Una de las grandes preguntas que suscitaban los acontecimientos de esta semana es la posible respuesta de Irán. Las opciones que debatían los expertos eran dos. O no lo hacía porque estaba realmente asustado ante el despliegue efectuado por Israel o lo hacía porque era la única manera de seguir manteniendo el estandarte de su presunto poderío militar y de lo que llaman la resistencia frente al sionismo. Ambas alternativas eran peligrosas para Irán, ninguna era buena, pero una de ellas iba a ser la que se iba a dar, con todas las consecuencias posibles. Finalmente, Irán optó ayer por la tarde por la primera, un ataque directo con misiles contra Israel, intenso en volumen, pero no en carga explosiva.
Fue una manera de decir “aquí estoy” pero sin cargar las tintas, pese a que supuso una ruptura de la brecha de seguridad aérea israelí y la constatación de que no hay sistema antiaéreo que pueda sostener un ataque de saturación. Con casi doscientos misiles lanzados, los tres niveles de defensa aérea israelí se emplearon al máximo, pero o lograron evitar que bastantes proyectiles impactasen sobre la nación hebrea, causando daños menores, que se sepa hasta el momento. En sus declaraciones, el gobierno de Teherán anunció que esta era la venganza ante la eliminación de los dirigentes de Hamas y Hezbollah, uniéndolo todo en un pack, de tal manera que quisiera anunciar que considera saldado el golpe recibido con una acción que, a todas luces, es de bastante menor intensidad de lo que se esperaría. Esto puede indicar varias cosas. El miedo que antes señalaba en el régimen de los Ayatolás ante la potencia y precisión demostrada por las IDF y la inteligencia israelí, quizás incluso, si me apuran, que el potencial militar iraní no es el que se presuponía, y que parte de la fuerza que exhibe sea un farol. Lo cierto es que la situación pareciera encontrarse en tablas, pero no es así, porque Israel considera que el ataque recibido ayer requiere respuesta, y que Teherán debe saber que no sólo sus proxies, sino el propio régimen chií debe entender que la impunidad de sus actos respecto a Israel ha terminado. Esto nos mete de lleno en una espiral de respuesta, de acción y reacción, que puede descontrolarse rápidamente. En abril las cosas se pararon en este punto, con una salva de misiles iraníes de menor entidad y efecto, y luego se instauró una calma tensa entre ambas naciones. Los esfuerzos que EEUU trata de hacer desde ayer se dirigen precisamente a una repetición del escenario de abril de un toma y daca y que las cosas no vayan a más, pero espoleado por los éxitos logrados a lo largo de las últimas semanas, y con la sensación de que la ventaja tecnológica y militar está de su lado, Netanyahu puede estar tentado a lanzar un golpe directo contra el patrocinador de todos esos movimientos que buscan destruir Israel, y que ahora se encuentran sumidos en del desconcierto. Si se fijan, parece haber un patrón en el proceso de gestión de Israel de esta guerra. Desde que se produjeron los salvajes atentados del 7 de octubre, primer aniversario el lunes que viene, nada es ya igual. El gobierno israelí determinó que ya no hay límite ni freno a sus actos, que los más de mil ciudadanos hebreos asesinados en esa jornada son la causa que justifica la acción militar sin contemplación alguna frente a aquellos que amenazan la seguridad del país, y que no habrá paz para nadie que busque el enfrentamiento con Israel. Primero Gaza, el feudo directo de Hamas, el atacante primordial, y el más débil de la ecuación. Desde hace unas semanas Líbano y Hezbollah, la milicia más poderosa y activa de todas, y ahora Irán, el patrocinador de todas ellas, junto con golpes intermitentes a las milicias hutíes del Yemen, que hasta ahora, curiosamente, se han mostrado como las más ofensivas y dañinas para la seguridad Israelí desde que comenzó la guerra. Si la secuencia es la que parece, Irán va a recibir un serio ataque por parte del ejército de Israel, y eso nos pondría ante una tesitura muy muy peligrosa. Ayer el miedo empezó a cotizar en los mercados.
¿Opciones de ataque israelí? Una, la más obvia, es Natzan, el complejo donde Irán desarrolla su programa nuclear, un lugar que intuyo más que enterrado y protegido, y que Israel habrá tenido desde hace tiempo sobre la mesa a la hora de planificar un ataque que lo arrase. Otro objetivo puede ser la destrucción de infraestructuras petroleras iraníes, refinerías y lugares de embarque de crudo en el golfo pérsico, por donde exporta la mayor parte de su petróleo (su gran fuente de ingresos). Sin ellas la economía del país se hundiría y el régimen lo iba a pasar muy mal. Si quieren imaginar, pueden hacerlo con un golpe a la cúpula del país, que imagino atrinchera en un búnker desde ayer por la tarde. No se, puede pasar cualquier cosa.
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