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viernes, marzo 03, 2017

El bus, la libertad y el error

La noticia más comentada de esta semana no tiene que ver con política, economía, ciencia ni nada por el estilo. Es la de ese autobús fletado por la plataforma católica Hazte Oír con un mensaje referido al sexo de los niños y niñas. Previa a cualquier consideración, resulta curioso que, gracias al bombo y ruido en las redes que ha conseguido esta campaña sus impulsores pueden estar plenamente satisfechos. Entre todos hemos hecho que su mensaje triunfe y eso, como mínimo, debiera llevarnos a reflexionar sobre el poder que tienen las redes, el uso que de ellas hacemos y quienes logran aprovecharse de las mismas. Eso daría ya para muchos debates.

No me gusta la campaña de Hazte Oír, ni en las formas ni en el fondo de su mensaje. Pero este asunto me pone ante dos enormes dilemas que, de sencillo, no tienen nada. Uno es de la prohibición de la misma. Prohibir es una palabra seria, que cada vez usamos con menos recato y más firmeza. Si abogamos por la libertad de expresión y, como se dice por ahí, el respeto a “todas las ideas” no tendría mucho sentido impedir que Hazte Oír siguiera con su campaña, pese a que yo pueda opinar que es errónea. Con el mismo argumento debiéramos prohibir a los grupos ultras que, en los estadios y fuera de ellos, gritan consignas xenófobas, a los partidos que promueven la discriminación, a los que enarbolan banderas que consideramos de odio… y eso, en algunos casos se hace y en otros, como bien sabemos, no. Por eso la idea de prohibir circular ese autobús, si se lleva a cabo, debe ser con todas las garantías legales y siendo rigurosos con el procedimiento. La fiscalía ha abierto diligencias al respecto, y si el proceso concluye con la prohibición, estará hecha de una manera consistente, y con todas las garantías posibles para los que, equivocados, enarbolan esa campaña y mensaje. Junto a este dilema se me abre otro aún más profundo, y es mi incomprensión ante la obsesión que tienen los grupos que se califican como religiosos, sea cual sea su fe, sobre la conducta privada de las personas y la laxitud que muestran sobre algunos problemas públicos de inmensa gravedad. La asociación directa y absoluta del concepto de pecado con las conductas humanas, casi siempre relacionadas con el sexo, y la comprensión ante otras conductas que, sin duda alguna, suponen un quebranto de cualquier principio, sea religioso, moral, ético o lo que ustedes deseen. Me preguntaba yo de pequeño, y sigo haciéndolo ahora, por qué los curas no podían dar la comunión a una persona divorciada pero sí a un terrorista, habiendo como había en mi pueblo personas de una y otra condición social. Me cuestionaba, cuando apenas sabía nada, y sigo haciéndolo, ahora que creo que se aún menos, que era ilógico que en un sermón en la iglesia de mi pueblo el sacerdote opinara con tanta claridad sobre temas espinosos como el aborto (luego vendría el tema del matrimonio homosexual) y nunca dijeran nada sobre la violencia etarra, o en todo caso, al referirse a ella, lo hiciera con una suavidad, y a veces disculpa, rayana en el perdón. Y así durante años y años. En los ochenta, en la época de plomo del terrorismo, los curas que bramaban en el País Vasco y resto de España contra el divorcio o la píldora se negaban a oficiar funerales por las víctimas del terrorismo o, si lo hacían, buscaban esconderlos de los ojos del público, como si fuera algo vergonzoso. Esa actitud no cambió apenas en las décadas posteriores, salvo por el mayor número de manifestaciones públicas en contra de algunas medidas sociales y el menor número de funerales por la eficacia policial contra el terrorismo. Hubo excepciones, sí, pero dentro de una regla general, y en ese caso la unidad de criterio que existía entre la iglesia vasca y el conjunto de la española era tan férrea como paradójica.

Nunca un grupo de confesión católica integrista, y no pocos son los que hay también en el País Vasco, fletó un autobús en el que, aún en minúsculo, pusiera ETA NO. Por miedo, por cobardía, por dejación, por “comprensión”, por acojone…. Nunca lo hicieron. Por eso ETA nunca asesinó a ningún religioso. Quizás los miembros de esos grupos, como sugiere el evangelio en las acusaciones de Jesús a los fariseos, disfrutan siendo fuertes con los débiles y débiles con los fuertes, a sabiendas de que en ninguno de los casos corren riesgos. Y todo eso, vestido con el ropaje de la religión, que es un mensaje de amor y paz, hace que no entienda nada de nada.

Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo tres días festivos. Si no pasa nada raro, el siguiente artículo será el Jueves 9 de marzo. Descansen y ojo al cambio de tiempo de este fin de semana.


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