lunes, julio 24, 2023

Amarga victoria, alegre derrota

Recuerdan que el viernes hacía un pseudovaticinio de las elecciones de ayer, afirmando que el PP las ganaría pero que la gobernabilidad estaba mucho menos clara. Una vez conocidos los resultados, puedo decir que he, curioso, he acertado, porque sí que el PP las ha ganado, pero por mucho menos de lo que señalaban las encuestas. Los 136 diputados que ha obtenido son muchos viniendo de donde venía, pocos para lo que esperaba y nada para ser herramienta de gobierno. La suma de PP y Vox no alcanza los 176 diputados, por lo que el cambio mediante un acumulado del bloque de derechas, que era lo que casi todos los sondeos señalaban, no se puede dar.

¿Significa eso que la gobernabilidad está clara? Para nada. El PSOE pierde las elecciones. Obtiene 122 escaños que saben a gloria, porque son dos más de los que tenía, de tal manera que las expectativas de quedar por debajo de los 110 que se preveían por muchos se han deshecho. Sumar cae por debajo de lo que tenía Podemos, pero la suma de PSOE y Sumar se convierte en la primera fuerza parlamentaria. A partir de ahí Sánchez puede reeditar un Frankenstein II con los socios de investidura de la legislatura anterior, y sumando escaños se acerca mucho a la ansiada mayoría absoluta de 176, pero se topa con un obstáculo. Junts per Cat, el partido del prófugo Puigdemont, que cae, alcanza los siete escaños, y se convierte en la clave de bóveda del actual parlamento. Por absurdo que parezca, la investidura de Sánchez, y cualquier votación que se realice en el Congreso que requiera superar a PP+Vox necesitará, como mínimo, la abstención del prófugo de Waterloo, lo que es rizar el rizo. ¿Es capaz Sánchez de pactar con Puigdemont lo que sea con tal de mantenerse en el poder? Nadie tiene ninguna duda al respecto, pero lo que es obvio es que un resultado tan tan estrecho impide la mínima estabilidad necesaria para poder mantener un gobierno longevo. La investidura, a la que Feijóo ha dicho que acudirá, será un proceso largo en el que, tras el más que probable fracaso del candidato del PP, Sánchez tendrá apenas dos meses para amarrar un acuerdo de legislatura con unos socios que le van a exigir un precio alto, como ya adelantó ayer la candidata que actúa en nombre del prófugo. En todo caso, la euforia que se exhibió anoche en Ferraz es más que comprensible. Hasta que no comenzó el recuento el gobierno de Sánchez estaba casi liquidado y sus altos cargos tenían casi un pie ya fuera del gobierno. Ahora la situación es bastante distinta y las opciones de mantenerse al frente de los ministerios existen, y son altas. Por la misma causa, la celebración de ayer de la victoria del PP fue de lo más descafeinado, porque era evidente que ganar las elecciones no servirá, salvo enorme sorpresa, para nada. Respecto a las expectativas creadas, el PP se encuentra ahora en situación de fracaso, de objetivo que creía al alcance de la mano y que se le ha escapado de una manera incomprensible. Ahora comenzarán los análisis y será para muchos obvio lo malo que han sido algunos movimientos de campaña y de gestión de la victoria electoral en las autonómicas y municipales, los mismos movimientos que se consideraron exitosos hasta conocerse los resultados. La única esperanza para el PP, a corto plazo, es que se frustre la investidura de Sánchez por no poder hacer frente a las exigencias Puigdemoníacas o que, tras ser investido, la labor de gobierno sea una pesadilla en la que cada votación signifique un rubicón. ¿Cómo aprobar unos presupuestos con este parlamento? Esa esperanza cogerá a un PP noqueado, medio grogui, que va a sufrir bastante, y que se encuentra con una dirección general que no gestiona poder, y sí un grupo parlamentario que, más allá del ruido, no tiene capacidad para hacer casi nada. La sensación de vértigo se puede apoderar de más de uno en esa dirección popular, con el ruido proveniente de los que consideren a Feijóo como un candidato fracasado que es necesario reemplazar. En Génova hoy, y el resto del verano, serán días de crudo invierno.

La verdad es que salvo el PSOE y Bildu, que gana un escaño, todos los demás fracasaron anoche, aunque en sus discursos pareciera que el éxito benefició a todos. Los mayores desastres fueron para ERC, que pasa de 13 diputados a 7 y para los del Vox, que se derrumban de más de cincuenta a 33, convirtiéndose en irrelevancia absoluta. El fracaso de los de Abascal, una buena noticia, debiera hacer reflexionar a sus votantes, dadas las pocas luces de la dirigencia del partido, y darse cuenta de que su mera existencia es una garantía de que la mayoría de derechas no puede sumar por dispersión de voto, más allá de que el discurso de un partido trumpista y desquiciado apenas le gusta a nadie. En fin, un resultado de lo más complejo. Veremos cómo se trabaja con él después de las vacaciones.

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