Se acaba esta semana el sexenio de presidencia mejicana de Andrés Manuel López Obrador, AMLO, recibido por la izquierda global como un salvador cuando llegó al poder y que, en su ejercicio, ha demostrado ser el populista sectario que ya asomaba a lo largo de toda su trayectoria. Se despide con una toma del control de la justicia tras la horrenda reforma aprobada la semana pasada, con el objeto de convertirla en instrumento manipulable al servicio de los políticos y otros poderosos, y deja perlas impagables, como su conspiracionismo y trabajo antivacunas durante toda la crisis del Covid. En esto, como en muchas otras cosas ha sido un trumpista de libro.
Curiosamente, a lo largo de estos años, la economía mejicana ha crecido bastante, pero no por los méritos de su gobierno, sino por decisiones globales y por estar donde está situado. Los aranceles puestos por Trump a los productos chinos y la búsqueda de acortar las cadenas globales de suministro han convertido a Méjico, la frontera sur de EEUU, en la sede de múltiples inversiones que han hecho de este país el primer socio comercial del gigante norteamericano. Sí, sí, EEUU importa más de Méjico que de China, es de hecho su primer mercado importador. ¿Son productos mejicanos? Legalmente sí, llevan ese sello, pero en la práctica, como imaginarán, no. Se trata del resultado del montaje de muchos productos fabricados en China y otros países asiáticos, que se llevan a territorio azteca y allí son ensamblados en su fase final, consiguiendo de esta manera un sello de fabricación autóctona y eludiendo las tasas y aranceles establecidos para el Made in China. En lo no económico, el país sigue atravesando una profunda crisis de seguridad, que no deja de agravarse. El asesinato está establecido como una manera de solucionar los problemas y la violencia que ejerce el narco se ha vuelto más intratable, si cabe. En la práctica hay zonas del país, en particular varios estados del norte y oeste, en los que el estado no existe en la práctica, no es capaz de imponer no ya la ley, sino un mínimo grado de seguridad pública, y los cárteles de la droga son los dueños y señores de la situación. En las últimas elecciones municipales fueron numerosos los candidatos asesinados de manera salvaje en una campaña en la que en no pocas localidades eran directamente los seleccionados por los cárteles los que se presentaban, siendo esas las zonas donde la violencia era menor, una vez alcanzados ya todos los resquicios del poder. Las promesas de AMLO a su llegada a la presidencia de restituir la seguridad se han quedado en nada, y hoy en día Méjico es uno de los países más violentos del mundo, con una tasa de criminalidad que le acerca, en cadáveres producidos, a zonas en las que se viven guerras civiles. Además, son muertes con un nivel de ensañamiento particularmente elevado, con cotas de sadismo difíciles de entender. Los que no mueren son secuestrados, y el número de desaparecidos sigue creciendo día a día sin que las autoridades parezcan hacer nada ni para evitarlo ni para esclarecer los casos que se pudren en el tiempo. El caso que más relevancia internacional alcanzó fue el de los estudiantes de Ayotzinapa, cuarenta y tres jóvenes que desaparecieron y de los que no se ha vuelto a saber nada. Sucedió hace diez años, bajo otra presidencia, y huelga decir que AMLO utilizó este caso como munición electoral en su campaña, pero hoy, transcurrida una década, nada se sabe de lo que sucedió con esos chicos, dónde están y qué les pasó. Sólo sus madres, y las madres y padres de otros miles de desaparecidos, mantienen el recuerdo de sus seres queridos y protestan ante unas autoridades que no hacen nada para darles consuelo y respuestas, que no investigan, que da la sensación de que están cómodas en el cenagal de violencia en el que se ha convertido la nación. Que siguen cobrando día a día e inventando problemas inexistentes para ocultar su necedad. En fin, populismo basura de primera división, emitido en directo todos los días desde la plaza del Zócalo.
En fin, que AMLO termine su mandato, y dé el relevo a su pupila, reverdeciendo una polémica estéril y absurda no deja de ser poco novedoso, bastante patético, y perfecto reflejo del personaje que es y del mal que ha hecho a su país. Que pablemos, Restar y Bildu anuncien que si van a acudir a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum es un perfecto reflejo del poder que allí se ejerce y de lo orgulloso que puede estar uno de mantener las distancias respecto a él. Curiosamente, en esta ocasión, Sánchez ha dicho y hecho lo que debía. Cierto es que no tenía otra opción, pero conociendo al personaje a saber. En este caso, me reitero, lo ha hecho bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario