El lunes 5 de agosto se produjo un terremoto bursátil en todo el mundo. El desplome del 2% del Nikkei japonés arrastró a mercados de Asia, Europa y EEUU en una espiral bajista que rompía unos gráficos que llevaban todo el año siendo alcistas. Ante una convulsión semejante el miedo es libre, y los titulares de los medios así lo reflejaban. El movimiento, brusco y relativamente sorpresivo, parecía indicar la presencia de un temporal de verano, de esos que amargan la playa a los inversores y generan dolores de cabeza en la macro. La cosa no pintaba bien.
Prácticamente tres semanas después, los índices han recuperado el valor previo al derrumbe de ese lunes, y, en algunos casos, como el de la bolsa americana, los han superado, por lo que el bache ha quedado atrás. Quien liquidó posiciones en el desplome o bien hizo algo de caja con la ganancia que llevaba acumulada o apenas se enteró porque si había comprado cerca de máximos ahí ejecutó su venta. Las estrategias conservadoras a la búsqueda de una cartera larga en el tiempo sí saldrían perjudicadas, porque no soportan para nada estos vaivenes, pero lo cierto es que si usted se fue a la playa a principios de agosto, no tenía puestas órdenes automáticas de ventas ante derrumbes (los stop losses) y vuelve la semana que viene a su puesto de trabajo, consultará su cartera y tendrá la sensación de que no ha pasado nada de nada. Los que no han hecho movimiento alguno, o esos suicidas que entran en barrena cuando las cotizaciones caen y compran barato son los que han salido más beneficiados de este movimiento. ¿Es normal? ¿Hubo una sobrereacción de los mercados a lo que pasó en Japón? ¿Había ganas de hacer barrida, algo de limpieza, y lo de Japón fue la excusa? No lo se, pero es verdad que a veces, demasiadas veces, encontrarle sentido a lo que sucede en la bolsa es una labor propia de filósofos más que de economistas. No es normal que caídas tan abruptas se queden, en tan poco tiempo, convertidas en nada. No es nada habitual que el VIX, el índice de volatilidad de EEUU, el llamado indicador del miedo, se disparase casi hasta máximos históricos ese día y que hoy, casi tres semanas después, roce mínimos absolutos. Realmente, si uno mira los gráficos, no parece que hayamos vivido una crisis bursátil, sino un día de histeria que se ha recuperado en semanas, y ya está ¿Es tan simple como eso? Quizás, no lo se. Los fundamentales de la economía global no han cambiado mucho en estas tres semanas, los que predicen que seguirá fuerte siguen optimistas, los que prevén que la famosa recesión, la más anunciada de los tiempos modernos, esta vez sí se acerca mantienen su fe en gráficos y datos que señalan problemas y, en general, el año bursátil sigue siendo alcista. El episodio del 5 de agosto aumentó notablemente la presión para que los bancos centrales, léase FED y BCE, bajen los tipos en sus próximas reuniones de septiembre. Esas llamadas a la bajada fueron un clamor el 5 y 6 de agosto y se han ido apaciguando a medida que el mercado ha corregido la pérdida, pero índices como el euríbor, que siguen a la baja, señalan como bastante probable que sí se den recortes de tipos con el inicio del otoño, lo que supondría nuevos estímulos a mercados como el inmobiliario, al abaratarse el coste de las hipotecas. La reacción de las bolsas ante una bajada tan solicitada puede ser de todo tipo, desde la alcista que diría la lógica a la bajista, por eso de comprar con el rumor y vender con la noticia. Sí se detecta una especie de atonía global en variables como el consumo, y bajadas de precios en algunas materias primas, como el petróleo, que está dando buenas noticas a los veraneantes viajeros, que podrían indicar señales de enfriamiento. ¿Es eso suficiente para frenar el ímpetu de unas bolsas que, especialmente en EEUU, lo están haciendo fenomenal? No parece a corto plazo.
Dicen los que de esto saben que el mercado bursátil debiera aguantar alcista al menos hasta las elecciones norteamericanas. Muchos apuntan a que el Tesoro y demás instituciones de EEUU están expandiendo el gasto todo lo que pueden, incurriendo en déficits monstruosos, para sostener la economía del país y que esa sea una baza en la candidatura demócrata y, si tras las elecciones, se revalida el mandato, asistiríamos a un freno en el gasto público y a un recorte en mercados de cierta entidad. Tampoco lo se, aunque el relato es verosímil. En todo caso, del susto japonés queda poco, pero ya saben cómo es esto, un campo de minas donde, cuando menos te lo esperas, se revienta una.
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