viernes, septiembre 29, 2017

El referéndum en Cataluña

Si son lectores habituales de este rincón (mil gracias por ello, mil!!!!) se habrán dado cuenta de que he hablado muy poco de la cuestión catalana. No porque no la considere importante, porque lo es, y mucho, sino por un mero hartazgo, hastío, pereza, una sensación de desgana. Me aburre solemnemente el tema del nacionalismo, en este caso el catalán, y los continuos esfuerzos que emplea en dividir sociedades, crear trincheras y fabricar falsos frentes de buenos y malos. En el País Vasco sabemos mucho de esto. Creía, ingenuo y tonto de mi, que los catalanes no repetirían los graves errores cometidos por los seguidores de Sabino Arana, pero van uno tras otro por el mismo camino.

Legalmente lo del domingo no será un referéndum, sino más bien una representación, amplificada y más compleja, de lo que ya vivimos el 9N de hace unos años. Sin embargo el constante bombardeo mediático de los independentistas y su gestión exclusiva de las instituciones catalanas ha convertido a este problema en algo mucho más grave. Ahora mismo parte del estado, la Generalitat catalana lo es, se encuentra en un estado de abierta rebeldía contra el resto de la institución gubernamental y el conjunto de la nación. Puigdemont, como cabeza, representa el uso sectario y privado de las instituciones públicas, uso envuelto en una estelada, que ha convertido a la Senyera en pieza de museo, y con la boca llena todo el día de términos amables como democracia y voto, los pervierte a cada instante con los hechos que realiza. No son sus discursos el fiel de la balanza por el que nos debemos guiar, sino sus actos, y ya vimos todos en las sesiones tumultuosas del parlamento catalán de principios de septiembre cómo la democracia, que se representa en esa institución, era pisoteada por unos totalitarios, vestidos en este caso de patriotas catalanes. Lo allí sucedido hubiera gustado mucho a los falangistas de los años treinta, que odiaban el parlamento y soñaban con cerrarlo, o mejor aún, dejarlo abierto pero convertido en un burdo teatro. También aplaudían con fuerza en esas fechas los batasunos, profesionales a la hora de acallar voces y conseguir transformar los hemiciclos en cáscaras vacías, llenas de miedo y silencio ante sus actos callejeros. Los nazis, inventores casi del modelo moderno, estarían orgullosos de cómo algunos de los que se llaman a sí mismos como enemigos radicales del totalitarismo les siguen los pasos, soñando quizás también con leyes habilitantes que les hagan inmunes ante un control parlamentario en el que no creen en lo más mínimo. Todos estos personajes, y muchos otros, de la historia, la pasada y la más actual, han actuado movidos por distintas ideas y creencias, pero todas ellas forradas de banderas, banderas que han convertido en dioses de su credo, en todopoderosas expresiones de una fe ante la que no hay nada que se detenga, y mucho menos los individuos particulares, meras piezas de quita y pon en el amplio y sagrado proceso de la construcción nacional. Esas banderas al final se han llenado de sangres, se han deslegitimado por el rastrero uso que hicieron de ellas los fanáticos, y se han convertido en símbolos de odio, de exclusión, de separación, señal de huida para los que no quieren meterse en problemas. Lo decía ayer JI Torreblanca mucho mejor que yo. Todo esto no va de democracia, por mucho que se la invoque, sino de nacionalismo, de exclusivismo, de distinción, de superioridad de unos frente a otros, de violentar la ley que iguala a todos, ricos y pobres, seamos de donde seamos, para crear un régimen en el que unos tengan y otros no, unos sean y otros no. Lo de siempre, lo que tantas desgracias a traído a Europa a lo largo de su historia. Lo que nunca aprendemos. De ahí mi tedio con el tema.


El lunes será 2 de octubre, y entonces, como diría Monterroso, el problema seguirá ahí. Será necesario mucho diálogo, y más que probablemente nuevas elecciones autonómicas, quizás también generales, para que una nueva composición del parlamento catalán pueda entablar un proceso de acuerdo con el conjunto de la nación, traducido más que probablemente en un régimen fiscal que sea privilegiado respecto al resto, como ya lo es hoy en día el cupo vasco. Pero la fractura social, los desgarros provocados en la sociedad catalana y el resto de España, la cuña que el nacionalismo ha logrado introducir, eso durará décadas y costará mucho sanar. Ese problema quizás no acapare telediarios como el actual simulacro de votación, pero será igual de grave, profundo y, me temo, mucho más duradero.

jueves, septiembre 28, 2017

Esa cárcel que es Arabia Saudí

Todos somos hipócritas alguna vez a lo largo del día. Nos callamos por beneficio o interés ante situaciones que, vistas desde fuera, denunciaríamos sin dudar. Sucede en el plano personal, en el profesional y en todo tipo de instancias y niveles. A medida que uno tiene más poder, por tanto intereses, y más cosas que arriesgarse a perder, esa hipocresía va en aumento, y puede alcanzar cotas de cinismos absoluto si nos encontramos ante naciones como Arabia Saudí, de la que dependemos todos los días, a todas horas, cada vez que arrancamos nuestro coche o cogemos un avión. Y eso hace que traguemos con sus infames comportamientos.

En un gesto de magnanimidad del soberano de aquel país, lleno de príncipes soberanos, se va a cambiar la legislación para que, a partir del año que viene, las mujeres puedan conducir. Sí, sí, suena a broma, mala, pero es cierto. Araba Saudí es uno de los países más rigoristas del mundo en la aplicación de la ley islámica. Es suní, que suele sonar a moderado frente a chií, pero lo que tiene de moderado el régimen de los Saud es lo que yo tengo de belleza apolínea. El reino se creó en el siglo XIX mediante un acuerdo entre una de las tribus que peleaban en las arenas de la península arábiga, la de los Saud, y un imán extremista, Wahab, impulsor de una doctrina que no dejaba respirar a nadie por su férreo control vital y su concepción del islam como un todo. Los Saud pusieron el brazo militar y Wahab el de la fe, y derrotaron juntos al resto de tribus, unificando el territorio, en el que se encuentran, no es detalle menor, los lugares santos de Medina y La Meca. El hecho de que se descubriera petróleo en aquel país, de inmensa calidad y muy superficial, lo convertiría a lo largo del siglo XX en la “gasolinera” de occidente y en el gestor de los precios de una materia prima esencial (pruebe a no llenar el depósito y pregúntese para qué sirve su coche). De mientras todos nos llevábamos de cine con los Saud, estos hacían lo que les daba la gana. Por un lado, derrochaban la fortuna del petróleo, mediante un nivel de lujo y ostentación tan obsceno como cutre, y por otro extendían la influencia de su visión islámica por todo el mundo. El wahabismo, que así se llama actualmente, alimentado por el flujo infinito de dinero que surge de Riad, ha construido mezquitas y escuelas coránicas en todo el mundo, la de la M30 de Madrid sin ir muy lejos, y está en la base de la mayoría de movimientos terroristas yihadistas. Ofrece una visión de la vida cerrada, pura, discriminatoria, en la que los creyentes, hombres, son puros, y los demás, impíos. Para la mujer el wahabismo es una pesadilla casi inenarrable, que deja a series como la de “El cuento de la criada” convertidas en duros alegatos feministas. Su existencia se consiente básicamente por la necesidad de reproducir la especie, pero carece de derechos de todo tipo, forma de expresión e, incluso, aspecto, dado que debe de ir siempre cubierta. El grado de esclavitud que soporta es tan infame como difícil de imaginar. Existe en Arabia Saudí una llamada “policía de la moral” que se encarga de hacer que se cumplan los preceptos wahabíes y que nadie los eluda, sea hombre o mujer. Esa policía posee armas y puede utilizarlas, y normalmente lo hace. Esto convierte a ese lugar en un sitio paranoico, que no llega al nivel de Corea del Norte dado que no está aislado del exterior, pero que ciertamente se le parece. La cuestión de la conducción de las mujeres ha sido vista como una anécdota por parte de muchos occidentales, y lo sorprendente de la prohibición ha logrado llamar la atención de la comunidad internacional y. así, suscitar algo de presión. Pero no nos engañemos, una mujer allí lo tiene prohibido todo. Todo. Y dudo que su vida diaria sea muy diferente, en cuanto a derechos, de lo que lo era la de un esclavo en la época romana. Es nauseabundo. Y callamos.


¿Cómo se arregla un problema así? Sólo se me ocurre una manera. Cada vez que un coche eléctrico sale a la calle y uno de gasolina no lo hace le estamos quitando poder a los príncipes que viven sobre el recurso del crudo. Sólo la tecnología, capaz de desarrollar y optimizar nuevas fuentes de energía, es capaz de cambiar las relaciones de poder e influencia entre naciones. Los Saud, sin el petróleo, volverían a ser lo que eran en el siglo XIX, nada. Y la sociedad saudí, que ya empieza a ver sombras en su futuro, podría cambiar por completo tras la pérdida de poder del régimen dominante. Pero no esperen alteraciones bruscas. De momento todos necesitamos que, al girar la llave, un motor de explosión se ponga en marcha, ¿verdad?.

miércoles, septiembre 27, 2017

Leer a la orilla del Sena

Una de las impresiones que he sacado de mis breves días en París y alrededores es que la gente allí está menos enganchada que nosotros a dispositivos electrónicos. El Smartphone se ve por todas partes, sí, pero no es el rey absoluto del tiempo de los franceses. Hay muchos que, en el transporte público leen periódicos en papel, libros en formato clásico o simplemente miran por la ventana. Ese muchos se debe entender en relación a los que aquí practicamos esas costumbres (casi nadie). Quizás sea una percepción errónea, como otras que uno cree detectar de la observación de la vida, pero es lo que me ha parecido

Y eso provoca escenas en las que el leer sea el componente principal, el dejarse la mirada, la mente y toda la existencia entre las páginas, el ser captado por la historia o ensayo que en ellas se relata y abstraerse por completo de todo lo demás. Es este uno de los vicios más onanistas y placenteros posibles, y qué poco lo practicamos, y cuántos obstáculos se interponen ante nosotros para lograrlo. Creo que era la tarde del viernes 15, o quizás la del sábado 16, no estoy seguro. Iba paseando por la orilla del Sena junto a unos puestos en los que se vendían libros viejos, postales, afiches y demás objetos que parecían sacados de la feria del libro viejo que se suele organizar en Madrid en el Paseo de Recoletos. Curioseaba entre los puestos, sin intención de comprar, dado que no se francés, y junto a mi algunas personas merodeaban con curiosidad, fijándose en lo expuesto. En un momento dado llegué a un puesto en el que una chica, de pie, junto a un montón de libros, leía. Era de melena rubia, corta, estatura mediana, sin gafas. Llevaba una chaqueta corta de cuero, unos vaqueros convencionales y unos botines negros. Pasé a su altura y avancé unos metros. A una distancia prudencial, no pude evitar girarme, y ahí seguía, leyendo. Sostenía el libro con las dos manos, en una postura erguida, pero con aire relajado. La mirada completamente fija en las páginas, que dado cómo pasé junto a ella desconozco por completo a qué obra pertenecerían. Estaba en un sitio no excesivamente concurrido, pero sí de paso frecuente de personas, que iban y venían a su lado sin que ella alterase el gesto o postura en lo más mínimo. Movió las manos para pasar de página, y siguió absorta en su lectura. Y junto a ello, en torno a su figura, una ciudad enorme, desbordada, ruidosa, caótica y frenética giraba sin cesar, emitiendo toda clase de perturbaciones, a las que la lectora era inmune. Nada, ni el tráfico tan duro ni el viento que en ese momento arrastraba nubes que, en pocos minutos, serían lluvia. Ni los olores de los tubos de escape o el petardeo de las motos. Nada perturbaba su concentración. Durante el tiempo en el que ella estuvo allí el mundo no existía, o más exactamente, su mente estaba en otro mundo, a saber cuál. Y me arriesgo mucho al decirlo, ya lo se, pero creo firmemente que en ese instante de evasión esa chica era completamente feliz. Quizás en uno de los grados más plenos de los que puedan imaginarse.


Pocos segundos estuve mirando aquella estampa lectora, suficientes para sentir, yo también, algo de felicidad, un pelín de envidia, y curiosidad por saber cuál sería el texto que estaba llegando tan al fondo de aquella letraherida mujer. Seguí mi paseo, rumbo hacia otro destino que tenía pensado visitar, en el que, como he anticipado antes, coincidí con la lluvia que amenazaba con llegar. Pero, paraguas en mano, guarecido de las gotas, no pude evitar pensar en la lectora, si salió corriendo bajo el chubasco o, buscando un refugio en un toldo improvisado junto al puesto, siguió con su lectura. Apuesto, a riesgo de equivocarme nuevamente, a que fue esto último lo que sucedió.

jueves, septiembre 14, 2017

Fardar por tener un Smartphone de más de mil euros

Apple ha logrado el sueño codiciado por toda marca y empresa. No tener clientes, sino fieles. Adoradores que acuden a las tiendas de la manzana como si fueran creyentes de una religión verdadera, en la que la manzana mordida equivale a la cruz cristiana y el recitar de las características de los dispositivos se equipara al rosario o las plegarias musulmanas. Sus eventos y presentaciones se convierten en noticia por sí mismos, y como tales son tratados por los medios de comunicación, proporcionando así publicidad gratuita a la marca, y aumentando aún más su estatus. Cada nueva presentación de la marca es una transfiguración, con un Steve Jobs que está en los cielos “amanzanados”.

Esta semana la empresa de Cupertirno ha presentado, desde su nueva, inmensa y apabullante sede, los nuevos modelos de sus productos, lo que se resume prácticamente en el Iphone X, dado que el terminal supone la gran mayoría de sus ventas e ingresos, en los que las gamas de ordenadores van decayendo poco a poco, como sucede con el resto de marcas, las tabletas aguantan ventas pero no crecen y el negocio de la nube y el streaming sigue creciendo con ganas. Lo más destacado del nuevo Iphone no son sus especificidades técnicas, de las que además, como no soy un gran experto, poco podría decirles, sino su precio. 1.159 euros es el precio por el que se va a vender este modelo, se supone que el de máximas prestaciones y categoría dentro de la amplia gama de configuraciones posibles. Ese precio es igual, o superior, al de algunos portátiles de la marca y de la competencia, equipos de muy alto nivel y grandes prestaciones. Ese precio supera, en algunos casos por mucho, la nómina mensual de muchas personas en España, y es disparatado desde todo punto de vista. ¿Cuesta un Iphone semejante barbaridad? Ni muchísimo menos. ¿Lo vale? Tampoco. La inmensa mayoría de los usuarios puede realizar todas sus acciones del día a día con su Smartphone con modelos cuatro veces más baratos. Pero lo más asombroso de ese precio, desorbitado, no ha llegado aún. Lo veremos cuando se ponga a la venta, y haya colas de gente dispuesta a pagar semejante barbaridad por el cacharrito de marras. Apple es muy lista, y sabe que ponga el precio que ponga sus Iphones se van a vender, por lo que ha decidido subir la apuesta y ganar lo máximo posible a través de dispositivos que tienen un precio tan prohibitivo como, se supone, nivel. La venta de cada uno de esos modelos le puede generar unas ganancias equivalentes a cuatro o cinco veces la de un modelo medio de la competencia, por lo que sabe la manzanita que no le importa vender menos que otros, dado que lo que busca es ser el que más gane, que de eso se trata el negocio. A partir de ahora, la marca lo que va a buscar es convencer al cliente de que necesita ese modelo, que esos más de mil euros no son un gasto superfluo, sino algo plenamente necesario, trascendente, vital. No se puede vivir sin el nuevo Iphone X, y a buen seguro que Apple lo conseguirá, porque para eso son unos genios del marketing. Y como triunfe veremos al resto de marcas punteras del sector disparar los precios de sus equipos de gama alta, compitiendo al alza en un movimiento extraño, irracional, pero que se da muchas veces. Ojalá no, pero los mil euros puede que no sean ya sólo el soniquete de la lotería de Navidad, sino también el precio de acceso a la exclusividad móvil, a la ostentación, a la conversión de un teléfono en un accesorio de lujo, destinado más a la exhibición que al uso.

Y es que es obvio que el que se gaste ese dineral en ese móvil lo va a enseñar dónde y cómo pueda. El lujo se muestra, se hace ostentación de él, porque es una señal de distinción. Enseñarlo será una forma de decir “estoy forrado y tú no” “tengo nivel y tú no” y cosas por el estilo, que son absurdas, pero que funcionan desde la edad de piedra. La moda, complementos, bolsos y otros muchos artículos funcionan así, como objetos de alardeo, como plumas de cola de pavo real, que no sirven para nada salvo para presumir y dejar claro al resto quién es el más chulo de la pradera. Quién se lo iba a decir a los franceses, reyes del negocio del lujo, que unos americanos les iban a dar lecciones y crear un nuevo tipo de producto en el que las reglas de la ostentación fueran las únicas con validez. Más que curioso.


Me cojo unos días de vacaciones, con una pequeña excursión a Francia y luego unos días en Elorrio. Si todo va bien, el siguiente artículo será el miércoles 27 de septiembre. Sean felices y abríguense, este finde, no se si con los Stark, llega el frío.

miércoles, septiembre 13, 2017

La represión de los Rohingya

Si la noticia que les comentaba ayer, el asesinato de la cooperante Lorena Enebral no acaparó las portadas debidas, ni les cuento la de hoy, que también las merece, por motivos muy distintos. Y es que uno se da cuenta del ombliguismo internacional en el que vivimos cuando se hacen algunos números. En el sudeste asiático vive más de la mitad de la población mundial. Naciones como China, Indonesia, Tailandia y todas las que allí se encuentran reúnen a miles de millones de personas, dejando las cifras de población de occidente convertidas en algo más que un ajuste de redondeo, pero no mucho más. Y apenas nada de lo que allí sucede llega hasta nosotros. Es curioso y, también, injusto e irreal.

La crisis rohingya que se vive ahora mismo en Myanmar, antigua Birmania, es muy grave, tanto por el hecho mismo de lo que está sucediendo como por sus consecuencias y las decepciones que genera. Los roghingya son una minoría musulmana asentada en el norte de Birmania que, desde hace un tiempo, está siendo perseguida por las autoridades birmanas, que profesan el budismo como religión, creencia esta mayoritaria en aquel país. Lo que empezó hace unos meses como acoso se ha transformado en una campaña de hostigamiento hacia esa población que ha hecho que unos trescientos mil roghinya huyan del país buscando efugio. Casi todos ellos han acabado en el vecino Bangladesh. Los testimonios de los huidos hablan de ejecuciones, violaciones, torturas y todo tipo de afrentas contra los derechos humanos, en lo que parece la ejecución planificada de una campaña de eliminación de la comunidad por parte de las autoridades birmanas. La ONU, que lleva un tiempo intentando que la comunidad internacional se fije en este asunto, sin éxito alguno, empieza a hablar ya directamente de “limpieza étnica” término que es en parte un eufemismo creado durante las guerras de los Balcanes para no usar la palabra genocidio, pero que podemos entender perfectamente. Se estima, según leo, porque poco se de esto, que los rohginya son poco más de un millón de personas, por lo que esa cifra de huidos de Birmania representa cerca de un tercio del total de su población. A este ritmo, bien por eliminación o por escapatoria, el gobierno de Rangún va a lograr su objetivo de deshacerse de este grupo de personas en un breve plazo. ¿Y qué dice el gobierno birmano? Aquí viene una de las derivadas más amargas de todo este asunto, triste de por sí. Birmania ha tenido gobiernos militares durante los últimos años, y fue fruto de una revuelta popular la vuelta de un régimen democrático al país. Esa revuelta tuvo una líder visible, Aung San Suu Kyi, una mujer de aspecto frágil de pero de profunda convicciones, que logró llevar la libertad a su país y fue galardonada en su momento con el Nobel de la Paz. Actualmente Aung preside el gobierno birmano, y por tanto se encuentra al frente de las acusaciones de genocidio que se lanzan contra él. Una cruel paradoja sería que una premio Nobel fuera la mano rectora de este genocidio que se comete contra los roghinya. A medida que han pasado los meses, y las denuncias de lo sucedido se volvían cada vez más veraces, la comunidad internacional ha ido pasando de la negación al asombro y la decepción. A todas las acusaciones el gobierno de Ang se ha escudado en la política de seguridad del país y en la defensa frente a las acciones terroristas roghinyas, que no se si existen o no, pero en todo caso no justificarían nunca una actuación sectaria sobre el conjunto de toda la población. Aung se muestra esquiva, recelosa y no comparece. Y su silencio clama, avergonzando la imagen del Nobel y dejando a muchos sumidos en la más absoluta de las decepciones.


Muchas son las cosas que juegan en contra de los roghinyas, tanto la eficacia del ejército birmano como la determinación de sus autoridades, encabezadas por Aung, que al parecer ha caído bajo el reverso tenebroso de la fuerza, si me permiten el símil, quizás no muy adecuado en este contexto tan serio. Pero lo es más lesivo para ese pueblo perseguido es la indiferencia del resto del mundo ante su tragedia, el absoluto desconocimiento de lo que allí está pasando y la, de momento, total indiferencia del resto del mundo ante su suerte. Esta opacidad informativa es la que ampara la desgracia rohginya, y que se hable del tema y se conozca puede que sea, quizás, la única manera de detener el exterminio que sufren.

martes, septiembre 12, 2017

Lorena Enebral, cooperante. Una heroína

Llenamos las portadas de periódicos y demás medios de comunicación de noticias importantes, sí, que sobre todo reflejan división, recelo, inquina, sembrada por unos frente a otros. Actos que son fruto de un egoísmo tan inútil como negativo, y que provienen de mentes humanas que no dejan de pensar en cómo servir a sus intereses, cueste lo que cueste. Y tras esos titulares se esconden noticias que, muchas veces, muestran otra cara, la de personas desinteresadas, que actúan por el bien de los demás, que encarnan el más puro de los conceptos de la ejemplaridad descritos por Javier Gomá. Lorena Enebral es, era, una de esas personas, que nunca salió en las portadas de la prensa. Ni siquiera el día en el que fue asesinada.

No conocía a Lorena hasta ayer, cuando de manera rápida su muerte se convirtió en noticia de relleno, de ese periodo de los telediarios que va de “y veinte a menos veinte” en el que la intensidad informativa decrece y las audiencias también. Lorena era fisioterapeuta, profesión en auge en España, fruto de la psicosis desmedida por el deporte en cuerpos no preparados, que se rompen sin cesar. Pero ella no estaba aquí, se había ido a Afganistán, uno de esos lugares del planeta que asociamos al instante al concepto de infierno, y uno de los países en los que el fisioterapeuta es tan necesario como el agua. Allí los mutilados y lesionados por la guerra se cuentan por millares. Muchos son los muertos por las infinitas guerras que no cesan en aquel país, y muchos más son los lisiados que, de una manera u otra, siguen en este árido lado del mundo pero que ya no pueden abarcar con todos sus miembros. Amputaciones, torceduras permanentes, necrosis, todo tipo de lesiones que usted pueda imaginar, incapacitantes en nuestro mundo, y que allí se convierte para siempre en taras absolutas. En ese escenario Lorena ejercía su profesión, como miembro de Cruz Roja, atendiendo a pacientes que nunca hubieran podido pagar por sus servicios. Día a día, como otros muchos cooperantes y voluntarios, religiosos y demás, que están por medio mundo, Lorena pasaba las horas en el dispensario, sito en el norte del país, viendo pacientes, para los que ella era su principal esperanza. En muchos casos la guerra llegó para ellos de forma imprevista, en otros eran combatientes convencidos. Seguro que la mayoría de ellos se encontró con la violencia sin buscarla, les salió al paso en forma de mina antipersonal, de combate imprevisto, de explosivo improvisado que cercenó sus piernas o rompió sus huesos en tantos fragmentos como dolores se pueden sufrir. Para todos ellos Lorena era el agua de la fuente. Su trabajo debía de ser muy duro, por todo lo que afrontaba día a día y por la escasez de medios en la que se movía, escasez general que abunda, cruel paradoja, en aquel país. No soy capaz de imaginar el día a día de su trabajo, de su constante esfuerzo, quizás paliado y recompensado por las sonrisas de aquellos a los que ayudaba, pero seguro que impregnado de sudor, rabia por lo que veía y dolor compartido con sus pacientes. Cada jornada Lorena trataba de mitigar algo del mal que anidaba en torno a ella, y quizás algunos días se dormía pensando que lo había logrado, pero a buen seguro fueron muchas las jornadas en las que la desesperación hizo mella, en las que se preguntaba por el sentido de lo que estaba haciendo allí, en la oscuridad, y sin ver que la guerra dejara de suministrarle pacientes. Como todos, Lorena tendría dudas, miedos, temores y sinsabores, pero cada día se levantaba luchando contra ellos. Frente a privilegiadas vidas, como la de quien esto escribe, que tiemblan ante problemas nimios, Lorena se enfrentaba todos los días a un huracán de maldad humana de fuerza cinco, y trataba de vencerlo, trataba de paliar sus efectos.


Ayer Lorena fue asesinada, al parecer por uno de los pacientes de su consulta, un chico de poco más de veinte años, que escondía una pistola en la silla de ruedas que usaba para moverse. Poco se de las circunstancias de este asesinato, pero anteriormente otros similares se han dado, igualmente contra personal médico que ayuda en aquellas tierras. Muertes promovidas por el fanatismo yihadista, encarnado allí en los talibanes, que lucha contra la medicina moderna, la presencia de extranjeros y todo aquello que el odio incubado en sus corazones vea como una afrenta a una presunta religión. Lorena ya no existe, no abrirá informativos. Pero lo merece, lo merecía. Y sobre todo, debemos reconocimiento a su labor. DEP

lunes, septiembre 11, 2017

11S, dieciséis años después

Hoy es 11 de septiembre, se cumplen dieciséis años del salvaje atentado terrorista contra el Pentágono y las Torres Gemelas de Nueva York, que causó miles de muertos. Desde entonces muchos han sido los ataques que hemos sufrido los países de todo el mundo por parte del terrorismo islamista. El último, el que más de cerca nos ha tocado, en Barcelona. Sea hoy un día de recuerdo para todas las víctimas de estas matanzas, y de apoyo a sus familiares, y de agradecimiento al trabajo de fuerzas de seguridad, servicios médicos y sociales y voluntarios que, en Nueva York, Barcelona, Madrid, Londres, Beirut, Islamabad y tantos lugares en el mundo, trabajan sin descanso para sanar las heridas que deja la violencia yihadista.

viernes, septiembre 08, 2017

La justicia del viejo oeste en las redes sociales

La última víctima del ánimo despiadado que anida en las redes sociales ha sido Inés Arrimadas, que fue gravemente insultada por una usuaria de Facebook por motivos políticos. La persona que insultó de manera despiadada a la política de Ciudadanos ha sido despedida por su empresa, en una decisión por parte de sus jefes que apoyo, y que la justicia dictará si es procedente o no, y determinará la indemnización que corresponda. Pero este no es sino el último de un montón de casos, casi no hay día sin uno de ellos, de políticos de todo signo, famosos y ciudadanos anónimos, que son sometidos en las redes a un asalto, vejación y linchamiento que dejaría asombrados a los que, en el viejo oeste, se entretenían con estas lides.

Las redes pueden ser un lugar fascinante, en el que aprender y compartir muchas cosas. Bien utilizadas, ofrecen una potencialidad inmensa, pero, ay, mal usadas, su peligro es también enorme. Quizás sea twitter la más propensa a este tipo de comportamientos, tanto por la inmediatez que la caracteriza como por el sesgo ideológico de muchos de los usuarios que en ella interactúan, sesgo que es mucho menor en otras redes. No por ello esas otras redes evitan comportamientos similares, y ahí tenemos a esa enorme fábrica de frustración que puede llegar a ser Instagram, en la que la imagen lo puede todo y se llega a extremos alucinantes de acoso y derribo por la impresión que produce un peinado, o un vestido. En el caso de Twitter, que yo utilizo con frecuencia, la norma básica me parece que es la de la normalidad, es decid, no comportarse en esa red de una manera distinta a como lo haría uno en la vida real y, por tanto, no decir en público cosas que uno no diría en público. Twitter no es la barra del bar ni una reunión con un par de amigos en la que se pueden expresas opiniones, juicios y sentencias que no van a ir más allá, motivo por el que se dicen cosas a veces inapropiadas. Ese comportamiento privado es normal, natural, y hasta cierto punto muy necesario. Pero cuando uno escribe en Twitter es como si portase una pancarta en medio de una calle atestada de gente. Muchos, no sabemos ni cuántos ni cuando, van a leer nuestro mensaje, y debemos tener cuidado. Así mismo, la falta de contexto de Twitter ayuda a malinterpretar algunas expresiones, y convertir ideas que no tenían carga peyorativa en sentencias que pueden ser interpretadas como tales. Por ello, consejo, antes de darle al botón de enviar cualquier mensaje, reléalo unas cuantas veces, cuente hasta diez y, si tiene dudas, no lo mande. Le aconsejo que huya de broncas y discusiones que suelen empezar de cualquier manera y siempre acaban mal, y no tienen sentido la mayor parte de las ocasiones. Topar en la red con alguien que lo sabe todo, eso que ahora se llama el “cuñadismo” es la vía más rápida para amargarse y llegar a la nada en la interacción. Si usted tiene dudas sobre la actualidad, las cosas que pasan y los remedios ante ello, bienvenido, enorgullézcase de dudar, cada vez es más lógico y necesario, y escape de los que ante cualquier cosa ofrecen soluciones rápidas, instantáneas y definitivas. Y esto vale para política y cualquier otro tipo de cuestión. Hay vendedores de mágicas curaciones que lo saben todo sobre el cáncer, aquellos que acabarían con el terrorismo islamista en dos patadas, miles de sabios que son capaces de crear empleo de la nada y arreglar cualquier problema económico, seleccionadores deportivos expertos en todo tipo de juegos y situaciones….. a veces viendo algunas de estas opiniones me entran dudas, otra vez, sobre el por qué de los problemas que anidan en nuestra vida, si estamos rodeados de genios que todo lo saben. Pero esas dudas se me van en poco tiempo (otras, la mayoría, son muy persistentes) al comprobar que las recetas de estos seres brillantes son opacas y oscuras, y sólo conducen a aumentar su ego.


Es paradójico. En la vida real hay un debate abierto sobre la cadena perpetua revisable (es uno de los motivos aducidos por algunos partidos políticos para no firmar el pacto antiterrorista) pero las condenas en Twitter son sumarias, instantáneas y de por vida, sin posibilidad de enmienda, amnistía o perdón. El comportamiento como masa gregaria, que siempre es antidemocrático, manipulado y suele acabar en violencia, ha encontrado en instrumentos de máxima tecnología su campo de expansión más propicio, lo que no deja de ser una paradoja cruel y triste. Usemos bien las redes, seamos tranquilos y pacientes, y no dejemos que nuestros instintos las conviertan en instrumentos para el mal. En nuestras manos, literalmente, está el que eso no ocurra.

jueves, septiembre 07, 2017

Nacionalismo e Irma, huracanes que arrasan

Como un huracán de categoría cinco pasó ayer el nacionalismo por el parlamento catalán. Con la furia desatada de su ceguera derrumbó las protecciones normativas y formales y convirtió la cámara en un guiñapo, en restos derruidos de lo que fue un parlamento democrático. Ponencias, debates, argumentaciones, yacen ahora sobre el suelo de la cámara, pisoteadas, rotas como restos dejados por un vendaval que ante nada se detiene. Ayer la democracia sufrió el embate de una tormenta que posee un único ojo, centrado obsesivamente en la superioridad de los suyos frente a los demás. Hoy es día de balance de daños, muy cuantiosos y extensos, en la democracia y legalidad.

De igual manera, y sin metáforas, Irma avanza descontrolado por el Caribe. Era el nombre que le tocaba a la tormenta, y ya forma parte de la historia de la meteorología. Un tamaño similar al de la Península Ibérioca, vientos sostenidos de 280 kilómetros por hora, categoría cinco desde hace un par de días, presiones en el ojo del entorno de los 920 Hectopascales, cifras monstruosas para un fenómeno de la naturaleza que resulta bello y espectacular contemplado a distancia, pero que es lo peor que le puede suceder a cualquier lugar por el que pase. Hay todavía bastante confusión sobre los efectos de la tormenta en las zonas por las que ya ha transitado. Barbudas y las Antillas menores ya han sido golpeadas, y más allá de los balances ficticios que ayer circulaban por internet, los daños aparentan ser inmensos, y es más que probable que el número de muertos no sea pequeño. A estas horas sobre Puerto Rico ha debido pasar lo más intenso de la tormenta y es República Dominicana, en la zona norte de Puerto Plata, la que debe estar empezando a recibir el golpe de viento, lluvia y mar que está asociado a Irma. Estos son los tres peligros que arrastra el huracán, principalmente el viento desatado y las lluvias torrenciales, pero el efecto de su paso sobre la costa se acentúa por dos factores adicionales. Uno es el obvio, el oleaje causado por el vendaval y la mar de fondo, que puede ser difícil de imaginar, pero otro, muy grave, viene derivado de la llamada marea ciclónica, que no es sino la elevación del nivel del mar ante la bajísima presión que alcanza el huracán. En condiciones normales el peso del aire sobre el mar lo mantiene a una altura uniforme, y cuando hay anticiclones potentes, ese mayor peso provoca una compresión sobre el agua, que baja de nivel, mostrando algunas veces zonas cercanas a la costa que habitualmente suelen estar cubiertas. Es un fenómeno que se suele dar, por ejemplo, en el Mediterráneo en el entorno de Enero Febrero. La inversa también es cierta, una baja presión retira peso al agua y esta se expande, aumentando el nivel del mar sobre lo que sería su altura normal. Presiones tan bajas como las de Irma acentúan este fenómeno, y se habla de hasta tres metros lo que puede llegar a subir el nivel de las aguas al paso de la tormenta. Súmenle a ello el oleaje y la cantidad de agua que fluye al mar de golpe producto de las intensas lluvias caídas en el entorno y tendrán un panorama que se asocia bastante bien a lo que entendemos por catastrófico. Si unas infraestructuras modernas como las nuestras sufrirían sobremanera ante una tormenta de estas dimensiones y potencia, piensen ustedes en las casas de los que viven en las zonas afectadas, a veces endebles, en ocasiones precarias, que no necesitan un gran temporal para mostrar su endeblez. Los complejos hoteleros de las costas servirán para guarecer a los turistas que aún los llenan, pero también serán dañados por un fenómeno que está en lo más alto de las escalas de intensidad diseñadas para medir sucesos de este tipo. Irma ya ha hecho historia, esperemos que su balance no sea tan devastador como sus dimensiones.


Hay una diferencia obvia entre estos dos destructivos fenómenos. Irma es producto de la naturaleza y nada se puede hacer para evitarlo, mientras que el nacionalismo es un exclusivo fruto de nuestras mentes e ideologías, y sólo nos corresponde a nosotros la culpa de sus desmanes. Sin embargo, ante ambos problemas, la táctica de la huida es muy común, huida forzosa ante la tormenta, a veces casi tan obligatoria cuando el nacionalismo se convierte en excluyente y opresor, paso previo a su expresión violenta, de la que por desgracia tanto sabemos en España. Irma pasará, y dejará un rastro de dolor y destrucción. El nacionalismo catalán muy probablemente no consiga sus objetivos, pero dejará así mismo un rastro de daños en la sociedad sobre la que ha actuado. Ambos casos duelen.

miércoles, septiembre 06, 2017

Toma y DACA en EEUU

Día a día comprobamos los males que genera el nacionalismo en nuestras vidas, cómo puede envilecer relaciones y generar distancia entre semejantes, agriándolo todo. En España sabemos mucho de esto, y muy bien lo ha escrito estos días Jose Ignacio Torreblanca al respecto de tres nacionalismos excluyentes que han brotado con fuerza en nuestro país, y cada uno de ellos ha generado dolor y miedo. El primero ya mostró exactamente todo lo malo que podía tener una ideología, y los siguientes, a escala, han ido reproduciendo esa vileza. Triste historia. Pensábamos que países como EEUU estaban libres de esa plaga, pero comprobamos día a día que eso no es así, y créanme que el daño que me produce verlo es muy intenso.

El discurso de Trump, ese falso “America first” que esconde un “somos mejores que los demás” apela a la raíz nacionalista de un país definido, paradojas de la vida, por acumulación de inmigrantes. Los norteamericanos son de todas partes, salvo de EEUU, dado que los nativos originarios fueron prácticamente exterminados (y por cierto no por Colón o los españoles, sino por los anglosajones). Muchas de sus medidas buscan crear una fractura en la sociedad entre unos y otros, buscando grupos sociales a los que acusar de los problemas que vive el país. ¿Que el paro es alto en estados industriales en declive? Los inmigrantes son los culpables, así de falso y sencillo. Un discurso de fácil tragadera para poblaciones necesitadas de causas sencillas que expliquen su mala situación. Un desastre. La última medida de este tipo, adoptada ayer, es, si quieren, aún más injusta, dado que supone el bloqueo durante seis meses, con vistas a su desaparición, del DACA, un programa legal que amparaba la situación de los inmigrantes ilegales que, llegados a EEUU siendo niños, algunos casi bebés, han desarrollado toda su vida en el país y ahora, en edad universitaria, forman parte del futuro de la nación. Se les apodó en su momento como “dreamers”, soñadores, porque llegaron para formar parte del sueño americano y, frente a las escasas oportunidades que habrían tenido sus vidas fuera, muchos han logrado estudios y son una fuerza laboral e intelectual enorme. Suponen casi un millón de personas, y encarnan como pocos los valores no ya del sueño americano en abstracto, sino sobre todo del ideal bajo el que se ha construido aquella nación, el de la búsqueda individual del triunfo, el del mérito por encima del apellido, el origen o la condición social. La valía frente a todo lo demás. Y ahora, precisamente desde la más alta instancia del poder del país, que debe entre otras cosas encarnar y velar esas esencias del “sueño” americano, se toman decisiones que son una pura pesadilla. Básicamente Trump ha pasado el marrón del DACA al Congreso, y le ha dado seis meses para que decida, a sabiendas de que no hay consenso al respecto y esperando que esa falta de acuerdo le de la excusa para, pasados los meses, firmar la derogación del programa alegando que el legislativo no le ha permitido hacer otra cosa. Pónganse en la piel de esos cientos de miles de personas, muy jóvenes, que no han conocido en su vida otro país salvo EEUU, que su infancia y juventud ha transcurrido allí, y que ahora se enfrentan a una posible expulsión hacia naciones de las que oyen hablar en casa, pero de las que no saben ni sienten nada de nada. Es desolador. Y pónganse en la piel de sus padres, de sus familiares, que salieron corriendo de esos países en busca de un futuro que, o la economía o la política de aquellas naciones se lo negaban. Que llevan años instalados en EEUU y que han criado a sus hijos allí, haciéndoles sentir parte de la nación en la que viven. El trauma familiar que puede suponer la expulsión se medirá en desgarros, separaciones, traumas y frustraciones por doquier. Amparar a esos soñadores es hacer realidad los principios fundacionales de EEUU. Expulsarlos es una medida tan injusta como cruel, y sólo generará dolor.


Pero, además de todo esto, es una decisión económicamente muy ineficiente. Durante estos días la mayor parte de ejecutivos de grandes empresas norteamericanas, especialmente las del sector tecnológico, han pedido con fuerza que el DACA se mantenga, y que no se expulse a nadie. Ellos son los primeros que saben que la fortaleza de sus empresas está en que los mejores del mundo trabajen en ellas, en atraer a la brillantez para que colabore. Saben que cerrar fronteras, expulsar, echar, es el camino a la pobreza, a perder capital humano, inteligencia. Nada hay que permita defender esta medida de Trump que, nuevamente, se convierte en el peor enemigo de la nación que, presuntamente, dice dirigir.

martes, septiembre 05, 2017

Mal dato de empleo en Agosto

Normalmente en agosto sube el paro. La superación de la punta del verano, y con ella el fin de numerosos contratos temporales provocan que a finales de mes muchos se apunten a las listas del antiguo INEM. Normalmente el último día de ese mes recoge cifras de destrucción de empleo salvajes, aunque nunca como en el presente año, en el que un cuarto de millón de empleos se volatilizaron el 31, en una operación retorno al desempleo nada escalonada. Las cifras de contratación son tan elevadas como volátiles, síntoma de una precariedad en el empleo, asociada a los tradicionales contratos veraniegos, que va a más.

Teniendo en cuenta todos estos factores, aun así el dato de agosto es malo. Supone el peor registro desde 2008 y rompe una racha de creación de empleo que duraba ya muchos meses. ¿Estamos ante un dato anómalo o algo más?. Es esta una pregunta importante y muy difícil de contestar a corto plazo. Habrá que esperar a los próximos meses para ver si agosto ha sido “raro” o supone un cambio de tendencia. Hay tres factores específicos que han jugado contra el sector turístico en este mes. Uno es el atentado de Barcelona, minimizados sus efectos por parte de todos aquellos implicados en el sector, pero que ha supuesto la noticia mundial del mes y que, desde luego, no viene bien para nada. ¿Ha provocado el atentado cancelaciones? Parece que no, pero está por ver si ha creado una sensación propicia para que algunos que iban a venir no lo hagan. Este es otro de esos aspectos que habrá que estudiar en detalle, a sabiendas que destinos como París, cierto es que ante ataque más salvajes y continuados, sí se vieron resentidos. Otro factor particular ha sido el temporal de lluvias y tormentas que la última semana de agosto ha caído sobre el levante español, que quizás haya animado a más de uno a adelantar la vuelta a casa, sobre todo los que poseen segundas residencias y pueden hacer los viajes de ida y vuelta cuando les plazca, dentro de su periodo vacacional. El tercer factor que puede haber jugado en contra es la apreciación del euro, que está disparado, y que bordea los 1,2 dólares. Es evidente que esto no afecta al turismo intracomunitario, pero sí hace daño, y mucho, al turismo británico, uno de nuestros principales mercados. una libra baja respecto al euro implica un encarecimiento de las vacaciones, en cierta manera no previsto ante la velocidad de subida del tipo de cambio, y puede haber reducido no tanto la llegada de británicos (eso puede que se de en los próximos meses si el cambio se mantiene) como el gasto de los mismos, que se habrá visto mermado cada vez que hayan cambiado sus libras por escasos euros. Para otros visitantes, como norteamericanos y asiáticos, el efecto del euro fuerte es igualmente doloroso, y afectará de una manera no prevista, dado que en los modelos de muchos agentes no se encontraba esta subida del tipo de cambio, que ha sido tan intensa como rápida. La conjunción de estos tres factores puede explicar una cierta atonía en el mes y, como resultado, un frenazo del sector turístico, provocando por tanto un desempleo mayor del previsto. Cuanto más peso tengan los factores atípicos (tiempo y atentados) más probable es que estemos ante un dato anómalo que ante otra cosa. Pero la pregunta inicial sigue ahí, y la posible causa de fondo también. ¿Hemos llegado al techo de la velocidad de crecimiento económico? Tras numerosas revisiones al alza del PIB, ¿hemos alcanzado la máxima velocidad de crecimiento y hemos soltado el acelerador? ¿Fue el segundo trimestre de este año, con el 0,9% de subida, el mejor? Bien pudiera ser que sí. En ese caso agosto no sería tan atípico, sino el primero de una serie de meses que reflejasen una reducción del ritmo de crecimiento.


Hay datos de ventas minoristas, de compras de coches y otro tipo de indicadores que señalan, en efecto, un freno en la demanda interna, un parón, lógico por otra parte tras muchos meses de subida por encima de lo previsto. Gran parte de la demanda embalsada tras la crisis, que esperaba a una mejor coyuntura, ya ha salido y ha sido satisfecha, y con una vuelta a las tasas de ahorro muy bajas y con la moderación salarial extendida, el consumo privado no va a poder aportar al PIB mucho más de lo que ya lo hace. Los datos de este cuatrimestre serán determinantes para saber dónde estamos. Es seguro que el año acabará con un crecimiento en el entorno del 3%, lo cual está muy bien, pero que 2018 verá un ritmo de subida menor, cosa que ya se preveía, empieza a tomar cuerpo.

lunes, septiembre 04, 2017

Corea del Norte sube la apuesta aún más

Dicen los expertos en armamento que, pese a la potencia de la bomba explosionada, es muy poco probable que la prueba nuclear de ayer en Corea del Norte corresponda realmente a una bomba de Hidrógeno. Este tipo de explosivos es de una potencia descomunal, y para que se hagan ustedes una idea, usan una bomba atómica convencional (de fisión) como espoleta para arrancar las reacciones de fusión que son el núcleo de su bomba. La prueba norcoreana alcanzó los 100 kilotones de intensidad, lejos de la escala del megatón, que suele asociarse a las bombas H, pero una cifra respetable, y muy superior a la de pruebas anteriores. Es evidente que los norcoreanos progresan en su tecnología militar nuclear.

A lo largo de este agosto, con Gibraltar ausente, ha sido Corea del Norte el origen de muchos de nuestros desvelos, y de algunas de las caídas bursátiles. La tensión en la zona no deja de crecer y la capacidad de raciocinio que se supone que está al frente de la Casa Blanca añade aún más presión al asunto. Corea del Norte ha desarrollado, en paralelo, las dos tecnologías que permiten ascender al olimpo de la disuasión nuclear y ser considerado como potencia de primera fila. Una es la de las propias bombas, tanto de fisión como de fusión, y su progresiva miniaturización. Otra es la de los misiles balísiticos, conocidos por las siglas inglesas ICBM, misiles que alcanzan cientos de kilómetros de altura sobre la superficie y que en minutos pueden llegar a cualquier parte del mundo. Colocar una cabeza nuclear en la ojiva de esos misiles es el paso definitivo para ser potencia, para poder amenazar al mundo del todo. Y es obvio que Corea camina con paso firme para lograr esa simbiosis de armamentos. La pregunta es qué podemos hacer llegados a este punto. Puede que el programa nuclear norcoreano hubiera podido ser detenido hace varios años, cuando aún balbuceaba y era poco más que un reactor experimental en una central contenida y vigilada, pero eso ya no es posible. Las diversas pruebas y exhibiciones muestras que, aunque de una dimensión ridícula frente a los arsenales ruso y norteamericano, Pyongyang posee capacidad de disuasión nuclear, y recuerden que “disuasión” es una manera de decir “meter miedo”. Sí, Corea del Norte ya da mucho miedo, y a medida que sus capacidades crecen, más. Si no hacemos nada el progreso armamentístico del país no se detendrá, visto lo visto, y el riesgo irá a más. El problema es qué hacer. A lo largo del verano se han publicado varios artículos que hablan de posibles escenarios militares en un supuesto ataque norteamericano, escenarios que acaban todos de la misma manera, con el derrumbe del régimen, pero que plantean, también todos ellos, una guerra de enormes dimensiones, de cifras de muertos que resultan mareantes y de riesgos geopolíticos enormes en una de las zonas más calientes del mundo. No hay alternativas quirúrgicas ante Corea del Norte, y todo tipo de escenario militar supone reactivar la guerra entre las dos Coreas, que sigue en punto muerto desde los años cincuenta, y contempla a Seúl, megalópolis surcoreana, sita a apenas 50 kilómetros de la frontera norcoreana, como víctima potencial de todo tipo de ataques, que no requieren gran tecnología, y que pueden causar víctimas por millares en cualquier instante. El propio colapso del régimen de los Kim abriría un escenario difícil de manejar, y con China al otro lado de la frontera una posible Corea reunificada, aliada de EEUU, sería algo insoportable para el gobierno de Beijing. Muy resumidamente, una guerra en la zona sería una catástrofe, de dimensión difícil de estimar, pero una catástrofe en todo caso.

Si no hay guerra, ¿qué hacemos? Las sanciones económicas han funcionado ante otros regímenes, piénsese en Irán, pero Corea parece inmune a ellas porque a Kim y los suyos les da igual que su aplastado pueblo se muera o no. ¿Habría que negociar directamente con el régimen? Su poder, su disuasión, le otorgan carta de legitimidad para formar una mesa en la que Kim se siente de tú a tú con el resto de potencias? A medida que el poder militar crece este escenario toma más fuerza y, a la vez, se convierte en más siniestro, dado que no deja de ser un aliciente para aumentar aún más la carrera militar norcoreana. Lo cierto es que no veo buenas soluciones a este problema que no deja de crecer.

viernes, septiembre 01, 2017

La Generalitat mintió en los atentados de Barcelona

No se qué tipo de maldición tenemos en España en relación a los atentados islamistas, que ya de por sí son muy difíciles de evitar. Cuando se producen, me bastaría con que los gobiernos informasen de lo que saben, entendería que no con todo, por cuestión de precaución, pero por favor, que no mientan, que no engañen. En el 11M, atentado salvaje donde los haya, la gestión del gobierno del PP no pudo ser peor, la desinformación y la confusión fue total y al final el que lo pagó, además de toda la nación, fue el gobierno, que perdió unas elecciones por no haber dicho la verdad de lo sucedido. Pensábamos que al menos eso no se volvería a repetir, pero mira por donde, aquí tenemos a otro gobierno mintiendo ante otro atentado, islamista.

Porque lo grave no es el tratamiento que se hizo de la información sobre un posible atentado en Las Ramblas en verano, no. Avisos de este tipo se recibirán a mansalva, provenientes de distintas fuentes, y es más que seguro que muchos de ellos no servirán para nada. Ante esos avisos, las fuerzas de seguridad sobre el terreno deben decidir, junto a toda la demás información que poseen, cuáles pueden ser útiles y cuáles no, cuáles seguir y cuales desechar. En este proceso se pueden cometer errores o valoraciones que conduzcan a ellos. Es normal y, hasta cierto punto, inevitable. Es lo mismo que ha pasado en Francia o Reino Unido ante ataques de sujetos que estaban previamente fichados. Es imposible seguir a todos los sospechosos, no hay ni puede haber medios suficientes para ello, se debe escoger y valorar cuáles parecen ser más peligrosos, y por tanto elegir. Y esas elecciones pueden salir bien o mal, y la injusticia es que sólo conocemos el resultado de las que han salido mal, en forma de atentado perpetrado. Repito, no se critica a la Generalitat por esto, ni mucho menos, sino por mentir a la hora de ocultar que sí recibió esa información. El Periódico de Cataluña, que en este aspecto está realizando un trabajo admirable, publicó después de los atentados que una fuente les había informado hace semanas de ese aviso de los cuerpos de inteligencia norteamericanos a los Mossos. Ellos lo tenían desde hacía tiempo, pero por seguridad no lo habían desvelado, para no generar miedo. Una vez que el miedo estaba en las calles en forma de asesinados, lo publican, y a partir de ahí la Generalitat se embarca en una campaña de desmentidos, desde Puigdemont al Consejero de Interior pasando por todo tipo de portavoces y cargos, acusando al Periódico de mentir. Ayer, con la nueva confirmación de que ese aviso sí se dio, se organizó una rueda de prensa en Barcelona en la que el Consejero de Interior reconocía la alerta, pero la tachaba de infundada, de poco creíble, para esconder el error (natural, humano, comprensible) de no haberle hecho caso en su momento, y dedicó la mayor parte de esfuerzos en esta comparecencia pública no a lo que debía, pedir perdón por haber mentido, sino a atacar a la prensa, y más concretamente al Periódico, por su campaña contra el catalanismo, el referéndum, y demás, y el deseo del director del medio, Enric Hernández, de desprestigiar el trabajo de los Mossos. La actuación del Consejero de Interior en la rueda de prensa de ayer fue de una infamia absoluta, en un claro ejemplo de la táctica de “matar al mensajero” para querer evitar las responsabilidades propias, y en un nuevo ejercicio de envoltura en la estelada independentista para querer tapar los fallos de gestión de una administración que se ve cada vez más desbordada por la realidad y que huye de la misma a golpe de referéndum imposible, campaña secesionista y discurso alocado. Si ya el sábado pasado vimos hasta qué punto el nacionalismo extremista es capaz de apropiarse de una manifestación contra el terror, ayer vimos de lo que sería capaz de hacer, si pudiera, contra los medios de comunicación.


¿Se imaginan que esto que le pasa a la Generalitat le sucediera a un gobierno no nacionalista? ¿Hasta dónde llegaría el escándalo, la vergüenza y las peticiones de dimisión? Sí, hasta el infinito, y con lógica. Y, les recuerdo, hasta el infinito más alto llegaron tras el 11M, porque en ese caso el gobierno también ocultó información y trató de manipular el atentado. Cierto es que la escala de mentiras de aquel caso fue de mucho mayor calibre de la que el que nos ocupa hoy, pero el procedimiento es el mismo. El de unos gobernantes que, a sabiendas del daño que les puede producir la verdad, y muertos de miedo ante la necesidad de dar explicaciones, huyen, mienten y buscan a quien hacer culpables de sus errores. Lamentable. Muy lamentable.