Comenzaba ayer Cristian Segura su crónica de la guerra en El País con una muy buena frase: ““No es necesario avanzar donde es posible, sino donde es necesario”. Es de Valeri Zaluzhni, exjefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, y se puede aplicar tanto al campo de batalla de aquel país como a muchas otras facetas, de la actualidad y la vida personal. En el contexto en el que se encuentra la batalla ahora mismo se puede ver como una crítica no velada a la estrategia seguida por Zelensky de golpear en suelo ruso para tratar de conseguir una pieza con la que poder negociar ante las ansias militares rusas, en una futura mesa de negociación. Como idea no es mala, pero la realidad puede hacer que se quede sólo en eso, en una idea.
Mientras que ese avance en territorio ruso está más o menos estancado, las tropas de Moscú sí están logrando ganar posiciones en el Donbás y amenazan varias localidades significativas, entre ellas Pokrovsk, un importante centro logístico desde el que se distribuye material de todo tipo a las tropas ucranianas que defienden el frente. Los civiles de dicha localidad ya han sido evacuados, dado que los combates cada vez se acercan más, y si el ritmo de avance ruso se mantiene es probable que en no muchas semanas la localidad quede cercada. En paralelo, Moscú ha dado la orden de hacer daño no sólo en el frente del este, sino en todo el país, y varias andanadas de cohetes han golpeado localidades de toda la nación, incluyendo Lviv, la mayor de las que se encuentran más al oeste, causando destrozos y numerosas víctimas civiles. Especial daño ha supuesto el ataque a un centro de reclutamiento y formación militar que ha provocado, que se sepa, medio centenar de muertos y más de doscientos heridos, en un golpe duro a unas instalaciones militares de élite. Durante esta semana Rusia está matando en Ucrania con pocas restricciones, sin limitación, y Kiev misma está siendo sometida a bombardeos que no se veían desde hace meses. En este contexto, ¿tiene valor y sentido el esfuerzo militar realizado para conquistar la porción de territorio ruso que ahora mismo controla Kiev? Es una pregunta difícil de contestar, y más desde mi posición de mero observador de lo que sucede. Si Rusia fuera otra nación, con otro gobierno, es probable que una acción así le hubiera supuesto un daño y señal significativa, pero no es el caso. Al efectismo de la acción, y al ridículo que eso genera sobre el todopoderoso estado ruso, le ha seguido el estancamiento y la sensación de que hay recursos derivados en esa operación que, quizás, serían más efectivos en la defensa del frente del este. Kiev tiene menos capacidad de movilización de tropas y armamento que Rusia, empezando porque tiene mucha menos población y mantiene una idea básica de no sacrificarla de manera estúpida, cosa que en Moscú ni se plantean. Por ello, Ucrania está obligada a optimizar sus recursos mucho más y a sacarles todo el partido que sea posible de una manera lo más eficiente y sensata. Cada decisión de ataque y defensa debe ser valorada con mucho cuidado, y en la ecuación de coste beneficio asociada a todo movimiento el coste debe contemplarse, en la mayor parte de las ocasiones, como irrecuperable. Quizás por todo esto hay algunas disensiones visibles entre la cúpula del gobierno de Kiev, que esta semana se han traducido en ceses y renuncias, siendo la más relevante la del Ministro de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, el rostro del gobierno más conocido, aparte del propio presidente, y persona de aparición casi diaria en los medios y reuniones con mandatarios. Kiev no se puede permitir crisis internas de calado en medio de una guerra que, pasados los dos años y medio desde su inicio, está dejando el país en la ruina y con una capacidad de respuesta menguada. Lo prioritario es el frente, pero lo que sucede en el gobierno de Kiev también es determinante para atisbar qué opciones le quedan a Ucrania y cuáles serán sus movimientos futuros.
Mientras eso pasaba allí, el dictador Putin era recibido en Mongolia como si fuera un emperador. En medio de los fastos resultaban cómicas las voces que reclamaban al gobierno mongol que aplicase la orden de la corte penal internacional y procediera a la detención de Putin, acusado de crímenes de lesa humanidad. Siendo Rusia el mayor suministrador de gas y petróleo de esa nación, donde los inviernos son rigurosísimos, es un sueño que alguien no ose siquiera a no sonreír ante los chistes malos que pueda ser capaz de expresar el frío sujeto que comanda el Kremlin. A las puertas del otoño, la situación en Ucrania se mueve poco, pero no lo hace a favor de Kiev, y sí a favor del tirano moscovita.
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