Es
deprimente asistir a encuentros internacionales en los que participa Trump. Se
lleva todo el protagonismo por hechos absurdos, despiadados, vacíos y
negativos, y acaba disolviendo consensos que, en algunos casos, han costado
tiempo y esfuerzo en enormes cantidades para ser alcanzados. G8, Alianza
atlántica, etc, sea el foro que sea, su presencia es corrosiva y ofrece la
imagen no de un país en retirada, que también, sino la de un personaje
enfrentado al mundo, un líder absolutista y ciego ante la realidad que le
rodea, al que el contacto con el poder de Washington no ha domesticado ni ha
logrado que aprenda que el mundo es mucho más complejo y retorcido que lo que
pueda expresas en unos calientes y tronantes tuits.
Se
puede discutir mucho sobre cuál es la inversión que las potencias europeas
deben hacer para la defensa en el marco de la OTAN, y si es correcto que Europa
haya subcontratado la seguridad a EEUU desde hace tantas décadas, en una medida
que nos ha liberado presupuesto para otras cosas pero que nos genera
dependencia. Todo eso es un gran debate, que algunos mantienen desde hace
tiempo, y que posee diversas implicaciones, pero la seriedad y el rigor
necesarios para abordar este tema se disuelven en el ácido de las palabras de
Trump. Uno no puede venir a una cumbre de la OTAN con
el mensaje de que sólo me interesa que el gasto en defensa de mis aliados suba,
y a ser posible mucho más de lo que ninguno de ellos es capaz de afrontar,
para garantizarme un no como respuesta y volver a casa con cara de “os lo dije,
son unos cagados y aprovechados”. No
se puede venir a una cumbre de la OTAN y lanzar constantes mensajes de ataque
contra algunos de los aliados, especialmente Alemania, en relación a la
dependencia del gas ruso (hecho cierto) con el telón de fondo de una guerra
comercial y el odio visceral de Trump y sus asesores a la eficiencia de las
empresas germanas, que inundan con sus coches las calles de EEU y el resto del
mundo porque, sobre todo, son excelentes. Y menos aún son tolerables
declaraciones de este tipo por parte de un personaje que está lleno de
sospechas de connivencia, colaboración o incluso chantaje, con respecto a los
servicios secretos rusos. Recordemos que sigue en marcha una investigación en
Washington sobre la llamada trama rusa de las elecciones de 2016, y que
independientemente de lo que concluya, nos hace ver que Trump tiene vínculos
demasiado estrechos con un Putin, al que verá la semana que viene, y que esos
enlaces no conocidos pueden condicionar sus políticas y medidas hasta extremos
que no somos capaces de calibrar. Tienen las democracias, europeas y del resto
del mundo, la cruda sensación de que Trump se lleva mucho mejor con dictadores,
autócratas y personajes por el estilo que con mandatarios elegidos en las
urnas. ¿Se considera a sí mismo como un hombre fuerte, como esos dictadores,
frente a los blandos que se eligen y caen con tanta velocidad? La OTAN es un
club variopinto en el que se juntan democracias consolidadas con países que
están en procesos de involución, Turquía como caso paradigmático, pero que
tiene en la autodefensa frente a potencias imperialistas, pongamos Rusia, uno
de sus principales pilares. Que el país más poderoso de la tierra, el que posee
el mayor presupuesto militar del mundo y el más potente ejército jamás conocido
adopte posturas en las que flirtea con el autoritarismo y el desprecio a la
democracia resulta, cuando menos, tan chocante como alarmante. Nunca pensamos
que el vínculo trasatlántico se resquebrajaría porque fueran los
norteamericanos los causantes de la fractura. Lecciones amargas te da la vida
cada día.
Tras
su paso por Bruselas, y antes de la cita con Putin, seguro que el encuentro que
más desea de esta gira, Trump está en reino Unido en una visita oficial
disimulada, por las protestas populares que genera y el descabezamiento del
gobierno de May. Allí
se ha vuelto a posicionar a favor de un brexit duro y en contra de la propuesta
mixta de May, que ha causado la dimisión de Johnson. Las declaraciones de
Trump vuelven a ser, sobre todo, anti UE. Es inaudito. Es cierto que Europa
necesita a EEUU más de lo que EEUU necesita a Europa, pero comportamientos y
declaraciones de este tipo son inadmisibles. ¿Cómo responder? ¿Cómo gestionar
una coyuntura en la que desde el Atlántico vienen vientos de tormenta? No lo se.
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