Parafraseando a Tolstoi, se puede decir que todas las tramas de corrupción son igualmente delictivas, pero cada una lo es sórdida a su manera. Tras la cima alcanzada por la trama de Bárcenas en el PP y su galería de personajes chuscos pensaría uno que los malos aprenderían y se esconderían mejor, usarían la tecnología para disimular sus robos y tratarían de esconder lo más posible los vínculos que los unen, pero no, no. Se ve que el dinero y la codicia forman esa pareja irresistible que, desde el mundo es mundo, enloquece a los humanos y les lleva a cometer todo tipo de actos, brillantes algunos, zafios en tantas ocasiones, para satisfacer sus instintos. Y esta vez no ha sido diferente
De los personajes que acaben componiendo esta trama tenemos ya a los tres principales que se dan en todas, que son los que la permiten. El político corrupto, el conseguidor que actúa de nexo y el que financia a todos y se lleva la mayor cantidad de dinero. Este tercero es el más importante, porque la corrupción no es nada sin dinero, cuando no hay papelitos de colores de por medio no se puede corromper a nadie, es la gasolina del delito. Este papel lo ocupa, en este caso, un señor llamado Víctor de Aldama, que para estar involucrado en una trama corrupta del PSOE ha decidido vivir con una estética más propia de uno de los implicados en la Gürtel que en otra cosa, quizás porque todos los corruptos son iguales en lo ajeno a la ideología, sólo creen en el dinero. Aldama untaba, sobornaba, repartía dinero y se lo llevaba. Koldo, el matón que pone nombre al caso de momento, era una pieza necesaria, pero menor, importante, pero no vital. Era el corre ve y dile de turno, el chulo de barrio que impone y enlaza a unos con otros, hace de recadero, conoce a casi todos, se convierte en la puerta que hay que tocar para acceder, pero no es más que un peón, una pieza de la que se hubiera podido prescindir si llega a fallar. Dadas las pocas luces que ha mostrado hasta ahora es probable que se creyese que era tan valioso como grande su cuerpo, pero estaba en un error. Ábalos es el político corrupto, ya saben, con el presunto delante, el que tenía acceso al poder, a determinar el resultado de contratos y adjudicaciones, el que se podía saltar las normas para que quien la trama deseaba se llevase dinero a espuertas en base a contratos públicos, esas poderosas herramientas por las que medio mundo empresarial y político mataría si supiera cómo esconder los cadáveres para siempre. Por lo que se sabe Ábalos ha sido un político bastante barato a la hora de ser comprado, es un hombre que, nada más verle y oírle, intuye uno que está acostumbrado a la vida callejera, al lumpen. No es de gustos caros, no le va el arte y la sofisticación, es más de “amiguitas” con las que “pasar el rato” y chalets, es el típico sujeto cutre de una peli de serie B, al que se le van los ojos con las tetas de las putillas que desfilan a su lado, un sujeto de los más chusco y torrentiano, que llega a ser Ministro de Fomento y secretario de organización del PSOE, el cargo más importante del partido que gobierna, que amasa una enorme cantidad de poder y que, en todas sus apariciones, ofrece una imagen propia de secundario en una serie cutre de mafiosos napolitanos. El deje de su voz, su pose, su mirada, nada en Ábalos tiene un solo gramo de apostura, de interés, de atractivo. Supongo que su éxito con las féminas se debe a la erótica del poder y, sobre todo, a lo que puede llegar a pagar para conseguirlas, todo muy en el marco de la doctrina feminista que envuelve el discurso de lo que antaño se llamó el PSOE, hoy sanchismo. El cese de Ábalos en 2021, de una manera abrupta, nunca fue explicado, y con lo que se va sabiendo ahora uno puede imaginar que, o bien la mierda llegó a tal nivel que algo había que hacer para cortarla o hubo alguno que decidió cortar por lo sano cuando se enteró de las cosas que pasaban al otro lado de su puerta, antes de que le salpicasen. En ambos casos la responsabilidad de que los presuntos delitos se hubieran cometido es equivalente.
Eso nos lleva a la figura de Sánchez, el número uno para Ábalos y cia, el jefe, el mayor de los mentirosos que han ocupado la Moncloa desde que su inquilino es elegido mediante elecciones democráticas. Ni una sola explicación ha salido de él o de su entorno de todo lo que se está publicando. Agarrado al soniquete de que bulo es todo lo que le perjudique, Sánchez sigue viviendo en su burbuja de soberbia autoalimentada por el presupuesto púbico, y sostenida por lo que antaño fueron periodistas y medios de comunicación, hoy empresas casi quebradas dependientes por completo de la inyección del dinero del gobierno para poder subsistir. El camino del mentiroso acaba mal, normalmente, pero puede tardar mucho en hacerlo. Es la esperanza de Sánchez, es lo que me temo.
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