colosal estafa que vivieron miles y miles de viajeros, nacionales y de todas las procedencias imaginables, ni palabra. Nada de indemnizaciones, de asunción de responsabilidades, ni siquiera de ofrecer unas míseras disculpas públicas por lo sucedido, no. Disculparse debe ser de pringados, pensarán todos los ejecutivos de los entes públicos que, mes tras mes ven engordar sus patrimonios en medio de la decadencia de los servicios que están obligados a prestar. Reitero lo del principio. Los errores existen, y asumirlos es el primer paso para evitarlos. Lo que estamos viendo desde hace tiempo en determinados sectores, el ferroviario desde luego, no es error, sino pura negligencia, desidia, abandono, desatención.

Aquí, en el fondo, lo que pasa es que la táctica sanchista ha calado en lo más hondo de muchos de los que por él han sido nombrados. Pase lo que pase, aguanta, no te muevas, no cedas, no dimitas, no te vayas, no seas tan gilipollas de dejar de cobrar el pastizal que te estás levantando. Acusa a todos los demás y al mundo entero, extiende la confusión, crea bulos, invéntate sabotajes y patrañas, dedica un pequeño porcentaje de los ingresos de tu ente a pagar a manipuladores mediáticos que te defiendan y acusen a todo lo que se mueva para salvar tu culo. Y el ciudadano, el usuario de los servicios públicos, el que los paga vía tasas o impuestos, que se joda, que se pudra, que se fastidie. Puro sanchismo en acción

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