miércoles, febrero 10, 2021

Invasión marciana

Cuando uno escucha el título que he escogido para el artículo de hoy piensa en la llegada de extraterrestres a nuestro mundo con intenciones hostiles, tomas del Capitolio y demás escenas similares que tanto éxito han tenido en incontables películas. Lo cierto es que, en el mundo real, vimos a primero de enero como el legislativo norteamericano puede ser asaltado por personajes que podrían ser calificados como marcianos por su aspecto y comportamiento, pero que eran muy, demasiado, terrestres. Hasta en eso han perdido la exclusiva los alienígenas, y en esos días somos nosotros los que estamos invadiendo Marte con sondas y naves espaciales.

Ayer EAU, ese pequeño conjunto de ricos y semifeudales principados que viven asociados en el Golfo Pérsico, logró un enorme éxito al conseguir poner en órbita la sonda marciana Hope, esperanza, en su nombre anglosajón, Al Amal en su denominación árabe. Esta es la primera de las tres misiones que llegarán al planeta rojo. Cada dos años las trayectorias orbitales de Marte y la Tierra se colocan en la posición en la que se minimiza el tiempo de viaje entre ambos mundos, por lo que aprovechando esa denominada ventana de lanzamientos se suelen preparar misiones y lanzarlas. La última ventana tuvo lugar en junio del año pasado, e iban a ser cuatro las misiones que aprovechasen el momento para emprender viaje. Una de ellas, la europea Exo Mars, con participación rusa, sufrió problemas técnicos en una de sus fases finales y no pudo estar preparada para ese verano, por lo que si todo va bien se lanzará en 2022, pero las otras tres sí partieron como estaba previsto. La primera, la emiratí, que ayer logró su inserción en la órbita marciana. Es una misión que consta de un solo elemento, un satélite que orbitará el planeta, lo observará y estudiará algunos de sus elementos, principalmente de la atmósfera. La siguiente misión en llegar, lo hará hoy, es la china. Es el primer intento chino de llegar a Marte y, como lo hacen últimamente en ese país, es a lo grade. La misión consta de un satélite orbitador y un módulo de descenso que tiene que amartizar, por así llamarlo, y que contiene en su interior un pequeño robot con ruedas, muy similar en su aspecto al antiguo Sojourner de la NASA, el primero que logró moverse por la superficie roja. El reto chino es enorme, tiene que lograr la inserción orbital, lo que ayer consiguió la sonda emiratí, estabilizarla, soltar su carga que esta logre tocar suelo sin estrellarse (algo de una enorme dificultad en Marte) y que el robot funcione, se mueva y lo pueda contar. Una misión realmente difícil en la que China quiere dar, de golpe, todos los pasos que, uno a uno, fue dando EEUU durante varios años de intentonas, éxitos y fracasos. La semana que viene, el jueves 18, llegará la tercera misión, la norteamericana. En este caso lo que se manda es a Perseverance, un Rover a un más grande que el Curiosity que deambula por Marte desde hace ya algunos años. Del tamaño de un coche grande, con un peso de unas dos toneladas, la misión norteamericana no lleva orbitador, porque ya tiene algunos que deambulan por aquella atmósfera desde hace un tiempo, y vuelve a ser una apuesta muy arriesgada dado el método de amartizaje escogido. El peso del rover es tal que el escudo protector y los paracaídas le frenarán algo en su entrada al planeta, pero no serán capaces de que alcance una velocidad suave. La tenue atmósfera marciana impide planear ni frenar aerodinámicamente, por lo que un sistema de retrocohetes y cables de los que colgará el rover tratarán de llevarlo a la superficie de la manera más suave posible, en una estrategia tan arriesgada como espectacular que, hace unos años, funcionó perfectamente con Curiosity, pero que no deja de tener unas elevadas posibilidades de fallo. La NASA tiene experiencias exitosas y calamitosas en Marte, y en poco más de una semana sabremos a que grupo de ellas se une esta última misión. Su destino es el cráter Jezero, lo que se supone que es el fondo de un lago sedimentado hace muchos millones de años.

Ahora mismo Marte está a once minutos luz de la tierra, tardaríamos un poco menos de media hora en poder cruzarnos un “hola”, por lo que todos los procedimientos de inserción orbital, descenso y demás acciones que estén previstas se han automatizado y se controlan desde el ordenador de las sondas. Eso hace que el más mínimo error no pueda ser solventado a última hora por un equipo desde la Tierra, que sólo puede cruzar los dedos y esperar las señales que indiquen lo que ha pasado. La meteorología marciana es uno de los muchos factores que condicionan las misiones que tratan de llegar a su superficie. Alcanzar el planeta es una proeza, de ahí en adelante todo se convierte en épica.

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