Es triste que, de todo nuestro desgobierno, sólo Margarita Robles, ministra de defensa, se haya atrevido a decir una verdad tan clara y evidente respecto al régimen de Maduro. Al calificarlo como lo que es, dictadura, ha roto una especie de tabú en la tontería ideológica que se mantiene en gran parte del ejecutivo y, desde luego, en sus socios de investidura. La contemplativa actuación de Albares, que hace tiempo que superó el ridículo, ha sido puesta totalmente en evidencia por Robles, que tiene bastantes más arrestos y capacidad para saber a lo que se enfrenta que un segundón cuyo futuro depende sólo de la rosca que le haga al que, es un decir, preside el gobierno de España.
Ayer Borrell, que ya está de salida, lo volvió a reiterar y dejarlo muy claro. Antes de las elecciones fraudulentas Venezuela estaba en manos de una dictadura, después del amaño, el régimen es aún más represivo y cerrado. Es así de sencillo. En el mundo existen dictaduras de derechas y de izquierdas, o que al menos pretenden vestirse de esos ropajes ideológicos, dado que en todas partes son lo mismo, un grupo de sujetos e intereses que se han hecho con el poder absoluto, político y económico, y reprimen con dureza a todo aquel que ose discutir su preminencia. Todas las dictaduras son malas, y todas debe ser vistas con el mismo desprecio moral, pero para gran parte del pensamiento dominante en nuestro país, que vive como millonarios en una sociedad de libre mercado, dictaduras como las de Cuba o Venezuela no lo son. En fin, no se dejen engañar por semejantes falsos. La cuestión es que, tras las declaraciones de Robles el régimen de Maduro ha aumentado la presión sobre España y nuestro desgobierno ya no puede recurrir al cansino comodín del PP para echarle las culpas de todo lo que pasa en el universo conocido. Este fin de semana se ha sabido que aquella dictadura mantiene detenidos a varios occidentales, entre ellos a dos de Bilbao, a los que acusa, sin pruebas, de formar parte de una conspiración para atentar contra la vida de Maduro. Diosdado Cabello, el responsable de las fuerzas armadas y hombre muy fuerte del régimen, ha salido en la televisión anunciándolo, acusando a los españoles de pertenecer al CNI y contando toda una historia que más parece fruto de una buena cortina de huno que otra cosa. Nuestro desgobierno ha salido rápidamente a desmentir que los ciudadanos españoles pertenezcan al CNI o a cualquier otra institución pública, y sus familias, que no han comparecido públicamente, sólo han confirmado que estaban de turismo por la zona y a principios de la semana pasada pusieron una denuncia por desaparición, porque habían perdido el contacto con ellos. Ahora sabemos que se encontraban detenidos por el régimen y que nadie de allí había informado ni a las autoridades españolas, y menos a las familias, que sus seres queridos no habían sufrido un accidente o algo así, sino que estaban entre rejas. Junto a ellos hay ciudadanos norteamericanos y de alguna otra nacionalidad europea, por lo que me da que Maduro y sus chicos acaban de conseguir un botín en forma de rehenes para presionar a las autoridades de estas naciones con el objeto de conseguir que la presión contra ellos disminuya. Supongo que a lo largo de la semana se mostrarán imágenes por parte del régimen de los capturados, con rótulos enormes en los que se indique que reconocen todos los cargos de los que se les acusa, y se empezarán a organizar pantomimas de juicio, de trámites previos, en los que se anticiparán sentencias muy duras. La actitud mafiosa de toda dictadura, que se extiende más allá de su propia población, y que no duda en restringir derechos a todo aquel que ose acercarse al país sometido al arbitrio del tirano.
Es de esperar que la UE avance en el procedimiento para reconocer a Edmundo González como presidente electo de Venezuela, e intensifique las sanciones al sátrapa Maduro y a su camarilla cómplice, lo que pondrá en más aprietos al desgobierno que tenemos, carente de toda ética, cegado por ideologías trasnochadas y muy perjudiciales, y lleno de necedad. La situación de estos rehenes que ahora se encuentran en Caracas es un problema añadido, no menor, pero que no puede condicionar el desarrollo de las decisiones políticas y sociales que deben ser tomadas por nuestras autoridades. Menos mal que estamos en la UE.
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