Canadá es un país que pocas veces
sale en las noticias. Vasto, gigantesco, despoblado, civilizado y rico,
constituye una de esas sociedades a las que casi todos aspiramos, en la que
habrá problemas, como en todas, pero no lo parece. Un lugar en el que la
naturaleza ha convertido cada paisaje en una forma salvaje de belleza y
gigantismo, y en el nivel de vida parece haber alcanzado un punto a partir del
cual pocas son las mejoras posibles, apenas retoques. El frío condiciona la
existencia durante medio año y es visto como uno de los impedimentos para poder
vivir con mayor calidad. Pues bien, en este paraíso ayer tuvo lugar una trágica
escena que, por desgracia, conocemos bien en el resto del mundo.
Sigue
habiendo confusión sobre lo que sucedió ayer en Otawa, capital
administrativa del país. Al parecer fue un único individuo el que primero
disparó a un militar que custodiaba el memorial a las víctimas de las guerras
en las que ha participado el país, hiriéndolo de tal gravedad que moriría a las
pocas horas. Tras ese asalto el sospechoso se dirigió a la sede del Parlamento,
un enorme y precioso edificio de estilo británico, y disparó a diestro y
siniestro, sin causar víctimas. La policía, desplegada a todo correr tras el
primer incidente, lo abatió en la sede parlamentaria, no sin que antes se
hubiera procedido al desalojo del Primer Ministro (Stephen Harper, cinco puntos
para quien le conociera antes de ayer) y otros altos cargos del gobierno que
por allí estaban. El atacante ha sido identificado como Michael Zehaf-Bibeau,
canadiense, de 32 años, con antecedentes penales, convertido al islam, y ya
registrado en una base preliminar de sujetos “peligrosos” en lo que hace a sus
posibles vinculaciones con el yihadismo. Este es el segundo incidente de esta
semana que implica la muerte de un militar en el país. El
Martes se produjo un atropello por parte de un joven yihadistas a un par de
militares en un pueblo del estado de Quebec, causando la muerte a uno de ellos.
La noticia apenas alcanzó difusión internacional, y eso que tenía toda la pinta
de ser un atentado, pero la forma de actuar del causante del atropello y,
seguramente, una cierta incredulidad para asimilar un hecho así por parte de
las autoridades y cuerpos de seguridad canadienses, ajenos desde siempre a todo
lo que tenga que ver con terrorismo en su propio territorio, contribuyó a que
la noticia se mantuviera con un perfil muy bajo. Lo de ayer, sin embargo, es ya
un ataque terrorista en toda regla, y frente a las más altas instituciones del
país, lo que ha provocado el incremento de la alarma terrorista en la propia
Canada y, de rebote, en los EEUU y, sobre todo, ha dejado asombrada, y con el
miedo en el cuerpo, a la sociedad canadiense. Y es que como antes señalaba
Canadá ha visto atentados y actos terroristas siempre desde la distancia.
Afortunadamente para ellos ni han sufrido violencia interna fruto de sus
tensiones territoriales, que las han tenido, pero siempre encauzadas de manera
no violenta, ni han sufrido ataques exteriores. Las víctimas canadienses se han
producido en misiones internacionales, bien de la guerra contra el terrorismo
librada durante una década en Irak y Afganistán o en algunas otras misiones de
la ONU, en las que ese país siempre ha colaborado de manera muy intensa. La
idea de que un terrorista, que ha vivido años inmersos en la sociedad canadiense,
haya cogido un arma de asalto y se haya dedicado a disparar en el interior del
Parlamento es como una pesadilla para esa sociedad, que sospecho, cuando sepa exactamente
lo que haya pasado, sólo podrá hacerse una enorme pregunta de muy difícil
respuesta. ¿Por qué?.
Frente a sociedades más discriminatorias y
restrictivas, Canadá ha practicado desde siempre una política integradora con
aquellos que han acudido a residir a su territorio. Profundamente democrática y
liberal, simplificando las cosas, representa un modelo social de corte europeo
en una economía liberal a la americana, tratando de conjugar lo mejor de ambos
sistemas. Sin embargo los lobos solitarios, esos sujetos fanatizados por el yihadismo
y que responden a la llamada de movilización del Estado Islámico, no distinguen
entre naciones y formas de integración social. Para ellos todos son enemigos.
Cuando empezaron los ataques occidentales contra los psicópatas del EI, Canadá fue
uno de los países amenazados. Ayer tuvo lugar el primer golpe contra esa pacífica nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario