Sí, la situación nacional es cutre hasta el hartazgo, pero uno mira por ahí fuera y apenas encuentra consuelo, síntoma quizás de que estemos en un momento decadente, o todo lo contrario, sólo la historia nos lo dirá en el futuro. Si cruzamos los Pirineos y llegamos a Francia podemos ver que, a escala, está sufriendo un momento noventayochista como el que sufrió España a finales del siglo XIX. La evaporación de su poder en África está siendo acelerada, casi tanto como la velocidad a la que debe repatriar tropas y enseres de lo que antaño fueron sus feudos. Los dictadores locales mantienen pisazos en París, pero ahora son otros los que se los financian, normalmente rusos y chinos.
Y en la otra punta del mundo las cosas no les van mejor. Nueva Caledonia está lejos, muy lejos, al este de Australia y al norte de Nueva Zelanda, no es nuestra antípoda pero se le acerca. En este territorio de ultramar, de soberanía francesa, se llevan produciendo serias revueltas desde hace varios días, que han causado algunos muertos, y han obligado a la metrópoli a trasladar hasta allí contingentes de tropas desde suelo europeo para tratar de encauzar la situación. La causa de los enfrentamientos ha sido una reforma de la ley electoral local que rebaja el número de años que los ciudadanos franceses deben estar viviendo allí para otorgarles derecho de voto. Esto ha sido visto por los locales, despectivamente apodados como canacos por parte de los franceses, como una manera de quitarles poder y dárselo a los franceses que allí acuden, en su mayor parte para ocupar puestos de relevancia en la administración o en empresas locales donde el capital francés es el mayoritario. La sensación de que las elecciones pudieran ser amañadas de una manera u otra ha encendido una chispa que arde en un terreno fértil para ello, porque la renta de los locales y sus posesiones son bastante inferiores a las de los naturales franceses, y los disturbios han sido realmente violentos, con saqueos, incendios y descontrol bastante generalizado. Para París ese territorio siempre ha sido visto como algo exótico, más como una muestra de hasta dónde llegó su gloria imperial que otra cosa. Recordemos que ahí es donde Francia hizo sus últimos ensayos nucleares en los noventa, con Chirac, si no recuerdo mal, nueva muestra de lo que supone para el gobierno nacional un lugar al que puede destinar lo más complicado y tóxico que sea capaz de realizar. ¿Hay un movimiento independentista en la isla? No lo se con certeza, pero no es descartable que algo de eso haya también en el origen de las protestas, o que puedan ser utilizadas para alentar una idea de separación de la metrópoli. Además, dada la presencia de capital chino extendiéndose en todo el sureste asiático y ya sentado en la zona norte de Australia, para nada se puede descartar que algunos de los locales vean a ese nuevo poder y fuente de riqueza como una alternativa al ya conocido y decadente poder gabacho. No conozco plenamente la realidad de lo que allí sucede pero es probable que se de un poco de todo lo que le está sucediendo a occidente en el mundo, con una progresiva pérdida de poder, léase también control, a manos de nuevas potencias emergentes, léase China, que invierten sin freno en busca de recursos y se ofrecen como liberadoras. Supongo que la intervención militar francesa logrará calmar los ánimos y, al menos, hará que los disturbios remitan, por lo que si hasta ahora apenas nos hemos enterado por aquí de lo que allí sucede es probable que después la opacidad sea total, pero lo que allí está pasando es una crisis en toda regla, que golpea a una nación que no pasa, ni mucho menos, por sus mejores horas, y que muestra que su capacidad de disuasión es baja, y su atractivo como centro político, cultural y económico es algo bastante venido a menos. Desde el Elisio Macron podrá disimular lo que quiera, y lo hará, pero no podrá ocultar una sensación de descontrol, algo que no ha hecho sino aumentar en estos últimos años. Francia está desapareciendo en África, ¿lo hará también en el Pacífico?
Curiosamente, en un par de meses tendrán lugar los juegos olímpicos en París, uno de los mayores acontecimientos globales, que suelen servir para poner de largo la ciudad organizadora y el país anfitrión. A estas alturas, y con el panorama geopolítico que vivimos, la seguridad del evento es una de las mayores preocupaciones de todos los involucrados en su desarrollo, y el riesgo de atentados, o de que mismamente los fallos que se han visto en los dispositivos de seguridad galos en otros actos deportivos masivos se repitan está presente en todos los analistas que hablan de los juegos. Francia puede dar una buena imagen o convertirse en el centro de la noticia por algo ajeno a lo deportivo. Esperemos lo primero, pero el temor a lo segundo es palpable. ¿Cuántos verán las pruebas parisinas desde las islas del Pacífico?
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