De mientras aquí damos vueltas y vueltas a los resultados de las elecciones catalanas y las infinitas posibilidades que se abren para el desgobierno, los rusos han estado bastante ocupados abriendo un nuevo frente en el norte de Ucrania. A través de la provincia de Berlgorod, tropas y material acorazado han penetrado en territorio ucraniano y han conquistado algunas localidades cercanas a la frontera. Lo más relevante de este movimiento es que, a penas a una veintena de kilómetros de ahí, está Jarkov, la segunda mayor ciudad de Ucrania, con más de un millón de habitantes antes del inicio de la guerra. Una pieza de caza mayor.
Este movimiento, que muestra la iniciativa que ahora poseen las tropas del Kremlin y los apuros de la defensa ucraniana, se da en medio de un movimiento de peso en la cúpula del poder ruso. Ya investido para su nuevo de zar, Putin ha destituido a Shergei Shoigú como ministro de defensa, cargo que ocupaba desde hace bastantes años. Putin y Shoigú son íntimos desde hace mucho tiempo, y las críticas que, desde muchos estamentos, militares y no, se han hecho contra el ministro por su ineficacia en tiempos de guerra, y el fracaso de sus promesas de modernización, a las que supuestamente había destinado cantidades enormes de dinero, hasta ahora no habían hecho mella en su posición de poder. Ni siquiera la asonada de Wagner y los insultos que su cabecilla Prigozhyn le dedicaba día sí y día también supusieron el más leve cambio en la posición de poder que ha ocupado Shoigú. Hasta el domingo. Su papel va a ser ahora ocupado por Andrei Belousov, un civil, Shoigú es militar, y economista. El mensaje que se ha transmitido desde el Kremlin es el de continuidad, y los analistas han visto en este movimiento una manera de reforzar lo que se ha llamado la economía de guerra. Se estima que, en estos momentos, Rusia dedica en torno al 6% de su PIB al esfuerzo militar en Ucrania, y esa cifra no tiene pinta sino de ir creciendo. La estructura productiva del país se va amoldando a unas sanciones poco operativas y al desvío de recursos destinados a la vida civil hacia el suministro militar. La industria logra construir en torno al millar de tanques al año, los drones iraníes que tan buen resultado han dado a las ofensivas rusas ya se pueden producir desde plantas situadas en territorio ruso, y, en definitiva, la nación está virando su economía desde una visión más comercial y civil, convencional, a una en la que el ejército y las necesidades de guerra sean lo básico. ¿Busca Putin que Belousov sea su Albert Speer? En tiempos de guerra la eficacia de la producción militar, la logística y sostener el coste que ello supone para las arcas públicas es una de las bases que pueden permitir mantener un esfuerzo bélico en el tiempo. Los recursos que obtiene Rusia, principalmente de la venta de hidrocarburos y otras materias primas, se destinan cada vez más a ese esfuerzo militar, y es probable que lo que recibe la población en forma de servicios en las ciudades rusas sea cada vez más escaso, descontando el hecho de que ya antes de la guerra la precariedad social en aquella nación era alta. Desde ese punto de vista el nombramiento de Belousov puede tener sentido. Desde otra óptica, la de la inefable corrupción rusa, quizás también. Si Shoigú prometió maravillas con el dinero gastado y el rendimiento militar mostrado en estos años por el ejército ruso ha sido tan deplorable parece obvio deducir que muchas de las inversiones prometidas para modernizar materiales y tácticas se han ido por el desagüe de las mordidas, así que quizás Belousov llegue con órdenes de limpiar la casa y hacer, en efecto, un proceso de modernización en las formas y los procedimientos, tanto de gasto como de gestión. Es pronto para saberlo, pero es un perfil bastante distinto al de Shoigú, así que es probable que cambien cosas, y nombres.
De momento el exministro no ha sido desahuciado a la manera putinesca, sino ascendido a un cargo en un consejo de representación federal que no se si es un ascenso formal o el preludio de un misterioso y mortal accidente. Gerasimov, segundo de Shoigú, y jefe de las operaciones militares en Ucrania, continúa, pero se rumorea que por poco. Coge fuerza la vuelta a primeras posiciones en la cadena de mando de Surovikin, general que fue defenestrado durante la revuelta Wagner por su presunto apoyo al cabecilla levantado en armas. Habrá que ir viendo qué cambios se producen y cómo afectan al curso de la guerra. En el frente, de momento, despacio, pero sin pausa, Rusia avanza y Ucrania retrocede. Las cosas van mal para Kiev. Van mal para nosotros.
Mañana es fiesta local en Madrid, San Isidro. Nos leemos el jueves 16.
No hay comentarios:
Publicar un comentario