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viernes, junio 07, 2024

Elecciones europeas

Este fin de semana son las elecciones europeas. Realmente comenzaron ya ayer en Países Bajos, y será el domingo el día en el que más naciones de la UE estemos llamadas a votar, España entre ellas. El parlamento elegido tendrá por delante cinco años complejos en los que sus competencias serán puestas a prueba por la realidad hostil a la que se enfrenta la Unión y la más que posible presencia en la cámara de fuerzas extremistas, que no creen en el proyecto de la Europa Unida. El surgimiento de esas fuerzas proviene tanto del fracaso de las tradicionales a la hora de hacer frente a los retos como del miedo del electorado a esos desafíos. Y allí acuden los vendedores de crecepelos a hacer negocio.

Los partidos de extrema derecha han tomado el relevo a los de extrema izquierda a la hora de representar ese voto protesta del electorado insatisfecho y miedoso. Ambos extremos del espectro son bastante indeseables, carecen de soluciones ante los problemas y basan su existencia en el ruido que son capaces de generar, contaminando a los partidos moderados clásicos, cuyas recetas ya no funcionan como antes en sociedades que se han transformado notablemente y que se encuentran en un contexto global muy distinto. Cuando Europa regía el mundo las decisiones que se tomaban aquí condicionaban a otras naciones, en lo político y económico, y generaban réditos a quienes las tomaban, los europeos. En un mundo en el que el peso demográfico y económico de Europa no deja de menguar las decisiones de calado se toman en Washington o Beijing, y algunas nos vendrán bien y otras mal, pero es seguro que ninguna se tomará teniendo a nuestros intereses como variable decisoria principal. Lo que el gobierno de una pequeña nación europea pueda determinar sobre emisiones de CO2, ayudas a la industria de los chips o estrategias de defensa son apenas gotas en medio de un océano en el que billones de dólares, con b europea, se asignan a proyectos y empresas que poseen una visión global de futuro. Seguimos siendo, seguramente, el lugar del mundo en el que se disfruta de una mayor calidad de vida, y que oleadas de inmigrantes traten de llegar hasta nosotros desde un montón de naciones no es sino un claro indicador de ello, pero sostener ese nivel de vida requiere una productividad económica, un impulso innovador, una capacidad de trabajo y emprendimiento y, sí, un sacrificio, que no está claro que seamos capaces de mantener como conjunto de naciones. La UE sigue siendo el embrión de un proyecto glorioso, que nos ha evitado guerras desde que la Segunda Mundial casi nos arrasa, pero que no acaba de concretarse en una gobernanza coordinada que vaya más allá de los intereses nacionales. El mercado no es plenamente único, las fusiones entre empresas de la UE apenas se dan, siendo casi todas internas de cada país, las reglas de competencia que imponemos a nuestras empresas en territorio europeo no son aplicables a gigantes como los chinos o norteamericanos, que pueden burlarlas y usar su dimensión apabullante para conquistar mercados. Apenas existen multinacionales europeas entre las mayores empresas del mundo, y menos en sectores como el de la tecnología o todo lo relacionado con la IA (honrosa excepción la litográfica holandesa ASLM). Somos campeones mundiales de regulación, tanto en sectores maduros como emergentes, pero esas toneladas de legislación que se producen en Bruselas a lo loco se intentan aplicar a compañías desarrolladoras de negocio que son de otros países, y es allí donde se quedan las rentas de sus inversiones. Sectores antaño punteros como el del automóvil se enfrentan a una crisis existencial, dado el enorme retraso de las marcas europeas respecto a la movilidad eléctrica, liderada por la Toyota japonesa, la norteamericana Tesla o, sobre todo, las aplastantes marcas chinas. Y aunque no lo he mencionado, tenemos una guerra en el este que nos amenaza a todos y condiciona las formas en las que tendremos que dirigirnos e invertir durante los próximos años en materias tan importantes como la seguridad, defensa o energía. Sí, el panorama es muy muy complicado.

En clave nacional, la campaña europea ha sido, como todas las últimas, una porquería insoportable, con un presidente del gobierno que mantiene broncas con Argentina pero que está llevando la táctica Kichnerista de gobernar en matrimonio hasta sus últimas consecuencias, y un PP que cree tener los comicios agarrados pero no despega en las encuestas. Junto a ellos, una serie de partidos, a cada cual más ruidoso y patético, y algunas formaciones que pueden conseguir escaño por primera vez, recordándonos que si Ruiz Mateos o Puigdemont fueron europarlamentarios en el pasado ahora también puede lograrlo un agitador de redes sociales que no sabe nada más allá de montar broncas. ¿Qué pensarán Putin, o Xi Jinping, durante la noche del domingo, en el recuento electoral?

Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo dos días. Nos leemos el miércoles, DANA meteorológica mediante.

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