martes, febrero 28, 2017

SpaceX les lleva a ver Moonlight de muy muy cerca

No se como consecuencia del resultado sorpresa de la gala de los Óscar, que premió a la película titulada Luz de Luna, ayer Elon Musk, uno de los empresarios más activos e interesantes de EEUU, dueño de empresas como Tesla o SpaceX, anunció que dos millonarios han pagado el pasaje para poder realizar, a bordo de una de sus cápsulas Dragon, un viaje orbital a la Luna, y que eso se producirá el próximo año 2018. Un anunció tan alucinante como la brillante luz de nuestro satélite, que no se hasta qué punto tiene bases ciertas y consiste en una fantástica estrategia de propaganda. En todo caso Musk nunca deja a nadie indiferente.

1972, el año de mi nacimiento (ufff) fue el último en el que la humanidad visitó el satélite. Una vez ganada la carrera espacial de la Luna, el programa Apollo contaba con objetivos científicos pero había dejado de ser el ojo derecho de la presidencia, los militares y, ay, los presupuestos. El interés por la exploración espacial fue languideciendo a medida que quedaba clara la superioridad de EEUU y que la “carrera” se iba convirtiendo en un juego de asociación entre la potencia norteamericana, los rusos y otras muchas naciones. Y la Luna se quedó ahí, iluminándonos y sin que nadie le hiciera mucho caso. Desde entonces ir al “espacio” se ha convertido en un viaje que sitúa a los astronautas en órbita en torno a la Tierra a la ridícula distancia de cuatrocientos kilómetros, más o menos la que hay entre Madrid y Elorrio, pero hacia arriba. Es la altura a la que orbita la Estación Espacial Internacional y a la que lo hacían los transbordadores. Satélites de varios tipos orbitan a alturas mucho mayores, de decenas de miles de kilómetros, pero desde ese lejano 1972 ningún humano ha superado esa altura. La Luna, recordemos, está a un poquito más de 300.000 kilómetros de distancia, un segundo luz, y por tanto es una barrera a la que no nos enfrentamos desde entonces. El anuncio de SpaceX ha hecho levantar tantas ilusiones como dudas. Dado que se trata de una misión en la que, recordemos, no se toca el suelo lunar sino que se orbita para verla y se vuelve, la complejidad del viaje se reduce notablemente, al no necesitarse de ningún tipo de módulo de descenso ni nada por el estilo, y el coste de combustible se reduce notablemente, dado que casi todo él se emplearía para realizar el ascenso a la órbita baja, pero en todo caso estaríamos hablando de un viaje de una duración de varios días, fácilmente una semana desde el despegue en tierra hasta la vuelta, con configuraciones de vuelo muy complejas, maniobras de captura gravitatoria de las que se ha perdido mucha experiencia y, cómo no, constante soporte vital para los dos tripulantes de la nave, que en todo momento deben poder alimentarse, respirar, evacuar fluidos y dormir. ¿Tenemos la tecnología necesaria para realizar todo eso? La respuesta es que sí, pero con muchos matices, y un sí en el que entra en juego la colaboración de agencias espaciales internacionales y empresas privadas, pero que se convierte en un probable no si sólo tenemos en cuenta a uno de esos integrantes del consorcio espacial. La pregunta correcta sería si SpaceX tiene la tecnología y capacidad necesaria para realizar algo así, y ahí el no empieza a ganar muchos enteros. Hasta el momento la empresa de Musk ha realizado logros enormes que tienen tanto mérito como reconocimiento. Consigue poner satélites en órbita con cierta periodicidad y ha realizado ya algunos viajes de aprovisionamiento de carga a la Estación Espacial, por lo que podemos decir que tiene “controlada” la órbita baja. Así mismo ha revolucionado el mundo de los cohetes con su tecnología de aterrizaje y recuperación, que ha cosechado algunos fracasos y bastantes y sonados éxitos, cuando nadie daba un duro por ello. Sin embargo SpaceX aún no ha mandado un astronauta en ninguna de sus naves y, pese a que es una de las obligaciones que tiene a futuro en sus contratos de colaboración con la NASA, 2020 era el horizonte estimado para sus primeras pruebas tripuladas.


¿Ha desarrollado Musk su tecnología mucho más de lo que todos pensábamos y está ya en condiciones de convertir sus cápsulas en naves espaciales tripuladas? La trayectoria de Tesla, su otra empresa, nos puede servir de referente en el sentido de que muchos de sus anuncios han acabado siendo certezas, pese a que inicialmente parecían chifladuras. De todas maneras, un viaje como el anunciado es una empresa, económica y tecnológicamente, de una complejidad muy superior. Al menos antes de ello SpaceX debiera probar a realizar el viaje “sin carga” para verificar que las trayectorias de vuelo e inserciones orbitales son las posibles. ¿Y todo eso, y muchas más verificaciones en un solo año? No lo veo. Pero deseo plenamente que lo logre. Ojalá.

lunes, febrero 27, 2017

Moonlight vence a La la land entre errores

En la era de la mal llamada postverdad sólo faltaba que los Oscar contribuyeran a la ceremonia de la confusión, y así ha sido. Escuchando desde la cama la retransmisión de RNE podíamos oír todos como, de la voz de Warren Beaty, salían claramente tres sílabas, las de La La Land, otorgándole el premio a la mejor película, tras haber cosechado el de director (el más joven de la historia) y actriz principal, pero luego ha venido el caos, porque Beaty ha leído el sobre equivocado, el del anterior premio, el de Emma Stone, y la película realmente ganadora ha sido Moonlight, tras una escena impropia de la organización de Hollywood.

Diciendo por adelantado que yo hubiera dado el Oscar a La Llegada, reconozco que tanto la película ganadora como la no son excelentes, en un año de una cosecha muy superior a la media de los últimos. No he visto Manchester frente al mar ni Fences, pero su otras dos nominadas, Figuras Ocultas y Comenchería, y también son de un altísimo nivel. En algunos medios de comunicación y opinadores se ha establecido algo así como una dicotomía entre La la land y Moonlight, de tal manera que el gusto por una excluye el de la otra, y creo que no es cierto. Son películas muy distintas, radicalmente opuestas en apariencia y forma, pero que realmente tampoco distan tanto una de otra. Cierto es que tras ver La la land uno sale feliz del cine, tras contemplar una historia completa, de principio y final apabullante, en la que no se alcanzan exactamente los sueños de los protagonistas pero que sí terminan por lograr algunas de sus aspiraciones, y entre medias, una historia de amor de ida y vuelta aderezada por una producción luminosa y llena de ritmo. Tras ver Moonlight uno sale desesperanzado del cine, dolido. La película muestra tres episodios de la vida de un chaval negro, que habita en un suburbio de Miami, cerca de un mar nada paradisíaco, en el que su homosexualidad será más determinante que el color de la piel. Conde destellos de redención en algunos de sus tramos, la realidad que muestra la película es la de una amarga Luz de Luna, bajo la que nada parece poder crecer, como narra la también dura y bella novela de Torborg Nedreaas. El protagonista carga contra el sino del lugar en el que le ha tocado vivir, de su familia, por llamarlo de alguna manera, y trata de escapar buscando un hogar alternativo, un amigo especial, pero apenas lo consigue. De una manera opuesta, también como en La la land, busca su sueño, que no está lleno de oropeles ni triunfo, sino que es una mera lucha por la supervivencia en un ambiente de hostilidad como resulta difícil imaginar. En su camino encuentra a algunas personas que le ayudan, y el las glorifica, pese a que nada tengan de santos ni benditos, y a otras que le hacen la vida imposible, hasta marcarle casi del todo y convertirle en una sombra muy parecida a lo que nunca deseó ser. Al final, como en La la land, se produce un encuentro entre dos de los personajes, que ven como sus vidas, transcurridos los años, han derivado hacia caminos que no imaginaron ni, en gran medida, fueron capaces de escoger. Pero ambos encuentran un momento para redimirse. No es una película fácil, ni por la forma en la que está narrada, ni por los silencios que a veces dicen tanto como incomodan, ni por ciertos trucos de cámara que, a mi al menos, me ponen algo nervioso, pero contiene belleza, resulta arriesgada, cuenta una historia compleja de una manera diferente, no resulta maniquea ni simplista en ninguno de sus temas de forma, como pudieran ser el racismo o la homofobia, y cuenta con unas grandes interpretaciones y un espectacular uso de la banda sonora. Frente a La la land, película que les recomiendo que vean porque es excelente y merece mucho la pena, Moonlight es pequeña, pero ambas son capaces de contar, de una manera soberbia, una buena historia. Y eso, y poco más, es lo que yo le pido a una película para que me guste.


Una reflexión sobre el error, que puede que sea lo más recordado de esta ceremonia (y de muchas otras que le han precedido). Más allá de las bromas virales que ahora mismo inundan las redes, el fallo muestra hasta qué punto nuestra era está tan llena de incertidumbres que, ni teniendo la respuesta somos capaces de estar seguros de ella. Un error lo tiene cualquiera, pero ante millones de espectadores de todo el mundo, los Oscar la han pifiado de una manera que, de suceder algo así en España, nos supondría el bochorno absoluto, el hazmerreír de medio planeta y, de propina, 100 puntos básicos de la prima de riesgo. Menuda munición le han proporcionado al insensato de Trump para criticarles.

viernes, febrero 24, 2017

Producciones Corea del Norte presenta

Si no fuera porque se trata del país más nauseabundo de la tierra, del régimen más corrupto y de la más cruel y sanguinaria dictadura, que oprime hasta límites inimaginables a los habitantes que han tenido la desdicha de nacer en esa tierra, lo que sucede en Corea del Norte daría para sainetes de todo tipo. Resulta ridículo hasta el extremo cualquier información que nos llega desde ese mundo, que a veces parece estar más lejos que cualquier exoplaneta distante años luz de la Tierra. El asesinato hace unos días del hermanastro de Kim Jong-Un, el gordito regente de la nación, es una de esas películas que no se presentan a los Oscar del Domingo. De hacerlo podrían ganar de calle. Al menos el premio al mejor guion original.

Kim Jong-nam fue asesinado en el aeropuerto de Kuala Lumpur por un comando que le envenenó con un gas tóxico, que ahora sabemos que es un arma química, lo que hace a todo el episodio aún más rocambolesco. Da no se que saber que en cualquier parte puede haber agentes norcoreanos dotados de armas químicas dispuestos a acabar con sus enemigos sin miramientos. El finado era hermanastro de Kim Jong-un, el actual líder, y es que el padre de ambos, Kim Jong-il, era muy aficionado a las películas, y más a las actrices. Simultaneaba la visión de escenas con la reconstrucción de las mismas y, ya de paso, el fornicio con las mujeres que actuaban en pantalla. Algunas de ellas eran norcoreanas, pero el dirigente no le hacía ascos a las surcoreanas, más bien lo contrario, y cuando se encaprichaba de una, la llamaba para que acudiera a su país y residencia palaciega. Como nadie quiere irse allí, las actrices no contestaban a las seductoras peticiones del “amado líder” y éste optaba por vías más expeditivas. Durante unos años fueron corrientes las incursiones de comandos norcoreanos que entraban en Corea del Sur y secuestraban gente (principalmente actrices) y las llevaban al otro lado de la frontera. De la mayor parte de ellas nunca se supo, y se sospecha que, de seguir vivas, se pudren aún en la presencia de las autoridades de esa tiranía. De una de esas actrices fue hijo Kim Jom-nam, y durante algunos años, entre la camada de hermanos y hermanastros del líder, estuvo entre los predilectos. Pero al igual que la fama y los oropeles del cine, que a veces bendicen a unos pero luego los maldicen, la estrella de Jong-nam dejó de brillar en el paseo de la fama de la residencia de los Kim. Tras unos años de estudio en el extranjero, el joven empezó a pasar bastante de la política (es un decir) norcoreana y se dedicó a visitar casinos, centros de ocio y parques de Disney, mientras mostraba una evidente tendencia al engorde marca de la familia. El régimen empezó a verlo con malos ojos, y dio órdenes para que fuera eliminado, primero de manera interna, y luego ya de cara a la ciudadanía del paraíso norcoreano, que vio en Jong-un a una de las tantas encarnaciones del mal que amenazan la tranquilidad del cielo divino en el que viven sus ciudadanos. El joven Jong-un expreso varias veces su deseo de no volver a pasear por las calles de Pyongyang, haciendo el sacrificio de perderse su rutilante y animada vida. Su idea era sobrevivir a base de no ser nada en el mundo, de desvincularse por completo de su familia y país, de no ser un rival para los jerarcas del régimen. El mundo de los casinos y del ocio nocturno en los depravados, decadentes y subdesarrollados países vecinos le atraía mucho más que el paraíso comunista creado por su familia. Pero resulta evidente que cuando al Kim reinante se le pone algo entre ceja y ceja, y le caben muchas cosas dado que no tiene la cabeza ni el cuerpo pequeño, acaba sucediendo. Ahora el joven Jong-un es un cadáver en la morgue de Kuala Lumpur y la trama de su asesinato no deja de enrevesarse.

Pudiera pensarse que este episodio de rencillas y vendettas en el clan de los Kim es algo asilado, anecdótico, pero nada más lejos de la realidad. Realmente refleja muy bien cómo cada uno de los “amados líderes” de ese régimen han gobernado a su pueblo y mundo. Piensen ustedes que, si así se actúa contra los familiares directos, lo que no se hará sobre, y contra, el resto de la población. Lo dicho, este domingo noche el gordito Kim seguro que será uno de los espectadores de la ceremonia de los Oscar, y todas las películas le parecerán flojas, en comparación con las que inventa y produce desde su guarida celestial. Por el bien de todos, que no se encapriche de Ema Stone en La la land o Amy Adams en La Llegada….

jueves, febrero 23, 2017

Siete planetas orbitan en torno a Trappist-1, siete planetas

Afortunadamente, ya no es noticia el descubrimiento de exoplanetas, mundos que orbitan en torno a estrellas que no son nuestro Sol. Lo que hace unas décadas eran meras construcciones teóricas se cuentan hoy por cientos, y se agrupan en catálogos que los clasifican por tamaños, densidades, proximidades a su Sol, y otras muchas variables que hemos sido capaces de estimar con la tecnología actual. El número de los conocidos no deja de crecer, y esto es una magnífica noticia. Pero lograr una tacada de siete en un mismo sistema estelar es algo que supera los sueños de muchos. Y eso es lo que se dio a conocer ayer.

Trappist-1b es una enana roja, situada a sólo cuarenta años luz de nosotros. Eso en distancias estelares no es nada. Las enanas rojas son un tipo de estrellas, de las más abundantes que existen, y responden a la parte final de su ciclo de vida. Son más pequeñas y frías que nuestro Sol, más difíciles de detectar porque su brillo es tenue, y poseen una atracción gravitatoria menor. Durante años se pensó que, en torno a ellas no habría planetas. Cuando empezaron a descubrirse la teoría era que sería imposible que albergasen agua, por el escaso poder calorífico de la estrella, pero para solucionar este espinoso asunto llegó la gravedad en nuestro auxilio, y es que lo que denominamos pomposamente como “zona de habitabilidad” o espacio de órbitas en torno a una estrella que permitirían el agua líquida en la superficie, depende mucho de las características de la estrella. Cuanto mayor sea, más ancha será esa franja y más lejana se situará en torno a ella. Cuanto menor, como en las enanas rojas, más estrecha será la franja y más cercana a la estrella. Esto ha hecho que, en el caso de estas estrellas pequeñas, nos haya sido mucho más sencillo encontrar los planetas alejados que los cercanos. En Trappis-1 el sistema de siete planetas, descubierto por el método del tránsito (subidas y bajadas que se detectan en la emisión de luz de la estrella que llega a nosotros cuando “algo”, un plante, pasa delante suyo) se encuentra muy arracimado, mucho más cerca unos de otros que lo que sucede en nuestro sistema solar, por lo que para los “trappiestenses” la posibilidad de viajar entre sus mundos es, incluso con la tecnología que ahora poseemos, mucho más sencillo y barato que lo que resulta manda misiones a Marte o a los lejísimos Júpiter o Saturno. Los siete planetas detectados parecen rocosos, de dimensiones similares a nuestra Tierra, en un rango de tamaños que va desde el 80% al 120% de nuestro mundo, más o menos, y tres de ellos se encontrarían en la zona de habitabilidad de su estrella, tres. Para que nos hagamos a la idea, en nuestro sistema solar Venus estaría, por poco, fuera de esa “zona” por estar demasiado cerca del Sol, mientras que la Tierra está en su franja central y Marte, por poco, se mantiene en el extremo de esa franja. Las órbitas que describen estos planetas sobre su estrella son muy rápidas, por lo que los “años” se pueden contar en días o semanas. Así mismo, la proximidad a la estrella hace que, probablemente, sufran fuerzas de marea y eso haga que siempre muestren la misma cara a su Sol, como le pasa a la Luna con la Tierra, por lo que las diferencias de temperaturas entre un lado y otro de cada planeta pueden ser abismales. También hay que recordar que las enanas rojas emiten mucha radiación y que, al estar los planetas cerca de su estrella el efecto de las radiaciones sobre la superficie debe ser muy intenso, salvo que alguno de los mundos disponga de atmósferas que permitan disiparla. Todo esto es necesario para que no nos imaginemos, de golpe, la existencia de los antes mencionados “trappiestenses”, pero eso es lo de menos. La dimensión del descubrimiento es, en todo caso, enorme.


Ahora que sabemos que esos planetas están ahí debemos hacer todos los esfuerzos del mundo para averiguar lo más posible de ellos porque, la verdad, es que no sabemos nada de nada. El método de tránsito nos pone en bandeja la posibilidad de estudiar sus atmósferas a partir de la luz que, proveniente de su estrella, las atraviesa y llega aquí, y eso es una vía para conseguir mucha y muy valiosa información. Lo más importante de todo. Los sistemas planetarios están por todas partes, y las opciones de encontrar mundos, como este o de cualquier otro tipo, empiezan a ser infinitas. Como siempre, les recomiendo que lean al genial Daniel Marín para saber muchísimo más sobre estas apasionantes noticias.

miércoles, febrero 22, 2017

¿Me cobra, por favor?

La técnica, que ya es omnipresente en nuestras vidas, contribuye a ofrecernos muchísimas posibilidades y, también, complica algunos aspectos del día a día que son bastante sencillos, produciéndose de vez en cuando situaciones absurdas. Ayer, en compañía de unos amigos y compañeros de trabajo, acudí a una función de teatro, una especie de monólogo extralargo sobre las relaciones de pareja contado por una mujer que había sufrido de todo, siempre con el humor presente. La sesión fue divertida, no se si aprendí algo pero me lo pasé bien, y los que allí estábamos nos reímos y estuvimos divirtiéndonos un buen rato, que no es poco.

Antes de la función, tomamos algo en una cervecería anexa al teatro. A la hora de pagar la consumición cada uno pusimos lo nuestro, sobrante arriba o abajo, y fuimos a la caja que estaba en el centro del amplio local, para abonar el importe. Uno de nosotros no tenía cambio y puso un billete y, junto con las monedas de todos los demás, le acompañé a efectuar el pago, mientras el resto de compañeros abandonaba el local y, entradas en mano, se ponía a la cola para acceder al espectáculo. La barra era una de esas que, girada sobre si misma, se situaba en medio del espacio del bar, por lo que desde cualquier punto se veía a los camareros que te daban la espalda cómo trabajaban en sus pantallas de cobro o poniendo las consumiciones. Ya fue algo sospechoso que, para el mero hecho de pagar, tardaran tanto en hacernos caso como lo hicieron, pero al final uno de nos camareros se fijó en nosotros, no tanto en nuestras pintas sospechosas como en nuestros gestos que denotaban interés, y vino y nos atendió. Tardo otro poco en sacar el ticket en el que venían impresas, correctamente, nuestras consumiciones, y le dimos el billete para que, vía cambios, mi acompañante quedara saldado. El camarero fue con el dinero y recibo a una de las pantallas táctiles que servía como TPV, y empezó a teclear en ella un montón de códigos de acceso y, tras desbloquearla, cifras y datos en abundancia. Preguntó varias veces a algunos compañeros el número concreto de la mesa en la que estábamos, y haciendo otras cosas a la vez, seguía pulsando botones en su pantalla y rellenado lo que parecía un formulario del IRPF. En un momento dado el proceso se detuvo, el camarero se quedó impaciente ante el terminal y, sin que pudiera ver qué es lo que había pasado, la siguiente vez que lo vi se encontraba nuevamente ante la pantalla de desbloqueo inicial. Volvió a teclear abundantes caracteres y, con el programa abierto, empezó lo que parecía una nueva cuenta, síntoma de que, por algo, la anterior había fallado. Mi acompañante y yo veíamos que el tiempo pasaba y el acto de pagar se empezaba a dilatar más de la cuenta. En el nuevo proceso de carga de datos del camarero, que empezaba a tener aspecto de analista financiero, algo debió salir mal otra vez, pero esta vez el fallo implicó el bloqueo de la pantalla. Acudió a pedir ayuda a un compañero y, entre ambos, lograron inicialmente cerrar el programa de facturación y volver al escritorio de lo que, por aspecto, parecía un Windows XP. Desde ese punto hicieron algunas intentonas para lanzar el software de cobro, pero parecían no tener éxito. Finalmente, optaron por la solución clásica, que es reiniciar el equipo, cosa que llevó un pequeño tiempo, pero que supuso toda la cascada de pantallas negras y de color clásicas asociadas al arranque. Pasados unos minutos, el camarero volvía a estar ante la críptica pantalla de identificación del programa de cobro, y tras introducir su código secreto, reinició el proceso de generación de la factura. Esta vez hubo éxito y, como por arte de magia, se abrió el cajón del dinero sito en la parte inferior del TPV y pudo proceder al cobro y traernos las vueltas.


Escenas de este tipo son cada vez más similares, una vez que los puntos de venta se han convertido en puertas de acceso a las bases de datos de los negocios y recopiladores de “data” a veces “big” otras no tanto. En muchas ocasiones las etiquetas de los productos salvan a los dependientes en el siempre complejo proceso de cobro, piense usted en la cola del supermercado y el lector de códigos de barra, pero la hostelería, entre otros negocios, carece de identificadores de este tipo y el proceso de carga de la información requiere un trabajo del empleado que, muchas veces, debe atender a todo lo demás mientras rellena el albarán correspondiente. Ayer fueron varios minutos, no pocos, los que empleamos, mi amigo, el camarero y yo, en cumplimentar todo ese proceso.

martes, febrero 21, 2017

La conferencia de seguridad de Munich, y las sombras de Washington

Este fin de semana se ha celebrado en Munich su conferencia de seguridad, un encuentro anual de líderes políticos, militares y de otro tipo que, a escala, viene a ser como el Davos de la defensa. Esta conferencia se creó en los años sesenta como un foro de debate entre lo que entonces era el este y el oeste, para tratar de aliviar tensiones y ver cómo afrontar retos comunes a ambos mundos. Con el paso del tiempo ha ido ganando relevancia global, a medida que las amenazas han dejado de ser problema de países aislados para serlo de toda la humanidad, y lo que se comenta en sus foros y conferencias es muy importante. Obviamente, recibe menos cobertura mediática que cualquier partidillo de fútbol de primera división.

El punto central de este año en la localidad bávara ha sido el más impensable, lo que demuestra hasta qué punto empieza a ser imprevisible el mundo en el que nos encontramos. EEUU, sí, ha estado en boca de todos como objeto de estudio, análisis y, por qué negarlo, preocupación. La llegada de Trump y sus primeras semanas en el poder han supuesto una convulsión que, lejos de amainar, abre cada día nuevos frentes, interrogantes y dudas. ¿Hasta qué punto un Presidente desequilibrado puede alterar el equilibrio global, la estabilidad de su propio país y amenazar la de otros? Preguntas muy serias, pero muy pocas respuestas. Munich ha servido como escenario para la presentación ante la sociedad europea de algunos de los más altos cargos de la administración Trump, como ha sido el caso de James Mattis, secretario de defensa y Mike Pence, vicepresidente. Este último es, de los miembros del gabinete Trump, de los pocos que proviene de las filas republicanas tradicionales. Muy conservador en lo social, es un republicano clásico y no dado a las estrafalarias salidas de tono de su jefe. El discurso de estos dirigentes norteamericanos en Munich ha sido, por así decirlo, de apaciguamiento. Han insistido en la necesidad de que los países europeos amplíen sus presupuestos de defensa para que sus aportaciones a la OTAN resulten significativas, y que EEUU no cargue con casi todo el gasto, como sucede hasta ahora, pero han aparcado ideas muy de Trump en las que, directamente, se habla en contra de la institución trasatlántica y de la propia UE. En su discurso Pence insistió mucho en la leal y seria colaboración que Europa va a encontrar, como siempre, al otro lado del Atlántico, y vino en cierto modo a refutar parte del discurso que, día tras día, exhala de los tuits de su jefe. A la audiencia que le escuchaba le agradaban esas palabras, pero le dejaban un poso de preocupación, por no saber a qué carta quedarse. La conclusión obvia es que nadie sabe realmente cual es el discurso imperante en Washington, si el de Trump y sus asesores Bannon y Conway, escorado hacia el delirio, o el del republicanismo tradicional, que por definición suele ser más aislacionista que el demócrata. Si cada uno de los representantes de la Casa Blanca va a defender posturas contradictorias la llevamos clara para saber realmente a qué atenernos. Por ello, y pese a las buenas palabras, la sensación que deja Munich es amarga. Hay que seguir esperando y actuando en función de las medidas que, día a día, vaya desarrollando la administración Trump, y aplicar en todo momento la máxima bíblica de “por sus hechos les conoceréis”. Todo esto, como señalaba al principio, no hace sino introducir aún más confusión e incertidumbre si cabe en un escenario internacional confuso, volátil y ausente de certezas. Y con muchos frentes abiertos que reclaman soluciones a medio y largo plazo.


La actitud futura de Rusia, que condiciona conflictos como el de Ucrania, las veleidades chinas y las tensiones en sus mares colindantes con todos sus vecinos, los desafíos constantes de la paranoica dictadura de Corea del Norte, el islamismo, en su frente de guerra en Siria y sus células durmientes en occidente, el papel de Irán, el ciberterrorismo y la difusión de bulos por internet, las acusaciones de manipulación electoral y de espionaje entre naciones, las tensiones económicas entre bloques…. Y todos los problemas globales que a ustedes se les puedan ocurrir. La agenda internacional está repleta, y lo único seguro es que Washington, hasta ahora una fuente de certidumbre, con la que se podía estar de acuerdo o no, ya no es predecible. Muy complicado el tablero de juego de esta especie de Risk global.

lunes, febrero 20, 2017

La Infanta Cristina y la ejemplaridad

Poco puedo añadir a lo muchísimo publicado y comentado sobre la sentencia del caso Nóos que se hizo pública el pasado viernes. Por un lado, la instrucción del juez Castro sale bastante tocada, dado que más de la mitad de los acusados han sido declarados absueltos, pero no es menos cierto que las penas impuestas a los dos cabecillas de la trama, Torres y Urdangarín, son elevadas y demuestran que hubo un delito, cosa que aún es negada por ciertas opiniones. Poco se ha dicho de la condena de tres años a Jaume Matas, la tercera que le cae, creo, en un rosario de juicios y sentencias que están poniendo en su sitio no sólo su gestión política sino, también, su catadura moral. Matas llegó a ministro y tenía buena fama. Hoy su nombre es sinónimo no ya de corrupción, sino de sentenciado delito.

La trascendencia del caso Nóos se deshizo, en gran parte, el día en el que el Rey Juan Carlos abdicó y se retiró de la vida pública. Una de las principales tareas que tenía encomendadas Felipe VI a su llegada al trono era la de desvincularse de su familia, especialmente de Cristina, no tanto porque supiera que ella o su esposo iban a ser culpables de lo que les acusaban, o no, sino por el mero hecho de la imagen que se asociaba. Felipe VI en un hombre sensato y sabe, mucho mejor que otros, que su cargo, su poder, es muy escaso, y que se basa fundamentalmente en la imagen, en la creencia que los demás tienen de él. Su prestigio no viene por la familia o un juramento, o el oropel de la corona (eso hoy en día más bien resta) sino por la discreción, sensatez y cordura con la que ejerza sus funciones. Se sabe observado y examinado en todo momento, y conoce hasta qué punto la ejemplaridad, ese concepto tan necesario y que Javier Gomá ha puesto en boca de todos, debe ser la brújula que guie sus pasos. Dolorosa o no, la separación absoluta respecto a Cristina y su marido era necesaria, y Felipe la ejerció de manera estricta desde el primer minuto de su reinado. Con ello el caso Nóos dejó de ser un “juicio a la Corona” para convertirse “sólo” en un “juicio de corrupción” y las implicaciones políticas de la sentencia quedaban diluidas. Estas lecciones a las que me refiero, de ejemplaridad y responsabilidad ante la opinión pública, son las que en ningún momento ha tenido en cuenta Cristina, la Infanta. Su título viene de herencia paterna, y nadie le puede desposeer de él, pero sólo ella es capaz de ejercerlo y, con su actitud, prestigiarlo o arruinarlo, y resulta bastante obvio por lo que se ha decantado. La sentencia la absuelve de culpa, le obliga a pagar una multa inferior a la fianza que había depositado (de ahí el chiste que ha circulado que le ha salido a devolver) pero deja bien a las claras que se benefició de una trama corrupta, que su marido y socios cometieron delitos de varios tipos y que, en ningún caso, su conducta, formas y modos han sido ejemplares. Y nuevamente hay que recalcar que esa exigencia de comportamiento, que debe ser máxima para todos nosotros, aún más si cabe se debe exigir a quienes ostentan un cargo público o representan una institución, bien de manera electiva o, como es el caso, encarnada. La Infanta Cristina ha mancillado, con su comportamiento, el título de infantazgo, el nombre de su casa, el prestigio de la Corona de España y la imagen del país. Quizás no ha cometido ningún delito punible, pero en ningún caso su comportamiento ha estado al mínimo nivel de la exigencia ética que le corresponde. Si actitud de hacer como quien ve llover durante todo los años de escándalo y juicio es reprobable, y ha sido a su padre y hermano a quienes más ha perjudicado, y de rebote a la institución monárquica. Alguien dijo hace ya años que Cristina era el mayor regalo que les había caído a los antimonárquicos, y así ha sido, pero no por sus delitos, sino por su actitud. Sólo espero de ella que realice el único acto que le queda para salvar una mínima parte de su honra, que es la renuncia voluntaria a sus derechos dinásticos y su título. Nada más.


Y una pequeña reflexión sobre las varas de medir. Tras la sentencia muchos han sido los comentarios indignados sobre la benevolencia de la justicia y la “salvación” de la infanta, comentarios que seguían a los que se lanzaron en su momento cuando alegó no saber nada. Entiendo la indignación de quienes así se pronuncia, pero no oí ese mismo desgarro de ira social cuando Neymar, Messi o cualquier otro deportista famoso usó el mismo argumento para eludir su pena por delito fiscal. Es más, veo que, semana tras semana, esa sociedad tan “indignada” sigue aplaudiéndolos sin cesar en estadios y campos deportivos. Esto es lo que se llama incoherencia.

viernes, febrero 17, 2017

Trump, desencadenado

En la larga y asombrosa rueda de prensa que dio ayer Donald Trump, y que no tuve la oportunidad de seguir en directo, el Presidente de EEUU (Cómo me cuesta escribir este cargo y pensar en ese personaje) arremetió contra todo el mundo, calificó de desastre absoluto el país y administración que ha heredado, y calificó a la prensa de deshonesta y fuera de control. En esto último hay que darle al sujeto un margen de confianza y de validez, porque pocos como el mismo para saber lo que es la deshonestidad y actuar fuera de control. Pareciera por un momento que se estaba describiendo a sí mismo, en una actuación que, lo siento Alec Baldwin, no hay humorista que pueda superar.

Aunque no lo vaya a reconocer nunca, ha sido esta que termina una semana muy mala para Trump. La renuncia forzada de Michel Flynn, su asesor de seguridad nacional, tras conocerse los intensos contactos mantenidos con diplomáticos rusos antes de ser nombrado en el cargo. Esas conversaciones, encuentros e intercambios de información hacían aún más verosímil la cacareada teoría de la colaboración con la que contó el equipo de Trumo por parte de la inteligencia rusa para poder ganar las elecciones. Flynn intentó disculparse, inventó algunas coartadas, y nada pudo hacer cuando quedó claro que, salvo el vicepresidente Mike Pence, casi todo el equipo de Trump conocía esos contactos, que con tanta intensidad Flynn, seguía negando. Su renuncia ha sido, también, el resultado de la guerra que se vive en el entorno de Trump por hacerse con cuotas de poder. Rence Priebus, jefe de gabinete del presidente, y Steven Bannon, su influyente y extremista asesor, son las cabezas con más poder ahora mismo en Washington, y dictan los nombres que ocupan los cargos, y en su deseo está el dictar lo que los medios cuenten de las acciones de la presidencia. Esas dos personas encarnan el “trumpismo” frente al republicanismo clásico, que es donde reside el vicepresidente Pence y la mayor parte de los medios y altos cargos de la administración. Esas luchas internas por el poder muestran, cada día, el caos absoluto en el que vive la administración y que, en cierto modo, la mantiene paralizada (lo que, viendo las decisiones que toma, quizás no sea tan malo). La sensación de descontrol que se emite ahora mismo desde Washington es tan elevada como sorprendente y, si me apuran, grave. Pensar en la estrategia a medio plazo que va a regir la política del gobierno Trump en todas aquellas áreas de su influencia es una ilusión falaz, dado que día a día se improvisa, se trampea y se salta de chapuza en chapuza. Por ello no es extraño encontrarse con titulares como este que, si uno lo lee despacio, resultan incomprensibles. Resulta que las agencias de seguridad del país, que nunca se han fiado mucho entre sí, ahora se han puesto de acuerdo para no fiarse del Presidente, y no le cuentan todo lo que saben. No es una actitud rara si uno ve como un asesor de seguridad del propio gobierno debe renunciar tras mantener muchos contactos con el teórico archienemigo ruso, pero que la inteligencia, las cloacas si usted lo prefiere, el estado “profundo” se muestre receloso ante el poder establecido es algo que no tiene mucho sentido y, sobre todo, parangón en la historia de EEUU. Dado que la principal ley que rige ahora mismo en la Casa Blanca es que todo es mentira, salvo lo que sale de la boca del Presidente, quizás Trump la emprenda ahora, nuevamente, pero desde su sillón presidencial, contra la CIA, NSA, FBI y todo el conglomerado de seguridad interior y exterior que, le guste o no, le dotan de gran parte del poder que, presuntuoso, ejerce. ¿Va a lanzarse Trump a una batalla contra sus propios espías? Ni Putin ni otros mandatarios mundiales hubieran soñado un escenario tan de pesadilla para el imperio americano. Es desolador.

Y en medio de todo este caos, sólo veo un indicador de optimismo global, que es el Dow Jones. La bolsa de Nueva York, en todos sus índices, encadena máximos históricos en un proceso de subida libre que no tiene freno ni cielo conocido, y que no soy capaz de explicarles a qué se debe. El llamado “rally Trump” que empezó tras conocerse la victoria electoral de Donald, se extiende en el tiempo y ha proporcionado sustanciosas ganancias a inversores de medio mundo, donde los índices también suben arrastrados por la euforia neoyorquina. ¿Ilusión? ¿Espejismo? ¿Más dura será la caída? A saber. Lo único cierto es que nada seguro ni previsible va a venir del otro lado del charco en bastante tiempo, al menos en la política. Menudo desastre de hombre, de equipo y de gestión.

jueves, febrero 16, 2017

Otra noche de disturbios en París

Cuando les hablaba ayer de seguridad en las calles ponía a EEUU como ejemplo de lo que no debemos ser, de cómo no gestionar nuestra sociedad. Sin embargo no hace falta irse tan lejos para encontrarnos con situaciones de tensión y violencia que nos preocupan. Desde hace un par de semanas se reproducen los incidentes en la periferia de París, que esta noche se han extendido a otras ciudades como Lyon, incidentes que enfrentan a la policía contra manifestantes de esas zonas, que llevan día tras día protestando tras la presunta violación de que fue objeto uno de los residentes, un joven negro llamado Theo. El parte hospitalario demostró desgarros anales y otras lesiones fruto de una agresión sexual con una porra de la policía.

Tras una noche de violencia, hace ya un par de semanas, el todavía presidente Hollande acudió al hospital en el que Theo se recuperaba de sus heridas, para mostrar su apoyo a la víctima y denunciar los abusos policiales. Al mismo tiempo, se inició una investigación interna en el cuerpo y se apartó del servicio a varios agentes, presuntamente implicados en estos hechos. Sin embargo, la mecha de la protesta prendió, y desde entonces no han cesado las manifestaciones y quemas de coches, contenedores y cualquier otro tipo de mobiliario urbano. De azuzar el fuego también se ha encargado Marine Le Pen, que parece disfrutar, como en esos alardes que se organizan en las noches de San Juan, de caminar sobre las brasas. Mientras Hollande estaba en el hospital con Theo, Le Pen no dejaba de afirmar en los medios que dudaba de la versión de la víctima, y dejaba entender que, aunque fuera cierto lo sucedido, tampoco le importaba. En medio de la tensión que se vivía tras la hospitalización de Theo, declaraciones de este tipo no ayudaban para nada a la hora de tranquilizar los ánimos, y los exaltados entre los protestantes han tenido excusas suficientes para seguir montando bronca. Lo cierto es que han pasado dos semanas desde estos hechos y la violencia no cesa en las noches de las “Banlieues” que es como se denomina a estos suburbios urbanos de las grandes ciudades, especialmente de París, zonas de alta densidad de población, carentes de muchos servicios básicos, urbanizadas a todo correr en su momento y, en gran parte, abandonadas. En ellas el porcentaje de inmigrantes residentes es muy elevado, y las estadísticas económicas revelan una situación de precariedad muy alta, con tasas de paro, pobreza, bajos estudios y delincuencia realmente disparadas. Son también un lugar propicio para que los islamistas capten seguidores y carne de cañón para sus atentados, dado que allí es mucho más fácil sembrar el mensaje de (falsa) redención yihadista y de odio a todo a unos jóvenes que, en no pocos casos, tienen muchos argumentos para odiar a todo lo que les rodea. En 2005 se produjo, creo recordar que tras otra desafortunada intervención policial, un estallido similar en uno de estos suburbios parisinos, que se saldó también con muchos días de disturbios, detenciones, agresiones, daños materiales y la sensación de que una herida, que llevaba años doliendo, empezaba a sangrar. Cuando la violencia se aplacó muchas voces reclamaron na actuación integral en estos barrios, para al menos tratarlos como al resto de la ciudad, para no discriminarlos, para, en la medida de lo posible, ayudar a que la integración y la estructura social no continuara deteriorándose. Varios años después, una crisis económica que ha dejado las arcas públicas temblando y una explosión de terrorismo yihadista que ha puesto a Francia al borde de la histeria, dudo que haya mejorado algo la situación de estas barriadas. Y nuevamente nos encontramos ante un estallido de violencia, que se agotará con el tiempo, pero que vuelve a advertirnos de que el problema, enquistado, no remite.


Y todo esto a tres meses de las elecciones presidenciales. No se cómo están tratando este problema ni los medios franceses ni los candidatos, pero me imagino que el discurso antiinmigrante y de mano dura de Le Pen tendrá en estas imágenes de violencia la mejor de las publicidades posibles, la foto y la escena perfecta de caos para enmarcar su respuesta feroz para devolver a su Francia soñada (en una pesadilla) la rectitud. ¿Influirán estos sucesos en el voto? ¿serán utilizados por los candidatos? A saber, aunque lo más probable es que, visto lo visto, poca cosa cambie en esas “banlieue” sea quien sea el próximo inquilino del Palacio del Eliseo, palacio sito en un barrio parisino de belleza y riqueza apabullante que está en la misma ciudad en la que, esta noche, arden contenedores repletos de ira.

miércoles, febrero 15, 2017

Sigue cayendo la criminalidad en España

Nos quejamos muchísimo, todos los días, del país en el que vivimos. Todo está mal, repetimos con una insistencia machacona, y esa percepción negativa a veces nos ciega y domina por completo, nos incapacita para ver realidades que están a nuestro alrededor y que nos demuestran que, pese a lo que pensemos, no vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero sí en el mejor de los que han existido. La necesidad de mejorar y corregir los errores es loable, pero no reconocer los éxitos sería como abroncar al chaval que aprueba de la misma manera que al que suspende. Quizás no habría que abroncar a ninguno, pero para nuestra percepción, no dejamos de abroncar.

Ayer se publicaron los datos de criminalidad en España en 2016, y son dignos de estudio. Por primera vez hemos bajado de los trescientos asesinatos en todo el año, con una tasa de 0,63 homicidios por cada 100.000 habitantes, sólo mejorada en Europa por los 0,47 que registra Austria. En cuanto a los delitos y faltas, que diría el maestro Allen, también bajan y alcanzan la cifra de dos millones, número abultado, pero menor que en registros anteriores. La traducción de estas cifras a la vida cotidiana se hace mediante una palabra que tiene componentes negativos y que muchas veces se usa para infundir miedo, pese a su significado. Esa palabra es seguridad. Este es un país en el que uno se siente seguro, en el que no domina la sensación de sentirse intimidado por el entorno o el barrio por el que se transite. Vivo en Madrid, la mayor ciudad del sur de Europa, tres millones de habitantes censados, unos seis millones en la comunidad, entre los anteriores, los no censados como yo y los censados en otras localidades y los ilegales, y nadie puede decir que existe un problema de seguridad aquí. Y es una ciudad dura, como todas las grandes, tensa y con problemas, con situaciones de marginalidad, pobreza y desigualdad, con barrios de riqueza faraónica frente a otros que siguen sin tener asfaltados muchos de sus caminos y donde el lugar en el que dejas el coche se convierte en un sucio barrizal cuando caen cuatro gotas. Millones de personas de distinta procedencia, nacional y extranjera, culturas y creencias dispares, pero que no viven en una situación de gueto o menosprecio. Y esto que digo de Madrid se puede extrapolar a cualquier otra ciudad o pueblo de España, la sensación de seguridad que existe es elevadísima, y eso es un valor inmenso, enorme, que pasa tan desapercibido como la buena salud, y que sólo se nota, como la salud, cuando se pierde. Paradójicamente, ha sido viendo algunas de las últimas películas donde he caído nuevamente en la cuenta del extraño paraíso de seguridad en el que vivo, vivimos. Dos de ellas, “Moonlight” y “Comanchería”, muy buenas y muy distintas, muestran una sociedad en la que la violencia, el recurso a la agresión y el uso de las armas están claramente instaurados, como pudiera ser aquí la bocina a la hora de conducir. La imagen que ofrecen esas películas de sus sociedades es realmente desastrosa, pero no sólo por la pobreza o falta de perspectivas que pueden padecer sus personajes, dado que esas situaciones también las tenemos aquí, y en abundancia. No, lo que más miedo me daba al verlas es el continuo y asimilado recurso a la violencia que de ellas se desprende, de cómo en esas sociedades el uso de las armas es algo tan instituido como el de los pantalones, y la escasa, en ocasiones nula distancia, que existe entre la vida y la muerte cuando la mayoría de tus semejantes poseen un arma y están dispuestos a usarla. Para alguien como yo, de presencia relativa, ausencia de fuerza física y escaso carácter (es lo que hay, sí) vivir en un mundo de violencia supone una pesadilla en la que tengo todas las de perder y, quizás también, una propina extra. Y cada escena de esas películas me lo recordaba constantemente.


Salí del cine, especialmente tras la de “Comanchería” con una enorme sensación de alivio, en la noche madrileña, rodeado de personas y coches, en medio del barullo de una ciudad tan ruidosa como esta, pero con la seguridad de que nadie me iba a pegar un tiro paseando por ella, la constancia de que en el metro no tendría que preocuparme de quién estuviera al lado mío y que, en el camino bajo las farolas hasta casa, sólo debía preocuparme de no pisar alguna cagada de perro, que tanto abundan por todas partes. Sí, se que no existe el riesgo cero, pero la sensación es esa. Y esa sensación, llamada seguridad, es algo tan preciado e importante que, reitero, no entiendo como no lo valoramos como es debido.

martes, febrero 14, 2017

Banco de España y CNMV, imputados por Bankia

Visto en perspectiva, resulta una obviedad calificar de catástrofe la salida de Bankia a bolsa, en el año 2012. Quizás ese fue el último de los inmensos errores que convirtieron en inevitable la quiebra de parte del sistema financiero español y la necesidad de solicitar un rescate, palabra de tres sílabas y siete letras, que aún seguimos pagando. Si hoy nos preguntaran a todos que se debió hacer entonces la única respuesta clara sería la de no realizar el proceso de OPV y salida a bolsa. Pero, ¿qué se decía en 2012? Pues no eran pocas las voces que también tenían esa misma opinión negativa, y anticipaban lo que podría suceder si, como pasó, la entidad era tan insolvente como lo parecía. Predicaban en el desierto esas voces.

Por eso la noticia de ayer, muy importante, de la imputación de parte de la cúpula del Banco de España y de la CNMV por el proceso de salida a bolsa de Bankia vuelve a poner sobre el tapete las muchas, muchísimas cosas, que fallaron en aquel momento, y no sólo por parte de las propias entidades financieras. No podemos caer en el simplismo cutre y propio de tertulia televisiva de acusar a un sector, a un grupo o a una persona de aquel desaguisado, porque entonces estaríamos no sólo falseando la realidad, sino también poniendo las bases para que otro episodio similar se vuelva a producir. Suelo decir que catástrofes de este tipo se parecen mucho a las aéreas, donde es una secuencia compleja de múltiples fallos lo que acaba causando un accidente, de tal manera que evitarlo no hubiera sido cuestión de arreglar uno de esos fallos aislados, sino de corregir toda la cadena de errores. Desde la opinión pública, que se benefició de los préstamos concedidos de manera irresponsable por parte de las entidades financieras, se ha lanzado una y mil veces el mensaje de que la culpa de lo sucedido es de los banqueros, mensaje que en el caso de Bankia, y viendo las conductas presuntamente delictivas de su cúpula, resulta muy fácil de comprar y llega cargado de razón. Pero no sólo fue culpa de Rato y todos los que le precedieron la catástrofe de Bankia. Durante los años “gloriosos” CajaMadrid era una máquina de prestar dinero a todo el que se lo pidiera sin que nadie se parase a pensar si los proyectos eran rentables o no. Entidades públicas, ayuntamientos, gobiernos regionales, políticos de todos los signos… el reguero de beneficiados en el proceso de saqueo de la Caja es amplio y comienza en el señor que se compró el piso al doble de su valor para venderlo al triple hasta acabar en el despacho de Rato. Pero no sólo eso, ni mucho menos. Los reguladores, y ahí vamos al núcleo de la noticia, o no miraron o no quisieron ver lo que allí pasaba. Varias circulares del Banco de España advertían en esos años en los que todo nos iba bien que los riesgos que tomaban las entidades financieras empezaban a ser demasiado altos. Sin embargo nadie atendió a esos escritos, que junto a cada vez más voces, advertían de que estábamos camino de un problema inmenso si no se controlaba el crecimiento del crédito, tanto al particular como al promotor inmobiliario. Lehman quebró y se desató la tormenta. Desde el gobierno, entonces del PSOE, se trató de ganar tiempo, minimizar el problema y presumir de la fortaleza de un sistema financiero que, en una de sus patas, la formada por muchas cajas de ahorros (no todas) estaba completamente quebrado. ¿Sabía el Banco de España esa situación de quiebra y la ocultó? Si se dio ese ocultamiento ¿Fue por presiones políticas, por miedo a la actuación o por otro tipo de condicionantes? Estas son las preguntas que desde ayer la Audiencia Nacional considera necesario que sean contestadas por parte de quienes dirigieron la entidad reguladora. Y lo mismo se puede aplicar a la CNMV, sobre lo que sabía, quiso hacer y, presiones o no mediante, hizo.

No les voy a engañar, todo esto me da bastante pena. El prestigio en la inspección y supervisión del Banco de España ha sido inmenso durante muchos años gracias a los enormes profesionales de esa casa ya a una gerencia que, en los años de Luís Ángel Rojo, era de las más serias y solventes. El desastre de la crisis financiera ha arrasado, en gran parte, ese prestigio, y si se demuestra, como me temo, que algunos directivos de la entidad no hicieron caso a las advertencias que desde los profesionales de la casa se les hacía sobre lo que se avecinaba, suya será la culpa de ese destrozo, destrozo inmaterial, intangible, pero de una gravedad en su dimensión institucional y temporal mucho mayor que la de cualquier cuenta de resultados. Muchas son las explicaciones que aún se deben de lo sucedido en esos años aciagos.

lunes, febrero 13, 2017

Rajoy gana dos veces, Errejón lo pierde todo

A eso de las cuatro y media de la mañana de hoy Madrid era un puro temporal de lluvia y viento. Las persianas de casa se movían agitadas por una especia de baile de San Vito que amenazaba con descoyuntarlas y el agua era lanzada contra ellas y los cristales como si alguien, con baldes, la estuviera tirando con toda la saña del mundo. Me he levantado a ver el espectáculo y créanme que impresionaba. Dudo que hubiera mucha gente por la calle a esas horas, pero los que ahí estuvieran, los coches que circulasen entonces, menudo temporal que estaban capeando. Lo mejor de contemplar esas escenas es la seguridad de volverse a la cama y, aunque despierto, sentirse guarecido, a resguardo del exterior.

No se si Rajoy habrá oído el vendaval, Errejón seguro que sí, y a ambos les habrá suscitado sensaciones muy distintas. Rajoy ha pasado uno de los fines de semana más plácidos, “búlgaros”, aburridos, previsibles y sensatos de toda su vida, y no ha dejado de escuchar loas y alabanzas a su nombre, algunas sinceras, otras fingidas, las más interesadas, las menos emotivas, pero con idéntico resultado de encumbramiento absoluto en las alturas del poder del partido, de su partido, que es su vida y obra. El marianismo reina sobre el PP de manera absoluta, y como un Luis XIV en Versalles, a su paso suena la orquesta, los nobles se giran y todo es cortejo y aplauso. La verdad es que, como se preveía, los periodistas que han seguido el congreso popular se han aburrido de lo lindo. En Vistalegre, donde a la vez se celebraba la asamblea de Podemos, ha habido bastante más movimiento e interés, aunque al final ha acabado pasando lo que muchos esperaban. Iglesias ha ganado todas las votaciones a las que él, los suyos y sus ideas se presentaban, y controla la organización de manera cómoda tras unos resultados en los que, también, se muestra que los votos no son proporcionales a los representantes conseguidos (pasa en todas las familias y colegios electorales). El respaldo de la militancia a las tesis de Iglesias es, aunque suene sorprendente, la guinda del pastel de Rajoy. Una victoria de alguno de los postulados de Errejón quizás hubiera supuesto una fractura orgánica en Podemos, aparentemente le debilitaría, pero le hubiera forzado a realizar un trabajo de integración y apertura a otras corrientes, y así mostrar a la sociedad una imagen más abierta. Eso se hubiera podido traducir en una mayor confluencia con otros movimientos, con el PSOE y otras formaciones, y la famosa transversalidad de la que habla Iñigo sin cesar que, no olvidemos, está en los genes fundadores de un Podemos que no era un instrumento de la extrema izquierda, ni mucho menos. La victoria de Iglesias, además de engordar aún más su ego si cabe, corta todas estas posibilidades. Salvo auténtica sorpresa, Errejón y los suyos serán relevados de sus cargos y, quizás, se les adjudiquen otros que tengan más de simbólico que de relevante, perdiendo protagonismo y poder. Podemos, bajo el mandato único de Iglesias, seguirá en un camino de radicalización y enfrentamiento contra todos, que le ha permitido cosechar muchos votos, sí, pero que le supone haber llegado a un techo que no puede traspasar. La imagen de un Podemos enfadado es la perfecta, la más deseada por Rajoy, y por buena parte del PSOE, para lanzarle las críticas más aceradas, y en parte acertadas, sobre los males del populismo, para volcar sobre él la imagen de irresponsabilidad e inmadurez frente a los acuerdos, el pacto y las medidas del día a día que, gobierno y oposición, puedan pactar en el Congreso y demás instituciones. Un Podemos radicalizado es el perfecto pimpampum sobre el que descargar los errores propios y, por ello, es un regalo para sus adversarios.


Errejón seguro que ha oído el vendaval de esta noche, y no habrá pensado mucho en metáforas tras el propio que ha sufrido estos días, y el zarandeo que le espera a partir de mañana. Se ha atrevido, cosa poco habitual en España, a llevar la contraria a la corriente mayoritaria de su formación, y su derrota, cosa habitual en España, le condenará con alta probabilidad al ostracismo. A partir de hoy veremos cómo se conforman los cuadros dirigentes de la formación y qué papel se reserva a los seguidores de Errejón, pero él es, seguro, el más consciente de lo fría y dura que es la intemperie, lejos de las cálidas y recogidas mantas del liderazgo. Rajoy, de todo esto, nada dice, ni siente ni padece. En el Valhala en el que se ha instalado nada es morado ni rojo ni verde ni azul, sino del color que le place cada día. Y siempre luce el sol

viernes, febrero 10, 2017

PP, Podemos y el Poder

Coinciden este fin de semana, y no por casualidad, los congresos nacionales del PP y de Podemos. Este hermanamiento de fechas se debe a un deseo expreso de Pablo Iglesias que, una vez conocida la fecha del cónclave popular, escogió la misma para la asamblea de su formación, la llamada Vistalegre II, con la idea tanto de contraprogramar a Rajoy y presentarse como única alternativa de oposición como por la idea de mostrar al electorado, frente a las formas decimonónicas y poco transparentes del PP, la manera moderna, abierta y dialogante de Podemos, su esencia de democracia popular frente al organicismo de los seguidores de Mariano. Hay decisiones que sólo el tiempo demuestra lo muy erróneas que son.

Como bien saben la situación dista mucho de ser, hoy en día, la que esperaba casi todo el mundo, y en especial los de Podemos. El congreso del PP se presenta como un acto bastante aburrido, en el que la principal intriga es si la tarjeta que recoge los cargos que ejerce Cospedal deberá seguir siendo un desplegable o podrá ser de tamaño convencional, y si el pájaro que sirve de logotipo a la formación es una gaviota o un charrán. No se espera que Aznar y sus muy menguados seguidores planten ningún tipo de batalla y algunos aspectos, como el de la futura elección de los liderazgos, la maternidad subrogada o la presión de los nuevos líderes (Cifuentes y Feijoo entre ellos) pueden generar algún tipo de controversia, pero la verdad es que todo el mundo espera aburrirse bastante en la Caja Mágica y su desolado entorno, en el sur de Madrid, cerca de la A4. Vistalegre, también en el sur de Madrid, cerca de la A5, donde tendrá lugar la asamblea de Podemos, promete ser un lugar mucho más interesante, en el que los periodistas quizás deban acudir con los chalecos esos que los identifican en las guerras con un PRESS muy grandote para no resultar heridos por el fuego cruzado que no cesa entre los bandos rivales de la formación. Pablistas, errejonistas y anticapitalistas se han convertido en marcas de trinchera, en denominaciones que identifican frentes no tan diversos en ideología como en avidez de poder y culto al personalismo. Iglesias, dotado de un egocentrismo digno del Rey Sol, eleva día a día el reto y la apuesta encarnada en su figura, frente a todos aquellos que la atacan y, así, atacan a la esencia de Podemos. Su idea de partido guía, guiado por él mismo, es puesta en entredicho por un Errejón que discrepa de las formas y, sobre todo, desconfía del hiperliderazgo que no lleva a la victoria. Es seguido por varios militantes pero, no parece, la suficiente masa crítica como para desbancar al mítico guía revolucionario. Lo anticapitalistas, que sobre todo son anti, se venden al mejor postor siempre que éste haga lo que ellos desean, y aspiran a ocupar cuotas de poder en medio del fango mutuo. IU, o algo parecido, pulula en medio de los frentes, con un Alberto Garzón abducido por el supremo liderazgo pero incapacitado para tener voz, voto o discurso propio, e incapaz de responder con el mínimo coraje necesario cada vez que Iglesias despotrica contra la antigua formación de izquierdas. Vendió Garzón su alma y siglas a Iglesias a cambio de puesto, posición y poder, y se encuentra ahora con que no tiene ni poder ni posición ni puesto ni siglas. Su alma, por descontado, se evaporó hace tiempo, y pese a que a él puede que sea lo que menos le importe, a sus antaño votantes quizás sea lo que más echen en falta. Es muy difícil saber cómo va a acabar el follón de Vistalegre, y por eso será mediáticamente mucho más entretenido. Lo que es segura es la decepción de muchos de los fieles de Podemos, más de cinco millones de votos en las últimas elecciones, con el espectáculo de división, acuchillamiento y bronca que se vive actualmente entre unos dirigentes ensimismados, cómo no, por su cuota de poder.

En el fondo, PP, Podemos, y todos los partidos, no son muy distintos. Podría decirse que son exactamente lo mismo, estructuras creadas para alcanzar el poder político y, una vez logrado, mantenerse en él. El PP ahora mismo vive en el logro de ese objetico, y esa es la fuente de su tranquilidad. Podemos, por autoimponerse unas expectativas demasiado elevadas y por desear la victoria ante todo (fracaso de estrategia de Iglesias) sintió como derrota lo que han sido excelentes resultados electorales, y la ausencia de poder es lo que ha desatado su crisis. Si el PP no gobernara, a buen seguro que la batalla en la Caja tendría poco de mágica, pero como bien saben los partidos, que se lo pregunten ambos ahora mismo al PSOE, no hay mayor aglutinante interno que el poder y, con él, cargos para repartir. ¿Verdad?

jueves, febrero 09, 2017

Se ha ido Jose Luis Pérez de Arteaga

Sabemos, lo llevamos grabado en lo más profundo de nuestro ser, que todos aquellos a los que conocemos, amamos o admiramos, van a morir, al igual que nosotros mismos. Viviremos sus pérdidas, todas aquellas que se produzcan antes de la nuestra propia, y su ausencia, esperada, sorpresiva o no, nos dolerá de manera intensa. Cada vez que nos enfrentamos a algo así nos damos cuenta de la fugacidad de la vida, del tiempo que dedicamos en ella a labores que quizás no nos llenen ni hagan mejores, y si nos conviertan en personas más vacías y esclavizadas. Algunos de los que conocemos nos ayudan a rellenar la vida de esas cosas enriquecedoras que andamos buscando. Su marcha es, de entre todas, la más cruel.

Ayer se murió Jose Luis Pérez de Arteaga, de manera fulminante, sorpresiva, sin que se supiera que estaba enfermo, yo al menos nada sabía al respecto. Su programa del pasado fin de semana fue radiado por una locutora de Radio Clásica haciéndole mención. Supuse que una gripe o catarro le tendrían en casa postrado, oyendo sus propios comentarios. Quizás fue así, quizás no. Pérez de Arteaga era, es, un mito de la radio en España, la voz de la música clásica por encima de cualquier otra, un profesional que durante más de treinta años de carrera ha estado con los oyentes. Los fines de semana, con su programa “El mundo de la fonografía” ocupaba tres horas de la tarde del sábado y del domingo a poner discos, novedades, a comentarlos y a hablar de ellos y de sus autores e intérpretes. Su cultura musical, su cultura en todos los sentidos, era de una vastedad abrumadora. A veces al escucharle me sentía intimidado. “Este hombre se lo sabe todo” pensaba muchas veces, y es que era cierto. No había compositor, época histórica de la música, periodo, instrumento, casa discográfica, de la que no fuera capaz de explicar al oyente una cantidad de datos y de historias que dejaban abrumado. Pero es que además Pérez de Arteaga lo contaba de una manera que, era evidente, salía de su interior. No leía un guion, sino que relataba historias que bullían en su mente. Era igualmente prodigioso cuando los domingos, casi de manera fija con los conciertos de la Orquesta Nacional, o cualquier otro día, en conciertos de festivales o de acontecimientos similares, desarrollaba un mini ensayo dedicado a aspectos de la obra o de la orquesta que te dejaban asombrado. Entrevistaba a directores e intérpretes y sabía sacarles todo el jugo, porque dominaba la materia de una forma total. Su voz, cálida, especial, dotada a veces de un timbre agudo que la hacía cómica, era excelente. Muchos de ustedes la conocerán por ser la que ha acompañado la retransmisión del concierto de año nuevo, donde como también era su especialidad, opinaba de lo que estaba oyendo, calificaba las interpretaciones y dejaba algunas perlas de crítica, siempre con cariño, nunca con ganas de herir, que aficionados y profesionales recibían con agradecimiento. Su labor a la hora de la divulgación de la música clásica ha sido inmensa, y su ausencia de dogmatismos, total. Le gustaba el jazz y las bandas sonoras de películas, y los programaba, y comentaba con igual pasión y deleite la última versión de las sinfonías de su amado Mahler como el trabajo de John Williams para la franquicia Star Wars. Su sabiduría no conocía límites formales ni corsés mentales. Era tan inmensa como pura y valiente.

Radio Clásica, su casa, le ha dedicado un especial interactivo en el que le califica como “el hombre que sabía explicar la música” y es verdad. Junto con el añorado Fernando Argenta, Pérez de Arteaga representaba, frente a la pasión y alegría desenfrenada de Fernando, el papel del profesor sabio y cariñoso, que no deja de responder a tus preguntas y que te hace amar el arte que pregona. No logro hacerme a la idea de su pérdida. Ayer fue un día muy triste para los que amamos la música, y la radio se llenó de mensajes de pésame, condolencia y dolor ante una pérdida tan sonada, injusta y ruidosa. Dar las gracias a Pérez de Arteaga es hacerlo a todos los que trabajan en esa emisora, en ese mundo de la música. A todos los que divulgan su arte y, con su pasión, sabiduría y modestia, nos hacen descubrirlo y amarlo.

miércoles, febrero 08, 2017

Se calienta el mercado inmobiliario en Madrid

Ayer, hablando con una compañera de la oficina que empieza a plantearse el comprar una vivienda en Madrid, y dejar el alquiler en el que reside ahora mismo con su marido e hijo, muy cercano al trabajo, volvimos a caer en la cuenta todos los que hablábamos sobre el tema de cómo están subiendo nuevamente los precios de alquileres y compra en Madrid, tras años de desplome. Cierto es que la zona en la que está mi lugar de trabajo es de las muy caras, y los pisos en este barrio además son de un tamaño medio muy grande, pero el fenómeno de la subida de precios se está generalizando en toda la ciudad. Si en su entorno se habla de ello y de la posibilidad de lanzarse al mercado, ahí tiene el signo inequívoco de que las cosas se están animando.

Varios son los indicadores de precios que reafirman esta sensación, especialmente en lo que hace al alquiler, que sube más que la propiedad. Sólo en el pasado mes de enero el aumento en los precios de las rentas fue de un 1,84%, un dato que deja atrás al IPC interanual, del 3%, y a la bolsa, que empezó enero con ganas pero que se está desfondando (ayer volvimos a pérdidas anuales). Esto hace que el negocio del alquilar vivienda sea de lo más lucrativo en un entorno en el que la demanda de alquileres no deja de crecer tras el derrumbe inmobiliario y la mala prensa que posee la compra en ciertos sectores de la población. Pero también la adquisición de pisos empieza a coger vuelo. Las ofertas rompedoras de hipotecas a tipo fijo han convulsionado un mercado acostumbrado al variable, que es de lo más rentable para el comprador con el euríbor en negativo como nos encontramos ahora mismo, pero que siempre tiene el riesgo de lo que pueda pasar en el futuro. Frente a ello, las hipotecas fijas suponen una carga segura hoy, mañana y en el futuro, y pese a que salen más caras inicialmente, aportan un valor de fiabilidad que ha convencido a muchos a lanzarse a por ellas. Los carteles de “se vende” o “se alquila”, que hace pocos años se pudrían en oscuras habitaciones de interior vuelven a asomarse en balcones y alféizares, y si uno llama a esos teléfonos se dará cuenta de que no es el único que lo ha hecho. Empiezan a verse grúas en el panorama de la ciudad, tímidas, pero que destacan en medio de los eriales en los que se convirtió el mundo de la construcción hace unos pocos años. ¿Se está cocinando una burbuja o algo similar? Creo que es muy precipitado y exagerado usar esos términos. Tenemos que tener en cuenta que venimos de años “extraños” en los que el mercado inmobiliario se derrumbó de una manera tan estrepitosa y profunda como dolorosa. Cualquier aumento que parta de esa inexistencia de compraventas que se dio en los años dolorosos adquirirá unos porcentajes de crecimiento muy elevados. Quizás hacia donde nos encaminamos es a la normalización del mercado, sin los extremos disparados de la burbuja ni los páramos del desplome, pero una normalización a medias, en todo caso. Tengan en cuenta que les estoy hablando de Madrid. En Barcelona y otras zonas de interés el fenómeno de subidas de precios también se da, pero en gran parte del país esta noticia no tiene sentido alguno, porque el mercado sigue depresivo. Los stocks de vivienda construida hasta el 2010 – 2011 se agotarán en breve en las zonas “calientes” sí, pero perdurarán mucho tiempo en amplias extensiones de España, que sí fueron afectadas por la burbuja (¿hubo algún punto del país que se libró de la misma?) por lo que realmente nos encontramos ante un mercado dual, de zonas que renacen frente a zonas que siguen deprimidas. Pero en todas ellas se quiere, poco a poco, volver a una situación estable, en la que las transacciones sean habituales, ágiles y la competencia entre propiedad y alquiler, intensa, aplaque ambos mercados.

Además, en este 2017 entrarán en marcha varios “frenos” que debieran moderar las ya citadas subidas de precios. Parte de los vientos de cola que animaron mucho la economía española en 2016 cesan, en especial el regalo de la bajada de los carburantes. Pero sobre todo, los continuos reveses de la banca con las hipotecas (clausulas suelo, costes de escrituración, etc) van a provocar una subida de los precios de las hipotecas, sobre todo vía diferenciales y mayores tipos fijos, que frenará a algunos compradores. ¿Será 2017 un año de estabilización de precios? Quizás, aunque visto lo visto a ver quién se arriesga a hacer predicciones sobre cualquier cosa.

martes, febrero 07, 2017

Un juez frena a Donald Trump

La medida impuesta por la administración Trump, de impedir la entrada en EEUU de residentes de siete países por considerarse de riesgo terrorista por el mero hecho de ser nacionales de esos territorios, además de ser ineficiente en la lucha contra el terrorismo, ha puesto de manifiesto el tinte xenófobo que impregna a todo el equipo que gobierna ahora mismo en Washington. Es inaudito que a estas alturas de la historia aún tengamos que repetir, sin cesar, que ni la raza, creencia, origen o fe determinan la bondad o maldad de las personas, que en todas partes hay excelentes individuos, mezclados con peligrosos capullos y con otros muchos que no son ni lo uno ni lo otro. Aquí, fuera y en todos lados.

Ha sido un juez federal del estado de Washington el que ha determinado que esa normativa es inconstitucional y, de momento, la ha dejado sin vigor, aunque el gobierno federal ya la ha recurrido y se espera que hoy mismo se celebre una primera audiencia entre ambas partes para ver qué pasa finalmente con su efectividad. El fallo preliminar de ese juez de la costa oeste ha sido el primer gran revés para Trump en sus dos primeras y meteóricas semanas de mandato, y ha puesto sobre el tapete las posibilidades reales de frenar la actitud nacionalista y desnortada del actual inquilino de la Casa Blanca. Desde que se conoció la victoria de Trump en noviembre se ha hablado mucho del concepto de “check & balance” de los contrapesos que posee el sistema norteamericano para impedir que ninguna figura, cargo o institución detente el poder absoluto. Los fundadores de la nación norteamericana, emigrantes todos ellos, huían de una Europa en la que las monarquías absolutas y los fundamentalismos religiosos imperaban y dictaban a sangre y fuego sus designios. Se exilian al otro lado del infinito mar y tratan de crear una república meritocrática de hombres libres dotada de unas instituciones que, sobre todo, respeten esos dos principios. Ha llovido mucho desde 1776, pocas veces esta manida frase es tan cierta, y los EEUU tienen ya una historia a la que poder asomarse para ver lo conseguido y los fracasos. De todo hay, pero es cierto que han logrado escapar de dictaduras y de asonadas militares, cosa que los europeos no podemos decir. Con un diseño apenas inalterado desde entonces, el sistema americano ha resistido las tentaciones de quienes, de una manera o de otra, han tratado de violentarlo para que tomase un tono más o menos autoritario. Es cierto que, junto al acertado diseño, hay otro factor que ha permitido que esto sea así, y es el de la vigilancia de una sociedad civil muy fuerte, muy consciente de su poder, muy demandante de derechos y que no deja pasar ni una. La historia del derrumbe de la segregación racial y la conquista de los derechos de la minoría negra no es un relato buenista de dirigentes que consiguieron cambiar leyes, sino una larga y tortuosa lucha de miles y miles de personas, activistas y concienciados, que consiguieron cambiar leyes injustas y, también, a sus dirigentes. Es esa sociedad civil la que ha sido, en última instancia, la garante de sus propias libertades, y eso es un mérito que todos debemos reconocer al país, porque es una característica que no se da en nuestra Europa, elogiable por tantas otras muchas razones, pero tendente en demasiadas ocasiones a caer en la tiranía y el dirigismo de las élite, encumbradas al poder absoluto de manera irracional. Es lo que antes les decía, en todas partes hay cosas buenas y malas, y como siempre, el simplismo maniqueo de lo uno frente a lo otro sólo lleva, como mínimo, al error, y casi siempre, a la injusticia y la catástrofe.


Trump va a poner a prueba todos esos contrapesos institucionales y la fortaleza de la sociedad norteamericana. Va a enfrentar a todo el país al reto de mantener sus libertades y derechos frente a una visión estrecha, reduccionista, equivocada y falaz de la realidad. De cómo EEUU gestione esta prueba y salga de ella dependerá el rumbo de su futura historia y, en gran parte, de la nuestra propia. Ojalá tengan suerte y, como ante ocasiones similares en el pasado (piensen en la caza de brujas del macartismo, por ejemplo), sean capaces de superarlo. De momento, los jueces muestran que la división de poderes existe al otro lado del Atlántico, y que son garantía de los derechos recogidos en su Constitución.

lunes, febrero 06, 2017

Los héroes de Salvamento Marítimo

Este domingo, a eso de las 7 de la mañana, se desató una violenta tormenta sobre Madrid. Rayos, truenos intensos, pesadas cortinas de lluvia zarandeadas sin piedad por un desatado viento y un ruido ensordecedor azotaban la calle y los edificios que, en mi barrio, se veían de manera intermitente en medio de los fogonazos de unos relámpagos nada habituales para un mes de febrero en la meseta. Lo que en mi zona eran gruesas gotas de lluvia se convertían en granizo en barrios del sur como Vallecas o Villaverde, otorgando una imagen invernal y desapacible a una noche, aún muy oscura, que preludiaba amanecer.

Viendo todo esto desde el confort y seguridad de mi pisito, desde el lado seguro de la ventana, agredía miles de veces no encontrarme en ese momento en la calle, donde sea cual sea la indumentaria y equipamiento, el ambiente era hostil, y durante unos segundos me vino a la cabeza una de las noticias de estos últimos días, que no ha sido demasiado publicitada por los medios, la del rescate por parte del servicio de salvamento marítimo de los doce miembros de la tripulación de un pesquero que naufragó el jueves frente a la costa asturiana. En medio del duro temporal que se vive estos días en la mar de gran parte del país, faenaba ese pesquero tratando de ganarse el jornal, y una ola, o varias, vaya usted a saber, acabaron por desestabilizarlo y hundirlo, con la rapidez y sorpresa con la que, siempre, el agua penetra en los cascos y los lleva a pique. Con base en Galicia, la tripulación pudo dar una señal de aviso y el equipo de salvamento marítimo se movilizó, acudió a la zona del hundimiento, y en un par de horas, según cuentan las crónicas, logró rescatar a los doce tripulantes y trasladarlos a un hospital, donde se recuperaron rápidamente de la hipotermia que sufrían. Imagínense los vientos que estamos sufriendo estos días, pero no a resguardo en su casa, no en medio de un paso de cebra rodeados de personas, entre un edificio y otro, no en el pequeño intervalo que transcurre entre el portal de su casa y la boca del metro, no, sino en medio del mar, a varias millas de la costa, entre olas cuyas crestas se suceden como una montaña rusa sin fin, pero en la que los raíles y las medidas de seguridad no existen, en la noche, con un ruido insoportable, con espumas y salpicones continuos de un agua helada que hiere cada vez que toca, y en ese escenario de pesadilla, que yo no sería capaz de aguantar ni un par de minutos, se produce la zozobra, el hundimiento, la derrota de la máquina y del hombre frente a un mar que, cuando se desata del todo, nada es capaz de detener. Piensen en esos tripulantes, con sus chalecos salvavidas, y quien sabe si algo más, en el agua, en las gélidas aguas, agitados como motas de polvo al paso de un vendaval, sometidos a unas fuerzas imposibles de describir, angustiados, asustados, helados y temerosos al saberse a merced de los elementos y ser conscientes de que cada segundo que pasan en esas condiciones son años de vida perdidos, que les llevan al final de su existencia. Vean ahora esa escena desde lo alto de un helicóptero de Salvamento Marítimo, el mismo caos aunado con el ruido de las hélices y la fragilidad de una carlinga y arneses que, en medio del vendaval, apenas son una libélula indefensa, y pónganse en la piel de los que van a proceder a intentar el rescate, de los que van a abandonar esa precaria seguridad del aire para dejarse caer en el infierno del agua, con la única seguridad de que nada saben sobre lo que va a pasar, con la certeza de que sólo su entrenamiento, coraje y pericia están de su lado, y que todo lo demás juega a la contra. ¿Qué pasa por la cabeza del hombre que, en medio de esa escena horripilante, se lanza al mar a rescatar?

Dos horas de trabajo, dos horas de lucha contra una naturaleza que puede ser la más cruel y despiadada enemiga que imaginarse uno pueda, y tras la batalla, doce personas rescatadas de las garras de una muerte casi segura, y una labor heroica como la que cuentan muchas películas que tachamos de fantasmada, que siempre se desarrollan con un decorado de barras y estrellas de fondo, pero que esta vez fue completamente real, a unas decenas de millas de la costa de Asturias, y que no contará con el reconocimiento de ningún cineasta de renombre ni actor de prestigio. Pero sí con toda mi admiración, mi asombrada admiración ante una muestra de valor y arrojo que me parece absolutamente inimaginable. Decir gracias en estos casos me parece algo tan leve, tan poca cosa frente a semejante obra, que teclear la palabra casi me produce pudor, pero ninguna otra cosa soy capaz de decir.

viernes, febrero 03, 2017

El derrumbe de Fillon da aliento a Macron

Aunque primero serán las holandesas, a celebrar en Marzo, las elecciones presidenciales francesas aparecen en el horizonte como la cita más importante de la política europea, aún más si cabe que las alemanas, dado el peligro que representa el Frente Nacional de Le Pen. Ella se perfila como clara ganadora de la primera vuelta, y no está claro quién será su rival en la segunda. Frente a su inquietante poderío, cuatro hombres, cuyo apellido acaba en “on” disputarán a la que lo acaba sólo en “n” el palacio del Eliseo, donde ahora vive Hollande, viendo cómo se extingue su fracasado mandato.

Entre primarias y debates internos y candidaturas sueltas, cuatro son, como decía, los representantes de la política tradicional francesa que acuden a las urnas. Por la derecha, tras unas primarias muy reñida, Fillon resultó ser el ganador, con un discurso duro, y arrinconó a Sarkozy y Juppe. Por el partido socialista, el pasado fin de semana se confirmó la victoria en primarias de Hamon, más izquierdista, frente a un Valls posibilista. Junto a ello compite Macron, ex ministro de economía en uno de los gobiernos de Hollande, candidato independiente y que juega una baza de centro que aquí podríamos asimilar a Ciudadanos, aunque no exactamente, y también compite Melenchón, representante de la izquierda clásica situada más allá del socialismo y que, para entendernos, sería más en nuestro país un miembro de IU que de Podemos. Hasta hace una semana las encuestas eran volátiles, pero coincidían en dar a Le Pen como ganadora de la primera vuelta y a Fillon como segundo, siendo por tanto la elección decisiva entre ambos. Fillon genera muchísimo rechazo entre el votante de izquierda y, pese a ser la candidatura útil frente al extremismo del Frente Nacional, se auguraba una disputa muy ajustada entre ambas personalidades. Todo esto era hace unas semanas, porque el panorama está cambiando bruscamente, no porque Le Pen haya entrado en crisis (no tendremos esa suerte, no) sino por el derrumbe de la imagen de Fillon tras descubrirse una serie de contratos mediante los cuales, presuntamente, abonaba cantidades muy sustanciosas a su mujer e hijos a cambio de que simularan trabajar, en lo que, si se confirma, es un caso de nepotismo en toda la regla. De momento Fillon se agarra como gato panza arriba al manual del político pillado en un lío, y tira del argumentario de la conspiración ajena y de los propios, de sentirse atacado por aquellos que desean su caída y tacha de calumnias todas las informaciones que surgen sobre el caso, informaciones y datos cada vez más comprometedores y que empiezan a dejar pocas dudas sobre lo que hizo. No podrá Fillon aguantar mucho tiempo como candidato de la derecha si estas noticas no cesan, y ya reflejan las encuestas un derrumbe de su imagen. ¿Estaría a tiempo la derecha francesa de proponer un nuevo candidato para solventar el problema? Y si lo hiciera, ¿serviría eso para recuperar la intención de voto perdida? No está claro ni lo uno ni lo otro, pero ahora mismo la campaña de Fillon y su partido está gravemente herida. Mientras Le Pen ve como uno de sus rivales directos empieza a hundirse, los sondeos viran y señalan a Macron, convencido europeísta, como alternativa del votante de derecha y centro para que sea el candidato que dispute la segunda vuelta.


Macron, muy joven, ha cultivado una imagen de tecnócrata, bastante aséptico y alejado de la dura batalla ideológica. Europeista convencido, acabo saliendo del gobierno de Hollande porque muchos socialistas le veían como demasiado de derechas y porque el mismo detectó la oportunidad de emprender una carrera en solitario que, si le lleva a la presidencia, sería de un éxito y velocidad tan fulgurante como asombroso. Macron puede recoger, en segunda vuelta, mucho voto de socialistas clásicos, que hubieran votado a Valls de ser candidato, y presenta una imagen de posible consenso frente al extremismo de Le Pen. En todo caso, la política francesa nos puede deparar una sorpresa cada día de aquí a mayo, cuando todo este apasionante proceso concluya. Confiemos en que de buena manera.

jueves, febrero 02, 2017

Ya no Podemos

Podemos surgió de los rescoldos del 15M y como respuesta a la incapacidad de la política y las instituciones para hacer frente no tanto a la crisis económica sino a sus devastadoras consecuencias sociales. Nació para evitar que la desigualdad creciese y para que “los de siempre” salieran beneficiados y “los de siempre” perjudicados. Un discurso simple como pocos pero con un poso de razón. Los indignados con los rescates y las injusticias que, en forma de corruptelas, veía la sociedad española día a día crecer a su alrededor fueron la gasolina que hizo carburar al coche de Podemos y ponerle en muy alta velocidad.

La situación actual de Podemos, envuelto en una crisis interna de liderazgos, eso seguro, y de discurso ideológico, eso no lo tengo tan claro, es fruto tanto del cambio de la coyuntura económica y social como de los errores propios. La economía no está ahora en una situación tan desastrosa como la de hace apenas tres o cuatro años, y pese a la precarización a la que hemos llegado, muchos ciudadanos prefieren un mal contrato que el atroz desempleo que conocieron durante el hundimiento. No existe el grado de crispación social que supuso el sustrato en el que germinó Podemos. En esta coyuntura, se reclama desde hace tiempo que Podemos pase de la protesta a la propuesta, y es ahí donde se ha visto una de sus mayores fallas. El discurso de muchos de sus dirigentes combina mensajes buenistas con otros del populismo más acusado, agitado todo ello en una coctelera con base anticapitalista y de izquierda extrema que no garantiza nada bueno. El populismo, que a veces han reclamado y otras denostado, es un término que los define bastante bien y del que parecen representar la vertiente española de la ola que recorre el mundo, en este caso muy alejada de los parámetros propios de la extrema derecha que domina fuera de nuestras fronteras, pero coincidente con muchas de sus medidas (Podemos habría firmado las órdenes derogatorias de los acuerdos de libre comercio de Trump sin mirarlas siquiera). A este lío conceptual se debe unir los problemas internos de gestión, problemas que se dan en todas las organizaciones, y que enfrentan a los que tienen el poder frente a los que aspiran a tenerlo. Aquí el papel de Pablo Iglesias ha sido determinante. Ideólogo férreo, clarividente en muchos aspectos, capaz de armar la formación desde nada, y hacerla crecer a través de una inteligente campaña mediática, no ha sabido en ningún momento gestionar el indudable éxito electoral de su formación. Con un ego desmedido, tanto como su ansia de llegar al poder a toda costa, desperdició una oportunidad de oro para poder aupar al PSOE en el gobierno, sólo con la condición de que esperase su turno para “pillar poder”. El ansia le pudo, y a partir de ahí todo el mundo vio cómo su forma de dirigir Podemos era lo más autoritario y radical que uno pudiera imaginar. Reniega del culto a la personalidad, salvo que se trate de la suya, y convierte todo discurso y debate en una lucha entre él, defensor de las esencias, y aquellos que las pervierten. Admirador de los antiguos dirigentes comunistas, sus formas y modos recuerdan mucho a un estalinismo versión 2.0, en el que las purgas se hacen por internet, los ceses son sólo de los cargos y el arrastre de los enemigos no se hace por el fango o frente a la moscovita plaza Dzierżyński, sino en Telegram y Twitter. Iglesias fue capaz de hacer lo más difícil y ha fracasado cuando tenía a su alcance un logro impresionante, en un partido que, recordemos, existe desde hace apenas unos años.

La dimisión ayer de Carolina Bescansa, una de las ideólogas del partido y fundadora del mismo, revela hasta qué punto existe la división en el partido. “Pablistas”, “Errejonistas” y “Anticapitalistas” es una manera algo burda y caricaturesca de describir el debate de fondo de una formación que se ha hecho mayor, se enfrenta a una crisis de liderazgo, proyecto y estrategia, como les ha pasado a todos los partidos, y debe escoger qué es lo que quiere hacer en el día a día de la sociedad y cómo contribuir a arreglar los problemas de los ciudadanos, que siguen siendo inmensos. Si acierta en sus decisiones, ganaremos todos. Si se equivoca, sobre todo perderán ellos. “Vista Alegre” no parece ser el lugar más afortunado para definir lo que se avecina.

miércoles, febrero 01, 2017

Una tarde en la residencia

El lunes por la tarde llevé a mi madre, una tía y una prima a una residencia de ancianos para visitar a la madre de esa prima, que está viviendo en dicha residencia desde hace apenas un par de semanas. El marido de la señora, hermano de mi madre, falleció a principios de 2016, tras sufrir un ictus severo en la primavera de 2015. Por esas fechas su esposa sufrió también un ictus, mucho más leve, y desde entonces la familia les puso una asistenta para que les cuidara en casa. El papel de la asistenta fue creciendo tras el mal del marido y se convirtió en imprescindible tras su muerte y el aumento de los daños en el cerebro de la mujer. Finalmente, la familia optó por el internado hace unas semanas.

No me gustan las residencias, no las quiero para mi mismo si, llegado el cao, la suerte y los genes me permiten alcanzar una vida larga, pero es evidente que en muchas ocasiones son el recurso más útil para poder garantizar una atención y cuidados a personas que ya no pueden valerse por si mismas, especialmente en casos en los que la enfermedad ha afectado a la conciencia y otro tipo de capacidades superiores. Los problemas de movilidad pueden paliarse con tecnología y obras caseras, pero las demencias, ictus y otras afecciones similares son mucho más difíciles de abordar. Pensaba sobre estos asuntos, y el disparado envejecimiento de la población mientras, en compañía de mis familiares, llevábamos a mi tía a una sala común de juegos y relax, sita en los bajos del edificio. La instalación, regida por la Diputación Foral de Bizkaia, es muy nueva, y se notaba su reciente estreno en los muebles e instalaciones, muy pulcros y con apariencia de haber sido desembalados hace poco. En esa sala, en el horario de visita en el que nos encontrábamos, habría una decena larga de residentes y bastantes familiares que charlaban y les hacían compañía. Había un poco de todo, y era fácil distinguir aquellos que se encontraban en un estado mejor que otro. Mi tía, físicamente algo escuálido, mostraba un rostro alegre, y cuando se le preguntaba qué tal estaba en su nuevo hogar contestaba rápidamente que era feliz y estaba tranquila, pero cierto es que ha perdido gran parte de la memoria y de muchas nociones de la realidad. Confunde a las personas, los espacios y el tiempo, y dudo de que sepa realmente dónde se encuentra y por qué. No expresaba dolores ni sufrimiento alguno, no padecía ni se quejaba, y eso ya es un avance. En su silla de ruedas, como la mayoría de los pacientes de aquella sala, contemplaba la vista desde las ventanas, que dan a unos jardines y pisos en construcción, con la parsimonia de quien mira un amplio horizonte de verano en el campo, o la infinitud del mar desde la orilla. ¿Qué estaría pasando en aquel momento por su cabeza? ¿Qué estaría realmente viendo, oyendo, sintiendo al observar el paisaje, al escucharnos? Algunos de los pacientes mostraba un estado de ensimismamiento mucho mayor que el de mi tía, recluidos en apariencia en un mundo de sombras, atrapados en ellas sin que realmente sepamos si alguna vez podrán volver a ver la luz en su interior. Esas mentes que se pueden apagar son el reflejo de nuestra personalidad, lo que nos constituye. Nos reconocen por nuestro aspecto físico, pero somos voz, emociones, comportamientos, ideas, opiniones y expresiones que surgen de nuestro cerebro. Si este se apaga, aparentemente nuestro aspecto se mantiene, pero ya no somos los mismos. Esa es la mayor de las crueldades de enfermedades que, además de acortar nuestra vida, nos roban la persona que fuimos, que fue, la convierten en despojos, en sombras.


Con el disparo de la esperanza de vida que tenemos en la actualidad, el negocio de las residencias no va a dejar de crecer, y la demanda de plazas en las mismas va a seguir estando muy por encima de la oferta. Haciendo algunas preguntas me enteré del coste diario de la habitación, sin subvención alguna, y no pude evitar un pequeño escalofrío al dividir mis ahorros y calcular mentalmente cuánto tiempo, escaso, sería capaz de financiar mi propia estancia en un lugar como ese de verme en una situación similar. El futuro, y la vejez, es algo que cada vez está más cerca para todos nosotros, pese a que muchas veces nos neguemos a verlo y apartemos de nuestras vidas a las personas que ya residen en esa edad en la que el tiempo pasado es mucho mayor del incierto que queda por vivir, y la experiencia ayuda a valorar toda novedad que se presente en sus vidas.