Tras una noche emocionante, en la que he estado desde las 3
de la mañana sentado delante del televisor, Obama
ha ganado las 57 elecciones presidenciales de los Estados Unidos con una
clara ventaja en el colegio electoral y un muy ajustado margen de voto real. En
este momento, a falta por asignar el estado de Florida, los 303 votos
electorales que ya posee le garantizan la reelección (recordemos que hacen
falta 270) y en voto popular la ventaja sobre Romney es ahora mismo inferior al
millón de sufragios, con 53 millones y medio para el partido demócrata frente a
los 52 millones ochocientos mil votos que ha obtenido el candidato republicano.
Obama ha logrado el triunfo en los estados más disputados,
especialmente Ohio, Pensilvania y Virginia, lo que hace irrelevante el papel de
Florida en el recuento global. Las encuestas apuntaban a un margen de ventaja
muy estrecho para el demócrata y así ha sido finalmente. La victoria es
incuestionable, pero supone un toque de atención al presidente, porque es de
las pocas ocasiones, cinco han sido mencionadas en el debate televisivo que ha
dado TVE esta noche, en las que el presidente reelegido ha obtenido peor
resultado en el colegio electoral que cuando fue escogido por primera vez.
Obama llegó el loor de multitudes a la Casa Blanca hace un año y era de esperar
el desgaste de imagen y popularidad que el contacto con la realidad produce en
toda enseña electoral, y viniendo de tan alto como venía era de esperar una
caída más pronunciada, como así ha sido. Además Romney, el candidato
republicano, a mi modo de ver un mal candidato, que ha cometido multitud de
errores en la campaña y que sólo al final de la misma ha sido capaz de elaborar
un discurso estructurado, ha sido suficiente como para poner a Obama contra las
cuerdas, y eso es algo a estudiar por parte de los demócratas. Si un partido republicano,
secuestrado en parte por un ala integrista que lo aleja de su espíritu liberal,
que se congrega en eso que se hace llamar Tea Party, es capaz de aunar más de
cincuenta millones de votos el bando demócrata tiene un serio problema, ya que
si algún día el republicanismo se libera de ese yugo y es capaz de situar a un
candidato de verdad en la carrera electoral pocas probabilidades hay de que la
victoria se le escape. En el mérito de Obama se encuentran tres aspectos muy
importantes. Ha sido capaz de resucitar parte del entusiasmo que concitó hace
cuatro años, que se encontraba muy diluido, ha conseguido que lo que se
denominan “minorías” (hispanos, negros, etc) se decanten mayoritariamente por
el partido demócrata, demostrando que una suma de muchas minorías da una
mayoría, y sobre todo, ha sido el primer jefe de estado que, desde que empezó
la crisis, ha logrado ser reelegido. Francia, Reino Unido, España (no digamos
Grecia o Italia)… la lista de políticos dirigentes de un lado y de otro del
espectro político que han sido destruidos por la crisis es interminable. Uno se
fija en la imagen de las cumbres internaciones de estos últimos años y puede ir
tachando mandatarios al ritmo de las elecciones en cada uno de sus países.
Obama se ha salvado de la quema, y lo ha logrado con unas cifras económicas que
objetivamente son malas (para EEUU, claro) pero que, viniendo de donde venía la
economía norteamericana cuando la tomó en 2008 saben a victoria. Sobreponerse a
la tasa de paro y al bajo crecimiento es el mayor de los logros de este
triunfo, a mi modo de ver.
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