jueves, mayo 22, 2025

Ejecución en Pozuelo

En las pelis pueden ser de muchos tipos, pero las escenas de sicariato se dividen, básicamente, en dos extremos. Por un lado, están las intensas, con música que atruena, disparos ruidosos y movimientos de cámara inestables, que dan una sensación de inmediatez enorme. Son acción pura y dura. Por otro están las silenciosas, tensas, que no intensas, en las que apenas suena algo, casi se siente la respiración de los protagonistas, los disparos pueden ser secos o silenciados, pero son el mayor ruido que se escucha en la escena. Juegan con anticipar al espectador lo que va a pasar y suelen ser muy efectivas.

El asesinato perpetrado ayer en Pozuelo demanda una escena de las del segundo tipo. Un barrio de ultralujo en un municipio de lujo en la corona metropolitana de Madrid, un colegio de élite y unos padres que llevan allí a sus hijos en unos coches que buen pudieran formar parte de un concesionario de alta gama situado en la milla de oro de Dubai. Dinero y discreción a raudales. Y tras dejar a sus hijas, cuando va a volver a su gigantesco Mercedes, dos o tres personas, hay dudas, se acercan por detrás a Andriy Portnov y le disparan, cayendo la víctima al suelo. En ese punto, uno de los atacantes le remata con un disparo en la cabeza. Trabajo efectuado, objetivo eliminado. Los autores salen de la escena del crimen, y a partir de aquí los testigos son confusos sobre cómo lo hacen y hacia qué parte de la inmensidad de la cercana casa de campo escapan. Lo cierto es que el trabajo es muy profesional, y que la víctima, sin duda, había sido seguida días antes para saber cuándo y cómo realizaba esa labor de llevar a sus hijas al colegio, el americano, donde la mayor parte de los clientes son extranjeros, pocos locales, todos con muchas posibilidades. Portnov era ucraniano, tomo parte del gobierno prorruso de Yanukovich, y perdió sus cargos cuando la revolución del Maidan hizo caer el régimen e instauró un poder en Kiev que no miraba a Europa, sino a occidente. Con el aspecto atemorizante que tienen muchos de esos hombres que provienen del este, Portnov tuvo acusaciones graves de haber perpetrado trabajos de represión contra opositores prooccidentales cuando estuvo en el gobierno y de mantener contactos con el crimen organizado tanto antes como después de su paso por el poder en Kiev. Estuvo durante un tiempo en la lista de personas sancionadas por la UE por su colaboración con Rusia y, creo, aunque dejó de figurar en ella, aún permanecía en registros similares del gobierno norteamericano. No era por tanto un personaje cualquiera, ni un simple sujeto grandote con mucha pasta, que también. Con estos antecedentes se abren dos principales hipótesis de trabajo para saber quién y por qué encargó el asesinato. Una es la vía política, en la que el actual gobierno de Kiev y sus servicios secretos ocupan los principales papeles de sospechosos. Quizá Portnov figurase en la lista interna que los espías de Zelensky poseen sobre personas odiosas que en el pasado les persiguieron, detectaron la presencia de Portnov en Madrid y decidieron ir a por él, decretando en un momento dado su ejecución, con un estilo de acción muy parecido al que desarrolla el kremlin cuando desea quitar de la circulación a quien no quiere ver más (los de Purin no sólo recurren a la táctica de arrojar a la gente por las ventanas). Un crimen político enmarcado dentro de la guerra de Ucrania. La otra vía es la del crimen organizado, con el que Portnov tenía conocidos vínculos. Quién sabe, unas deudas acumuladas, una traición, drogas, tráfico de personas, a saber cuál podría ser la causa que hubiera provocado la caída en desgracia de Portnov ante criminales de alto rango, que habrían optado también por la solución más expeditiva. En todo caso, una vía u otra actuaron con una precisión y frialdad llamativas. Y sí, de las que dan miedo.

Las escenas que se vivieron ayer a las afueras del colegio, en un entorno de diseño, eran surrealistas, con mensajes a los alumnos para que no salieran de las instalaciones, algunos padres volviendo deprisa a las mismas para tratar de sacar a los críos, y un cuerpo cubierto con una sábana junto a un Mercedes tamaño Panzer con todo el dispositivo imaginable de criminalística y medios de comunicación. Una escena de película, una ejecución a plena luz del día y, de momento, demasiadas preguntas sin respuesta.

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