El caso de la fontanera Leire, un personaje salido del guion no tan zafio como el que relata la vida de Ábalos y su troupe sexy, pero sí de igual dimensión en lo que hace a la indignidad, es el último en la larga lista de corruptelas que asedian al desgobierno sanchista, del que ya sólo espero su final, probablemente dentro de un par de años, dada la nula moralidad del presidente y su consciencia, pese a las encuestas amañadas que le obliga a hacer al CIS con nuestro dinero, que nova a volver a gobernar si se presenta a unas nuevas elecciones. Su idea será durar todo lo que pueda, llevarse lo que sea posible y reírse de todo el mundo hasta que la cosa ya no de para más. Bonita regeneración la que nos vendieron.
Con todo, la repugnancia de lo de Leire ejemplifica perfectamente el implacable proceso de degeneración en el que han caído los partidos, convertidos en meras agencias de colocación de sujetos carentes de escrúpulos y sí de ambiciones personales. El proceso de selección adversa que se ha ido dando a lo largo de los años ha provocado que los más capaces, los que tienen más cabeza y pueden pensar algo huyan de la política, dejando a los más necios la gestión y organización de unas entidades, los partidos, llenos de carcoma. Cierto, hay gente competente y estúpida en todas partes, pero en la política la proporción es bastante más sesgada a los otros que a los unos. Sin fijarnos en el PSOE, corroído por la corrupción y sometido al despotismo sanchista hasta dejar de ser lo que fue, el PP ha creado entidades como el pequeño Nicolas que, no nos engañemos, difícilmente vivirían en un entorno empresarial o se ganarían sueldo alguno en cualquier empresa seria. Carromero, ese hombre que un día perteneció a las juventudes peperas y que, ya talludito, empalmaba cargos orgánicos sin cesar causando desastres allí por donde pasaba es otro buen ejemplo de necio sin límites. Ahora la mayor parte de los focos de la corrupción están en el PSOE, y es lógico, porque al detentar el poder tiene una mayor capacidad de colocación de propios en puestos bien pagados y con acceso a la caja, y dado el nivel de los sujetos que ha posicionado es inevitable que el desfalco, la mentira y la juerga al estilo Torrente sean la marca de la casa. Muchos de esos sujetos se quedarán colgados de la brocha si el PSOE pierde el poder, y el PP, al llegar, empieza a colocar a los suyos en esos puestos. Y con el tiempo, empezaríamos a conocer apellidos, nombres de tramas e historietas en las que la repetición de la jugada corrupta sería constante. Eso sí, con la presunción de inocencia por delante, el “y tú más” de constante y la sensación ciudadana de que realmente debemos ser tontos porque los que se encargan de dilapidar la caja pública nos tratan como tales y ahí seguimos, permitiéndoselo. Los movimientos de regeneración política que surgieron en España por hartazgo ante corrupciones y precariedades derivadas de la crisis económica y financiera de 2008 – 2012 acabaron por cristalizar en una acampada en Sol el 15M, y de aquello apenas queda nada, salvo una gran sensación de fracaso. A mi entender, las cosas han empeorado con el tiempo no porque ahora haya más corruptos que antes, dado que siempre los ha habido y los habrá, sino porque se ha impuesto un discurso sectario en parte de la población que defiende plenamente las corruptelas y todo tipo de presuntos delitos si son cometidos por los “suyos”. Algo parecido a la futbolización se ha dado en la política, y en los medios de comunicación, de tal manera que el sentido crítico que antes permanecía asediado, pero presente, ha sido directamente barrido del mapa. Mazón es una desgracia como político y como gestor, pero no hay cargo del PP que lo afirme a riesgo de dejar de serlo. Leire, Ábalos y demás son unos sinvergüenzas y, presuntamente, autores de una larguísima serie de delitos, pero cualquier socialista con carnet y nómina negará que hayan hecho algo malo. Y todo así. Es una porquería absoluta, y eso aumenta la desafección ciudadana y la selección adversa que antes les comentaba, acelerando la salida de quien, por un mínimo de dignidad, no quiera saber nada de toda esta mierda y aumentando la llegada de arribistas sin escrúpulos a cargos de responsabilidad pública.
Todo esto también se ha visto favorecido por el contexto tecnológico, con la presencia de las redes sociales, su inmediatez, su sesgo y su necesidad constante de actualización, y la debacle financiera de los medios convencionales, que ahora sobreviven gracias a lo que el gobierno de turno pueda darles como dádiva a cambio de su servilismo fiel. Lo de Leire es asqueroso en todo, tanto en el fondo como en la forma, pero no es extraño en el ecosistema que hemos creado, y eso es lo peor, porque alguien tan necia y sectaria como Leire es la más adaptada para prosperar en medio de semejante mundo. Darwinismo puro.
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