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martes, agosto 27, 2024

Escaramuzas en el Líbano

El fin de semana se ha producido un intercambio de fuego entre las IDF israelíes y la milicia chií de Hezbollah, en el que se han lanzado artillería, cohetes y disparos desde cazas militares. Fue Israel el que inició el ataque en la madrugada del sábado al domingo ante el temor, basado en informaciones de inteligencia, de que los milicianos iban a ejecutar en pocas horas un lanzamiento de cohetes bastante grande sobre posiciones del norte del país, y de manera preventiva, el ejecutivo israelí ordenó la acción. Por el momento el balance de bajas es escaso, con un militar israelí entre los pocos muertos, daños relativos y tensión no del todo liberada.

Partiendo de la evidencia de que a ninguno de los dos contendientes les interesa una guerra abierta en el frente libanés, menos aún a el pobre país mediterráneo, es difícil saber si la escalada irá a más o, como apuntan algunas fuentes, de momento ambos están satisfechos y se van a dar un tiempo para seguir observándose. Con la guerra de Gaza empantanada, sin que haya un día de horror en el arrasado territorio de la franja, el desgaste que sufren las IDF se mantiene, tanto en material propio como en suministros del exterior, la división en la sociedad israelí es cada vez más profunda y el deterioro de la economía del país seguirá carcomiendo la prosperidad de todos sus habitantes. Abrir ahora un frente en el norte sería una acumulación de esfuerzos que, supongo, tensionaría el país hasta límites peligrosos. Pocos más sacrificados que los israelíes a la hora del combate, pero el número de habitantes y su capacidad tienen un límite que no es conveniente traspasar. Por la parte de Hezbollah Irán, la situación es un poco más ambigua. Teherán sigue reservándose el derecho a ejecutar la venganza por el asesinato a manos de Israel de uno de los jefes de la milicia, pero lo que parecía que iba a ser un ataque inminente lleva semanas diluyéndose en el tiempo y ya no está nada claro ni que se vaya a dar ni en qué forma. El efecto sorpresa que pudo tener en su momento la represalia iraní hace semanas que se ha perdido, a no ser que desde Teherán se esté esperando a que parezca que no habrá respuesta y así reconstruir una especie de tiempo de sorpresa a posteriori. A Irán, visto de manera objetiva, tampoco le urge la prisa. Sus piezas en la región ven como la ofensiva israelí en Gaza ha dejado Hamas en las raspas, pero a cambio ha hundido la imagen de Israel en el mundo y ha logrado extinguir el sentimiento de solidaridad hacia esa nación que surgió tras los ataques sanguinarios del 7 de octubre. Cada palestino civil que mure a mandos de un bombardeo israelí en Gaza es sangre que riega el odio a Israel en medio mundo y que augura futuras venganzas, por lo que para el mundo de los Ayatolás, no urge la paz en la franja, y no interesa que la guerra se diluya en un acuerdo. En las conversaciones que, como el Guadiana, van y vienen, Hamas está acudiendo como oyente pero no como parte activa, y las propuestas que se ponen sobre la mesa, principalmente por parte de EEUU, el más interesado en que la guerra acabe, son vistas con cierto desprecio desde la parte iraní y la israelí. Esto último pareciera absurdo, dado que Jerusalén debiera estar interesada, por encima de todo, en logra la entrega de los secuestrados que aún permanezcan vivos (me temo que ya no muchos) y en dar carpetazo a esta guerra, pero esos intereses, los de la nación y la sociedad israelí, chocan con los del primer ministro Netanyahu, que sabe que si la guerra termina tendrá que responder por las corruptelas que le asfixian y por su incapacidad para prever los ataques del 7 de octubre. También la parte ultraortodoxa que sostiene a Bibi ha descubierto que con la guerra de Gaza vive mejor, porque puede masacrar a los palestinos como desee y donde desee, no sólo en la franja. Las incursiones en Cisjordania y otras zonas por parte de colonos exaltados, quemando, destruyendo propiedades e incluso asesinando a civiles palestinos están empezando a ser habituales, y esas hordas actúan con el consentimiento, cuando no aliento, de esa parte ultra del ejecutivo israelí, que ahora mismo no hace caso ni a lo que dice su sociedad ni a los deseos de Washington ni a nada que no sea su propia obsesión supremacista.

En definitiva, el polvorín árabe israelí está que arde y se pudre cada vez más en una carrera de acciones, venganzas y respuestas que no tiene fin. Resulta evidente que el papel mediador, y presionador, de EEUU ahora mismo no funciona, tanto por el hecho de que la presidencia de Biden agoniza y pierde poder a toda velocidad como, por lo que antes les comentaba, la huida hacia delante de parte del ejecutivo israelí. La división que crece en la nación israelita es una de las más graves consecuencias que esta guerra va a generar en el plano interno, y si no permanece unida, es difícil que Israel sobreviva, rodeada de naciones que sólo buscan su destrucción. Es difícil que las cosas empeoren, pero en este escenario sabido es que eso siempre resulta posible.

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