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miércoles, agosto 21, 2024

Contraofensiva ucraniana

Huyendo de nuestra cutrez patria, insuperable, lo más llamativo de lo sucedido en estas semanas ha sido la contraofensiva ucraniana en la guerra de invasión a la que Kiev se ve sometida por Moscú. Con unos lentos pero constantes avances en el frente del Donbás, las tropas rusas parecían ir ganando la partida a unas fuerzas ucranianas que reciben el armamento occidental con cuentagotas y que apenas logran reponer las bajas del frente. El año pasado se habló mucho de una contraofensiva de verano, pero nada se llegó a concretar, y las trazas parecían que iban a ser las mismas en este 2024.

Pues no, y además de la manera más sorprendente posible, porque Kiev no ha optado por un golpe en un punto de los algo más de mil kilómetros que componen actualmente el frente de guerra, sino que ha abierto un nuevo, al norte del país, y ha optado por penetrar directamente en territorio ruso. La región de Kursk, fronteriza con Ucrania, ha sido la elegida por los estrategas ucranianos para dar un golpe de efecto, lanzar tropas y unidades mecanizadas y empezar a conquistar posiciones, que a día de hoy se traducen en un área bajo control de Kiev de unos mil kilómetros cuadrados, lo que no es poca cosa. Cierto que apenas nada si uno lo mide respecto a la inmensidad de Rusia, pero no deja de ser llamativo que el país invasor reciba como respuesta del agredido un poco de su propia medicina. Es, además, si no me equivoco, la primera vez en la historia que una nación poseedora de armas nucleares es atacada e invadida en su propio territorio, y es que el arma nuclear es lo que, precisamente, ha dado cobertura de invulnerabilidad a las naciones que se han hecho con ella, y en el caso de la guerra de invasión rusa de Ucrania ha sido una de los principales argumentos para tratar de establecer líneas rojas en el apoyo a Kiev. La idea de que no toquemos mucho las narices a quien puede pulsar un botón nuclear lleva sobre la mesa constantemente desde que empezó la invasión en febrero de 2022. Por estas y muchas otras causas esta operación de Kiev ha sorprendido a medio mundo y ha disparado las conjeturas sobre cuál es realmente su alcance e intención. Se la ha visto como una maniobra de distracción, como una vía para que Rusia desmovilice recursos de su frente del Donbás y los desvíe al territorio nacional, ofreciendo así una posible vía para que las exhaustas fuerzas ucranianas de esas posiciones puedan realmente hacer algunos avances ante la ausencia de enemigos. También se ha visto como una operación de propaganda, como algo sorpresivo que nadie esperaba que permite volver a poner a esta guerra en el centro del foco informativo y, de paso, asestar un golpe de imagen al régimen e Putin, que todo lo basa en la seguridad nacional. Mirad que bueno es vuestro presidente, diríase que pregona el ejército de Kiev a los rusos, que no es capaz ni de mantener la seguridad de vuestra propia frontera, y que una nación como la nuestra, debilitada tras años de guerra, es capaz de propinar un golpe de gran dureza en vuestro propio país. Supongo que la censura del Kremlin se encargará de ocultar esto de cara a la opinión pública rusa, pero lo cierto es que el ridículo global es la sensación general ante lo que está sucediendo en Kursk, ridículo ante lo que se supone es la fortaleza rusa, convertida en un coladero. También hay quien ha visto esta incursión como una operación pensada para unas futuras negociaciones de paz, en las que Ucrania ahora podía acudir con una porción de territorio ruso que ofrecer como intercambio para recuperar parte de lo que era su país, una especie de toma de garantías para tener una mejor posición en la mesa de negociación. Supongo que habrá un poco de todo, pero lo que es indudable es la sorpresa que ha causado el movimiento, su audacia y, como está siendo habitual desde 2022, la necedad de la inteligencia y ejército ruso a la hora de prever escenarios y actuar frente a ellos.

Es poco probable que, una vez superado el factor sorpresa, la incursión ucraniana pueda ir mucho más allá. Con nuevas llamadas de reclutamiento el Kremlin podría contener los avances, y tratar de reconquistar posiciones, con dificultades tras la exitosa voladura, por parte de Kiev, de puentes estratégicos que dificultarán el avance ruso y le permitirían a los soldados ucranianos atrincherarse en el nuevo territorio. En todo caso la guerra ya lleva dos años y medio de curso y las posiciones, bastante estáticas, no indican que se vaya a producir un alto el fuego temprano. Rusia sigue con su táctica de desgastar a Kiev y contar con su superioridad numérica para ello, aunque soporte bajas sin fin, y Kiev aguanta lo que puede por la cuenta que le trae.

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