Una de las cosas que llaman la atención de las corruptelas que se van conociendo sin cesar del actual desgobierno es la impudicia absoluta con la que se manejan todos los presuntos implicados, y el recurso sistemático a la denuncia de bulo ante todo lo que sean informaciones inculpatorias. El hecho de echarle morro a la vida por parte del corrupto es una de las condiciones necesarias que tiene todo aquel que quiere llevarse dinero de la caja sin trabajar, en la política y fuera de ella, pero lo que ahora contemplamos es tan burdo, tan cutre, tan falso, que produce sonrojo hasta unos niveles no conocidos. Para qué inventar coartadas elaboradas si basta con gritas a los cielos que todo es una conspiración. Y los auténticos conspiradores, encantados.
En el caso del hermano de Pedro Sánchez, que no era nada, no iba a llegar a nada y todo era falso, el PSOE de Extremadura ha corrido lo que nunca para aforar a Gallardo, el secretario general de la formación en la región, porque los indicios de enchufismo en el asunto son tan palmarios que es evidente que iba a verse procesado. Casi a la vez que la jueza iba a dictaminar que el político sería encausado con vistas a un futuro proceso judicial, la maquinaria del partido se puso a trabajar, que cuando le interesa bien que lo hace, para cargarse a una buena parte de la lista electoral que se presentó por Badajoz en las últimas elecciones autonómicas para que Gallardo, que no fue de candidato, pudiera acceder a un puesto en la cámara autonómica. El único objetivo de esta medida es aforarle, de tal manera que el proceso que se iba a abrir contra él ya no lo pueda llevar la jueza encargada hasta ahora del asunto, sino el Tribunal Superior de Justicia regional. El aforamiento es un privilegio que dota a los parlamentarios de cobertura judicial, de tal manera que si uno quiere denunciarles por algo debe acudir a instancias muy altas, de trámites lentos y costes elevados. La figura busca evitar que los cargos aforados sean presionados por menudencias o acusaciones falsas en el ejercicio de su labor par parte de los muchos que puedan sentirse perjudicados por sus decisiones, pero desde luego no es una vía pensada para evitar las responsabilidades. Con el zafio movimiento socialista, no se busca evitar a Gallardo problemas judiciales, porque eso no es posible, pero sí entorpecerlos, enfangarlos, sacarle del procedimiento en el que se encuentran los demás para que el caso se reinicie en otra instancia que debe hacer sus propias investigaciones, actos y demás labores, lo que consume tiempo y aleja al aforado del resto de encausados. Con este acto el PSOE extremeño no retuerce la norma, sino que la desvirtúa completamente, la tergiversa y la viola para tratar de mejorar, hasta donde sea posible, las expectativas de uno de sus altos cargos, pasando por encima de los militantes que sí acudieron en las listas electorales, y desde luego, ninguneando a los electores de Badajoz que confiaron en una lista cuya validez es, obviamente, nula. Pero, por encima de todo, con este movimiento de una cutrez pasmosa, lo Gallardo y su partido admiten es su culpabilidad en unos hechos aún no juzgados, pero que, como les señalaba, huelen a enchufe que echan para atrás. Sólo se corre con la urgencia con la que se ha hecho con medidas similares cuando la culpa que se siente es tan grande como el temor a ser castigado por ella. La cobardía de Gallardo y la de todo el PSOE local, amparado por la maquinaria nacional de un partido en descomposición, es antológica, y ante todos aquellos que dudaban de la solidez del caso, deja a las claras que las denuncias de enchufe a favor del hermano de Sánchez eran certeras. Gallardo se sabe culpable de un posible delito y trata de salvarse todo lo que pueda, y deja en evidencia, ante todo el mundo, su posición en el caso, y que lo único que le importa es salvar su propio trasero, bien remunerado. Todo lo demás, sea política o no, se la trae al pairo. Y lo mismo se puede decir del partido en el que ejerce un cargo de responsabilidad.
El ciudadano que observa la escena no necesita mucho para hacerse una idea de lo que ha sucedido, y sin tener muy claro cuál es la condena merecida para cada uno de los implicados, deduce con razón que delito sí que se ha cometido, y que por ello se busca salvar a quien se pueda. Y todo envuelto en la chatarra argumental de la cacería contra el gobierno, los bulos de la ultraderecha y demás farfolla hueca, que cada vez rinde menos ante el peso de las evidencias. Pobres los palmeros mediáticos del gobierno, que deben defender, a costa de perder su sueldo, a sujetos de tan nulo calibre moral e intelectual como Gallardo. A pesar de lo que cobran del dinero que el gobierno les da, tienen razón cuando, seguro, piensan que lo suyo no está pagado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario