Ayer fue la noche de San Juan, en la que se celebra, con hogueras y otros ritos, la llegada del verano. Me parece muy curiosa la desincronización que existe entre los solsticios y los festivos. Así, en verano, es la noche del 21 o del 22 de Junio, la del solsticio, la más corta del año, no la de San Juan. En invierno vuelve a ser la noche del 21 o 22 de Diciembre la más larga, pero celebramos el nacimiento de Jesús la noche del 24 al 25. En esas fechas los romanos conmemoraban el “Natalis invictis” porque el sol empezaba a crecer nuevamente, y el calendario cristiano adaptó esa fiesta pagana al nacimiento del Sol Jesús.
Pero ahora estamos en el verano. Supongo que por tal motivo ayer por la noche había fuegos artificiales, que yo veía desde el camino que bordea a una hondonada medio abandonada que hay cercad e mi casa y me permite tener unas ciertas vistas sobre Madrid a escasos tres minutos de mi portal. Cascadas, bolas y guirnaldas de colores, disparadas probablemente desde la zona de Las Rosas o Las Musas, cerca del estadio olímpico. Todo muy bonito, sí, pero aquellos fuegos poco podían hacer ayer frente a los fuegos “naturales” que se estaban desatando en el cielo, porque ya a eso de las 23:00, aunque no llovía en mi barrio, el cielo era una pesada nube llena de rayos y relámpagos por todas partes. Chispazos breves, intensos, de nube a nube o de nube a tierra. De todo, y que junto con las bolas de colores conformaban un espectáculo difícil de describir. Como a mi me encantan las tormentas me lo pasé como un enano viendo aquello, hasta que el ambiente empezó a revolverse y cayeron algunas gotas gordas, y corrí a casa, que las tormentas cuando se desatan son impredecibles y te puedes empapar en segundos. Afortunadamente para los festivaleros ya se habían acabado los fuegos, así que la lluvia no estropeó el colofón de la fiesta. Ya en casa empezó a llover, pero poco. Parecía que quería descargar con fuerza, pero no le salía, como si el cielo tuviese problemas de próstata y, dolorido, se estuviera aguantando. Los rayos de fondo seguían iluminándolo todo, como flashes naturales, formando una imagen que me recordaba mucho a las películas americanas, de esas en las que las tormentas son de miles de rayos, los cristales chorrean el agua que cae a manta y la pareja de enamorados, cerca de la ventana, se cuentan confidencias que, inevitablemente, acaban en un tórrido beso, preludio de la tormentosa noche de pasión que se avecina. En mi caso era igual, sólo que sin la pareja y el corolario posterior, claro, y en lo que respecta al tema meteorológico, sin demasiada agua. En la radio comentaban que por la zona oeste de la Comunidad de Madrid se estaba desatando una enorme tormenta de granizo y agua, y que había charcos y balsas por todas partes. Bueno, pensaba yo, a lo mejor viene para aquí, y con ese pensamiento me fui a la cama a eso de las 00:10.......
Y en torno a la 1:05 se desató el infierno. Me desperté con el ruido de los rayos y de algunas gotas gordas golpeando la persiana. Me he ido al salón, y a los pocos minutos, en medio de rayos no muy cercanos pero continuos, ha caído un chubasco de impresión. En tres minutos los jardines sitos frente a mi casa se han saturado y han rebosado agua y arena por todas partes, las gotas, enormes, salpicaban con fuerza el suelo y creaban una capa de agua pulverizada que se elevaba hasta cerca de mi ventana, y que casi me impedía ver el suelo. Hasta la 1:30 ha caído uno de los mayores aguaceros que recuerdo en todos estos años de estancia en Madrid..... un espectáculo formidable.
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