jueves, abril 04, 2019

Setenta años de la OTAN


La edad no pasa en balde y deja achaques que pueden convertirse en dolencias crónicas. Setenta es un número de años elevado que trae consigo dolores y memorias. Para las organizaciones el tiempo no discurre como para los humanos, y a veces un año puede ser tan intenso como varias décadas y muchos otros plácidos como semanas. Sin embargo, en el caso de la OTAN, parece encontrarse un curioso paralelismo entre la cronología humana y la de la historia de la organización, ya que se mostró sumamente poderosa en su juventud y cuarentena, sufrió una seria crisis en la madurez de sus cincuenta y llega a septuagenaria bastante achacosa.

Lo más paradójico de la OTAN es que lleva inmersa en una crisis existencial desde que triunfó y alcanzó el objetivo para el que fue creada. Fundada un 4 de abril de 1949, ahora hace setenta años, suponía la reafirmación del vínculo trasatlántico entre la Europa occidental, que en ese momento era un solar a medio desescombrar y los EEUU, los grandes triunfadores de la II Guerra Mundial, que pasaron de ser una gran nación tras la derrota europea de la I Guerra Mundial a convertirse en superpotencia global. Ese vínculo entre las orillas del charco se imponía como respuesta a la actitud del otro ganador de la Guerra Mundial, la URSS, el imperio soviético, que en su avance hacia Berlín había conquistado lo que se conoce como el este de Europa, y ya empezaba a dejar claro que su dominación sobre lo que antes era un conjunto de naciones soberanas y regiones de etnia diversa iba a ser intensa y permanente. La imagen del mapa en la que se muestra una URSS enorme que se extiende por el apéndice que supone Europa para su concepción geográfica ha condicionado la historia militar continental durante siglos. De ser un campo de batallas y exterminio, Europa pasó a ser un campo de amenaza global, en el que EEUU y la URSS expusieron, frente a frente, sus mayores capacidades destructivas. La OTAN,y su respuesta en el este, el Pacto de Varsovia, eran maquinarias entrenadas para enfrentarse en una guerra que pocos deseaban y casi todos sabían que nadie sería capaz de ganar. El derrumbe del imperio soviético tras la caída del muro y la implosión rusa dejó, sin que nadie lo hubiera advertido antes, a la OTAN sin adversario, emulando la triste imagen de un boxeador que se sube al ring y se mueve con presteza, pero que carece de rival. Fue el ataque contra EEUU del 11 de septiembre la primera acción en décadas que supuso la activación del artículo cinco del tratado de la organización, ese que reclama a los demás países acudir al socorro de uno de ellos si resulta atacado. El artículo se pensó creyendo que alguna nación europea sería víctima de las ansias soviéticas, y esa respuesta automática actuaría de freno para los jerarcas de Moscú, pero nadie imaginó nunca que supusiera una guerra que se iba a desarrollar en las montañas afganas. Durante los últimos años la OTAN se ha centrado en la seguridad antiterrorista y en la manera de esconder la realidad que supone la pérdida de poder e influencia de Europa, la causa de su nacimiento, frente a la emergencia de fuerzas globales como China, que suponen ahora mismo para EEUU su principal foco de atención. La organización ha servido para que las naciones europeas “subcontraten” su seguridad a EEUU, pudiéndose así ahorrar los costes que supone la defensa para destinarlos a otros fines, sociales por ejemplo, pero eso tiene visos de acabarse, a medida que Washington se preocupa menos de lo que nos sucede en esta orilla del Atlántico. Trump muestra ese desinterés de manera descarnada, pero ya Obama dejó claro, con otras formas, que la organización le empezaba a sobrar.

¿Está preparada Europa para afrontar su propia defensa y seguridad sin el paraguas de la OTAN? Resulta obvio que no. Las discusiones que existen sobre la necesidad de incrementar los presupuestos en defensa de la UE y las inversiones en esa materia pueden acabar fructificando en algo, pero hoy en día no son más que presentaciones llenas de colores y vacíos. Con una Rusia encabezada por Putin que no deja de trastear en el este (la guerra de Ucrania sigue ahí) y perturbar en todo el continente, y una China que aumenta cada vez más su poder, en todas las acepciones del término, vuelve a ser Europa la más interesada en que la OTAN siga existiendo, y en que EEUU no abandone su papel fundamental como financiador y fuerza intimidante. Está por ver que lo consigamos.

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