Lo más noticioso del resultado de la primera vuelta de las legislativas francesas es que todo ha transcurrido como se esperaba. La victoria ha correspondido a RN, la marca de extrema derecha de Marine Le Pen, que ha sacado un tercio de los votos, con el nuevo Frente popular de izquierdas como segunda opción, a unos cinco puntos de ventaja, y el partido de Macron en tercer lugar con un 20% de los sufragios. Los republicanos tradicionales, la derecha de toda la vida, ha sido cuarta, en el entorno del 10% de los votos, un resultado desastroso pero que se convierte en valioso de cara a la segunda vuelta, que tendrá lugar el domingo que viene.
El sistema electoral francés es lioso, pero se basa en asignar de manera mayoritaria el escaño en cada circunscripción. Si en esta primera vuelta alguno ha sacado más de la mitad de los votos, la silla es suya y se acabó. En caso contrario, pasan a segunda vuelta los candidatos que hayan superado el 12,5% de los votos, y el que quede primero de entre todos ellos es al que se le asignará el escaño. Por eso, en la segunda ronda, suele haber partidos que, en determinadas circunscripciones, deciden retirarse para concentrar el voto de los suyos en otra marca, buscando que gane alguien en concreto o, mucho más habitual, que sea otro el que no lo haga. Por eso, en la elección de ayer es probable que fueran muy pocos los asientos del legislativo francés los que quedaron escogidos, y todo queda a expensas de lo que suceda en siete días. Los mensajes que han transmitido ya los candidatos del frente Popular se basan en pedir que los que hayan quedado terceros se retiren para que no sean los de Le Pen los que consigan los escaños, y la declaración del, por ahora, primer ministro, el delfín de Macron, sin pedir la renuncia de sus candidatos, sí ha llamado al voto para impedir la victoria de la extrema derecha. Por eso les comentaba que el resultado de la derecha convencional, esa cuarta fuerza, puede ser relevante. Sus dirigentes han decretado libertad de voto y no van a pedirlo para ninguna otra fuerza, por lo que es probable que de ahí salga muy poco para la coalición de izquierdas y algo más para Le Pen. Con estos resultados, es muy difícil que, tras la elección del próximo domingo, San Fermín, RN no sea la primera fuerza en la cámara legislativa, y en función de sus resultados estará la posibilidad de que pueda acceder al gobierno o no. La agrupación de izquierdas genera aún más rechazo entre muchos de los franceses que la extrema derecha, porque la presencia de Francia Insumisa, el partido de Melenchon, es tóxica para muchos. Esa formación es algo parecido a nuestro Pablemos, con la misma delicadeza en sus formas y profundidad de pensamiento en el fondo. Socialistas y otras fuerzas moderadas se han unido a ellos con una pinza bien gorda en la nariz, buscando únicamente la derrota de Le Pen, pero sin tener nada claro como colaborar entre ellos en el engendro que han organizado, Frente a ellos, los de Le Pen se muestran sólidos, optimistas y, por primera vez, en condiciones reales de alcanzar la mayoría que les permitiría obtener el gobierno, lo que llevaría a tres años de cohabitación con el presidente Macron, Otro posible resultado del próximo domingo es una victoria de Le Pen, sí, pero insuficiente, lo que nos puede llevar a un escenario de parlamento colgado, en el que no haya una mayoría clara ni estable, y la posibilidad de elegir primer ministro sea remota. Y de hacerlo, su cargo esté al albur de cada votación, lo que llevaría al país al bloqueo. Como pueden ver, las alternativas políticas francesas pasan por lo desconocido, siendo malos o peores los escenarios en función de dónde nos coloquemos. Lo que parece segura es la debacle de la actual mayoría centrista y la posibilidad de que, en los próximos años, Francia sea un referente de estabilidad en la UE. Sabido es que, sin Francia ni Alemania nada sucede en la UE, por lo que el resultado galo nos afecta a todos, mucho más de lo que nos podamos creer.
La vedad, tristemente, es que Francia ofrece un espectáculo en el que dos extremos, retroalimentados, se disputan el poder desde una visión antagónica, existencial y populista de la vida. Dos formas completamente opuestas de entender la sociedad y la economía, llenas de sesgos, prejuicios y errores, que pueden llevar a las cuentas públicas francesas al colapso, disparando deuda y gasto, y debilitar al euro y al mercado común. De un gobierno centrista y moderado pasaremos a uno extremista, si es que llega a haberlo, por lo que la sensación de derrota para los que somos moderados, buscamos aburrimiento en la política y abominamos de los populismos, sea cual sea el traje con el que se vistan, es grande. Malos tiempos para la razón.
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