miércoles, julio 31, 2024

Juego de Tronos en Oriente Medio

Esta noche se ha sabido que ha muerto Ismael Haniya, el máximo jefe político de Hamas. Como es habitual en muchos líderes terroristas, Haniya no residía en Gaza, el lugar en el que Hamas reside y actúa, sino que se pegaba la vida padre en Qatar. Había viajado a Irán para asistir a la ceremonia de proclamación del nuevo presidente, el elegido tras el accidente de helicóptero que acabó con su predecesor, y allí ha sido asesinado, en lo que parece una operación de los servicios secretos israelíes, unos de los más interesados en que Haniya se fuera para el otro barrio. A esta hora no hay confirmación alguna sobre la autoría del ataque y cómo se ha desarrollado.

Lo que sí reconoció Israel fue el ataque realizado ayer contra un edificio residencial de Beirut, capital de Líbano, que se saldó con la muerte de uno de los máximos dirigentes militares de Hezboollah. Por ahora, esta es la respuesta de Israel al ataque que la milicia pro iraní realizó el sábado a una zona habitada por drusos en los Altos del Golán, territorio anexionado por Israel y que es frontera de Líbano y Siria. Un misil disparado por las milicias chiís impactó en un campo de fútbol en el que jugaban varios críos en un partido, matando a doce de ellos y dejando varios heridos, en una acción de gran salvajismo de la que Hezbollah ha querido distanciarse, pero que en la forma de actuar y en el armamento utilizado lleva su firma. Este ataque ha disparado la tensión en la zona y abra las puertas a que se abra una guerra abierta entre esa milicia y el ejército israelí, que sigue desarrollando su operación en Gaza pero mantiene un ojo puesto en todo lo que sucede en el norte. Eso que se ha hace llamar comunidad internacional contempla con estupor la posibilidad de una guerra israelí de dos frentes, y el miedo a que el Líbano se convierta, otra vez, en el campo de batalla entre dos potencias militares de grandes dimensiones, porque Hamas es apenas un esbozo de lo que Hezbollah puede ser capaz de hacer. La situación, en cierto modo, recuerda al intercambio de golpes directos que se vivió entre Israel e Irán hace unos meses, una escalada inédita que se saldó en un pulso de cohetería sin demasiadas consecuencias prácticas, pero con todos los temores abiertos sobre cómo podría acabar En el caso del Líbano no estaríamos ante algo nuevo, porque guerras abiertas entre Israel y las milicias se han dado en abundancia, y de hecho el que haya una fuerza de interposición de la ONU en la zona es una prueba clara de hasta dónde han llegado las hostilidades en el pasado. Así, si la guerra Israel Irán es un tabú que se rozó hace unos meses, una guerra de Israel en el Líbano sería una nueva guerra, pero no una novedad sistémica. Sí el que suponga la apertura de un doble frente para las IDF, sometidas a desgaste en Gaza, y más presión para una sociedad israelí que sigue viviendo con angustia lo que sucede en la franja, el incierto futuro de los rehenes, y la deriva ultranacionalista de su gobierno, que no deja de pisar charcos y hacer declaraciones de todo tipo que son fuente de nuevas tensiones. Asediado por fuerzas terroristas alentadas por Irán en ambos frentes, la gestión que está haciendo el gabinete de Netanyahu de todo este marasmo es desastrosa, con una guerra en Gaza que ha hundido la imagen de Israel en el mundo y la ha separado de muchos de sus aliados naturales, y sin que se haya conseguido la liberación de los rehenes ni ninguno de los objetivos que Netanyahu señaló al inicio de las hostilidades cuando se vio obligado a responder al infame ataque terrorista de octubre. Un doble frente militar para las IDF sería una sobrecarga para un ejército sometido a una tensión difícil de sostener en el tiempo.

Y todo este desastre sucede en medio del final de la presidencia de Biden, que tras admitir su renuncia a la campaña electoral se ha convertido en un presidente sin influencia alguna. Con unos EEUU en el lío electoral entre dos candidatos que se juegan su futuro, el papel mediador, o apaciguador, de Washington en el tablero de Oriente Medio es prácticamente nulo, y es probable que lo que suceda dependa plenamente de las intenciones e iras de los contendientes directos, Israel e Irán, La escalada de violencia actual en la zona es poco probable que se apacigüe, y el riesgo de terceras respuestas, léase atentados, en otras partes del mundo, se dispara.

martes, julio 30, 2024

Fraude en Venezuela

Cuando un autócrata convoca elecciones lo hace para ganarlas, como sucede igualmente con los plebiscitos. Dependiendo de la rigidez del régimen y el control que tiene de la sociedad a través de la represión que impone, logra salir victorioso con mayor o menor margen, pero no pierde. Hace pocos meses Putin dio una lección sobre cómo arrasar en una elección presidencial, con candidatos amañados, campaña de mentiras, votantes sumisos y resultados aplastantes. Qué dictador más profesional. Una ola de envidia se sintió en gran parte de los palacios presidenciales del mundo, especialmente los ocupados por dictadores. Este sí que sabe hacer las cosas bien, pensaron muchos de ellos.

En Venezuela, país arrasado en lo económico y social, Maduro lidera un régimen caótico que está muy lejos de la eficacia represora de Putin, pero no tanto por sus métodos, igualmente crueles, sino porque es ineficiente en todo lo que hace, y no logra por tanto someter a todos los ciudadanos. Tampoco es capaz de mantener el sector productivo nacionalizado, es la de Maduro la típica dictadura latinoamericana, cruel y despiadada, pero inútil hasta en la gestión de lo suyo. Las elecciones presidenciales de este domingo han sido las primeras en mucho tiempo a las que la oposición, con un candidato desconocido, tras impedir el régimen presentarse a cualquiera que pudiera tener tirón, se presentaba unida, y con opciones de victoria. Sabían los opositores que las amenazas que los de Maduro han ido sembrando a lo largo de la campaña no iban a quedar sólo en palabras, y han sido varios los actos de intimidación, crecientes a medida que se ha ido acercando la fecha de los comicios, donde candidatos opositores y seguidores suyos han sido sometidos a actos de violencia y amedrentamiento. El propio Maduro amenazó con baños de sangre si era expulsado de un poder que considera como propio, heredado del golpista Chávez, convertido en una especie de mito religioso absurdo. El día de las elecciones fue una nueva muestra de cómo el régimen facilitaba el voto de los suyos e impedía el de los contrarios, con colegios saboteados y colas largas en algunos casos que no iban a ninguna parte. Se impidió la presencia de observadores internacionales dignos de tal nombre, vetando a personas propuestas por regímenes como el colombiano o chileno, donde gobierna la izquierda, y sólo personajes siniestros y afectos al madurismo como Monedero o ZP han sido los que se han paseado por el país en coche oficial a lo largo de estas últimas semanas, disfrutando de los privilegios de la élite que rige los designios de la ruina venezolana, un poco a la manera en la que los antiguos dirigentes de las formaciones comunistas europeas viajaban a Rusia, y desde el PCUS se les trataba con mimo y enseñaba una versión falsa de la realidad, ajena a la cruel dictadura que imperaba al otro lado del telón de acero. Tras el cierre de los colegios la mayor parte de encuestadores no oficiales otorgaban ventaja a la oposición en una proporción de dos tercios frente al tercio de votos conseguido por el madurismo, pero ya se sabe que no hay nada más útil en un proceso electoral amañado que un recuento trucado. A primeras horas del lunes, hora española, la junta electoral dominada por Maduro refrendaba una victoria del oficialismo por la mínima, poco más de un punto sobre la mitad de los votos válidos, y una derrota de la oposición que lograba algo más de un tercio de los votos. Junto a ellos, otros partidos que, sumados todos los porcentajes de votos, superaban ampliamente el 100% de los emitidos, cosas de la manipulación, que como antes les comentaba, y en contraste con la rusa, es inútil hasta para eso. Las protestas se suceden desde entonces y hay actos violentos en las calles de Caracas y otras ciudades, en los que se mezclan manifestaciones pro democráticas, actos de pillaje, represión del régimen y descontento generalizado. Con Maduro autoproclamdo presidente, sin apenas reconocimiento salvo algunos de los dictadores más significativos del mundo, es de esperar que la represión se agudice en el país y que todo vaya a peor.

La única esperanza para los venezolanos, ya lo siento, está en las terminales de los aeropuertos o en las fronteras terrestres, vías para poder salir de un país destruido que se va a seguir hundiendo en la miseria y la represión. Es de esperar que, como pasó en Bielorrusia tras el último fraude orquestado por Lukashenko, a las manifestaciones les siga más represión y sólo la huida de los opositores podrá garantizarles la vida, cosa que ya no será segura en el interior del país. La sociedad venezolana, rota, arruinada, seguirá varada años y años en medio de una dictadura paranoide y la esperanza, que parecía cierta, se tornará frustración. No hay luz al final de ese túnel.

lunes, julio 29, 2024

Fiasco en París

No suelo seguir en detalle las olimpiadas, ni las pruebas deportivas ni las ceremonias con las que se inauguran y clausuran. Esas ceremonias suelen ser actos que siempre se alargan más de lo previsto, que incluyen un programa de mensajes y significados que, muchas veces, no logro captar, y que se diseñan a mayor gloria del país anfitrión, que las usa como escaparate de sus logros, como si no fuera ya poco éxito lo que le costó en su momento “convencer” a los siempre transparentes y nunca corruptos miembros del COI que la ciudad en la que se celebra el evento fuera la seleccionada entre otras candidatas.

El comité organizador de París 2024 dijo que la ceremonia de apertura de esta olimpiada iba a sr única, por primera vez fuera de un estadio, y que sería el Sena y sus orillas el escenario que iba a coger al desfile de atletas y toda la serie de actos asociados que se iban a suceder. Desde un punto de vista televisivo, la ceremonia de apertura es un evento goloso, que permite lucirse a los realizadores y ofrecer lo último en técnica de grabación y dispositivos. A su favor cuenta el hecho de que se produce en un recinto cerrado, controlado, y que eso hace que uno sólo se tenga que preocupar de hacerlo bien en ese entorno. La idea de sacar el acto al exterior, en un espacio enorme y difuso, se mostró, al entender de los expertos, como fallida. Era imposible dar una imagen de unidad de lo que sucedía en un entorno tan grande y en el que había múltiples puntos de interés demasiado alejados unos de otros. Por lo que iba leyendo, la sensación general era de deslavazada, inconexa, fragmentaria. No había un hilo conductor claro. La secuencia de barcos con los atletas no se podía seguir de manera coherente y ellos eran casi indistinguibles dada la distancia a la que se hacían las tomas. La sucesión de números musicales, artísticos e interpretaciones en todo el proceso también resultaban poco acordes con lo que se veía en el río, y la sensación general era de algo improvisado, cutroso y con un aire de pachanga de pueblo, nada que ver con lo que se espera de una ceremonia de este tipo en un escenario tan espectacular como es París, una ciudad en la que el arte y la belleza aparecen casi en cada esquina. A medida que transcurría la ceremonia los comentarios críticos iban subiendo de tono por lo que se veía, por lo que no y por cómo la realización televisiva trataba de mostrarlo. En tiempos de basura política como los que vivimos se empezó a crear una batalla entre los que defendían la originalidad y transgresión de lo que se nos enseñaba frente a los que lo calificaban de mamarrachada. Me apunto a estos últimos, pero no por el hecho de que se mostrasen drags o cualquier otro tipo de personaje ambivalente o similar, no, sino por la cutrez y fealdad con la que los organizadores combinaron unos elementos que no pegaban entre sí y que, en su conjunto, eran absurdos. Todos los años en Canarias se organiza una gala de elección de Drag Queens que le da mil vueltas a lo mostrado en París en gusto, clase y estética. No, lo que acabó siendo la ceremonia parisina fue algo feo, cutre, de saldo, propio de una verbena de bajo presupuesto, que no tenía un pase. Además, cosas del exterior, contaron con la mala suerte de la lluvia, una lluvia que por momentos era torrencial, y que contribuyó a deslucirlo todo. Ante los elementos poco se puede hacer, pero bueno, dado que París tiene el clima que tiene y que llueva y haga frío es algo que puede suceder en cualquier momento del año, se volvieron a ver las costuras de una organización que pensó que esa tarde iba a ser como una de las del tórrido verano madrileño. Las cámaras televisivas poco podían hacer en medio del aguacero y, por lo poco que vi e iba leyendo de comentarios de personas a las que valoro, con un gusto y criterio estético superiores al mío, el resultado global era desolador.

En el tramo final hubo dos puntos estéticos que sí fueron acertados. El momento de encendido del pebetero, colectivo, con una escenografía que homenajea al globo aerostático de Montgolfier, y la actuación de Celine Dion, rememorando a Edith Piaf, desde la balconada de la Torre Eiffel. Dion triunfó porque cantó excelentemente bien, y lo hizo con una canción de Piaf que es, sí, bella. La ceremonia fea y cutre acabó con un toque de belleza, que no pudo eludir todo lo que se vio en las varias horas precedentes. En fin, un fiasco. Pero bueno, siempre quedará Paris, que vale mil veces más que cualquier olimpiada. La imagen que proyectó Francia al mundo fue la de una nación en crisis, ajena al gusto y la estética.

viernes, julio 26, 2024

Noches absurdas de calor

A veces empiezan pronto. Otras, como ha sido este año, se hacen de rogar y no llegan hasta bien avanzado el verano, pero uno sabe que, viviendo en Madrid, va a pasar noches de calor absurdo en las que la sensación de agobio es casi tan absorbente como la de imposibilidad. La negrura se mantiene como si fuera la noche cerrada que es, pero tirado en la cama, la sensación es que estamos en pleno día, de que no ha pasado nada en las horas transcurridas de Sol y que, aunque ya no luce, debe seguir siendo el momento de la tarde, o algo así, porque las temperaturas se sostienen como si la estrella que nos domina siguiera ahí, luciendo.

No hay mucho que hacer en esas noches. La quietud y paciencia son las mejores consejeras, y un abanico la compañía soñada. Estar inmóvil es el mejor consejo. Ahí, tirado, encima de la cama, sin sábanas ni nada por encima, esperando que pasen los minutos, y que algo de sueño entre, aún a sabiendas de que eso no pueda ser posible. Si uno tiene suerte y puede dejar abiertas las ventanas, con las persianas entornadas, puede llegar a sentir trazas de corriente sobre su piel, pero eso no garantiza que el aire que circula sea fresco, ni mucho menos. Se mueve, sí, se percibe, sí, pero de ahí a que alivie hay un mundo. En una noche estática la mínima se alcanza en torno al momento de la salida del Sol, mínima que no tiene por qué ser soportable, por lo que nos vamos a la cama con temperaturas mucho más altas, y eso garantiza que sean insoportables. La táctica de abrir las ventanas para generar corriente cuando uno va a la cama no es la mejor si a esa hora de la noche los treinta siguen rondando por el barrio. Cuando estaba en el piso antiguo no había otra que resignarse a jugar con las ventanas y a ver qué pasaba. En el nuevo tengo aire acondicionado en dos de las habitaciones y el salón, por lo que puedo recurrir a él, y a veces lo hago, pero sin abusar. No me gusta la idea de que el aire reseco y enfriado me domine. La maquinaria no es muy ruidosa, pero se oye, dado que uno está despierto. Como táctica, estoy adoptando la de ponerlo unos minutos cuando voy a la cama, para que el primer impulso de estar en ella se acompañe de un cierto frescor, pero al rato, no más de un cuarto de hora, lo apago, y dejo que ese aire menos cálido sea el que domine la estancia durante el resto de la noche. El efecto será menor y se amortigua a medida que pasa el tiempo, las capas de aire se mezclan y la temperatura general sube respecto a lo que ha exhalado la maquinaria refrigerante, pero me parece lo mejor. La idea de dormirme con el aire puesto me genera inquietud, porque las historias de catarros y gargantas resecas gracias a él son numerosas. Sí lo empleo un poco más en el salón si estoy por la tarde en casa, como por ejemplo ayer, cuando en el exterior el Sol pegaba de pleno, afortunadamente ya no a mi fachada a partir de las tres de la tarde, y las paredes y ventanas, recalentadas, transmiten calor al hogar. Estar tumbado en el sofá viendo el telediario o similares requiere algo de aire cuando en el exterior el infierno se desata. Se consuela el sufrido tumbado pensando que peor sería el aire húmedo, los treinta y muchos de un levante mediterráneo o del norte de procedencia, donde el porcentaje de humedad obliga a sudar con temperaturas mucho menos extremas, y el hacerlo no refrigera casi nada. Esos consuelos teóricos están bien, y ayudan, pero no alivian la sensación de calor sofocante. La táctica, nuevamente, vuelve a ser la quietud, el inmovilismo, el tratar de no hacer nada y, si llega el caso, de una manera lenta, sin forzar para nada el cuerpo, y que así no se vea impelido a refrigerarse. Beber ayuda, pero no se puede estar todo el tiempo dándole al grifo y recipiente, así que la forma de momia, el rigor no mortis, es lo más socorrido.

En las noches en vela por calor lo que más me llega, les reitero, es lo absurdo del momento. Imagino las habitaciones de mi bloque, las de los bloques cercanos, las de miles y miles en la ciudad, sometidas a esa tanda de calor nocturno. Algunas con ventiladores y aire, otras no. Muchas con un solo inquilino, muchas más en pareja o con niños cerca. Pasar calor en soledad es menos calor, al contrario que pasar frío, donde la compañía ayuda a sobrellevarlo. La escena de las películas en las que el ventilador gira despacio en un entorno tropical se me repite una y otra vez, pero no hay nada parecido a una selva fuera, sólo la jungla de asfalto, casi derretido

miércoles, julio 24, 2024

Sí, nada somos sin internet

Este pasado viernes se produjo un incidente, por un error humano, que llevó a parte de nuestra vida a retroceder algunas décadas. En algún punto de EEUU, imagínense una oficina cualquiera en el medio oeste, o en un lugar californiano no muy llamativo, un empleado de CrowdStrike, una empresa de antivirus, pulsó el ok a cargar una actualización de su software en el sistema Windows en servidores de la nube. Era el último paso antes de que ese trabajo de actualización, creado por desarrolladores de software de la empresa, empezase a funcionar, y a buen seguro tras él, se iría a tomar un merecido café con otros compañeros de trabajo. Dejo a su elección la tipología de donuts con los que sería acompañado.

A los pocos minutos estaba claro que no iba a haber nada dulce en ese día para ese empleado, empresa, y muchos otros miles de personas y corporaciones en todo el mundo. El software cargado tenía un error que tiraba Windows, hacía que el sistema operativo del ordenador no funcionara, y eso se iba propagando, a la manera de un virus, en todos aquellos equipos en los que la actualización se iba instalando. En unas horas el caos global era enorme, con miles de vuelos cancelados al no funcionar los sistemas de seguimiento de las torres ni las tareas básicas de las terminales, como facturación o gestión de embarques. Empresas de todo el mundo se encontraban con que sus trabajadores no podían no sólo fichar, sino ni si quiera abrir documentos en unos equipos informáticos que, de repente, se habían vuelto bastante inútiles. El viernes 19 fue un día de caos global, con afecciones de todo tipo, que resultó ser bastante más intenso en las naciones anglosajones pero que impactó en todo el mundo. Microsoft, la empresa cliente del antivirus, fue la gran perjudicada, y los usuarios de sus sistemas, millones en todo el mundo, lo notaron de una u otra manera. Curiosamente, en mi trabajo, donde usamos Windows como casi todo el mundo y, de manera creciente, sistemas de nube relacionados con la marca de Redmont (Azure, 365, etc) no tuvimos incidencia alguna, todo funcionaba correctamente, aunque de vez en cuando a algunos compañeros les llegaban correos de error porque no habían podido ser entregados, por fallos en los sistemas de destino. Económicamente, el viernes 19 fue un día de pérdidas no previstas en empresas y gobiernos, de una manera global, y en una época de muchos viajes, por lo que el impacto en turismo, reservas y demás resultó ser de lo más intenso. A medida que el caos crecía empezaron a surgir las voces, nunca faltan, que alertaban de la excesiva dependencia de nuestras vidas de la tecnología, y de los problemas que ello ocasiona. Son declaraciones agoreras que contienen un pequeño porcentaje de realidad, mucho más de alarmismo y una dosis de hipocresía notable, porque todos los que esas cosas denuncian no dejan de usarlas, y sus advertencias llegan a todo el mundo gracias a esas tecnologías de las que dicen abominar. Que el software, y demás desarrollos tecnológicos, tiene fallos es una obviedad, no es precisamente el descubrimiento del Pacífico. De hecho, como todo lo construido, posee problemas, una vida límite, se somete a un proceso de degradación y puede llegar a causar problemas mal usado. A los coches les pasa lo mismo, son útiles, pero si uno se estampa contra un muro por ir demasiado deprisa y se mata la cosa ya no es tan agradable. A nuestros cuerpos humanos, desarrollados por la evolución de manera no dirigida a lo largo de millones de años, les pasa lo mismo. Son fantásticos, pero fallan, dan problemas, se rompen, y a veces son injustos. Un infarto puede matar en minutos a una persona que, por lo demás, está perfectamente, un ictus cerebral es capaz de convertir la mente más lúcida en un folio en blanco, vacío, y destruir una personalidad en momentos. ¿Depende nuestra vida demasiado de cosas tan nimias como los vasos sanguíneos capilares que riegan el cerebro? Sí, pero es lo que hay. Uno puede vivir sin piernas, sin brazos, sin ojos, sin oídos, pero apenas aguantamos tres minutos sin respirar. Las cosas son como son y, como en todo sistema complejo, algunos componentes son más críticos que otros.

Sí, en un mundo analógico, como el de hacer cuarenta o cincuenta años, el software no podía causar problemas, pero tampoco seríamos capaces de hacer casi nada de lo que hoy es instantáneo, generalizado, accesible y baratísimo en tiempo y recursos. El progreso tecnológico tiene sus peajes, caras amables y otras más oscuras. Renunciar a ello es una elección personal pero no una opción social viable. El conocimiento y las ideas se expanden, y frenarlas no suele ser viable, ni lógico, ni rentable. Sí, sin internet no somos nada, pero ¿les gustaría volver a un mundo en el que no existiera? ¿Con todas sus consecuencias? ¿Todas? Piensen fríamente antes de contestar. Si lo desean, con papel y bolígrafo en la mano.

Mañana es fiesta en Madrid, nos leemos el viernes 26.

martes, julio 23, 2024

Kamala, candidata

Tras la multitud de apoyos cosechados desde numerosas partes del partido demócrata, no todas, pero sí las mayoritarias, Kamala Harris tiene prácticamente en su mano la nominación en la convención de agosto, al contar con suficientes delegados, que iban a votar a Biden, pero ya no pueden hacerlo. El que se hayan disparado las donaciones a su campaña es, sin embargo, el síntoma más evidente de será ella la que concurra a las elecciones de noviembre. Va a tener que pensar aceleradamente en cómo organizar una campaña electoral presidencial de urgencia y quién va a ser su acompañante en el ticket, su candidato a vicepresidente.

Diríase que el partido demócrata trata de hacer en un par de semanas lo que debiera haber estado trabajando desde hace años. Cuando Biden se presentó a la presidencia la figura de Kamala emergía como su relevo natural, y todo el mundo daba por sentado que el protagonismo de ella iba a ir creciendo a medida que la edad fuera incapacitando al presidente. Un mandato de transición, se dijo en aquel momento, para serenar el país tras los años de Trump y, sobre todo, tras lo vivido en el asalto al Capitolio del día de reyes de 2021. Pero no, las cosas no han sido así, Biden ha ejercido su cargo, en apariencia, mostrando la decadencia prevista, que ha sido negada por todos pese a que era evidente, y la figura de Kamala se ha desdibujado completamente a lo largo de este mandato. Queda la duda de si ha sido su propia incompetencia y lo que lo le ha dejado lo que ha convertido a la que se veía el relevo natural en un bluf de inconsistencia, pero lo cierto es que apenas ha tenido relevancia, no ha participado en actos de entidad, no ha hecho ningún discurso que se pueda destacar por nada en especial… ha estado medio desaparecida, y por lo poco que ha aparecido en los medios ha sido por dos asuntos negativos. Uno, esta irrelevancia que les comentaba, el otro, los frecuentes problemas denunciados por los empleados que trabajan a su cargo, que la han tachado de despótica y de imponer un esquema de trabajo basado en la coacción. No se ha llegado a denuncias de acoso laboral, pero sí de toxicidad. Eso ha impedido que contase con un equipo estable, sólido y conocido. Por ello, ya desde mitad de mandato, los analistas, aun los más conspicuos demócratas, la veían como una apuesta totalmente fallida y se enfrentaban a un horizonte en el que un Biden decrépito era una mejor alternativa que una Kamala fracasada. Esto es, lo que se dice, un menú para atragantarse. Los medios han ido construyendo la imagen de un Biden que era independiente de la edad y los achaques que todos veíamos en público, y esa farsa ha aguantado algo más de un año, hasta que se derrumbó en el debate electoral de junio, donde quedo clara la incapacidad del actual presidente para optar a la reelección. La renuncia expresa de Biden del domingo deja el camino despejado para que una candidata a la que nadie ha tomado en serio y no ha hecho nada para que eso se produzca sea la esperanza de los demócratas frente a un Trump crecido que llega con aires de venganza y que, a priori, sigue siendo favorito. Es probable que las encuestas muestren una cierta recuperación del voto demócrata, una vez que se ha frenado la sangría provocada por el enroque de Biden, pero la verdad es que el reto que tiene el partido y la candidata es enorme. A día de hoy sus posibilidades de éxito son escasas, por lo que cierto es que tiene un margen amplio para mejorar y lograr una sorpresa en noviembre, pero también es verdad que va a tener que cambiar mucho para que sea tomada en serio por el establishment de su partido, por el de los analistas y, sobre todo, por los votantes, que no han visto nada en ella durante cuatro largos años. Frente a una Hillary Clinton, poseedora de un enorme perfil político, Kamala Harris no llega ni al nivel de becaria. Cierto es que suscita menos odios que aquella, pero tampoco levanta pasión alguna.

Ante nosotros se presenta una elección trascendental en la que lo peor que puede pasar es que Trump gane, por lo que una victoria demócrata sería el menor de los males. Pero eso no sirve de excusa para ocultar que, en caso de victoria, y más allá del hecho histórico de que Kamala sería la primera mujer presidenta de EEUU, su perfil es tan bajo que da miedo pensar lo que sería su administración en un contexto global de hostilidades crecientes por parte de autocracias como la rusa o la china, que actúan coordinadamente. EEUU sigue siendo el país necesario para sostener el orden en el que vivimos. Trump se lo cargaría, ¿está capacitada Kamala para mantenerlo?

lunes, julio 22, 2024

Biden renuncia a la reelección

Desde el viernes, las presiones para que Biden renunciara a la carrera electoral no hicieron más que acrecentarse. Entre las noticias se filtraba que Obama se había pasado al bando de los que no apoyaban su continuidad, y el hecho de que el presidente, contagiado de Covid, estuviese aislado durante unos días, hacía pensar a todo el mundo que la decadencia de su campaña era inevitable. Desde su entorno se negaba todo y se repetía una y otra vez que esta semana, superado el Covid, la campaña seguiría como estaba previsto. El fin de semana ha sido una nueva cascada de artículos y posicionamientos pidiendo su renuncia.

Ayer, poco antes de las ocho de la tarde hora española, Biden no pudo con la presión y anunció, vía carta colgada en la antigua Twitter, a lo Sánchez, que no optará a la reelección, que se mantendrá como presidente hasta el 20 de enero y que da las gracias a todos por estos años de mandato. Con todas las encuestas dejando claro que su derrota iba a más y que no tenía opciones en la carrera contra Trump, la renuncia era la solución más honrosa que le quedaba, y el empecinamiento sólo iba a aumenatar la crisis que viven los demócratas. Como señaló ayer un tuitero chistoso, esta renuncia de Biden a volver a ser presidente le recordaba a la vez que el dejó a su novia, que por entonces salía con otro. Desde que la carta se hizo pública todo han sido elogios desmedidos a la figura de Joe, que ya pierde poder a chorros y se convierte en una especie de presidente emérito. En los cinco meses que le quedan de mandado no es que, como se suele decir, sea un pato cojo, sino que directamente no va a llegar ni a ser pato. Su capacidad de influencia nacional e internacional se va a derrumbar ante el candidato republicano y la figura que escojan los demócratas, y esto va a dejar al actual equipo de gobierno de la Casa blanca en una situación bastante anómala. Su jefe va camino de no ser nadie y, por ahora, ni tienen claro quién entre los suyos aspira a sucederlo. En medio del fragor electoral, que siempre genera ensimismamiento en todas las naciones, EEUU afronta unos meses extraños hasta noviembre, en los que es probable que no se decida casi nada en muchos aspectos, y todo sea la elaboración de balances de la presidencia que se acaba, y rumorología sin fin sobre la candidatura demócrata, al menos hasta que en agosto resulte elegida. Y luego campaña, sólo campaña, nada más que campaña, como hasta ahora, pero de manera aún más exagerada. Resulta asombroso comprobar como en esta elección el número de cosas anómalas se están dando de una manera acelerada e impactante. En poco más de una semana hemos pasado del intento frustrado de asesinato de Trump a la renuncia del actual presidente a presentarse, lo que hace que los precedentes históricos de las elecciones norteamericanas empiecen a quedarse muy cortos ante lo que vivimos. Sólo por estos dos hechos, independientemente de lo que pueda ocurrir a partir de hoy y hasta noviembre, este proceso ya estará marcado como especial en la historia del país, y dado lo que queda, puede que afrontemos una elección como no ha habido otra. Desde luego, lo que ya tienen poca discusión, es que el debate que se celebró a finales de junio entre Biden y Trump ya ha sido el más influyente de la historia. Nunca un cara a cara en televisión ha generado los efectos sísmicos que ha producido el que tuvo lugar hace un mes, destruyendo a uno de los candidatos, el que se presentaba desde el puesto y aura de presidente. Los expertos en televisión, política y demás asuntos similares no dejarán de ver ese encuentro como el más determinante de todos, el que muestra la eliminación total de uno de los aspirantes en medio de una sonrojante actuación, impropia. Biden dejó ante todo el mundo la imagen de incapacitado, esa que muchos le achacaban y los suyos, los que de él dependían, negaban sin cesar. Ahora ya nadie depende de Biden, y todo el mundo opina sobre él con sinceridad. No es que la política sea falsa, es el poder y su efecto en los humanos lo que provoca semejantes “cambios de opinión”.

No lo dijo en su texto de renuncia, pero unos minutos después Biden expresaba su apoyo a Kamala Harris como su sucesora, y llamaba a la unidad del partido en torno a ella. Desde ayer por la noche son varios los líderes demócratas que han secundado su apoyo a Kamala, y algunos, significativos, los que no lo han hecho. La elección de un candidato y la unidad entorno a él son condiciones necesarias para que la marca demócrata sea electoralmente competitiva dentro de cuatro meses. Kamala me parece mala candidata, pero si no logran ponerse de acuerdo en torno a otro, a ella deberán apoyar sin fisuras en la lucha contra un Trump crecido. Menuda papeleta que tienen los dirigentes del partido.

viernes, julio 19, 2024

La sensacional Shannen Doherty

El pasado 13 de julio falleció Shannen Doherty, actriz estadounidense, con apenas un par de años más que yo. Desde hacía tiempo se le había diagnosticado un cáncer mamario de los agresivos, y los tratamientos a los que se ha sometido no han podido con la enfermedad. Sí acabaron con su riqueza, en una nación donde la sanidad no es un derecho sino un coste inasumible la mayor de las veces. Casi arruinada, su tramo final de la vida ha sido el de la decadencia total, y ahora muchos de sus compañeros que la lloran en público debieran pensar lo poco que la ayudaron en privado con algo tan básico como contribuir a pagar sus facturas.

Mi relación con Dogerty es extraña. Su fama fue universal, junto con todos los que compartía reparto, cuando se estrenó aquella serie llamada Beverly Hills 90210. Avalada por críticos y convertida en fenómeno en EEUU, llegó a España y arrasó sin discusión alguna… bueno, alguna sí, al menos la de este raro que les escribe. Vi apenas un par de capítulos de la serie y, lo reconozco, me pareció insoportable. A escala, con Friends me pasó lo mismo. Los protagonistas eran, presuntamente, compañeros de un instituto, pero lo que allí veía uno era un despliegue de vida y lujos inenarrable, un ambiente de pijerío insoportable y unas tramas nada creíbles. Lo poco que vi me dio la absoluta sensación de estar completamente alejado de mi vida, lo que es habitual en casi todo, pero también de la realidad que me rodeaba. No tenía empatía alguna con los personajes, no me emocionaban sus tramas, no me interesaban sus problemas, nada. Era todo artificial, ajeno. Eso sí, había una excepción, que era Shannen. Su belleza era descomunal, pero también su atractivo y morbo, en todos los sentidos, elevados y depravados, que usted quera imaginarse. Ajena al estereotipo de la chica guapa norteamericana, esa rubia animadora despampanante tan repetida como vista, Dogerty encarnaba una belleza profunda, con un rostro no muy convencional y una melena morena no muy extensa que la sacaba del imaginario de los pompones. Al verla no existía nada más en torno a ella, el resto de personajes podían irse a negro, eran meros comparsas, satélites orbitando sin cesar en torno al planeta Shannen. Aun así, la serie se me hacía insoportable, y como no soy de esos que ven las cosas porque salga una tía buena en ellas, mi experiencia televisiva con el barrio pijo de Los Ángeles duró apenas algo más que una película larga. La serie lanzó a varios de sus protagonistas a la fama, aunque no creo carreras muy consolidadas, pero llenó portadas de revistas con una tropa de ídolos adolescentes que encandilaron corazones de ellos y ellas. Dogerty fue de las que menos rendimiento sacó a su presencia en la producción, y eso que era una de las protagonistas principales, encarnando el papel de Brenda, hermana de Brandon (ya sólo esa elección absurda de nombres me hizo pensar que toda la serie era un truño) y pronto fue presa de cotilleos de todo tipo con la relación que existía entre los actores del reparto. El papel de mala en la vida real le casaba bastante bien, y con el tiempo empezó a ser más conocida por todos esos asuntos que por su trabajo real como intérprete. Jugó a la fama, porque le ofrecieron el juego y aceptó, y se metió en un mundo en el que lo más probable es que uno salga destruido. Sin ver la serie, era imposible no topársela en portadas, artículos o piezas televisivas, donde seguía siendo para mi uno de los cúlmenes de la belleza y el atractivo. No seguía los chismorreos sobre su figura, me daban igual, sólo me interesaba su belleza y atractivo. Decir esto ahora es casi delito, pero me da igual. No estaba enamorado de ella, porque soy consciente, desde pequeño, que las personas famosas que uno ve en los medios no existen en el mundo real para los que no estamos en su entorno, por lo que es absurdo tener sentimientos hacia ellas, pero no podía evitar mirarla cada vez que, en lo que fuese, apareciera. Luego su fama fue declinando y, poco a poco, su imagen dejó de vender, y ya no se supo mucho más.

Lo que más me llamaba la atención de todo aquel mundo fue el subtítulo que se le puso a la serie en España, ese “sensación de vivir” que expresaba de una manera rotunda y aspiracional lo que la imagen de la pantalla proyectaba, una vida sensacional en medios materiales que estaba a años luz de los nuestros, con unas rentas, propiedades, coches y opciones infinitas. Eso me llamaba la atención, obviamente, para eso se creó el producto, pero lo que más me motivaba era lo realmente sensacional que podía ser la vida al lado de alguien como Shannen, poseedora de un atractivo que dejaba a las mansiones en las que vivían todos los protagonistas convertidas en mero cartón piedra. ¿Cómo sería vivir con ella? me preguntaba. Nunca lo supe. Ni lo sabré. ¿Dónde está la fuente de para vivir con sensaciones semejantes?

jueves, julio 18, 2024

La regeneración empieza por uno mismo

Escuchar ayer a Sánchez hablando de la regeneración democrática o de la transparencia en los medios era como asistir a un festival del humor en el que el monologuista no deja de hacer referencia a cosas que es sabido que detesta y declara amar con todo su corazón. No está diseñado el Congreso para que acuda público en masa, afortunadamente, pero a buen seguro el presidente hubiera cosechado aplausos de los asistentes agradeciendo las risas que les hubiera causado su monólogo. Qué genio del humor, que maestro de la ironía el que nos gobierna, que finura de análisis y que estilo a la hora de hilar las guasas.

Supongo que, cuando Sánchez aludía a que no se puede consentir que las editoriales de ciertos medios se dicten desde los centros directivos de los partidos políticos estaba pensando en el tratamiento de las noticias que hace una TVE en la que la principal directiva es afiliada reconocida del PSOE y que ejerce como tal, o en los artículos de opinión, con o sin firma, de El País, convertido de un tiempo a esta parte en el BOE, pero sin fe de erratas. O en los diferentes canales autonómicos, donde el nivel de propaganda que se despliega a favor del gobierno regional de turno alcanza unos niveles de toxicidad capaces de dejarle a uno sin respiración. No, no, a lo que se refería Sánchez es a los medios que no hacen o dicen lo que él quiere que hagan o digan. En esto Sánchez no se diferencia demasiado de todo gobernante, que aspira a que los medios estén a su servicio, porque se cree en el derecho de imponerlo. La verdad es que debe ser justo lo contrario. El medio que se casa con el poder, por interés o convicción, acaba siendo utilizado por el poder, y convertido en herramienta de propaganda, y deja de ser un medio de comunicación. Cuanto más pequeña es la escala territorial en la que actúa y mayor el grado de dependencia económica más obscena es la situación, y como antes les señalaba, el caso de las televisiones autonómicas en nuestro país no es sino una auténtica vergüenza, un espacio en el que PSOE, PP, PNV o los sediciosos catalanes actúan con impunidad absoluta en el terruño en el que mandan. Es imposible ver el informativo de una televisión autonómica más de cinco minutos y no caer en el más absoluto sonrojo. Cuando Sánchez habla de la transparencia en la financiación pública a los medios, bienvenida sea, ¿se refiere a que va a cortar el derroche de dinero público que esas televisiones suponen? ¿Va a obligar a gobiernos autonómicos y nacionales a dar dinero a medios que no les son afines, y dejar de ayudar sólo a los que les hacen la rosca? El fondo de cien millones que anunció ayer, sufragado mediante los impuestos de todos, ¿va a ser la manera de comprar el silencio o, directamente, el aplauso de aquellos que lo reciban? Sánchez quiere unos medios que le hagan la rosca, que le digan todo el día que él es el mejor y el más guapo, y quien así se comporte sabe que tiene contrato laboral asegurado, ingresos y acceso a foros en los que la cercanía al poder le permite ostentar y creerse que es algo más que la nada que representa. Ya lo dijo Alfonso Guerra en los tiempos pasados, cuando ejercía el poder como pocos, al hablar de la diferencia entre la opinión pública y la publicada. Guerra consideraba que la primera era lo que él quisiera y la segunda, que no le era dócil, la que había que someter a sus designios. Los tiempos actuales, en los que la fragmentación, el desarrollo tecnológico y la muerte en parte del negocio han jibarizado a las empresas de medios de comunicación hasta valer menos que cualquier negocio online han hecho que el poder pueda condicionarlas más. Grupos como PRISA, editora de El País, Vocento, dueño de gran parte de los periódicos regionales y ABC, Godó, de La Vanguardaia, o los italianos de Rizzoli, dueños de El Mundo, son empresas que presentan unas cuentas próximas a la quiebra, con deudas enormes, márgenes escasos, ingresos menguantes y modelos de negocio que sobreviven a duras penas. El caramelito de los cien millones a cambio de la subordinación al poder es algo que, si puede resultar tentador para estas cabeceras, puede ser la única vía de supervivencia para otras que aún están en peor situación financiera. Nuestro inútil gobierno lo sabe, y en ello está. No en la regeneración, no, sino en la compra de voluntades mediáticas.

Me reitero, me da igual la ideología. Si un medio alaba mucho a un gobierno, no le hagan caso, está devolviendo préstamos o tratando de conseguirlos. En el espectro mediático tienen ustedes todo tipo de cabeceras y marcas, escoradas ideológicamente hacia todas las esquinas posibles, muchas de ellas son auténticas vergüenzas para su profesión, otras, antaño grandes, se hunden poco a poco en la irrelevancia. En general, los medios viven presa de su propia crisis en un entorno hostil, y el desgobierno quiere pescar ahí (y de paso que no se hable de Begoña) Vean lo que quieran, contrasten entre la propaganda y lo más próximo a la realidad, porque la verdad pura no existe en el mundo de la política. Y sobre todo, salvo que lo busquen, no se dejen engañar.

miércoles, julio 17, 2024

Vance, candidato a vicepresidente en EEUU

Pocas novedades en España, donde el desgobierno trata de amordazar a los medios que no le son favorables (desconfíen del medio que alabe al gobierno, sea cual sea el medio y el gobierno) y se las arregla para amnistiar a delincuentes o alterar sentencias para que condenados sean absueltos, en otra muestra de cómo, al menos en nuestro país, ser amigo del poder está recompensado, y para no pocos merece la vida traicionar todo lo que se pueda a cambio de cargos, prebendas, dinero extra, posición social y chulería subvencionada. Del mérito y la capacidad, obviamente, nada de nada. Por eso los mediocres lo desprecian, no lo necesitan.

Más interesante es lo que ha hecho Trumo escogiendo a su candidato a vicepresidente. Como su fuera una ronda eliminatoria del reálity que presentó en televisión, “El aprendiz” Trump fue el lunes por la noche, horario europeo, llamando a todos los que sonaban como candidatos para ocupar ese puesto, y los fue despidiendo uno a uno, frustrando los ejercicios de peloteo que no pocos de ellos habían realizado de una manera tan descarada como falsa durante los últimos meses (sí, lo de la mediocridad a la sombra del poder es humano, no se da sólo en nuestro país). Marco Rubio, Tim Scott, Ted Cruz, y otros nombres iban cayendo como fichas descartadas, y al final el elegido fue el senador por Ohio JD Vance, un personaje de lo más interesante, que puede dar mucho juego y que tiene bastante peligro si un pequeño porcentaje de las cosas que afirma se las cree y las lleva a la práctica. Vance, de treinta y nueve años, está muy alejado de la gerontocracia que representan Biden o Trump, y se le ha visto, tras este nombramiento, como el heredero de la corriente trumpista, el sucesor de un Trump que, a sus setenta y nueve años, tiene un problema de edad que no va a poder eludir. Vance tiene una biografía complicada, de esas de hombre hecho a sí mismo que tanto se lleva en EEUU y, de manera pacata, se desprecia aquí. Proveniente de una familia humilde, bastante desestructurada, muy lejos de las rentas altas, consiguió graduarse en derecho por Yale y ha estado alistado en los marines durante un tiempo. Logró salir de una zona desfavorecida y ha escalado a lo más alto de la política nacional, con una de esas historias que son atractivas para el votante medio y que, en los decisivos y divididos estados del medio oeste, puede ser fundamental para decantarlos hacia el trumpismo. Sobre todo, y por encima de todo, Vance es un converso. Alcanzó fama y notoriedad cuando publicó su biografía, Hillbilly, que se vendió mucho. El término que da título al libro es un mote despectivo dirigido a esos paletos del medio oeste, blancos, que fueron prósperos en el pasado y que ahora conviven con negocios quebrados y paisajes en los que las ruinas de lo que antaño fueron grandes fábricas dominan parte del horizonte. En ese texto de superación personal, que no he llegado a leer, explica por qué esas regiones son grandes caladeros de votos de Trump, y se muestra, ojo, radicalmente en contra del magnate. Lo tacha de populista, falso, peligro para la democracia y otro tipo de lindezas similares, con las que estoy plenamente de acuerdo, y que los demócratas han rescatado a toda velocidad para usarlas contra él nada más conocerse que resultó ser el elegido. Pero Vance, al igual que San Pablo, ha tenido su propia caída en el camino a Damasco, quien sabe si en forma de fiestorro en la residencia Trump de Florida, y desde hace un tiempo no sólo es uno de los más firmes defensores de Trump, sino que en ciertos aspectos le adelanta en la dureza con la que expone sus ideas. No esperen que, por tener la mitad de edad, Vance sea más dulce que Trump, ni mucho menos. Representa todas las esencias populistas y desquiciadas que enarbola el expresidente, desde la fe de ese converso que se ve obligado a exponerlas con la mayor de las vehemencias posibles para así curar el pecado de un pasado en el que no fue fiel a la palabra revelada. Vance es un extremista, fiel escudero del jefe.

El papel de vicepresidente en EEUU es anecdótico. Preside el senado donde, en caso de empate, cien escaños, posee un voto de calidad para determinar el resultado de la votación, y su principal cometido es estar ahí por si al presidente le pasa algo y tiene que ocupar su puesto, temporal o permanentemente. En su pasada presidencia, Trump escogió a Mike Pence (rima con Vance, ahora que me fijo) un tipo gris, evangélico profundo, que le servía para arrastrar el voto de esos fieles a la saca trumpista. Pence ahora abjura del Trump, en un proceso de descreimiento inverso al vivido por Vance. A expensas del discurso en la convención, Trump escoge un perfil duro y combativo.

martes, julio 16, 2024

Riesgo real de violencia en EEUU

Poco más se sabe de las motivaciones que llevaron al chaval de veinte años a disparar contra Trump en el mitin del sábado. Su perfil conocido, por ahora, nos lleva a una persona con cierto interés político, dado que se registró para poder votar (allí el censo no es automático como aquí) pero, sobre todo, destaca el típico bagaje de acoso escolar sufrido por alguien que era más listo que otros, un comportamiento retraído y, como pasa normalmente en aquel país, mayor facilidad para acceder a un fusil automático que a una tienda de helados. No parece un ataque motivado exclusivamente por fines políticos, una venganza o algo mesiánico, pero sus consecuencias sí pueden serlo.

En efecto, lo que suponga este atentado para la política y la sociedad norteamericana está, en gran medida, en manos de los, por ahora, dos candidatos presidenciales. De cómo lo afronten, de los mensajes que lancen, de hacia dónde muevan a la sociedad, ahí veremos si este episodio se queda como algo grave y esporádico o algo grave y trascendental. Dice la historia que los magnicidios, logrados y frustrados, no han tenido consecuencias profundas en el devenir de EEUU, dejando inalterado el rumbo de la política y sus decisiones. ¿Por qué esta vez hay miedo que las cosas sean distintas? El principal factor no es la violencia del acto en sí, sino la sociedad que lo recibe. La máxima violencia fue la del asesinato de Kennedy, o de los Kennedy si ustedes quieren unificar la historia de la familia, pero ese atentado, y los anteriores y posteriores, se dieron en el seno de una sociedad unificada, que tenía discusiones sobre temas profundos, pensemos en Vietnam o la segregación racial, pero que mantenía un núcleo fuerte de pertenencia conjunta y de sentimiento de unidad. Se veía a sí misma como una unidad en la que algunos miembros discutían con otros, pero tenían claro que todos eran americanos y que estaban unidos en su destino y en hacer de su país un lugar mejor. Eso hoy en día se ha perdido. La división social que existe dentro de EEUU se ha acrecentado notablemente durante las últimas décadas, y la llegada de Trump a la presidencia en 2016 fue un acelerón a ese proceso, sí, pero también un reflejo del mismo, sin el que no hubiera sido posible que alguien como él resultara elegido. Hay una fractura creciente en ese país entre dos formas de entender la sociedad, la vida, la religión, la ideología… todo lo que usted quiera, que están constantemente enfrentadas, y en una escalada de tensión creciente. De hecho, ya hay pequeños grupos de personas para los que el resto de sus conciudadanos no los tales, sino que representan el enemigo. Por ahora estas facciones son claramente minoritarias, aunque puedan hacer ruido y tener más presencia mediática de la que realmente representan, pero existen, y eso es algo novedoso, y grave. La existencia de las redes sociales ha contribuido notablemente al surgimiento y abono de este tipo de grupos, encerrados en cámaras de eco donde reciben constantemente informaciones que reafirman sus creencias, sean ciertas o falsas, eso les da igual. De vez en cuando, y en un país donde hay más armas que coches, que ya es decir, surgen conatos de violencia terrorista protagonizada por sujetos aislados que actúan en base a esas creencias, pero desde el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, alentado por Trump, sabemos que hay sectores de la población del país que no ven con malos ojos procesos de insurrección, con todo lo que ello implica. Millones de ciudadanos del país, abandonados a su suerte, despreciados por los partidos de toda la vida, centrados en el votante urbano moderno y rico, pueden ver en estos movimientos una alternativa a sus vidas, falsa, desde luego, pero no por ello menos atractiva, una vez que el resto de opciones ya les ha descartado. Es en este caldo de cultivo en el que atentados como el del sábado pueden llegar a prender. Un pasto reseco arde con facilidad, un pasto fresco soporta disparos de fuegos artificiales sin que nada en él prenda.

Si Biden y, especialmente, Trump, desde sus antagónicas posiciones, mantienen un mensaje de unidad, de calma de sosiego, de restar importancia a lo sucedido, de mantener en el debate democrático la discrepancia política y rechazar la violencia por completo, puede que lo sucedido el sábado se quede en una grave anécdota, y poco más. Si hay voces que usan ese atentado como excusa para radicalizar aún más a la población, para darle a entender que se está a punto de sucumbir ante el ataque de “los otros” y demás, lo del sábado puede ser el principio de un escenario muy desagradable y peligroso. El pasto americano está bastante reseco, y hay más de uno con intenciones pirómanas.

lunes, julio 15, 2024

Trump sobrevive a un intento de asesinato

El magnicidio en EEUU no es una tradición, pero no son raros los casos en los que se ha dado. En un país lleno de armas y en el que la violencia suele ser una vía recurrente para saldar cuentas los casos de atentados contra presidentes y otros cargos son numerosos. El de Kennedy marcó gran parte de la segunda mitad del siglo XX y se ha convertido, por derecho propio, en parte de la mitología del país, y más allá. Entre los frustraos recientes, destaca el que sufrió Reagan ya como presidente en 1981, al que sobrevivió tras varios días ingresado en el hospital para recuperarse de las heridas sufridas.

Este sábado por la tarde en Pensilvania, primeras horas del domingo en España, Trump volvió a nacer. Un Chaval de veinte años apuntó desde algo más de cien metros de distancia y le rozó la oreja en pleno mitin electoral, cuando el magnate se dirigía a sus fieles desde el estrado. Un gesto espontáneo de girar la cabeza, de moverse en el momento dado, es lo que le ha salvado la vida, la diferencia entre que la bala le haya rozado o impactase directamente en su cabeza, matándolo. La escena posterior es muy rápida, con el servicio de seguridad abalanzándose sobre la figura del presidente, herido, que gotea sangre de su lóbulo, pero consciente en todo momento. En paralelo, tiradores apostados en las proximidades del mitin localizan al atacante y lo abaten antes de que pueda volver a actuar. El disparo que hiere a Trump apenas se ve alterado por el roce con su cuerpo y sigue en trayectoria libre, y acaba matando a un seguidor republicando que asistía al acto político, y causando heridas de gravedad a un par de personas más. El balance incluye, por tanto, dos fallecidos, uno de ellos el atacante. Trum se incorpora rodeado del equipo de seguridad y logra arengar a los suyos, en medio del tumulto y la cara con chorretones de sangre, en una escena que la fotografía de un fotoperiodista que estaba siguiendo el acto logra captar y elevar a los anales del género. La confusión en el entorno del mitin se reduce cuando Trump aparee vivo, pero el acto, obviamente, se acaba, y empieza el miedo en el conjunto del país por lo que acaba de pasar y las consecuencias que puede tener. Las reacciones de condena empiezan a darse de manera progresiva en todos los estamentos de la política de EEUU y, a lo largo de la mañana del domingo, en una Europa que despierta amodorrada y que se pega de bruces contra la realidad de un atentado frustrado que ha estado a punto de acabar con la vida del que ahora mismo es el favorito para la elección de noviembre. A lo largo del domingo Trump emite un comunicado en sus redes sociales y se ven imágenes suyas en las que se demuestra que está bien, más allá de tener un enorme susto en el cuerpo. Las heridas eran sangrantes pero superficiales, y ese centímetro de distancia, o menos, que separa el lóbulo del cráneo, ha sido la distancia real entre seguir vivo o morir ante todo el mundo. Los llamamientos a la calma se suceden desde algunos de los mandatarios de ambos partidos y el temor a que el atentado genere una espiral de violencia y tensión está presente en todo momento. En paralelo, los analistas empiezan a hacer elucubraciones sobre el impacto del atentado en la campaña y los efectos que en los votantes puede tener un acto así. La opinión general es que si antes del ataque Trump llevaba ventaja esta ahora se ha ampliado, y que su campaña, que ha sobrevivido, se verá reforzada por el sentimiento que toda víctima genera en torno a sí. Los demócratas, inmersos por completo en la disputa sobre si Biden debe retirarse o no, observan atónitos lo sucedido y dan por sentado que no les beneficiara, pero al menos quita el foco sobre el marasmo en el que viven, lo que les reduce un poco la presión que soportan desde hace meses, exacerbada desde el desastre de debate de hace un par de semanas.

La violencia política no es política, es violencia. El atentado frustrado es lo peor que puede suceder en una campaña electoral, siendo lo peor el que el atentado logre su objetivo y acaba con la vida del objeto de ataque. La condena ante lo sucedido debe ser unánime, absoluta, radical. Atentar contra un candidato electoral es hacerlo contra la democracia y la nación que debe escoger a sus representantes. Nada, nunca, justifica la violencia política, y eso hay que decirlo desde España, donde ETA ha asesinado a mansalva en campaña y fuera de ella, y no pocos han justificado, aún lo hacen, los crímenes cometidos. Trump es una víctima de terrorismo, político, interno. Lo que pasó el sábado es de una gravedad enorme.

viernes, julio 12, 2024

¿Quién manda en EEUU?

Ayer, mientras Vox demostraba para lo que sirve el populismo en la política, tenía lugar en Washington una rueda de prensa en el marco de la cumbre de la OTAN en la que Biden, después de haber confundido a Zelensky con Putin en un acto previó, se enfrentó a los periodistas. En medio de una guerra en Europa, en el marco de un conflicto geopolítico global, en una cumbre de la alianza militar más grande del mundo, todas las preguntas que se le hicieron al presidente de EEUU, todas, tenían relación con su salud, con sus opciones en las elecciones de noviembre y sobre si se va a retirar o no. Lo único que importaba allí era la salud de Biden, síntoma de que es un problema enorme.

Tras todo lo que está sucediendo, se ha levantado el velo que, hasta ahora, volvía impertinentes ciertas preguntas que se hacían en voz baja, y que causaban miradas de culpabilidad a los que las efectuaban. La más obvia es quién manda realmente en EEUU, visto que Biden no está capacitado para ejercer su cargo, al menos de manera constante a lo largo del día o días. Es una pregunta enorme, dada la influencia que tiene esa nación en el resto del mundo en todo tipo de variables, empezando por las económicas o las militares. La salud de los mandatarios siempre ha sido un asunto de estado, allí y en el resto de países, y su ocultamiento ha estado a la orden del día cada vez que surgía algún problema serio. Hasta que las cosas son imposibles de disimular, se hace todo tipo de teatros y trampas para dar una sensación de que no hay problema, aunque exista. En el caso de Biden ya se ha traspasado el umbral del disimulo para caer en la realidad de los ochenta pasados y problemas de todo tipo. Lo cierto es que este tipo de cuestiones nos lleva, de refilón al eterno debate sobre lo que se denomina la figura del líder, o si los hechos históricos están determinados por las personas particulares que ejercen los cargos o las dinámicas globales son superiores a quienes creen que las encarnan y dominan. Es una discusión que, en el mundo de la historia, tiene mucha tradición, y que ha ido oscilando de un lado a otro, en función de ciertos ejemplos y coyunturas, sin que haya un resultado claro. En las sociedades occidentales, donde el poder de los mandatarios es bastante menor que en las dictaduras, el papel del mandatario es relevante, claro, pero menor, y en gran parte la administración funciona con una inercia propia sin que haya muchas incidencias. La idea, asentada en la mente de todos, pero luego no muy practicada, de la división de poderes, hace que ni mucho menos todas las decisiones recaigan en una persona, por lo que su ausencia es permisible para un sistema que, a veces, parece tener vida propia. Cuanto más poder real, decisorio, recae en una persona, más importante es su papel y condiciona el devenir de todo. Comparemos en España, durante una dictadura de régimen militar que originó un periodo definido por el apellido del dictador, a la actualidad, en la que, por ejemplo, en el año 2019, hubo repetición electoral con presidencia en funciones durante todo el tiempo. Es obvio que, pese al ego de quien ocupa la Moncloa, habitualmente alto, en el caso actual exageradísimo, la relevancia de su persona es menor de lo que desea, y eso es bueno. Hay un ejército de administrativos y cargos que realizan la función de gobierno diaria, y eso hace que el presidente realmente tenga que validar muchas decisiones que se toman solas. No todas, desde luego, pero su papel no es tan imprescindible. En los años sesenta, pongamos, lo que determinaba el dictador desde el Pardo llegaba no ya a condicionar vidas, sino directamente a extinguirlas. Es algo bastante distinto. Desde luego en EEUU el papel presidencial, mayor que el que la constitución española reserva para el primer ministro, es relevante y tiene un poder decisorio efectivo en varios asuntos, que quizás no se den día a día, pero tarde o temprano aparecen.

En mi modesta opinión, tengo la sensación que, desde hace tiempo, en política exterior y de defensa es Jake Sullivan el asesor nacional de seguridad de la Casa Blanca, el que toma las decisiones en temas como Ucrania, Gaza, Taiwán y todos esos asuntos de importancia relevante, por encima de Anthony Blinken, secretario de estado, que creo es el encargado de llevar a la práctica esas determinaciones. A buen seguro, las que lo requieran, llevarán la firma de Biden, cosa que no es más que una rúbrica en un papel o una validación electrónica. En materia interna no se quién llevará las riendas del país, pero dudo que ni Biden ni Kamala Harris lo hagan. Como poco, la pregunta, no respuesta plenamente, es atronadora.

jueves, julio 11, 2024

Inmigración e hipocresía colectiva

La inmigración es uno de los grandes temas en las sociedades occidentales actuales, sometidas a presiones políticas y sociales en torno a la gestión de los que llegan de fuera que no hacen sino exacerbar los dilemas de un asunto mucho más complejo de lo que parece, y en el que la hipocresía es absoluta. Y en este caso ese sentimiento de falsedad anida tanto entre los dirigentes políticos como en el conjunto de los ciudadanos, que mantenemos discursos muy opuestos según donde estemos y en qué momento y circunstancia, seguramente porque no sabemos cómo compatibilizar lo que, a la vez, tantos ven como amenaza y oportunidad.

Hay dos discursos extremos en este asunto. Uno, el de la entrada sin restricciones, que es enarbolado por partidos que se dicen de izquierda, sobre todo cuando no están en el poder. Otro, el de la defensa del castillo, el cierre completo de fronteras y el impedir que los inmigrantes lleguen, que es vendido por las formaciones de extrema derecha. Entre medias, todo tipo de posiciones políticas que mezclan el derecho de acogida a los inmigrantes con la necesidad de que sean otros los que los acojan en proporciones muy diversas. Si se pregunta a la sociedad su opinión al respecto predomina más la visión del castillo que la de la acogida, pero en la práctica casi todas las familias españolas que conviven con una persona anciana tiene contratada a una asistenta, a tiempo completo o parcial, procedente en su inmensa mayoría de naciones de África o América Latina, haciendo un trabajo de gran responsabilidad, inmensa necesidad, nada valorado y que los de origen nacional no queremos hacer. Y esa dicotomía se da en multitud de empleos en los que la mano de obra inmigrante es la que trabaja ante la ausencia de nacionales que, por demografía, o por querencia, no existen. El mundo en el que vivimos no funcionaría si no hubiera inmigrantes, lo sabemos casi todos, no lo quiere reconocer casi nadie. Y claro, todos asociamos inmigración a la parte más cruenta de ese proceso, a las personas que mueren en el estrecho, Mediterráneo o Atlántico en viajes infames que le hacen a uno pensar de dónde huyen para creer que esa travesía es una opción mejor. Por esa vía cientos mueren cada año y unos pocos miles llegan a nuestro territorio, pero la gran pasarela de entrada de la inmigración, en nuestra nación y en todas, son los aeropuertos, donde cientos de miles llegan con visado de turista y no regresan. Ahí no hay desgracias, no hay muertes, no ha y periodistas que narren porque apenas hay nada que narrar. La inmigración latinoamericana en España, la mayor en porcentaje respecto a la total, no ha llegado en pateras, sino en vuelos de clase turista. Lo cierto es que si uno se pone a darle vueltas a este asunto descubre muchas verdades incómodas, discursos de odio por doquier y, por lo bajinis, la admisión de que la inmigración es necesaria para nuestra sociedad. El que los de origen nacional cada vez seamos menos, por la natalidad, y más envejecidos, contribuye a agriar el debate, porque los miedos vitales crecen con la edad y la sensación de que el paraíso de la juventud se perdió para siempre (destripe, no era ningún paraíso) nubla el entendimiento y el juicio. Nuestras sociedades son multiculturales, y lo van a ser más, por necesidad mutua. La ley debe ser aplicada a todos los que residen en el país, sea cual sea su origen de procedencia, sin distinciones. El empleo y la riqueza que la inmigración crea es un aporte para las naciones en las que se da y, pensemos, un enorme coste de oportunidad para los lugares de origen de esas personas, que las han perdido, a ellas y a todo lo que ellas hubieran podido crear. Hay que tratar este asunto con cabeza fría y sin demagogias, que son tantas y tan falsas como peligrosas.

En el caso particular de los niños de canarias, a los que hemos denominado con las siglas MENA para despersonalizarlos y podamos considerarlos como cosas, no como personas, es evidente que no pueden seguir en las islas, porque allí la capacidad de acogida está más que superada. Varios miles de ellos deberán ser trasladados a la península y realojados en las distintas regiones, que tienen recursos de sobra para ello si destinan una pequeña proporción de los gastos superfluos que todos sus gobiernos, sea cual sea el signo político, utilizan para darse coba y propaganda. Ante las urgencias, se acuerdan soluciones, y ante el problema de fondo, se piensa y trabaja. Es tan simple como eso. Pero no se hará así, casi seguro que no.

miércoles, julio 10, 2024

Víctor Orbán traiciona a la UE

La presidencia rotatoria de la UE ha perdido gran parte de su sentido una vez que la Unión ha institucionalizado los cargos de presidente del Consejo y de la Comisión, otorgándoles competencias y relevancia. En la práctica el semestre sirve para que una nación se encargue de la logística y agenda de lo que las instituciones comunitarias deben hacer, y sí aporta algo de relevancia a la dirigencia del país que la ocupa, pero poco más. A veces, como pasó en España el año pasado cuando nos tocó, se vende por el gobierno como un acontecimiento de importancia planetaria, cuando es bien poca cosa en lo práctico. Una oportunidad de lucimiento y mucho trabajo burocrático, poco más.

Por eso Orbán, el presidente de Hungría, no actúa en sus viajes como cargo de la Unión, no representa a los veintisiete, no se puede atribuir una potestad de la que carece, pero no es menos cierto que sí simboliza, hasta el 31 de diciembre, un papel que es un poco más relevante que el meramente circunscrito al de gobernante de su nación. Por eso, se debe ser cuidadoso en las formas y las declaraciones, más de lo que ya debiera ser habitual en gente que ocupa un cargo de relevancia pública. Pero no, más bien al contrario, Orbán ha decidido que, ahora que ocupa el pequeño escaparate global que le otorga la Unión en la que no cree, va a usarlo en contra de esas Unión, en la que nos encontramos todos. Ya se le advirtió por parte de las instituciones europeas que tuviera cuidado, que no hiciese nada anómalo. Hace unos días visitó Kiev, ya lo comentamos aquí, y la escena era la hipocresía total, pero es que, a los pocos días, saltándose a la torera todos los límites morales, se plantó el mandatario húngaro en Moscú, y estrechó la mano del dictador ruso con un semblante mucho más sonriente con el que miró al dirigente ucraniano en la asediada Kiev, Entre los oropeles del Kremlin Orbán se sentía como en casa, a gusto, no tenía que disimular la incomodidad que no dejaba de exhalar cuando se encontraba en el Maidan. Estaba ante el hombre que admira, el dictador al que le gustaría imitar, el hombre fuerte providencial, la luz de la nación, que él aspira encarnar para los magiares. Esa visita a la sede del oscuro poder ruso fue, literalmente, un acto de traición, una afrenta al espíritu de la UE. No será algo que puede ser perseguido ni penal ni administrativamente, por lo que me temo que no habrá sanción alguna que se le pueda imponer, pero es una traición a la idea de la Unión, al espíritu que emana de los tratados, a nociones como las de libertad, derechos humanos y sociedad civil que están en el fondo de lo que entendemos por Europa y las sociedades modernas. Orbán visitó con orgullo a un dictador que somete a su nación y ataca militarmente a una nación vecina y soberana, con la que la UE comparte frontera física y lazos de todo tipo. No contento con este gesto, enmarcado en lo que el dirigente húngaro entiende como una labor mediadora en busca de la paz (ya se sabe, ríndete de una vez, maldita Ucrania) Orbán visitó China unos pocos días después, extendiendo gestos de complacencia ante el dictador Xi, por parte de una de las naciones más receptivas a iniciativas surgidas dentro del proyecto de la franja y la ruta. China es uno de los puntales en los que se apoya Putin para financiar su guerra y obtener suministros, no tanto de armamento directamente, pero sí de tecnologías, componentes y materias primas necesarias para su producción. Y claro, con el pleno respaldo moral de Beijín Moscú ha encontrado allí un mercado en el que exportar parte de sus bienes energéticos y saltarse así las sanciones que occidente ha interpuesto para tratar de ahogar la economía rusa. Sin el apoyo chino Putin vería muy complicado mantener el nivel de esfuerzo militar de la guerra. Precisamente por eso Orbá, que es traidor pero no tonto, les ha visitado a ambos, regalándoles la mejor de sus crueles sonrisas.

Esta semana Moscú ha lanzado nuevos y crueles ataques sobre Kiev, causando decenas de muertos. La destrucción de una maternidad ha dejado escenas horrendas que pasarán al catálogo de la infamia de esta larga guerra, que son similares a otras vistas en conflictos anteriores. Esas muertes injustas, salvajes, decretadas desde el Kremlin, no supondrán mella alguna en la coraza mental del dictador Putin, que las busca y desea con avidez, y a ser posible en mucho mayor número, para así tratar de rendir la voluntad del país atacado. Con su visita, con sus gestos, Orbán es cómplice de esos asesinatos. Bajo las ruinas de los edificios arrasados esta semana en Kiev también está la imagen, y la falta de escrúpulos, del mandatario húngaro. Ese es el rastro que deja su traición.

martes, julio 09, 2024

ERC o la descomposición de la política

No parece haber fondo en el proceso de descomposición de la política en nuestro tiempo. Sí, quizás la veía antaño con ojos más ingenuos, pero es que entonces, creo, quedaban dirigentes que supeditaban sus actos a algo más que al interés propio, con vistas a construir algo para la sociedad a la que se decían deber, y a la que, es la verdad, todo debían. Ahora parece que no. Las organizaciones han sido tomadas por hordas sectarias adictas de notoriedad, amantes del griterío, de las bajas formas, de la pura cutrez, que usan las redes sociales para atizar a diestro y siniestro e imponen discursos basura de tal necedad que espantan a cualquiera con dos dedos de frente. Eso se da entre nosotros y fuera. No es consuelo, sólo epidemia.

Convenientemente camuflado por los medios controlados por Moncloa, ha tenido lugar estos días en la ERC catalana un escándalo de tintes psicóticos y despreciables, que muestra a lo que están llegando todos los partidos. Tras las catalanas de mayo, y ante cualquiera de las posibilidades que se den hasta el 25 de agosto, fecha límite para la constitución de un gobierno autonómico, gran parte de la responsabilidad de lo que ocurra está en manos de ERC, uno de los perdedores de la noche electoral. Sin embargo, si se inviste a Illa o se provoca una repetición será, en gran parte, por decisión de ese partido, que se denomina a sí mismo republicano y de izquierdas. Pues bien, los malos resultados y las distintas alternativas que tiene ante sí han abierto completamente la caja de los truenos y han estallado guerras cruzadas de todo tipo en el seno de la formación. Podía uno pensar que todo es un enfrentamiento entre soberanistas moderados, partidarios de pactar, y radicales, que buscan la repetición con una posible unión con Junts. En todo caso ambos sectarios y, desde luego, nada de izquierdas, pero no, la guerra interna es de un todos contra todos, y se ha manifestado en declaraciones, amenazas, plantes y escenas de desunión a varias bandas, con el colofón de una campaña despreciable, como les señalaba al principio, en la que varios carteles con las efigies de los hermanos Maragall aparecieron por Barcelona en paradas de autobús y paredes varias. En ellos el lema único, repetido varias veces, decía “Fuera el Alzheimer de Barcelona” en una clara alusión a la demencia que está acabando con la vida del ex alcalde de la ciudad Pascual, que fue del PSC, y de paso un insulto a su hermano Ernest, desde hace tiempo en ERC. La imagen de ambos hermanos llena la parte central baja de la composición, con el lema repetido de fondo en toda la imagen. No ha quedado claro qué sector de ERC está detrás de semejante estupidez, pero los rumores apuntaban a, entre otros, Sergi Sabrià, vice-consejero y mano derecha del aún presidente de la Generalitat en funciones Pere Aragonès. Sabrià ha negado varias veces tener relación alguna con semejante asunto, pero hace pocos días dimitió de su cargo, diciendo que lo hacía con la conciencia tranquila, en lo que para algunos fue una espantada, para otros una negación a lo San Pedro de la culpa tras esa campaña y para no pocos la escenificación de una víctima ejecutada en público fruto de la guerra total que hay en el partido. Es difícil saber si Sabrià, que ha ocupado un cargo relevante, y muy bien remunerado, está detrás de algo similar, pero lo más patético de todo esto es que alguien, en el interior del partido, el que sea, ha visto normal llevar a cabo semejante iniciativa, alguien ha escrito ese lema ruin, ha mandado hacer copias impresas y lo ha puesto por las calles de Barcelona. Alguien, seguramente con una nómina pagada por los impuestos de todos, ha dedicado tiempo, recursos e iniciativa en denigrar a una persona que tiene una demencia incurable que la va a matar y a su hermano. ¿Esto es política? Quizás así lo entiendan algunos en la era de twitter, pero no, es simplemente mierda, y quien, quienes hacen semejantes actos son eso mismo. Unos mierdas.

La peste del balón, las formas zafias y talibanas que reinan en eso que dicen que es deporte, se han instalado plenamente en la política, entre los que la ejercen y los que antaño fueron periodistas, hoy meros hinchas del partido de turno que les garantiza ingresos y puestos desde los que alardear de sus “meritos profesionales”. Obsesionados por el poder, y por usarlo para beneficiar a propios y a los que les puedan ayudar, los políticos se han convertido en una lacra para el desarrollo de la sociedad actual. El que cualquier otra alternativa a su existencia sea peor no sirve de consuelo ante el erial en el que nos encontramos. No se si vendrán tiempos mejores, lo dudo, pero no se puede vivir de la nostalgia.

lunes, julio 08, 2024

Legislativas francesas. Segunda vuelta

Lo primero es que, tras el incumplimiento de los sondeos y la reversión de la tendencia que apuntaba la primera vuelta, Francia, y la UE, se ha librado de un gobierno de extrema derecha encabezado por Le Pen. Las consignas de voto para establecer el cordón republicano, o sanitario, y la formación de extrema derecha no sólo no ha ganado las elecciones, sino que ha quedado en tercera posición, por lo que uno de los peligros que tenía la loca idea de adelantar las legislativas ha sido conjurado. Por así decirlo, y parafraseando la expresión de Shakespeare, hemos evitado lo peor. Ahora empieza lo malo.

El ganador ha sido el nuevo frente Popular, asociación de partidos de izquierda desde los convencionales socialistas hasta la extrema izquierda de Melenchon, el Pablemos local, cuyos postulados son igual de psicóticos que los de Le Pen, vestidos en su caso de marxismo decadente. En segundo lugar ha quedado la formación de Macron, que ha resistido mejor de lo que se esperaba. En aquellos sitios donde quedaron con opciones han recibido los votos de la izquierda para desbancar a los de Le Pen y eso les ha otorgado un plus de escaños que, seguramente, no entraban en sus previsiones. Lo cierto es que las diferencias de escaños entre la primera y tercera fuerza política tras los resultados finales, que se conocerán a lo largo del día de hoy, no son excesivas, y cada uno de esas tres formaciones se ha quedado bastante lejos de una mayoría de gobierno, por lo que la expresión de “parlamento colgado” se repite en muchos de los titulares de los medios desde ayer por la noche. Francia pasa de tener un legislativo en el que los de Macron tenían una mayoría suficiente para gobernar a un parlamento en el que va a ser imposible aprobar nada si no se produce un acuerdo entre varias formaciones políticas. Todos los ojos se ponen ahora en el partido de Macron, porque desde su posición de centro es el único capaz de articular acuerdos en los que puedan participar derechas e izquierdas. Y entendiendo ambas posiciones como las moderadas de entre los suyos. Los republicanos, la derecha tradicional francesa, ha sacado unos cuantos escaños, a gran distancia de las tres formaciones, pero no escasos. Dentro del Frente Popualr ganador hay una amalgama de partidos, que se odian bastante entre ellos. La Francia Insumisa de Pablemos Melenchon ha sido el que más escaños ha logrado, pero otros, como los socialistas clásicos han conseguido representación. ¿Es viable una gran coalición moderada a la francesa? Habrá que esperar, como les decía, a que termine el escrutinio y se produzca la asignación completa de escaños, pero una suma de macronistas y derechas e izquierdas moderados puede estar cerca no de una mayoría absoluta, pero sí de la relativa necesaria para ir sacando proyectos e iniciativas. Y, sobre todo, puede tener el peso suficiente para frenar a Le Pen y Melenchon, que es el objetivo último de todo gobierno serio que pretenda serlo. Si se logra, el cordón sanitario contra el extremismo podría ser una realidad y, aun débil y sometido a tensiones diarias, y jugándosela en cada votación, el que fuera escogido como primer ministro tendría posibilidades de desarrollar una agenda que no incurriese en las disparatadas ideas de Le Pen y Melenchon. Quizás lo que estoy describiendo es más el fruto de un deseo que una posibilidad cierta, pero es lo único a lo que se me ocurre agarrarme para evitar un escenario de bloqueo total, de una asamblea legislativa que, al modo de la española, sólo sea una cámara de eco de insultos, ruidos y despropósitos diarios. Es ese acuerdo entre moderados o la parálisis, y a la UE tampoco le conviene nada de nada este segundo escenario.

Lo cierto es que el poder en Francia gravita mucho más en torno a la figura del presidente que de la asamblea, que tiene un papel relevante, pero menor. Macron, en los tres años que le quedan de mandato, sigue teniendo las riendas del poder y capacidades que, desde nuestra óptica, pudieran parecer casi dictatoriales. No propondrá a Melenchon, ni a ninguno de los suyos, como candidato a primer ministro, y puede vetar acuerdos y resoluciones de la cámara llegado el caso. Eso aporta un grado mínimo de estabilidad que no tenemos aquí. En todo caso, en Francia van a tener que empezar a sentarse unos cuantos a discutir y tratar de acordar, en una experiencia bastante nueva para sus usos políticos modernos. Sí, hemos evitado lo peor, pero el panorama sigue estando muy turbio.

viernes, julio 05, 2024

Grave crisis demócrata en EEUU

Ayer, 4 de julio, fue fiesta en EEUU, una de las más grandes del país, enraizada en su tradición política libertaria, y uno de los grandes temas del momento, a cuatro meses de unas elecciones que parecen ser trascendentales, es el de la permanencia o no de Biden como candidato demócrata, después del fracaso del debate de la semana pasada y la extensión por todo el electorado de que su incapacidad manifiesta es, sí, el gran hándicap de cara a una reelección. Su círculo íntimo, tanto familiar como de empleados, los primeros allegados, los segundos dependientes, no hacen más que insistir en que está capacitado para el cargo y su renovación.

Y cuanto mayor es el intento de que no sea evidente lo que para todo el mundo lo es mayor es la sensación de ridículo que se extiende entre las filas demócratas por el escenario que afrontan. La portada de The Economist, que ustedes pueden juzgar si es cruel o no, deja a las claras el mensaje de incapacitación, de que Biden debe retirarse y dejar que otro sea el candidato demócrata en una lucha en la que se va a requerir lo máximo del que se postule para vencer a un sujeto como trump. Cada día que pasa las encuestas señalan que la ventaja de Trump crece, pero no por los méritos del expresidente, sino por los deméritos de Biden, por el desánimo absoluto que ha cundido entre sus votantes al ver a un presidente que, ahora mismo, ya, no está en condiciones de ejercer su cargo. ¿Hasta qué punto roza el fraude el que pretenda aspirar a una renovación?. Millones de personas en todo el mundo, al ver el debate, pudieron preguntarse realmente quién es el que gobierna en EEUU, porque aunque es cierto que las maquinarias administrativas poseen una inercia que las permite funcionar solas en muchos aspectos, en determinados puntos y decisiones es la voluntad del gobernante la que determina lo que se debe hacer y lo que no. ¿Está Biden al mando, ahora mismo? Eso, referido a la primera potencia del mundo, y al país que protege los intereses del occidente al que nosotros pertenecemos es una cuestión bastante más que importante. El partido demócrata, que ahora ostenta el poder, tiene la sensación de que la elección de noviembre se le empieza a escapar por culpa de un candidato que ya no da la talla. Empeñado en presentarse, Biden empieza a ser motivo de fractura entre los dirigentes de su formación y los que, en ella, poseen cargos electos, como congresistas y gobernadores. Algunos salen a dar su apoyo sin fisuras al presidente y unos pocos, por ahora, levantan la voz y reclaman que se retire de una manera digna y deje paso a un proceso rápido en el que el partido pueda escoger a un nuevo candidato, que pueda ser entronizado ante el país en la convención de agosto y tenga posibilidades de dar la batalla por la reelección no de la persona, pero sí de la marca. Por cada día que pasa y que el tema se mantiene en el aire la pérdida de votos demócratas no deja de crecer. La táctica de Biden para frenar esto es diseñar un calendario de actividades que le permita lucirse ante la sociedad, mostrándose activo. Mítines en varios estados, alguna entrevista en horario de máxima audiencia y cosas por el estilo. En general, situaciones controladas por su equipo en las que las posibilidades de error son menores, pero ya mismo, cada aparición del presidente es escrutada con mil ojos, tratando de detectar signos de un deterioro que pueda ser irreversible. A Biden le empieza a pasar lo que a los humanos con los objetos reparados que nos sirven pero han fallado varias veces en el pasado. Los usamos, pero ya no nos fiamos, mantenemos unas reservas y siempre hay un cierto temor a que vuelvan a cascar. Hemos perdido la confianza en ellos y eso se traduce en un resquemor larvado que siempre está ahí. Antes también, pero desde el debate, la fiabilidad de Biden ha dejado de existir para los suyos.

Supongo que Trump contempla la situación con una mezcla de sorpresa y deleite. Su oponente y el partido contrario se meten en un marasmo cuando menos es debido y le empiezan a dejar un pasillo libre para volver a acceder al poder sin que tenga que hacer muchos esfuerzos. La sentencia del Supremo de esta semana otorgando inmunidad parcial a los actos del presidente cuando se han realizado por causas derivadas de su cargo le despeja gran parte de su horizonte judicial y, a día de hoy, las probabilidades de que gane en noviembre son altas. Nada está decidido, pero sí los demócratas no asumen que su objetivo, por muy cruel que suene, no es la lealtad al hombre, sino ganar elecciones, es probable que las pierdan.

jueves, julio 04, 2024

Elecciones en Reino Unido

4 de julio, fiesta en EEUU y en Elorrio, lugares emblemáticos de occidente. Como los ingleses tienen sus rarezas hasta en esto de las elecciones hoy es el día en el que están citados a las urnas para renovar su parlamento y conformar un nuevo gobierno. Sunak, el actual primer ministro, adelantó la convocatoria en una comparecencia ante el 10 de Downing Street que empezó nubosa y acabó con un buen chubasco, que le cayó de pleno porque nada le protegía. Su imagen, empapada, chorreante, era una buena metáfora del final de ciclo conservador que se espera tras los comicios de hoy. Catorce años que bien poco han conservado al país.

Todo lo que no sea una arrolladora victoria laborista hoy será sorprendente. Sobre los algo más de seiscientos escaños de la cámara de los comunes las encuestas auguran que los laboristas no obtendrán menos de cuatrocientos, lo que les otorgará una mayoría absoluta indiscutible. La dimensión de la debacle conservadora está por ver, entre otras cosas por la presencia de Reform UK, el partido del ultra Nigel Farage, que le va a restar votos y puede que escaños, pero es fácil que se queden por debajo del listón de los cien parlamentarios. De hecho se estima como bastante probable que la mayor parte de los componentes del actual gabinete, incluido el primer ministro Sunak, no revaliden su escaño. Sunak ha cogido los restos del desgobierno conservador que ha ido degenerando a lo largo de una serie de mandatos en los que la incompetencia se ha ido superando de una manera difícil de entender. Cameron, May, Johnson, Trust y el propio Sunak han sido la lista de primeros ministros “torys” que han liderado el país, por decirlo de una manera. Entre medias de todos ellos se han ido sucediendo acontecimientos relevantes, especialmente uno, el Brexit, fruto de la incompetencia absoluta de David Cameron, que pasará a la historia como uno de los más necios políticos de entre los habidos en aquel país. A partir de ahí todo ha sido un camino de descenso hacia la dura realidad de la separación de la UE y la reducción del país a una nación menor, de segunda fila, como cualquiera de las otras que estamos en Europa, pero carente de algunos de los lazos y coberturas de seguridad que ofrece la UE. El proceso de negociación del divorcio, la división social fruto del resultado y la fractura que se ha extendido en el interior de los partidos sobre el tema, la pérdida de acuerdos comerciales consolidados, el aumento de las trabas a la necesaria inmigración laboral que demanda su mercado de trabajo, la imposibilidad de ser “el Singapur” de occidente como soñaban algunos iluminados…. El Brexit ha supuesto un bofetón de realidad a una sociedad que no es ni tan rica ni poderosa como lo fue, pero que aún no es consciente de ello, y que va a tardar en asimilarlo. En paralelo a este terremoto, se dio la pandemia de Covid, y el comportamiento desquiciado de Boris Johnson, un personaje más propio de un cómic que de la realidad, que alcanzó una gran mayoría absoluta en las generales de 2019 y que la dilapido en apenas unos meses en medio de escándalos variados, necedad sanitaria, desastrosa gestión y fiestas imparables. De ahí en adelante el proceso de hundimiento del conservadurismo británico como estructura de gobierno ha sido imparable, y hasta cierto punto digno de ser visto como una telecomedia, porque la baja calidad de los intérpretes de la trama no le permitía acceder a un grado de calidad “shakespiriano”. La marcha de Johnson, en medio de la vergüenza general de propios y ajenos, fue suplida, tras un proceso interno entre los conservadores, por la figura de Liz Trust, que, literalmente, no aguantó más tiempo en su cargo que una lechuga de supermercado fresca fuera de la cámara refrigeradora. Sunak tomó las riendas de un partido y gobierno deshecho y ha estado poco más de un año dirigiendo una nave hundida que hoy, por fin, se estrella contra los arrecifes, pongamos que de Dover, para que el impacto tenga algo de pompa y circunstancia británica.

Ante el suicidio del oponente, el laborismo, encarnado en la figura moderada de Stamer, va a conseguir un poder como no tenía desde los primeros mandatos de Tony Blair, pero los retos que va a afrontar son enormes, tanto los derivados del eterno Brexit como los propios de una economía endeudada, con altas tasas de inflación y baja productividad, y todo ello en un entorno global volátil y hostil. A corto plazo, lo que más necesita el Reino Unido es estabilidad y un cierto sosiego, para así pensar cómo afrontar sus retos. El laborismo va a tener la mayoría necesaria de gobierno para poder sentarse tranquilamente y pensar, con cuidado, qué hacer. Los conservadores, ya veremos, estarán centrados en su propia supervivencia como formación política.

miércoles, julio 03, 2024

Orban en Kiev

Ayer se produjo uno de los episodios más hipócritas que imaginarse uno pueda en estos tiempos falaces, y miren que hay margen para ello. En su condición de presidente del país que ostenta la presidencia semestral rotatoria de la UE, Víctor Orban acudió a Kiev a visitar a Zelesnky, en lo que ha sido su primera visita al país invadido por Putin desde que el dictador ruso comenzó su guerra. Como socio colaborador del Kremlin, Orban no se ha cortado mucho a la hora de apoyar las iniciativas rusas y mostrar desprecio por aquellos que no las comparten, ni les cuento los que pagan el precio de su vida por ello. La imagen de ambos líderes dándose la mano era un poema. El traidor y el invadido, frente a frente.

Orban encabeza un gobierno con tintes autoritarios, de convicción iliberal, término que se usa para dulcificar el odio que su ideología tiene hacia el liberalismo y el estado de derecho. Con una mezcla de religión, patria y nacionalismo desatado, Orban gobierna Hungría de manera casi absoluta desde hace varias legislaturas, encabezando mayorías absolutas en unos comicios no amañados, pero de los que surgen ejecutivos que no hacen sino recortar la división de poderes y asentar las bases de futuras nuevas mayorías en una población cada vez más sometida a una propaganda constante. ¿Qué une a Orban y Putin? No es la ideología, imperialista en el caso del ruso, ni la religión, ambos cristianos, pero de ramas distintas. Sí el ansia de poder y el bálsamo del nacionalismo desatado como cura para engañar a los suyos. Orban quiere ser como Putin, un dictador perpetuo, y recurre a su receta, y no le va mal. LA UE ha tenido desde hace tiempo a Hungría como un permanente dolor de cabeza por las políticas de Orban, pero desde que empezó la guerra Bruselas sabe que en Budapest hay un aliado de Moscú que hará todo lo posible por torpedear las decisiones que se tomen en el consejo de la Unión relativas al apoyo a Kiev. La muy famosa unión de Europa en torno a Ucrania no lo es tanto, no sólo por ella, pero sí principalmente por Hungría. Durante estos dos años largos ya de guerra cada decisión relativa a las sanciones a Rusia, el envío de armamento a Kiev o la concesión de ayudas financieras al estado invadido ha contado con el voto en contra o la abstención de Hungría, que ha actuado como una eficaz cuña rusa en cada una de las reuniones convocadas sobre el tema. Esta situación no es muy sostenible a largo plazo, pero pese a ello se mantiene y envenena las relaciones de Budapest con el resto de socios, provocando roces constantes y la suspensión de transferencias financieras al país magiar por causas relativas al incumplimiento de hitos económicos y de derecho comunitario, tal y como las justifica la Comisión, pero que también son golpes de presión que Bruselas lanza contra su socio más díscolo para que sepa que llevar una política en contra de la UE desde dentro tiene costes, económicos, y muy serios. Estas medidas han sido las únicas que han hecho aflojar a Orban de su deriva, pero no le han llegado a torcer el brazo, y mantiene un rumbo de colisión permanente. Ayer, en Kiev, su rostro era tan gris y ausente de sentimientos como el del propio Zelensky, que tuvo que pasar todo un trago al dar la mano a alguien que la desprecia. En las declaraciones posteriores al encuentro, desarrollado en torno a una mesa con un aire de frialdad cuasi soviética, Orban pidió a Zelesnky un acuerdo de paz para que la guerra concluya, que es la manera diplomática que tienen los prorrusos de exigir a Ucrania que se rinda de una vez y ceda ante el dictador. Zelensky hizo un discurso de circunstancias, frases hechas políticamente correctas, con la idea de cubrir el expediente y dar carpetazo a un encuentro sumamente incómodo. No quedará poso alguno de la visita, salvo una imagen de hipocresía absoluta.

Les decía al principio que muy difícil de superar, pero no imposible. Orban ha sido el último dirigente de la UE en visitar Kiev, pero no el último mandatario europeo. Hay uno, que reside en un pequeño estado, que es el que más y mejor ejerce la diplomacia en el mundo desde hace siglos, y que no se ha acercado a Kiev de ninguna manera. Sí, el Papa, el jefe de estado del Vaticano, ha viajado por medio mundo, pero no ha tenido un minuto para asomarse a la capital de un país europeo en el que el invasor asesina sin piedad día tras días. Si Francisco llegara a visitar Kiev se viviría un momento de bochorno absoluto, ante el que Zelensky, diplomático, no podría hacer el gesto de desprecio que, sin duda, merecería la actual servil a Moscú cabeza de la iglesia católica.