miércoles, mayo 28, 2025

Putin sigue matando

El comportamiento mafioso y chulesco de Trump es difícil de prever, pero algunos le tienen cogido el truco y le doblegan en beneficio propio. El caso de China es especial, porque ahí EEUU se enfrenta a un rival al que, en ciertos aspectos, no puede ganar, China lo sabe y responde, y en el juego Trump acaba inventando excusas baratas para ocultar sus fracasos (como Sánchez) pero el resto de jugadores globales deben jugar desde una posición de relativa inferioridad respecto a EEUU. Eso le da cierta ventaja al matón naranja, que la utiliza para golpear primero de manera absurda, y sorprender a todos. Pero, ay, el sádico Vladimiro le tiene bien calado.

Putin sabe que la egolatría de Trump no tiene límite, y conoce muy bien cómo alimentarla. Se interesa por sus cuestiones personales y le felicita cuando hay algún hecho significativo en su familia, le llena de alabanzas y proclama que reza por él y sus futuros éxitos, haciéndole la pelota de una manera un tanto extraña, pero efectiva. Trump, por su parte, tiene envidia de Putin, porque el ruso gobierna sin límite alguno, sin frenos y sin oposición. Hace lo que quiere y nadie se atreve a toserle. ¡Cómo le gustaría a él gobernar de esa manera! Él también tiene derecho a ser el sujeto autoritario que rija su nación sin freno. Sabiendo todo esto, Putin actúa y se camela al entorno del presidente y eso le da margen para mantener su guerra y demás asuntos sucios fuera del radar de la Casa blanca. Día tras día Trump dice cosas sobre Ucrania, y en algunas ocasiones arremete contra Putin, pero no deja de mantener un discurso inculpatorio sobre Zelensky y el país invadido, ese trozo de tierra que no le regala nada, ni a su bolsillo ni a sus oídos. Echa culpas a Rusia, sí, pero sobrevenidas, malo es lo que hace Putin ahora, pero tiene comprado su discurso falso de que no tenía otra opción que lanzar un ataque sobre los condenados ucranianos, que no dejaban en paz a los rusos. Jugando a presionar y amagar, Putin mantiene su ofensiva terrestre en el país y lanza andanadas cada vez más potentes de ataques aéreos sobre Kiev y otras muchas ciudades, mientras gana tiempo y los planes de Trump de acabar con la guerra en veinticuatro horas (otra mentira de campaña electoral) hace tiempo que naufragaron. Cada día que pasa la solidez de la defensa ucraniana no mejora y la capacidad de fabricación de drones rusos crece, siendo cientos los empleados cada una de las pasadas noches en los ataques sobre el país invadido. Rusia está aprendiendo tácticas modernas de combate a marchas forzadas, de tal manera que el uso de los misiles, mucho más caros, se ha reducido notablemente frente al empleo de los drones, bastante más baratos, menos destructores, pero efectivos a la hora de sembrar el miedo en la población y hacer daño. La velocidad de avance de las tropas rusas sobre el terreno es patética, y el número de bajas que sufren resulta desproporcionado, con cientos de muertos y heridos cada día, pero la situación ucraniana no es mejor, y el país cada vez tiene más problemas para recomponer las filas de soldados, dada su menor población, las fugas de habitantes que ha tenido desde que comenzó la contienda y la desmoralización que surge en muchas de las zonas de guerra. La población no ve el final de un ataque que no cesa y mina todo lo que fue la estabilidad y certeza en el país. Hay cálculos de servicios de estudios prestigiosos que afirman que Rusia puede mantener el actual ritmo de bajas durante más de un año, de tal manera que la guerra podría prolongarse durante, por lo menos, ese tiempo, pero esos mismos estudios señalan que la fortaleza ucraniana no podrá mantenerse ese mismo lapso, y que la necesidad de que se produzca una tregua irá creciendo desde el bando ucraniano a medida que su agotamiento crezca. El tiempo, en este sentido, juega en contra de Kiev. No olvidemos, además, que a Kiev sí le importan las bajas propias, y a Moscú no. Este es un factor difícil de asimilar desde nuestra mentalidad, pero muy relevante para definir el alcance y extensión de la ofensiva rusa.

Hace dos semanas los dirigentes de las principales potencias europeas, con vistas a las conversaciones que iban a tener lugar en Estambul, exigían a Putin una tregua de treinta días. Varios días después Ucrania ha sufrido los peores ataques aéreos desde que se inició la guerra y la sensación general es que Putin se ríe sin freno cada vez que un dirigente de esas débiles naciones del oeste de su continente que tanto desprecia le ordena cualquier cosa. El papel de la UE en el actual devenir de la guerra es menguante, y sólo EEUU es capaz de decantar la balanza, con su apoyo o abandono a Kiev. Y Putin, como les indicaba, le tiene bien calado al payaso egocéntrico que rige, es un decir, en la Casa Blanca.

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