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viernes, agosto 30, 2024

Inmigración y Alemania

Este domingo se celebran elecciones en dos estados federados alemanes, Sajonia y Turingia, en los que la ultraderecha de AfD tiene muchas opciones de ser la fuerza más votada entre todas las que se presentan. Justo una semana antes, el pasado sábado, se producía un ataque yihadista en Solingen, otra localidad alemana, en la que un sirio refugiado y radicalizado atacó con cuchillos a la multitud que acudía a un festival musical en el que se conmemoraba un aniversario redondo de la fundación de la localidad. El maldito estado islámico se atribuyó la autoría del ataque y el detenido, pillado un par de días después de los hechos, lo ratificó.

Lo más interesante de este atentado no es tanto la tragedia en sí, o que reaparezca la pesadilla de DAESH, hechos que también son muy destacables, sino que se produjera a una semana de las elecciones, logrando que la inmigración monopolice la campaña y, dado de lo que estamos hablando, favorezca las posiciones de ultraderecha. Los habitantes de Solingen lograron evitar que se produjeran escenas de enfrentamiento como las vividas en Reino Unido hace unas semanas ante un hecho similar en las formas, pero distinto en el fono. Pero ello no ha impedido que AfD capitalice la protesta pública ante un hecho que ha asustado e indignado a los alemanes a partes iguales. El detenido tenía una orden de repatriación en vigor, pero por fallos burocráticos no se había ejecutado y llevaba varios meses en una situación irregular, y conocida. Echar las culpas por ello al estado federal del atentado es una falacia, pero que logra ser vendida entre cierto público, necesitado tanto de explicaciones como de chivo expiatorio al que echarle las culpas de lo que sucede. Por un momento pudiera parecer, siendo uno muy mal pensado, que los organizadores del ataque escogieron no la ciudad, pero sí el momento preciso para sacarle el mayor rédito posible, buscando un endurecimiento del clima contra el inmigrante en Alemania que favorezca su discurso victimista y les sirva para captar más adeptos. Razonar sobre cómo unos criminales fanáticos organizan sus masacres no deja de ser un absurdo, pero la cadena de hechos y consecuencias es sugerente. Por de pronto, el gobierno federal ha empezado por realizar anuncios en los que se promete un endurecimiento de la legislación para agilizar las expulsiones, restringir las entradas y, en definitiva, imponer más mano dura a la llegada de inmigrantes a Alemania, pero eso no creo que sea suficiente para evitar una derrota de los partidos de la coalición de gobierno, ya muy debilitados, en la votación del domingo. Tampoco está nada claro que una victoria de AfD les permita alcanzar el gobierno regional, y desde luego es absurdo pensar que desde esa responsabilidad administrativa, si llegaran a lograrla, serían capaces de resolver el problema de seguridad que ciertos colectivos de inmigrantes suponen. AfD es populismo radical de derechas, tira de un recetario de corte cutre, duro, lo opuesto al buenismo de izquierdas en este tema, y que es tan poco práctico y resolutivo como la posición de no hacer nada, o de facilitarlo todo, que venden los partidos llamados progresistas. Tanto en Alemania como aquí la inmigración es un problema complicado, que se desarrolla de manera distinta en cada nación por las particularidades propias y por la tipología de inmigrantes que recibe, y que debe ser abordado de una manera integral, seria, responsable y de largo plazo, y con un mantra común. Da igual la procedencia de la persona, sea nacional o extranjera debe cumplir la ley, y ser castigada si no lo hace. Sólo con esa idea de fondo se puede empezar a articular una política de inmigración seria, adaptada en cada caso a lo que corresponda. Huelga decir que AfD no tiene nada de eso en mente, sólo vísceras y oportunismo.

A este tema de fondo se le suma, en el caso alemán, la situación general de un país, locomotora de Europa, que acaba de firmar una caída del PIB del 0,1% en el segundo trimestre del año. Golpeada en su pilar industrial por la competencia china, con el caso sangrante del automóvil como el dolor que no cesa, dañada por la creciente ola de aranceles que ralentizan el comercio global, con unos precios de la energía que allí no dan freno, tras la renuncia al casi regalado gas ruso, y con la guerra de Ucrania mucho más cerca, la economía alemana no sale de un prolongado estancamiento, la UE lo nota, y la sociedad germana está apática. Caldo de cultivo ideal para populistas.

jueves, agosto 29, 2024

Atrapados en el espacio

Si ayer hablábamos de barcos hundidos, hoy también lo haremos de naves fallidas, aunque no exactamente de las que surcan los mares. Tras el final de la era de los transbordadores espaciales, EEUU se quedó sin naves propias para subir al espacio, y debía recurrir a las Soyuz rusas, previo pago, para que sus astronautas fueran a la Estación Espacial Internacional. Algo bastante humillante y, geopolíticamente, molesto. Por ello, el gobierno ordenó la construcción de una nueva nave tripulada, en formato Apollo, por así decirlo, un módulo de mando en lo alto de un cohete, nada planeadores estilo Shuttle, que se vieron como una apuesta equivocada.

La primera empresa que se ofreció a ello fue SpaceX, la de Elon Musk. La NASA lo aceptó sin muchas dudas, dada la trayectoria de éxito que llevan sus cohetes, pero como SpaceX es un chico nuevo en el barrio, por así decirlo, y carecía de experiencia en naves tripuladas, (y el presupuesto público da de sí) se buscó un segundo proveedor alternativo, y ahí apareció Boeing, con su dilatada experiencia en el diseño aeronáutico y de componentes para el programa espacial. Las especificaciones requeridas se suministraron a ambos fabricantes, junto con un presupuesto estimativo, y los plazos de entrega. SpaceX cumplió ambos conceptos y, tras sus pruebas, presentó la cápsula Dragon, que situada en lo alto de uno de los Falcon de la empresa sería capaz de llevar nuevamente a astronautas al espacio. Esa cápsula pasó todos los test y pruebas a las que le sometió la NASA y tuvo su primer viaje tripulado, de ida y vuelta, hace ya unos pocos años. Desde entonces han sido seis o siete, creo recordar, los viajes que ha hecho a la Estación, dotando a EEUU y, en general, a occidente, de plena autonomía en el acceso humano a la órbita baja. De mientras las naves de SpaceX iban y venían Boeing seguía atascado en su proyecto de nave, denominado Starliner, con contratiempos de todo tipo, que parecían ser el reflejo de los muchos problemas que atravesaba la empresa en su sector de toda la vida, el de la aviación civil, donde escándalos técnicos de todo tipo estaban arrasando su imagen. Finalmente, el año pasado, con un gran retraso y con el doble del coste permitido, Boeing entregó su nave a la NASA, que empezó a testarla, encontrando fallos de todo tipo, algunos menores, otros no tanto. La idea de un primer vuelo tripulado al inicio de 2024 con esa nave se fue retrasando hasta este verano, en el que dos astronautas norteamericanos volaron, por primera vez, en la cápsula de la empresa de Everett. La idea era hacer un vuelo de prueba, una ida, estancia de unas dos semanas, y vuelta, sometiendo a la nave a todas las pruebas posibles en el entorno real para que, así, se pudiera certificar que existían las dos alternativas fiables que buscaba la agencia de EEUU. En un principio la Starliner no dio problemas, pero al poco de atracar en la Estación Espacial sí que empezó a generar dolores de cabeza, principalmente por fugas en algunos de sus circuitos de refrigeración. Los fallos no iban a menos y empezó a cundir la sensación de que algo podía salir mal. La primera decisión que se tomó fue la de aplazar la vuelta, esa que estaba prevista en dos semanas, y que desde el espacio y control de misión, con personal técnico de Boeing, se revisara todo lo posible para garantizar la seguridad. Eso es lo que se ha estado haciendo estas semanas, de prolongación de la misión para los astronautas, y hace unos pocos días la NASA dio una rueda de prensa en la que su más alto directivo anunciaba una decisión que es bastante chocante. Tras lo visto y estudiado, no se fían de la Starliner como para que pueda realizar el vuelo de vuelta tripulado, consideran que existen riesgos que no están dispuestos a asumir, y han decido que los astronautas, que fueron para dos semanas, permanezcan en la Estación hasta que, en febrero del año que viene, una cápsula Dragon de SpaceX les traiga de vuelta. Por su parte, para la Starliner, se ha decidido que se desacoplará de la Estación y realizará el viaje de vuelta a la Tierra de manera automática y sin tripulación, de tal manera que, si todo va bien, no habrá problemas, y si algo falla nadie resultará perjudicado.

Esta decisión supone una humillación absoluta para Boeing, una manera de presentarla como una empresa fracasada en este proyecto y como una fuente de problemas. Que tu competidor, el chico nuevo, sea el que tiene que acudir a resolver los problemas que ella crea es un golpe bajo, una patada en sus partes a una de las mayores empresas del país. Con un presupuesto descontrolado, y una imagen hecha polvo, el proyecto Starliner, pase lo que pase en el viaje de retorno, es un fracaso total para Boeing, un chasco para la NASA, y una nueva fuente de retrasos en el programa público de conquista espacial, donde el gran lanzador SLS va camino de convertirse en otro posible fiasco, también con Boeing implicado. Musk debe estar muerto de risa desde que se enteró. Y los dos astronautas, de pasar dos semanas, a estar casi un embarazo ahí arriba.

miércoles, agosto 28, 2024

Un naufragio muy poco probable

Reconozco que cuando me enteré que el velero de lujo hundido frente a las costas de Sicilia se llamaba “Bayesian” no pude evitar que me saliera una vena chistosa relacionada con la estadística, la típica de los personajes frikis, como supongo que era Michael Lynch, el dueño del barco. Sino, es imposible que llames a tu embarcación en homenaje al teorema de la probabilidad condicionada, también conocido como teorema de Bayes. Lynch era una de las mayores fortunas de Reino Unido y su riqueza vino de negocios relacionados con la seguridad criptográfica e internet, por lo que, sí, sí, sería un friki de tomo y lomo.

El naufragio del Bayesian es una de las historias de este verano y un suceso que reúne un montón de características que lo hacen llamativo. El barco era uno de los mayores veleros privados del mundo, con algo más de cincuenta metros de eslora, y con un mástil de aluminio de 75 metros, el mayor de los de su clase jamás construido. Era una belleza de buque y algo de coste demencial. Propiedad de Lynch, se alquilaba cuando su dueño no hacía uso de él, a un coste algo superior a los 200.000 dólares semanales, tripulación, combustible, suministros y fondeo aparte. Se encontraba, la noche del suceso, fondeado a pocos centenares de metros de la costa de Sicilia, frente al puerto de Porticello, y en el estaban, creo, siete pasajeros y doce tripulantes. Hubo tormenta en esa zona, de gran intensidad, y por lo que cuentan algunas fuentes, una manga marina pudo impactar con el barco, suceso de probabilidad escasísima dadas las escasas dimensiones que tienen esos fenómenos en el Mediterráneo, escasas en extensión, no en virulencia. La cuestión es que se sabe que el palo del barco se partió y que en minutos toda la embarcación se hundió, quedándose en el fondo del mar, en este caso a una cota de cincuenta metros bajo la superficie. La mayor parte de la tripulación, que debía estar en cubierta, se salvó, y casi todo el pasaje falleció, entre ellos el dueño de la nave, Lynch, y su hija de ocho años, También falleció uno de los mayores ejecutivos de Morgan Stanley, amigo de Lynch, que se encontraba a bordo haciendo la travesía. La enorme suma de millones propiedad de los fallecidos ha elevado el caso al morbo global, en una especie de repetición del Titanic a escala, en lo que hace a lujo marítimo, desgracia y potentados ahogados. Las autoridades italianas, tras proceder al rescate de los supervivientes, han realizado las inmersiones necesarias para lograr encontrar a los fallecidos, que se sitúan al parecer no en sus camarotes, sino en uno que está más cerca de la salida, como si algo les hubiera despertado del sueño en el que se encontraban y hubieran intentado salir del barco, pero el agua se lo hubiese impedido. ¿Estaban descansando? ¿O de resaca tras una fiesta a bordo? ¿Por qué casi todos los fallecidos son precisamente del pasaje y casi todos los supervivientes de la tripulación? Los expertos que han hablado sobre el tema no se explican como un pedazo barco de esas dimensiones y de construcción tan moderna, con todos los sistemas de seguridad marítimos imaginables, ha podido naufragar de una manera tan catastrófica y veloz, y se hacen preguntas sobre si estaban los protocolos de seguridad preparados para ello, si se habían hecho ejercicios para prever una situación de riesgo con un pasaje tan especial, si estaban cerradas las escotillas y todo aquello que hubiera podido facilitar una vía de agua, y cosas por el estilo. No salen de su asombro. En el café, esta semana, uno que tiene experiencia en navegación me decía que todo le parecía muy raro. Que en caso de tormenta se pliega todo el velamen para que no coja vuelo y se lleve el barco por delante, y que quizás la rotura del mástil pudo venir porque parte de las velas se abrieron, pese a estar recogidas, y el tirón que provocaron rompió la estructura y condenó al barco, pero que en todo caso le parece un suceso muy raro. Hay un vídeo, de mala calidad, en blanco y negro, tomado desde la costa, en la que se aprecian las luces del barco y cómo lo que parece un enorme chaparrón de lluvia azota sin piedad la escena, difícil de apreciar, y en un momento dado las luces del mástil se derrumban, síntoma de su ruptura. No soy capaz de sacar conclusión alguna viendo esas imágenes.

La policía italiana ha recomendado a los supervivientes que no abandonen el país, porque es probable que tenga que volver a interrogarles varias veces para seguir averiguando qué pudo pasar esa noche. Los seguros han empezado los peritajes y son varias las opiniones que demandan que el barco sea reflotado para investigar, in situ, los daños y el estado en el que se encuentra, para poder reconstruir lo que sucedió. En todo caso, misterio, millones, cadáveres y tornados, la combinación perfecta para crear una trama adictiva que supera a muchos de los guiones imaginables. Y todo con una muy baja probabilidad de ocurrencia.

martes, agosto 27, 2024

Escaramuzas en el Líbano

El fin de semana se ha producido un intercambio de fuego entre las IDF israelíes y la milicia chií de Hezbollah, en el que se han lanzado artillería, cohetes y disparos desde cazas militares. Fue Israel el que inició el ataque en la madrugada del sábado al domingo ante el temor, basado en informaciones de inteligencia, de que los milicianos iban a ejecutar en pocas horas un lanzamiento de cohetes bastante grande sobre posiciones del norte del país, y de manera preventiva, el ejecutivo israelí ordenó la acción. Por el momento el balance de bajas es escaso, con un militar israelí entre los pocos muertos, daños relativos y tensión no del todo liberada.

Partiendo de la evidencia de que a ninguno de los dos contendientes les interesa una guerra abierta en el frente libanés, menos aún a el pobre país mediterráneo, es difícil saber si la escalada irá a más o, como apuntan algunas fuentes, de momento ambos están satisfechos y se van a dar un tiempo para seguir observándose. Con la guerra de Gaza empantanada, sin que haya un día de horror en el arrasado territorio de la franja, el desgaste que sufren las IDF se mantiene, tanto en material propio como en suministros del exterior, la división en la sociedad israelí es cada vez más profunda y el deterioro de la economía del país seguirá carcomiendo la prosperidad de todos sus habitantes. Abrir ahora un frente en el norte sería una acumulación de esfuerzos que, supongo, tensionaría el país hasta límites peligrosos. Pocos más sacrificados que los israelíes a la hora del combate, pero el número de habitantes y su capacidad tienen un límite que no es conveniente traspasar. Por la parte de Hezbollah Irán, la situación es un poco más ambigua. Teherán sigue reservándose el derecho a ejecutar la venganza por el asesinato a manos de Israel de uno de los jefes de la milicia, pero lo que parecía que iba a ser un ataque inminente lleva semanas diluyéndose en el tiempo y ya no está nada claro ni que se vaya a dar ni en qué forma. El efecto sorpresa que pudo tener en su momento la represalia iraní hace semanas que se ha perdido, a no ser que desde Teherán se esté esperando a que parezca que no habrá respuesta y así reconstruir una especie de tiempo de sorpresa a posteriori. A Irán, visto de manera objetiva, tampoco le urge la prisa. Sus piezas en la región ven como la ofensiva israelí en Gaza ha dejado Hamas en las raspas, pero a cambio ha hundido la imagen de Israel en el mundo y ha logrado extinguir el sentimiento de solidaridad hacia esa nación que surgió tras los ataques sanguinarios del 7 de octubre. Cada palestino civil que mure a mandos de un bombardeo israelí en Gaza es sangre que riega el odio a Israel en medio mundo y que augura futuras venganzas, por lo que para el mundo de los Ayatolás, no urge la paz en la franja, y no interesa que la guerra se diluya en un acuerdo. En las conversaciones que, como el Guadiana, van y vienen, Hamas está acudiendo como oyente pero no como parte activa, y las propuestas que se ponen sobre la mesa, principalmente por parte de EEUU, el más interesado en que la guerra acabe, son vistas con cierto desprecio desde la parte iraní y la israelí. Esto último pareciera absurdo, dado que Jerusalén debiera estar interesada, por encima de todo, en logra la entrega de los secuestrados que aún permanezcan vivos (me temo que ya no muchos) y en dar carpetazo a esta guerra, pero esos intereses, los de la nación y la sociedad israelí, chocan con los del primer ministro Netanyahu, que sabe que si la guerra termina tendrá que responder por las corruptelas que le asfixian y por su incapacidad para prever los ataques del 7 de octubre. También la parte ultraortodoxa que sostiene a Bibi ha descubierto que con la guerra de Gaza vive mejor, porque puede masacrar a los palestinos como desee y donde desee, no sólo en la franja. Las incursiones en Cisjordania y otras zonas por parte de colonos exaltados, quemando, destruyendo propiedades e incluso asesinando a civiles palestinos están empezando a ser habituales, y esas hordas actúan con el consentimiento, cuando no aliento, de esa parte ultra del ejecutivo israelí, que ahora mismo no hace caso ni a lo que dice su sociedad ni a los deseos de Washington ni a nada que no sea su propia obsesión supremacista.

En definitiva, el polvorín árabe israelí está que arde y se pudre cada vez más en una carrera de acciones, venganzas y respuestas que no tiene fin. Resulta evidente que el papel mediador, y presionador, de EEUU ahora mismo no funciona, tanto por el hecho de que la presidencia de Biden agoniza y pierde poder a toda velocidad como, por lo que antes les comentaba, la huida hacia delante de parte del ejecutivo israelí. La división que crece en la nación israelita es una de las más graves consecuencias que esta guerra va a generar en el plano interno, y si no permanece unida, es difícil que Israel sobreviva, rodeada de naciones que sólo buscan su destrucción. Es difícil que las cosas empeoren, pero en este escenario sabido es que eso siempre resulta posible.

lunes, agosto 26, 2024

Kamala candidata

La semana pasada, en Chicago, el partido demócrata celebró su convención para entronizar al candidato a la presidencia, un acto muy visual diseñado para que toda la nación conozca al que va a ser la opción de cada partido a las presidenciales (los republicanos hacen lo mismo) y a la figura de su escogido como vicepresidente. En este caso los demócratas afrontaban una convención extraña tras la renuncia forzada de Biden y la proclamación acelerada de Kamala Harris como su candidata, y la elección de Tim Waltz, el desconocido gobernador de Minnesota, como su ticket de cara a las presidenciales de noviembre.

Vaya por delante que mi opinión sobre Harris es mala, ha sido una nefasta vicepresidenta y un bluf absoluto desde que fue seleccionada para ese cargo hace cuatro años. Lo que sucede es que en la elección de dentro de dos meses y poco se enfrenta una mala candidata, ella, a un peligro peor, Trump, por lo que lo más sensato es escoger el mal menor y, en caso de tener que votar en las elecciones de allí, lo haría, con la pinza puesta en la nariz, a la candidatura demócrata. Cuando en 2020 fue seleccionada como ticket de Biden la elección de Kamala se vio como un revulsivo, por su origen, trayectoria y edad. El compromiso que los demócratas presentaban era el de alguien muy mayor con experiencia y una nueva imagen del partido que se iría curtiendo en los años de mandato de Biden, con la idea de que fuera su relevo natural. Al poco de que Joe ganara la elección y se superase el golpe asalto del Capitolio, y empezase realmente su mandato, se empezó a difuminar la imagen de Harris y a verse como el vacío que ha sido durante estos años. Se le encargaron algunas tareas de importancia, como por ejemplo todo lo relacionado con la frontera y la crisis migratoria, pero no llegó a solucionar problema alguno ni a ser noticia por sus logros. De hecho, lo único que salía en prensa sobre ella era la renuncia constante de personal de su oficina, entre rumores de malos modos, formas bruscas, talante dictatorial y cosas por el estilo. Pasadas las elecciones de mitad de mandato de 2022 Kamala era como una especie de fantasma, existía pero nadie sabía nada de ella, y Biden tenía cada vez más claro que quería presentarse a la reelección, aunque sus lapsus y fallos iban a más y la imagen que empezaba a mostrar era realmente lamentable. Los estrategas demócratas, asustados, empezaron por negar la mayor, la cada vez más obvia incapacidad de Biden, y centrarse en él como la alternativa al desastre que supondría la vuelta de Trump, y en todos los planes había una ausencia, la de Kamala, que se supondría seguiría siendo candidata a vicepresidenta pero que no se esperaba que hiciera nada de nada en la campaña electoral. El catastrófico debate de Biden de junio dejó claro que no era posible que repitiera como candidato, y supuso el derrumbe del trampantojo demócrata organizado en torno a su figura. La revuelta de varios de los mandamases demócratas forzó a Biden a la renuncia, sin que estuviera nada claro quién podría asumir su papel de candidato a pocos meses de las elecciones. Kamala surgió como alternativa obvia pero durante unas horas, tras el comunicado de Biden en el que renunciaba de manera expresa a presentarse, el vacío en el partido fue total. A partir de ahí se sucedieron los apoyos a la nueva candidata, aunque resultó llamativo el retraso con el que los Obama respaldaron a la nueva figura. Harris, al cabo de una semana, era la candidata indiscutible y no se iba a producir un proceso de primarias nuevo ni nada parecido. Con el plazo tan corto que quedaba para la votación los demócratas estaban forzados a hacer un ejercicio de unidad absoluto, fanático, religioso, en torno a su nueva candidata, aunque fuera un movimiento forzado y con dudas internas, y la convención de Chicago ha sido el último de los actos litúrgicos organizados, y el más importante, para encumbrar a Kamala y Woltz en el papel de nuevos apóstoles de la progresía global. Su misión, complicada, sigue siendo la de derrotar a Trump, que ya insulta a Kamala día y noche como la rival real que es.

Las encuestas, que eran muy prometedoras para Trump, muestran ahora un escenario indeciso, donde Harris ha remontado notablemente, subida a la ola de popularidad tanto de la convención como del ejercicio de unidad demócrata suscitado en torno a ella. Sin embargo, poco ha hablado la candidata de su programa, de sus ideas, de lo que quiere hacer, más allá de ser un muro de contención del trumpismo. La nada que supusieron sus pasados años en la vicepresidencia puede volver a aflorar y dejar a Kamala en poco más que lo que es ahora mismo, un interesante experimento de marketing. La elección de noviembre está reñida, y la calidad de los adversarios es ínfima. Así están las cosas a poco más de dos meses.

viernes, agosto 23, 2024

Me supera lo del deporte

A lo largo de este verano se han ido sucediendo una serie de grandes eventos deportivos que han tenido a medio planeta consumiendo televisión como si fuera aire respirable. En junio tuvo lugar una competición europea de eso de pegar patadas a un balón, que duró casi todo el mes, al poco de acabarse empezó el Tour, que este año no acabó en París porque en esa ciudad, una semana después, comenzaban los juegos olímpicos. Al terminar, muchos tenían mono de deporte, y resulta que en pocos días empezaban la vuelta ciclista a España y la competición nacional de pegadores de patadas al balón. Un no parar.

De todo esto que he mencionado he visto un poco el Tour, que me llama ya más por los paisajes con los que la realización francesa promociona a su país, y un poco de las olimpiadas, tres o cuatro horas en total. Nada de todo lo demás, y en general, no me ha causado impacto alguno lo que en esos eventos se ha desarrollado. Más allá de mi profundo rechazo al fútbol y todo lo que tiene que ver con él, en general cada vez contemplo más los deportes televisados como una rareza que se me hace ajena, como algo que casi todo el mundo contempla con pasión y le supone entretenimiento, y que a mi me aburre, no me dice nada y me supone un tiempo perdido. Alguna reflexión sí se puede sacar de las derrotas de algunos de los deportistas en la olimpiada, y cómo se lo han tomado, pero, en general, no me siento identificado para nada con nadie de los que sale ahí para competir. Olimpiadas, mundiales y demás suscitan la pasión de los habitantes de los países, que virtualmente se enfrentan unos a otros en un acto, afortunadamente incruento, en el que el honor, el orgullo, la patria y todo eso se exhibe con la grandeza de las mejores ocasiones. Se clasifica a las naciones por el número de medallas que consiguen, países vencedores van pasando rondas mientras que países derrotados se vuelven a casa con el dolor de lo no logrado. Los vencedores son acogidos en sus naciones de origen como héroes, con multitudinarios recibimientos en los que miles de personas se reúnen para festejar lo logrado, y los medios de comunicación reiteran, una y mil veces, las imágenes del momento en el que se logra la gesta deportiva. Todo el mundo exultante. Y yo, más frío que Groenlandia, contemplo todo esto y se me hace ajeno. No logro emocionarme con la victoria de un compatriota en una carrera de remo que apenas sabía que existía, menos aún si uno del pueblo de al lado mete un gol y desata unas turbas celebrativas, de las que hay que huir lo más lejos posible. El deporte se ha entronizado como una religión absoluta, omnipresente y consentida, y los que en él logran premios se enmarcan en la categoría de los dioses, contando con el reconocimiento y adoración sin límites de masas de personas que los encumbran en lo más alto. Permítame definirme como un ateo de esta religión moderna de los sudores y las victorias. No encuentro muchos valores en lo que se nos bombardea a diario en un mundo dominado por la competitividad extrema, el dopaje camuflado y el desprecio hacia el rival. Que un equipo logre un trofeo no tiene mucho de meritorio, dado que “trabaja” día tras día para lograrlo, y si no es un año otro será en el que lo consiga. La aplastante presencia del deporte en los medios hace a veces imposible huir de la catarata de “noticias” que generan, y este verano requería auténticos esfuerzos saber qué pasaba fura del mundo del deporte, copado como estaba todo por retransmisiones sin fin que se iban sucediendo una tras otra en una especie de continuidad que tenía encantados a sus fieles, y más que harto a quien esto suscribe. A todas horas había deportes por todas partes, y apenas tres días de descanso en las competiciones supusieron que muchos aficionados entrasen en una especie de síndrome de dependencia televisivo, asombrados de que en la pantalla no saliera, pongamos, un partido de vóley playa.

Me reconozco en franca minoría en este tema, se que mi posición es poco comprendida, menos respaldada y aún menos apoyada. Las audiencias que registran los deportes son enormes y el negocio montado en torno a ellos no deja de crecer, lo que les hace entrar en una especie de bucle retroalimentado de inversiones, espectáculo y audiencias aún más crecientes. Será que los tiempos son así, pero no logro entender qué atrae a la gente de una competición entre pegadores de patadas a un balón, de señores que se lanzan una pelota con una raqueta, de carreras en una pista (en esto, al menos, hay un sentido de justicia, el más rápido gana y punto). Seguiré en mi posición minoritaria, espero que no tan asediado como es este verano plasta.

jueves, agosto 22, 2024

Susto bursátil superado

El lunes 5 de agosto se produjo un terremoto bursátil en todo el mundo. El desplome del 2% del Nikkei japonés arrastró a mercados de Asia, Europa y EEUU en una espiral bajista que rompía unos gráficos que llevaban todo el año siendo alcistas. Ante una convulsión semejante el miedo es libre, y los titulares de los medios así lo reflejaban. El movimiento, brusco y relativamente sorpresivo, parecía indicar la presencia de un temporal de verano, de esos que amargan la playa a los inversores y generan dolores de cabeza en la macro. La cosa no pintaba bien.

Prácticamente tres semanas después, los índices han recuperado el valor previo al derrumbe de ese lunes, y, en algunos casos, como el de la bolsa americana, los han superado, por lo que el bache ha quedado atrás. Quien liquidó posiciones en el desplome o bien hizo algo de caja con la ganancia que llevaba acumulada o apenas se enteró porque si había comprado cerca de máximos ahí ejecutó su venta. Las estrategias conservadoras a la búsqueda de una cartera larga en el tiempo sí saldrían perjudicadas, porque no soportan para nada estos vaivenes, pero lo cierto es que si usted se fue a la playa a principios de agosto, no tenía puestas órdenes automáticas de ventas ante derrumbes (los stop losses) y vuelve la semana que viene a su puesto de trabajo, consultará su cartera y tendrá la sensación de que no ha pasado nada de nada. Los que no han hecho movimiento alguno, o esos suicidas que entran en barrena cuando las cotizaciones caen y compran barato son los que han salido más beneficiados de este movimiento. ¿Es normal? ¿Hubo una sobrereacción de los mercados a lo que pasó en Japón? ¿Había ganas de hacer barrida, algo de limpieza, y lo de Japón fue la excusa? No lo se, pero es verdad que a veces, demasiadas veces, encontrarle sentido a lo que sucede en la bolsa es una labor propia de filósofos más que de economistas. No es normal que caídas tan abruptas se queden, en tan poco tiempo, convertidas en nada. No es nada habitual que el VIX, el índice de volatilidad de EEUU, el llamado indicador del miedo, se disparase casi hasta máximos históricos ese día y que hoy, casi tres semanas después, roce mínimos absolutos. Realmente, si uno mira los gráficos, no parece que hayamos vivido una crisis bursátil, sino un día de histeria que se ha recuperado en semanas, y ya está ¿Es tan simple como eso? Quizás, no lo se. Los fundamentales de la economía global no han cambiado mucho en estas tres semanas, los que predicen que seguirá fuerte siguen optimistas, los que prevén que la famosa recesión, la más anunciada de los tiempos modernos, esta vez sí se acerca mantienen su fe en gráficos y datos que señalan problemas y, en general, el año bursátil sigue siendo alcista. El episodio del 5 de agosto aumentó notablemente la presión para que los bancos centrales, léase FED y BCE, bajen los tipos en sus próximas reuniones de septiembre. Esas llamadas a la bajada fueron un clamor el 5 y 6 de agosto y se han ido apaciguando a medida que el mercado ha corregido la pérdida, pero índices como el euríbor, que siguen a la baja, señalan como bastante probable que sí se den recortes de tipos con el inicio del otoño, lo que supondría nuevos estímulos a mercados como el inmobiliario, al abaratarse el coste de las hipotecas. La reacción de las bolsas ante una bajada tan solicitada puede ser de todo tipo, desde la alcista que diría la lógica a la bajista, por eso de comprar con el rumor y vender con la noticia. Sí se detecta una especie de atonía global en variables como el consumo, y bajadas de precios en algunas materias primas, como el petróleo, que está dando buenas noticas a los veraneantes viajeros, que podrían indicar señales de enfriamiento. ¿Es eso suficiente para frenar el ímpetu de unas bolsas que, especialmente en EEUU, lo están haciendo fenomenal? No parece a corto plazo.

Dicen los que de esto saben que el mercado bursátil debiera aguantar alcista al menos hasta las elecciones norteamericanas. Muchos apuntan a que el Tesoro y demás instituciones de EEUU están expandiendo el gasto todo lo que pueden, incurriendo en déficits monstruosos, para sostener la economía del país y que esa sea una baza en la candidatura demócrata y, si tras las elecciones, se revalida el mandato, asistiríamos a un freno en el gasto público y a un recorte en mercados de cierta entidad. Tampoco lo se, aunque el relato es verosímil. En todo caso, del susto japonés queda poco, pero ya saben cómo es esto, un campo de minas donde, cuando menos te lo esperas, se revienta una.

miércoles, agosto 21, 2024

Contraofensiva ucraniana

Huyendo de nuestra cutrez patria, insuperable, lo más llamativo de lo sucedido en estas semanas ha sido la contraofensiva ucraniana en la guerra de invasión a la que Kiev se ve sometida por Moscú. Con unos lentos pero constantes avances en el frente del Donbás, las tropas rusas parecían ir ganando la partida a unas fuerzas ucranianas que reciben el armamento occidental con cuentagotas y que apenas logran reponer las bajas del frente. El año pasado se habló mucho de una contraofensiva de verano, pero nada se llegó a concretar, y las trazas parecían que iban a ser las mismas en este 2024.

Pues no, y además de la manera más sorprendente posible, porque Kiev no ha optado por un golpe en un punto de los algo más de mil kilómetros que componen actualmente el frente de guerra, sino que ha abierto un nuevo, al norte del país, y ha optado por penetrar directamente en territorio ruso. La región de Kursk, fronteriza con Ucrania, ha sido la elegida por los estrategas ucranianos para dar un golpe de efecto, lanzar tropas y unidades mecanizadas y empezar a conquistar posiciones, que a día de hoy se traducen en un área bajo control de Kiev de unos mil kilómetros cuadrados, lo que no es poca cosa. Cierto que apenas nada si uno lo mide respecto a la inmensidad de Rusia, pero no deja de ser llamativo que el país invasor reciba como respuesta del agredido un poco de su propia medicina. Es, además, si no me equivoco, la primera vez en la historia que una nación poseedora de armas nucleares es atacada e invadida en su propio territorio, y es que el arma nuclear es lo que, precisamente, ha dado cobertura de invulnerabilidad a las naciones que se han hecho con ella, y en el caso de la guerra de invasión rusa de Ucrania ha sido una de los principales argumentos para tratar de establecer líneas rojas en el apoyo a Kiev. La idea de que no toquemos mucho las narices a quien puede pulsar un botón nuclear lleva sobre la mesa constantemente desde que empezó la invasión en febrero de 2022. Por estas y muchas otras causas esta operación de Kiev ha sorprendido a medio mundo y ha disparado las conjeturas sobre cuál es realmente su alcance e intención. Se la ha visto como una maniobra de distracción, como una vía para que Rusia desmovilice recursos de su frente del Donbás y los desvíe al territorio nacional, ofreciendo así una posible vía para que las exhaustas fuerzas ucranianas de esas posiciones puedan realmente hacer algunos avances ante la ausencia de enemigos. También se ha visto como una operación de propaganda, como algo sorpresivo que nadie esperaba que permite volver a poner a esta guerra en el centro del foco informativo y, de paso, asestar un golpe de imagen al régimen e Putin, que todo lo basa en la seguridad nacional. Mirad que bueno es vuestro presidente, diríase que pregona el ejército de Kiev a los rusos, que no es capaz ni de mantener la seguridad de vuestra propia frontera, y que una nación como la nuestra, debilitada tras años de guerra, es capaz de propinar un golpe de gran dureza en vuestro propio país. Supongo que la censura del Kremlin se encargará de ocultar esto de cara a la opinión pública rusa, pero lo cierto es que el ridículo global es la sensación general ante lo que está sucediendo en Kursk, ridículo ante lo que se supone es la fortaleza rusa, convertida en un coladero. También hay quien ha visto esta incursión como una operación pensada para unas futuras negociaciones de paz, en las que Ucrania ahora podía acudir con una porción de territorio ruso que ofrecer como intercambio para recuperar parte de lo que era su país, una especie de toma de garantías para tener una mejor posición en la mesa de negociación. Supongo que habrá un poco de todo, pero lo que es indudable es la sorpresa que ha causado el movimiento, su audacia y, como está siendo habitual desde 2022, la necedad de la inteligencia y ejército ruso a la hora de prever escenarios y actuar frente a ellos.

Es poco probable que, una vez superado el factor sorpresa, la incursión ucraniana pueda ir mucho más allá. Con nuevas llamadas de reclutamiento el Kremlin podría contener los avances, y tratar de reconquistar posiciones, con dificultades tras la exitosa voladura, por parte de Kiev, de puentes estratégicos que dificultarán el avance ruso y le permitirían a los soldados ucranianos atrincherarse en el nuevo territorio. En todo caso la guerra ya lleva dos años y medio de curso y las posiciones, bastante estáticas, no indican que se vaya a producir un alto el fuego temprano. Rusia sigue con su táctica de desgastar a Kiev y contar con su superioridad numérica para ello, aunque soporte bajas sin fin, y Kiev aguanta lo que puede por la cuenta que le trae.

martes, agosto 20, 2024

El sedicioso consentido

Supongo que, al menos, estaremos todos de acuerdo en que lo más patético que ha sucedido en lo que llevamos de verano es lo protagonizado por el sedicioso puigdemoníaco en el día que acabó siendo el de la investidura del antaño socialista Salvador Illa, ahora un nacionalista catalán más. Lo cierto es que, dadas las dimensiones del montaje que vimos, puede que estemos ante lo más chusco en muchos años, y hayamos sido testigos del mayor ejercicio de prevaricación pública protagonizado por autoridades de todo tipo y cuerpos y fuerzas de seguridad. Vergüenza es un término muy suave para definir lo que allí pasó.

Puigdemont vino, dio un mitin y se fue, así de tranquilo. En ningún momento tuvo intenciones de entregarse a la justicia y, lo que es aún peor, en ningún momento las fuerzas de seguridad, nacionales y autonómicas, hicieron esfuerzo alguno para detenerle. Ni un solo amago real. Con la complicidad de no pocos mossos que trabajaban al servicio del indeseable, y con las órdenes dadas por parte de los responsables políticos de la Generalitat y del gobierno central, la actuación que el indigno realizó ante los ojos de sus fieles era un paripé orquestado desde hacía tiempo, un trampantojo en el que el fugado se hacía el mártir, el valiente que pisa la tierra donde peligra para jugarse el tipo, muestra su infinita habilidad para el despiste, y logra escapar delante de todos como si de un ilusionista se tratase. Todo mentira. Puchi llegó cuando y como quiso, estuvo llevando una vida normal y viéndose con quienes decidió quedar, acudió al estrado del mitin de Barcelona el día de autos, dijo bobadas y mentiras durante unos minutos, y se fue tranquilamente, orquestando una especie de huida en la que todos le ayudaban. Una vez que ya estaba fuera de Barcelona, la dirección de los mossos organizó eso que se llama operación jaula, cuyo fin suele ser evitar que un delincuente huya de la acción de la justicia, pero que en este caso no era sino un teatro más, un paripé para hacer creer a quien aún viviera en la ingenuidad que se estaba esforzando en detener a quien se lo merecía. Esa acción sólo provocó atascos, molestias, retrasos y se ganó el cabreo de quienes por ella se vieron perjudicados. Ojalá todos ellos denunciasen a los mossos y a la gentuza que los dirige ante los jueces por los daños causados en un monumental atasco que para nada servía. En los días siguientes las oficinas de los mossos publicarían atestado surrealistas en los que, mentira tras mentira, se trataba de justificar que no se había hecho lo que los jueces habían pedido, en algunos casos con un grado de cinismo propio de una mente retorcida, que hubiera estado pensando un tiempo cuán grandes pudieran ser las trolas que iba a redactar en ese escrito y con apuestas de por medio de si alguno se las creería. Con el beneplácito de illa, Sánchez y Aragonés, el sedicioso hizo su teatro amparado en las órdenes que esas tres autoridades habían dado, y por ello él es culpable del bochornoso espectáculo que se vivió ese día, propio del trumpismo, pero también lo son los tres políticos antes mencionados, como colaboradores necesarios, como cómplices de un sujeto despreciable que sigue teniendo los votos necesarios para que el gobierno central pueda sobrevivir a cada votación. Por eso, sólo por eso, desde Moncloa se le protege y cubre, hasta extremos como los que vimos en ese día de agosto, que sólo no avergonzó a los indeseables que lo hicieron posible.

Era curioso ver cómo, al día siguiente, la mayor parte de los medios compraba la falsa historia de la huida de Puigdemont, cuando, reitero, no estábamos ante una fuga, sino una prevaricación colectiva. Se ve que prensa y demás medios están cada vez más acuciados económicamente, y las subvenciones que puedan recibir del gobierno, ni les cuento para los locales de la Generalitat, son capaces de doblegar a cualquier articulista que sabe muy bien lo que vio ese día, pero la hipoteca mensual, y quien se lo permite pagarla, le exige que se tape los ojos y la conciencia, y redacte artículos no al nivel de los atestados de los mossos, pero sí en esa línea. Así estamos.

lunes, agosto 05, 2024

Un agosto nervioso

Esta tarde subo a Elorrio a pasar dos semanas de vacaciones en casa materna. Antaño los agostos eran tiempos de vacío informativo, de ausencia, pero eso hace tiempo que ha pasado a la historia, en el frenético mundo en el que vivimos. No hay descanso, no hay freno. Como yonkis, las noticias se suceden para que sus adictos se las metan en vena como si fueran lo más grande del mundo. Incluso en España, país que estas semanas se sumerge en una modorra de calor, tardes eternas, pastosas e inactivas. Tras el expolio fiscal pactado por Sánchez, la investidura o no de Illa, y lo que haga el sedicioso Puigdemont llenará titulares.

El panorama fuera no está más despejado, ni mucho menos. No se ha producido este fin de semana, y no se sabe cuándo va a ser, pero que se va a dar un ataque iraní sobre Israel como venganza ante los asesinatos de líderes de Hamas y Hezbollah es conocido y publicitado por Teherán, y que Israel amenaza con responder en el Líbano o donde sea, también. Los llamamientos a los nacionales de terceros países para que abandonen Beirut y el resto de aquella nación se suceden y todo el mundo cuenta las horas antes de una escalada que no se sabe muy bien ni cómo se va a producir ni qué intensidad tendrá, pero que eleva la tensión regional a máximos pocas veces vistos. EEUU contempla, ensimismado en su carrera electoral, los acontecimientos desde una barrera presidencial más que amortizada, y con un socio israelí que toma decisiones sólo en el interés personal del primer ministro Netanyahu, sin hacer caso alguno ni a las protestas de su sociedad ni a los llamamientos de inteligencia, que le recuerdan una y otra vez que está siguiendo una estrategia suicida. En Venezuela hay pocas dudas sobre la magnitud del fraude electoral perpetrado por Maduro y sus secuaces, como tampoco parece haberlas sobre el enrocamiento del dictador en el poder y los intentos que llevará a cabo para perseguir a los opositores y endurecer su régimen. Mano de hierro con formas obscenas para un tirano que así se revela ante todo el mundo, excepto para algunos ciegos que siguen sin querer ver y para algunos otros que calientan sus bolsillos con las dádivas que se regalan desde el palacio de Miraflores, allá en Caracas. Los opositores cuentan con el respaldo y comprensión de gran parte del mundo, pero eso no es suficiente para salvar la vida cuando las fuerzas del poder acuden en tu búsqueda. Corina Machado lleva algunos días en la clandestinidad y es probable que acabe teniendo que huir del país, como han hecho otros muchos millones de compatriotas. La cárcel de miseria y represión que es Venezuela puede seguir existiendo como tal durante bastantes más años si el dictador no cae, y por ahora Maduro se atrinchera con todas sus fuerzas y reta a todos los que afirman que, como hizo Lukashenko en Bielorrusa, su pucherazo electoral es obvio. Espera acabar, como el propio Lukashenko, sobreviviendo a la movilización popular a base de represión, cárcel y mentiras. Y como al dictador bielorruso, no le faltarán algunos apoyos exteriores ni tontos útiles que le quieran cubrir las espaldas. Machado puede acabar como Svetlana Tijanovskaya, viva pero exiliada. Huida para salvar su pellejo de las garras del dictador. En Reino Unido, tras el salvaje asesinato de tres niñas la semana pasada en la localidad de Southport, se ha producido una revuelta alentada por grupos de extrema derecha que está vandalizando algunos centros urbanos y que ayer intentó quemar dos hoteles que acogen a refugiados en distintas localidades del centro del país. La policía se está empleando con ganas para contener a los alborotadores, que con su parafernalia habitual buscan extender el miedo al diferente, armados con palos, cócteles molotov y mucha bandera. A lo largo de estos días las revueltas han ido a más y hay una cierta sensación de descontrol en algunas zonas, no en Londres, ajena por ahora a todo esto. Hay cientos de detenidos, varios heridos entre los violentos y la policía, y el nuevo gobierno laborista de Stammer ya tienen ante sí la primera crisis seria.

En Ucrania, a pesar de que este fin de semana se han producido las primeras entregas de aviones F16 occidentales al ejército de Kiev, las cosas no van bien en el frente, donde los avances rusos son muy lentos, pero no dejan de existir. No se han producido grandes ofensivas de verano, como algunos anticipaban, y la guerra de desgaste se mantiene, con cientos de personas fallecidas al día en ambos bandos, en una carnicería en la que Moscú mira, con ilusión, a unos comicios norteamericanos en los que una victoria de Trump le pueda dar la guerra ganada en bandeja. Y todo esto con unos índices bursátiles. en EEUU que, con pérdidas del 10%, empiezan a entrar en terreno de contracción, sin que sepamos aún si estamos sólo ante un susto o el preludio de algo más serio.

Nos leemos el martes 20 de agosto, si no pasa nada raro. A ver cómo evoluciona todo esto.

viernes, agosto 02, 2024

El puente de los espías

Ayer era un buen día para que alguna cadena de televisión echase la película de “El puente de los espías”. Hay bastantes filmes ambientados en la guerra fría, pero este, que es de los más recientes, se centra en las labores que subyacen a un proceso de intercambio de prisioneros entre EEUU y la URSS. El protagonista, un abogado de Nueva York, excelentemente encarnado por Tom Hanks, debe lograr la liberación de un aviador americano que ha caído en la Europa del este, usando como pieza de canje a un espía ruso detenido en Manhattan, (Mark Rielance borda su papel). La peli tiene tensión e intriga y, sobre todo, transmite verosimilitud.

Ayer, quién lo iba a decir a estas alturas, se produjo el mayor intercambio de presos entre EEUU y Rusia desde que se dan estos eventos, guerra fría del pasado incluida. Más de veinte personas fueron intercambiadas, y otras muchas naciones como Eslovenia, Polonia o Alemania participaron en el juego, trasladando las piezas con las que se iba a producir el trueque al aeropuerto de Ankara, en suelo turco, nación que, al parecer, ha ejercido un papel de mediador. Son más los occidentales liberados, entre ellos un periodista del Washington Post y un militar naval que habían sido condenados recientemente a penas poco inferiores a la veintena de años de cárcel en juicios sumarísimos celebrados en Moscú. En esas vistas se palpaba la sensación de poca justicia y de que las condenas rápidas y duras podían ser un claro mensaje de pacto para que, vía Washington, se produjera un trueque. Rusia obtiene a menos de diez del total de personas intercambiadas. Entre ellos está Pablo González, periodista español que llevaba dos años preso en Polonia, acusado por aquel gobierno de ser un espía ruso y de colaborar con las fuerzas invasoras desde que se produjo el inicio de la guerra de Ucrania. Pablo tiene la doble nacionalidad, rusa y española. Otro sujeto de los liberados y que llegó a Moscú lo hizo desde Alemania. Se trata de un hombre que asesinó en territorio germano a un líder de la oposición chechena, y que por ese crimen fue condenado por los tribunales germanos. En su momento Putin calificó el acto criminal de “patriótico” y bueno, ya se sabe cómo entiende el dictador ruso el concepto de patria. En un gesto poco habitual el propio Putin acudió anoche al aeropuerto moscovita al que llegaron los ex prisioneros rusos, y los recibió uno a uno al bajar la escalerilla del avión que los llevó a la capital rusa. Posteriormente se reunió con ellos en una sala de las instalaciones y les dio la bienvenida oficial a casa, en una ceremonia retransmitida por la televisión rusa en la que Putin aparecía como el salvador, el benefactor de los rusos, que promete cuidarlos cuando caen en las garras del depravado enemigo occidental y que cumple lo que ha comprometido. No se ha visto a Putin dando consuelos a los familiares de los miles de rusos a los que ha mandado ir a su infame guerra de invasión de Ucrania, para que mueran en la mayor de las indignidades, quizás el aparato de propaganda del Kremlin no lo ve conveniente, pero ayer sí era un día de oportunidad para que el sátrapa se sintiera orgulloso y, de cara al consumo interno, convirtiera el acuerdo en una victoria personal. Dado el perfil de los liberados, en parte lo es, dado que los cargos que tienen los acusados rusos son bastante más graves, y probados, que los que recaían en los occidentales, pero en todo caso, ayer se produjo un juego de tablas, de esos de suma cero, en el que ambas partes consiguen algo y se pueden quedar satisfechas, y hasta cierto punto, sentirse ganadoras.

Los comentarios de todos los medios coinciden tanto en la enorme magnitud del intercambio como en las complejas negociaciones que se han debido dar a escondidas para llevarlo a cabo. Y, también, en el amargo sabor a pura guerra fría que deja, a situación de incomunicación, de hostilidad total entre dos bloques cuyo enfrentamiento no hace sino crecer. Con China mirando y respaldando al Kremlin, el pulso entre Moscú y Washington es total y, aunque el decorado haya cambiado en lo tecnológico y la vestimenta, el aire que se respira ahora en ambas capitales al pensar en el otro está igualmente viciado a como lo estaba en los años tensos de la segunda mitad del pasado siglo XX. Un déjà vu nada tranquilizador recorrió ayer las cancillerías de medio mundo.

jueves, agosto 01, 2024

Escrúpulos

El caso más obvio es el de Pedro Sánchez, que no se si es el personaje público más carente de ellos, pero desde luego es quien mejor muestra saltárselos de todos los que nos rodean. No hay líneas morales en su actuación, ni criterio más allá del de su propia supervivencia. Si hay que traicionar a los votantes propios aprobando una infame amnistía que se dijo que era constitucional, se hace, y da igual. Y si hay que quitar recursos que se destinan a las comunidades autónomas más pobres para dárselos a una de las más ricas, se hace, y nada importa, salvo que su posición siga siendo intocable. Es repugnante, pero ahí está.

Pero no me interesa hoy este sujeto, que será fruto de estudio más para psicólogos que para expertos en política, sino los que le apoyan, los que le siguen el discurso y cambian con él de sentido a la mínima, los que el lunes gritan A con todas las fuerzas y ya el miércoles por la tarde empiezan a susurrar que quizás A tampoco, y logran erigir para el viernes una tradición histórica fundamentada en su NO A. Es un comportamiento miserable que produce sonrojo, pero que cada vez se da con menor pudor, y que no tiene nada de nuevo. Se produce en todas las sociedades humanas, y tiene que ver con el seguimiento al líder, con la creencia en su bondad (sí hay gente que cree esas tonterías) y sobre todo, con el beneficio que se puede obtener de ello. Pelotas, aduladores y demás gentuza de nula calidad se pueden encontrar tanto en los aledaños de la Moncloa como en las juntas de vecinos, donde por el mero hecho de conseguir la mayor de las tonterías imaginables los hay capaces de hacer la vida imposible a los que viven en la puerta de al lado si eso me beneficia de cara a quien lleva la comunidad. Además de los pelotas profesionales, que suelen ser fácilmente distinguibles, el común de los mortales nos enfrentamos cada día a elecciones en las que los escrúpulos y los criterios morales que uno cree poseer se enfrentan a dilemas en los que están en juego cosas como los ascensos profesionales, mayores remuneraciones, prestigio, recompensas, nombramientos y cosas por el estilo. Dicen que no hay mejor manera de saber cómo es una persona que darle un cargo, cosa que en el caso de Sánchez ha funcionado de maravilla, bueno, para él, no para el país, pero en general es cierto a todos los niveles. Y ante ese nuevo cargo empiezan las decisiones de los de abajo, subordinados por contrato, rango o por la jerarquización social que se haya establecido, sobre qué actitud tomar ante quien manda. Todas las estructuras empresariales, de gobierno, de mando y decisión, están llenas de hipócritas que dicen una cosa, pero hacen la contraria, de gente que enarbola discursos de cara a la galería pero que luego sus hechos suponen una enmienda total a lo que pregonan, etc. En la masa de empleados anónimos que no tienen ni rango ni capacidad de decisión también se encuentran dilemas similares, a escala, pero que pueden genera problemas de ética, dolores de cabeza y temblores de bolsillo. Una gratificación a final de año a cambio de ser leal a alguien puede convertirse en una cuña capaz de romper equipos y el motivo de disputa que desencadene guerras soterradas en todas partes. El cómo actuar ante estas situaciones resulta difícil, sobre todo cuando uno tiene muchas opciones para perder. Mi consejo siempre ha sido el de mantener las formas y no mentir, el de hacer lo que te manden, que para eso uno es empleado y otro es jefe, pero dar tu opinión al respecto, y si uno cree que lo que el jefe dice no es correcto, deberá acatar sus decisiones, si no tiene otra alternativa, pero dejando claro que no las comparte. Los años y el hacerse una cierta independencia económica ayudan a este tipo de comportamientos, pero siempre son decisiones que van en contra de la corriente. Cuestan.

El compromiso profesional se demuestra con el trabajo y lo producido, no por lo bien que uno se lleva con no se quién y el premio que ese no se quién le otorgue. Somos humanos, vivimos entre humanos, y el cerebro reptiliano sigue trabajando a toda potencia en nuestro interior, haciéndonos responder a estímulos primarios de premio, castigo, territorialidad, poder y sumisión. Si se cruzan con alguien que no tiene escrúpulos, mi consejo es que huyan. Estar al servicio de un sujeto como el que habita Moncloa le otorgará a uno prebendas, sobresueldos, presunto prestigio y rentas elevadas, y la creencia de que es mejor que el resto. Pero no. Salga corriendo ante personajes tóxicos de este tipo, busque alternativas. Eluda la tentación.