Lo primero es que, tras el incumplimiento de los sondeos y la reversión de la tendencia que apuntaba la primera vuelta, Francia, y la UE, se ha librado de un gobierno de extrema derecha encabezado por Le Pen. Las consignas de voto para establecer el cordón republicano, o sanitario, y la formación de extrema derecha no sólo no ha ganado las elecciones, sino que ha quedado en tercera posición, por lo que uno de los peligros que tenía la loca idea de adelantar las legislativas ha sido conjurado. Por así decirlo, y parafraseando la expresión de Shakespeare, hemos evitado lo peor. Ahora empieza lo malo.
El ganador ha sido el nuevo frente Popular, asociación de partidos de izquierda desde los convencionales socialistas hasta la extrema izquierda de Melenchon, el Pablemos local, cuyos postulados son igual de psicóticos que los de Le Pen, vestidos en su caso de marxismo decadente. En segundo lugar ha quedado la formación de Macron, que ha resistido mejor de lo que se esperaba. En aquellos sitios donde quedaron con opciones han recibido los votos de la izquierda para desbancar a los de Le Pen y eso les ha otorgado un plus de escaños que, seguramente, no entraban en sus previsiones. Lo cierto es que las diferencias de escaños entre la primera y tercera fuerza política tras los resultados finales, que se conocerán a lo largo del día de hoy, no son excesivas, y cada uno de esas tres formaciones se ha quedado bastante lejos de una mayoría de gobierno, por lo que la expresión de “parlamento colgado” se repite en muchos de los titulares de los medios desde ayer por la noche. Francia pasa de tener un legislativo en el que los de Macron tenían una mayoría suficiente para gobernar a un parlamento en el que va a ser imposible aprobar nada si no se produce un acuerdo entre varias formaciones políticas. Todos los ojos se ponen ahora en el partido de Macron, porque desde su posición de centro es el único capaz de articular acuerdos en los que puedan participar derechas e izquierdas. Y entendiendo ambas posiciones como las moderadas de entre los suyos. Los republicanos, la derecha tradicional francesa, ha sacado unos cuantos escaños, a gran distancia de las tres formaciones, pero no escasos. Dentro del Frente Popualr ganador hay una amalgama de partidos, que se odian bastante entre ellos. La Francia Insumisa de Pablemos Melenchon ha sido el que más escaños ha logrado, pero otros, como los socialistas clásicos han conseguido representación. ¿Es viable una gran coalición moderada a la francesa? Habrá que esperar, como les decía, a que termine el escrutinio y se produzca la asignación completa de escaños, pero una suma de macronistas y derechas e izquierdas moderados puede estar cerca no de una mayoría absoluta, pero sí de la relativa necesaria para ir sacando proyectos e iniciativas. Y, sobre todo, puede tener el peso suficiente para frenar a Le Pen y Melenchon, que es el objetivo último de todo gobierno serio que pretenda serlo. Si se logra, el cordón sanitario contra el extremismo podría ser una realidad y, aun débil y sometido a tensiones diarias, y jugándosela en cada votación, el que fuera escogido como primer ministro tendría posibilidades de desarrollar una agenda que no incurriese en las disparatadas ideas de Le Pen y Melenchon. Quizás lo que estoy describiendo es más el fruto de un deseo que una posibilidad cierta, pero es lo único a lo que se me ocurre agarrarme para evitar un escenario de bloqueo total, de una asamblea legislativa que, al modo de la española, sólo sea una cámara de eco de insultos, ruidos y despropósitos diarios. Es ese acuerdo entre moderados o la parálisis, y a la UE tampoco le conviene nada de nada este segundo escenario.
Lo cierto es que el poder en Francia gravita mucho más en torno a la figura del presidente que de la asamblea, que tiene un papel relevante, pero menor. Macron, en los tres años que le quedan de mandato, sigue teniendo las riendas del poder y capacidades que, desde nuestra óptica, pudieran parecer casi dictatoriales. No propondrá a Melenchon, ni a ninguno de los suyos, como candidato a primer ministro, y puede vetar acuerdos y resoluciones de la cámara llegado el caso. Eso aporta un grado mínimo de estabilidad que no tenemos aquí. En todo caso, en Francia van a tener que empezar a sentarse unos cuantos a discutir y tratar de acordar, en una experiencia bastante nueva para sus usos políticos modernos. Sí, hemos evitado lo peor, pero el panorama sigue estando muy turbio.
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