Reconozco que cuando me enteré que el velero de lujo hundido frente a las costas de Sicilia se llamaba “Bayesian” no pude evitar que me saliera una vena chistosa relacionada con la estadística, la típica de los personajes frikis, como supongo que era Michael Lynch, el dueño del barco. Sino, es imposible que llames a tu embarcación en homenaje al teorema de la probabilidad condicionada, también conocido como teorema de Bayes. Lynch era una de las mayores fortunas de Reino Unido y su riqueza vino de negocios relacionados con la seguridad criptográfica e internet, por lo que, sí, sí, sería un friki de tomo y lomo.
El naufragio del Bayesian es una de las historias de este verano y un suceso que reúne un montón de características que lo hacen llamativo. El barco era uno de los mayores veleros privados del mundo, con algo más de cincuenta metros de eslora, y con un mástil de aluminio de 75 metros, el mayor de los de su clase jamás construido. Era una belleza de buque y algo de coste demencial. Propiedad de Lynch, se alquilaba cuando su dueño no hacía uso de él, a un coste algo superior a los 200.000 dólares semanales, tripulación, combustible, suministros y fondeo aparte. Se encontraba, la noche del suceso, fondeado a pocos centenares de metros de la costa de Sicilia, frente al puerto de Porticello, y en el estaban, creo, siete pasajeros y doce tripulantes. Hubo tormenta en esa zona, de gran intensidad, y por lo que cuentan algunas fuentes, una manga marina pudo impactar con el barco, suceso de probabilidad escasísima dadas las escasas dimensiones que tienen esos fenómenos en el Mediterráneo, escasas en extensión, no en virulencia. La cuestión es que se sabe que el palo del barco se partió y que en minutos toda la embarcación se hundió, quedándose en el fondo del mar, en este caso a una cota de cincuenta metros bajo la superficie. La mayor parte de la tripulación, que debía estar en cubierta, se salvó, y casi todo el pasaje falleció, entre ellos el dueño de la nave, Lynch, y su hija de ocho años, También falleció uno de los mayores ejecutivos de Morgan Stanley, amigo de Lynch, que se encontraba a bordo haciendo la travesía. La enorme suma de millones propiedad de los fallecidos ha elevado el caso al morbo global, en una especie de repetición del Titanic a escala, en lo que hace a lujo marítimo, desgracia y potentados ahogados. Las autoridades italianas, tras proceder al rescate de los supervivientes, han realizado las inmersiones necesarias para lograr encontrar a los fallecidos, que se sitúan al parecer no en sus camarotes, sino en uno que está más cerca de la salida, como si algo les hubiera despertado del sueño en el que se encontraban y hubieran intentado salir del barco, pero el agua se lo hubiese impedido. ¿Estaban descansando? ¿O de resaca tras una fiesta a bordo? ¿Por qué casi todos los fallecidos son precisamente del pasaje y casi todos los supervivientes de la tripulación? Los expertos que han hablado sobre el tema no se explican como un pedazo barco de esas dimensiones y de construcción tan moderna, con todos los sistemas de seguridad marítimos imaginables, ha podido naufragar de una manera tan catastrófica y veloz, y se hacen preguntas sobre si estaban los protocolos de seguridad preparados para ello, si se habían hecho ejercicios para prever una situación de riesgo con un pasaje tan especial, si estaban cerradas las escotillas y todo aquello que hubiera podido facilitar una vía de agua, y cosas por el estilo. No salen de su asombro. En el café, esta semana, uno que tiene experiencia en navegación me decía que todo le parecía muy raro. Que en caso de tormenta se pliega todo el velamen para que no coja vuelo y se lleve el barco por delante, y que quizás la rotura del mástil pudo venir porque parte de las velas se abrieron, pese a estar recogidas, y el tirón que provocaron rompió la estructura y condenó al barco, pero que en todo caso le parece un suceso muy raro. Hay un vídeo, de mala calidad, en blanco y negro, tomado desde la costa, en la que se aprecian las luces del barco y cómo lo que parece un enorme chaparrón de lluvia azota sin piedad la escena, difícil de apreciar, y en un momento dado las luces del mástil se derrumban, síntoma de su ruptura. No soy capaz de sacar conclusión alguna viendo esas imágenes.
La policía italiana ha recomendado a los supervivientes que no abandonen el país, porque es probable que tenga que volver a interrogarles varias veces para seguir averiguando qué pudo pasar esa noche. Los seguros han empezado los peritajes y son varias las opiniones que demandan que el barco sea reflotado para investigar, in situ, los daños y el estado en el que se encuentra, para poder reconstruir lo que sucedió. En todo caso, misterio, millones, cadáveres y tornados, la combinación perfecta para crear una trama adictiva que supera a muchos de los guiones imaginables. Y todo con una muy baja probabilidad de ocurrencia.
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