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martes, julio 16, 2024

Riesgo real de violencia en EEUU

Poco más se sabe de las motivaciones que llevaron al chaval de veinte años a disparar contra Trump en el mitin del sábado. Su perfil conocido, por ahora, nos lleva a una persona con cierto interés político, dado que se registró para poder votar (allí el censo no es automático como aquí) pero, sobre todo, destaca el típico bagaje de acoso escolar sufrido por alguien que era más listo que otros, un comportamiento retraído y, como pasa normalmente en aquel país, mayor facilidad para acceder a un fusil automático que a una tienda de helados. No parece un ataque motivado exclusivamente por fines políticos, una venganza o algo mesiánico, pero sus consecuencias sí pueden serlo.

En efecto, lo que suponga este atentado para la política y la sociedad norteamericana está, en gran medida, en manos de los, por ahora, dos candidatos presidenciales. De cómo lo afronten, de los mensajes que lancen, de hacia dónde muevan a la sociedad, ahí veremos si este episodio se queda como algo grave y esporádico o algo grave y trascendental. Dice la historia que los magnicidios, logrados y frustrados, no han tenido consecuencias profundas en el devenir de EEUU, dejando inalterado el rumbo de la política y sus decisiones. ¿Por qué esta vez hay miedo que las cosas sean distintas? El principal factor no es la violencia del acto en sí, sino la sociedad que lo recibe. La máxima violencia fue la del asesinato de Kennedy, o de los Kennedy si ustedes quieren unificar la historia de la familia, pero ese atentado, y los anteriores y posteriores, se dieron en el seno de una sociedad unificada, que tenía discusiones sobre temas profundos, pensemos en Vietnam o la segregación racial, pero que mantenía un núcleo fuerte de pertenencia conjunta y de sentimiento de unidad. Se veía a sí misma como una unidad en la que algunos miembros discutían con otros, pero tenían claro que todos eran americanos y que estaban unidos en su destino y en hacer de su país un lugar mejor. Eso hoy en día se ha perdido. La división social que existe dentro de EEUU se ha acrecentado notablemente durante las últimas décadas, y la llegada de Trump a la presidencia en 2016 fue un acelerón a ese proceso, sí, pero también un reflejo del mismo, sin el que no hubiera sido posible que alguien como él resultara elegido. Hay una fractura creciente en ese país entre dos formas de entender la sociedad, la vida, la religión, la ideología… todo lo que usted quiera, que están constantemente enfrentadas, y en una escalada de tensión creciente. De hecho, ya hay pequeños grupos de personas para los que el resto de sus conciudadanos no los tales, sino que representan el enemigo. Por ahora estas facciones son claramente minoritarias, aunque puedan hacer ruido y tener más presencia mediática de la que realmente representan, pero existen, y eso es algo novedoso, y grave. La existencia de las redes sociales ha contribuido notablemente al surgimiento y abono de este tipo de grupos, encerrados en cámaras de eco donde reciben constantemente informaciones que reafirman sus creencias, sean ciertas o falsas, eso les da igual. De vez en cuando, y en un país donde hay más armas que coches, que ya es decir, surgen conatos de violencia terrorista protagonizada por sujetos aislados que actúan en base a esas creencias, pero desde el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, alentado por Trump, sabemos que hay sectores de la población del país que no ven con malos ojos procesos de insurrección, con todo lo que ello implica. Millones de ciudadanos del país, abandonados a su suerte, despreciados por los partidos de toda la vida, centrados en el votante urbano moderno y rico, pueden ver en estos movimientos una alternativa a sus vidas, falsa, desde luego, pero no por ello menos atractiva, una vez que el resto de opciones ya les ha descartado. Es en este caldo de cultivo en el que atentados como el del sábado pueden llegar a prender. Un pasto reseco arde con facilidad, un pasto fresco soporta disparos de fuegos artificiales sin que nada en él prenda.

Si Biden y, especialmente, Trump, desde sus antagónicas posiciones, mantienen un mensaje de unidad, de calma de sosiego, de restar importancia a lo sucedido, de mantener en el debate democrático la discrepancia política y rechazar la violencia por completo, puede que lo sucedido el sábado se quede en una grave anécdota, y poco más. Si hay voces que usan ese atentado como excusa para radicalizar aún más a la población, para darle a entender que se está a punto de sucumbir ante el ataque de “los otros” y demás, lo del sábado puede ser el principio de un escenario muy desagradable y peligroso. El pasto americano está bastante reseco, y hay más de uno con intenciones pirómanas.

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