Todo lo relacionado con la carrera espacial tiene un nivel de riesgo que, en muchas ocasiones, no somos capaces ni de imaginar. En bruto, un cohete es una sofisticada bomba que se hace detonar de manera controlada y dirigiendo toda su exhalación a un punto concreto para que genere fuerza de ascensión. Se pueden ver en internet un montón de vídeos de lanzamientos fallidos en épocas pasadas, en los que los distintos modelos de cohetes y torres de lanzamiento acaban destruidos en explosiones bastante bestias, mayores cuanto mayor es el cohete que se prueba y falla. Se supone que el mayor desastre de este tipo se produjo en la URSS en su intento de competir con EEUU en la carrera lunar, pero hay poca información fiable.
En todo caso, puede que ese registro fuera superado ayer, tras el desastre que se vivió en bocachica, Texas, justo al lado de la frontera del estado con México, en la costa del golfo de México, que no de América. Ahí es donde SpaceX, la empresa de Musk, tiene construida su instalación de montaje de cohetes y base de lanzamiento, y es desde donde dispara, en esas torres enormes, la Starship, la nave con la que quiere revolucionar el acceso al espacio y permitir a los humanos llegar a la Luna o Marte. Palabras exageradas, creo, pero en todo caso el tinglado que tiene allí la empresa es considerable y la nave, en sí misma, aplasta. Es la mayor construida, superando en tamaño a los cohetes del programa Apollo. Consta de dos fases, una inicial de ascensión, de un tamaño algo superior a la mitad del conjunto, con más de treinta motores en su parte inferior, que está diseñada para ser recuperada por la torre y reutilizarse, y una segunda, la nave en sí, que tiene el mismo nombre que el conjunto (sí, esto es lioso) que es lo que lleva tripulación y accede a órbita y sería capaz de alcanzar lugares más allá de la Tierra. El conjunto supera los 110 metros de altura y es imponente. SpaceX ha hecho ya varios lanzamientos de prueba de esta nave, nunca con tripulación, de tal manera que ha conseguido algunas cosas muy meritorias, todas ellas relacionadas con la primera fase, logrando su recuperación ya un par de veces, pero por el momento las pruebas con lo que sería la nave tripulada han ido fallando una tras otra. No se ha conseguido colocarla en órbita estable en ninguno de los intentos y las reentradas han sido, en todos los casos, en modo catastrófico, bien porque la nave ha implosionado por fallos o tensiones sufridas en el vuelo o porque, desde el control de tierra, se le ha hecho estallar una vez que se tenía constancia de haber perdido el control sobre la misma. En los dos últimos lanzamientos no se habían visto progresos en este aspecto, y empezaba a cundir la sensación de que SpaceX se estaba atascando en la Starship, un proyecto enorme tanto en dimensión como en complejidad (y sí, también en coste). Por eso, cada nuevo intento de lanzamiento se observa con mucho interés por parte de inversores y de toda la comunidad científica. A lo largo de estos días se preparaba un nuevo cohete completo, que ay estaba en la torre de lanzamiento. Todo cohete espacial pasa un montón de revisiones antes del momento del lanzamiento, con procedimientos infinitos referidos a la seguridad, carga de combustibles, mecánica, sistemas, telemetrías y todo lo que ustedes puedan imaginarse. Uno de los pasos obligados es lo que se llama el encendido estático. El cohete, sujeto a la plataforma, arranca los motores durante un par o tres segundos para comprobar que todo el sistema funciona y es capaz de alcanzar la potencia que se le requerirá en el vuelo real. Tras ello, se apagan y se comprueban otros muchos pasos. Esta prueba se hace pocos días antes del previsto para el despegue real. Es una prueba rutinaria, sí, pero que requiere encender todo el sistema, y eso siempre es peligroso. Pues bien, durante este encendido estático de ayer, la Spaceship explotó. Una enorme explosión se produjo en la nave y se extendió velozmente por parte de las instalaciones cercanas, donde se encuentran los depósitos de combustible que sirven para cargar los de la nave justo antes del inicio de su vuelo real.
El vídeo muestra una bola de fuego gigantesca que se realimenta durante unos segundos con todo lo que le rodea, generando el típico hongo que se monta cuando la explosión adquiere dimensiones suficientes. Es de suponer que el nivel de destrozo causado en las instalaciones será igualmente enorme, y, afortunadamente, no se ha informado ni de heridos ni de fallecidos. Es pronto para saber que ha pasado, incluso para determinar si los daños de la explosión han inutilizado la torre de lanzamiento y causado problemas estructurales en su entorno. No es descartable. En todo caso, es un palo para SpaceX, para Musk, y para todo su programa espacial.
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