Durante este pequeño puente, en el que en España hemos estado de ocio prenavideño, el mundo no se ha detenido. Más bien lo contrario, ha acelerado en algunas de las dinámicas más perniciosas de las que han eclosionado en este condenado 2025. Mientras que la presión a Ucrania por parte de EEUU crece, en lo que ya es un evidente chantaje que pone sobre las cuerdas al gobierno Zelensky, desde la Casa blanca se ha dado la orden de atacar con saña al conjunto de la UE, con la idea de debilitar nuestro vínculo con Ucrania y los propios lazos que nos unen en el proyecto europeo compartido.
Era asombroso ver, a lo largo del fin de semana, como un desquiciado Elon Musk se dedicaba en su red X a escribir in freno basura tras basura contra la UE, en la que mezclaba noticias ciertas con errores de la Unión y muchas muchas falsedades, todo ello apoyado en la idea general de que la soberanía de los estados debe estar por encima del poder dictatorial de una UE que restringe la libertad de expresión y los derechos en Europa, continente sometido a censuras sin fin. Leer algunos de estos mensajes lisérgicos era como ponerse a ver una película de serie Z en la que la producción es tan cutre que todo resulta cómico, solo que en el fondo no hacía gracia alguna. Muchos de esos escritos se basaban, sí, en errores cometidos desde las instituciones comunitarias, porque la UE también se equivoca, como todo el mundo, pero el contenido general y el tono de los mensajes superaba por mucho lo insultante para llegar directamente a la agresión. El lema que acompañaba a todos ellos era el de CancelUE, eliminar la UE, disolver la UE, así que, al menos, no se puede acusar al personaje de actuar de manera disimulada. Busca sin ambages nuestra destrucción como unión de estados. Lo más cachondo de todo era que cada gracia que soltaba Elon era apoyada fielmente por personajes como Dimitri Mevdeved. Alexander Dugin, Orban, Fico y otros sujetos reaccionarios que, o bien dirigen una dictadura o aspiran a hacerlo en sus naciones. Musk acusa desde su red X de censura a la UE y desde Rusia dirigentes de la nación lo apoyan, en un país en el que no se puede usar X porque, como casi todo, está prohibida. En la UE la red de Musk y todas las demás plataformas tecnológicas dominantes, de nacionalidad norteamericana, son plenamente operativas, y se usan a diestro y siniestro, generando beneficios a terceros y, claro, también a sus dueños, incluido el propio Musk. En Rusia X está tan prohibido como Facebook, Google y demás, y sólo a través de subterfugios como las VPN privadas el ciudadano ruso puede escapar de la cárcel cibernética que el régimen de Putin le ha impuesto. Pero no, la dictadura es la de la UE, el mal radica en Bruselas, y Moscú es el paraíso de las libertades. El mundo al revés, fruto no se si de una ingesta excesiva de sustancias, pero sí de una visión global desquiciada en la que no se es capaz de distinguir las fantasías de la realidad. Los ataques se han sucedido sin freno a lo largo de estos tres días, y desde ayer el propio Trump se ha sumado a los mismos, haciendo suyos los contenidos más vitriólicos de la nueva estrategia de seguridad que ha publicado el gobierno norteamericano, en la que califica a Europa de lugar decadente (algo de razón tiene) sometido a una invasión multicultural y en riesgo de desaparición. Dejamos de ser para ellos un aliado, un socio, un semejante, para convertirnos en un paria, en un estorbo, en alguien débil en un mundo de hombres fuertes que pueden reconfigurar el globo de acuerdo a sus deseos, creando esferas de influencia en las que la soberanía regional esté al mando de los designios de la potencia dominante. Se ve que a nosotros nos toca Rusia, y que Washington ve con buenos ojos todo lo que sean los deseos del Kremlin, en Ucrania y más allá, y claro, para eso la UE es un estorbo. Hay que cargársela, hay que liquidarla, hay que separar a las naciones para debilitarlas.
La tardanza en la reacción de Bruselas ante semejante andanada de disparates ha sido evidente, probablemente también porque allí aún no son conscientes del lío en el que nos hemos metido una vez que el garante de nuestra seguridad, EEUU, nos desprecia. Creo que aún domina en las cancillerías europeas el estupor cuando debiera ser el pánico lo que les moviera a actuar. Hay una negación colectiva, una especie de “esto no puede estar pasando” en la que París, Londres o Berlín, por poner los núcleos reales de poder del continente, no asumen que quien ha sido nuestro aliado determinante desde hace ochenta años está pactando con nuestros enemigos.
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