Hablamos mucho de la I+D+i como si fuese la solución a nuestros problemas, económicos y productivos, y en cierto modo lo es. Nos obsesionamos con estudiarla, medirla y compararla con nuestros países vecinos (y el resultado de la comparativa suele ser bastante triste). Se ha sabido esta semana que el gasto español en I+D crece a una elevada tasa anual, aunque todavía nos queda mucho trecho por recorrer. La pregunta es si eso se nota en la vida real de nuestras empresa, en el funcionamiento de las instituciones y en la formación de las personas que trabajan en ellas, y a veces parece que retrocedemos. Veamos un caso práctico
Una de las cosas que hacemos en este trabajo, entre otras muchas, es dar acceso a una aplicación informática a los beneficiarios que reciben fondos europeos, para que graben en ella los proyectos que desarrollan y el dinero que se gastan. Para eso el usuario debe poseer un certificado digital de carácter personal que, tras unos trámites que realizamos desde aquí, le autentifique frente al servidor de la aplicación y le permita acceder. Llamó ayer una empleada de un Ayuntamiento (no diré cual, pero no era un pueblo pequeño y perdido) porque el sistema le pedía una contraseña para acceder y no sabía que poner. Le dije que al tener el certificado ya no tenía que usar password, tal como se hacía hasta hace unos pocos años. La señora se quedó en silencio, meditabunda, y me dijo que qué era eso del certificado digital. Yo le expliquen en que consistía y que alguna vez lo había tenido, porque para solicitar el usuario de acceso debe rellanar un formulario web al que sólo puede acceder si posee el certificado de marras. La señora empezó a recordar, pero me dijo que eso lo hizo hace unos meses en otro ordenador de otro departamento, y que ahora se había cambiado de edificio y de equipo. “Bueno” –dije yo, “se habrá llevado consigo el certificado y lo habrá importado al ordenador que usa ahora, verdad?” ..... “importar??? Eso que es????” Empecé a preocuparme, sobre todo cuando confirme que, sí, el certificado se había quedado en el ordenador original. “No es mi obligación hacerlo”, dije, “pero voy a tratar de explicarle qué es lo que debe hacer. Se va a Inicio, programas, panel de control y le salen una serie de iconos,,,” Oiga, Oiga”, me dice toda acelerada..... “aquí salen un montón de cosas que no se que son. Nunca he estado aquí y me da miedo tocar algo”.... “pues más miedo debiera darle haberse dejado el certificado por ahí, porque alguien puede acceder a sus datos bancarios o de hacienda si se lo propone”... “no me diga eso!!!!....esto es muy peligroso, cómo nos obligan a usar eso sin informarnos de estos riesgos????” .... “mire señora, esto es una obligación impuesta a todos –yo ya algo cansado- y que le facilita el trabajo al no tener que recordar contraseñas ni claves para cada cosa. El problema es que si cada vez que entra en un bar se deja las llaves de casa y la tarjeta de crédito encima de la mesa y luego se preocupa porque el acceso a su casa o a sus cuentas es muy fácil, la culpa no es del fabricante de la cerradura o del emisor de las tarjetas, verdad?”
Poco a poco la señora empezó a entender para que sirve el certificado y los “graves peligros” que tiene su uso.... “Claro –decía- lo que ocurre es que los informáticos os movéis en un mundo virtual y falso, y eso a al gente normal se nos escapa”... “pues mire, señora, yo soy aficionado a esto de los ordenadores, pero no soy informático, sino economista, y eso si que es virtual, falso y muy peligroso” alo que la “clienta” contestó con una leve risa y, creo yo, asintiendo. Esto sucedía en una administración municipal española en Junio de 2008, y por la voz la señora no estaba al borde de la jubilación........... lo que nos queda por recorrer en esto de la I+D+i.......
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